"Lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre: malos propósitos, robos, homicidios, fornicaciones..."
DOMINGO XXII DEL T. ORDINARIO - B
SEÑOR, ¿QUIÉN
PUEDE HOSPEDARSE EN TU TIENDA?
Por Mª Adelina
Climent Cortés O.P.
Admirados y conmovidos por la
bondad y el amor de Dios para con nosotros, sus criaturas, es normal y hasta
justo, que deseemos agradarle y nos preguntemos qué deberíamos hacer para
conseguirlo.
Es lo que hizo el israelita del salmo 14 y lo que hacemos nosotros, los
cristianos, cuando, con los mismos sentimientos del orante, rezamos y cantamos
este precioso poema, que es uno de los “salmos litúrgicos” de composición
sapienzal.
El poema, en todo momento, tiene presente a Yahveh, el Dios de la
Alianza, siempre fiel, leal y paciente con su pueblo y sin tener en cuenta los
olvidos y las infidelidades de éste. Se rezaba en peregrinación al santuario de
Yahveh en forma dialogal. Los peregrinos preguntaban al sacerdote, cuando salía
a la entrada del santuario a recibirlos
en procesión, ¿quién puede entrar en la tienda del Señor y habitar en su monte
santo? Pregunta, que era respondida en nombre del sacerdote, por un grupo de
cantores:
El que procede
honradamente
y practica la justicia,
el que tiene intenciones
leales
y no calumnia con su lengua.
El que no hace
mal a su prójimo
ni difama al vecino,
el que considera
despreciable al impío
y honra a los que temen al
Señor.
El que no
retracta lo que juró
aún en daño propio,
el que no presta dinero a
usura
ni acepta soborno contra el
inocente.
El que así obra nunca
fallará.
Para ver a Yahveh, para estar y rezar en su presencia, para tener
amistad con Él, hasta poder intimar, es necesario actuar según los criterios de
Dios, que son siempre, los que favorecen el amor a los hermanos y, por
extensión, la estima, el respeto y la atención cordial a todos los hombres, ya
que, no hay otra cosa que le pueda hacer más feliz. Por eso, el poema describe
diez mandamientos o exigencias indispensables para tener una buena relación con
nuestros semejantes y agradar a Dios. Intentando vivir de esta manera, se nos
pueden abrir las puertas de la mansión de Yahveh, ser recibidos por Él y
gozarnos de su gloria.
También nos está indicando el poema que, aunque Yahveh estima los actos
cúlticos y la alabanza de sus fieles, esto nunca puede complacerle del todo, si
no va acompañado de un cumplimiento sincero y responsable de los deberes
sociales, que son los fundamentales de la justicia y el derecho. Es decir, se
trata de cumplir las virtudes humanas que, en definitiva, tienen su origen y se
confunden con el verdadero amor a Dios y al prójimo, y las que nos hacen
caminar hacia la “religión pura e intachable”, la única verdadera y, por lo
tanto, la que puede complacer a Dios.
Esta manera tan sabia de enfocar la vida, que tiene el salmo, la
corrobora Cristo Jesús, con su manera de ser y de vivir. Un ejemplo lo tenemos,
cuando reprende a los fariseos y maestros de la ley, que no actúan según los
criterios de Dios, los que se basan en el amor y los que producen frutos de paz
y fraternidad en este mundo, y de felicidad gozosa en la vida eterna.