MISERICORDIA, SEÑOR, HEMOS PECADO
Por M. Adelina Climent
Cortés O.P.
Yahveh, el Dios de La
Alianza, el Dios que es compasivo y misericordioso, lento a la cólera y rico en
piedad, también es, el Dios que nos ama
con locura y que, solo quiere para nosotros la vida, la paz, la gloria y la
verdadera felicidad. Y con todo, es el Dios que, al mismo tiempo, exige de
todos sus fieles lealtad y fidelidad a sus promesas de salvación, cosa difícil
de conseguir si no es, con la ayuda de su Espíritu, que irá obrando en nosotros
la verdadera conversión, la que nos purifica de nuestros pecados e
infidelidades, hasta renacer a una vida
nueva de amistad y cercanía con Dios. Y, porque necesitamos su gracia para
convertirnos de corazón, la imploramos cantando con sincero arrepentimiento el
salmo 50.
Este salmo, que el
autor pone en boca de David, describe
el desahogo individual de un pecador angustiado por los delitos cometidos. Al
mismo tiempo, quiere ser expresión colectiva del pecado de todo un pueblo, que,
en el exilio de Babilonia, reconoce haber sido infiel a La Alianza prometida
con su Dios, Yahveh:
Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa.
Lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.
Yahveh, el Dios generoso y leal de La Alianza,
solo espera del pecador, que, con actitud humilde y sincero arrepentimiento
reconozca su culpa; pues “un corazón quebrantado y humillado nunca lo desprecia
el Señor” y, también, porque su misericordia es grande y eterna, solo quiere que el pecador se convierta y viva
gozando de la alegría de su salvación:
Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado.
Contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad que aborreces.
En el interior del orante,
resuena la promesa firme del Señor Yahveh, de hacer, con su pueblo, una Alianza
Nueva, cambiando el corazón de piedra de cada uno de sus fieles por uno de
carne, capaz de amar con lealtad y de
ser fiel al cumplimiento y observancia de la ley, como lo desea el Señor:
Oh Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme,
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.
Perdonado y acogido por la
bondad y la misericordia de Yahveh, el pecador arrepentido, sintiéndose
salvado, puede gozar de nuevo de la alegría y la amistad con su Dios, al que
quiere dedicar toda su vida para alabar
y bendecir su santo nombre:
Devuélveme la alegría de tu
salvación,
afiánzame con
espíritu generoso.
Señor, me abrirás
los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.
Dios, ha hecho a su Hijo,
Cristo Jesús, solidario con la humanidad pecadora, para que, por medio de Él,
alcancemos la justificación. Pues, habiendo
sido en su vida tentado como lo somos nosotros, es modelo y ejemplo
de penitencia, y de amor y fidelidad al
Padre del cielo:
”Vete, Satanás, porque
está escrito: AL SEÑOR, TU DIOS, ADORARÁS Y A ÉL SOLO DARÁS CULTO. Entonces lo
dejó el diablo, y se acercaron los ángeles y lo servían “
También es Jesús, el que
nos mueve y empuja a vivir en constante espíritu de conversión, con el fin de
que, practicando en esta vida la “justicia” estemos abiertos a su salvación,
“PORQUE, DONDE CRECIÓ EL PECADO, MÁS ABUNDANTE FUE LA GRACIA”.
Y, para nosotros, los
cristianos, la cuaresma ha de ser un camino de conversión y de sincera súplica
por nuestros pecados y por los de la humanidad entera. Porque, siguiendo a Cristo Jesús por el camino de la
cruz, camino de entrega y de amor hasta su muerte y gloriosa Resurrección
y por la que es constituido por Dios
autor de La Nueva y Eterna Alianza, llegaremos a la alegría gozosa de la
pascua, y más definitivamente, a la resurrección eterna, en la vida nueva y plena de la gloria del Padre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario