DOMINGO XX DEL T. ORDINARIO - B
GUSTAD Y VED QUE BUENO ES EL SEÑOR
Por Mª Adelina Climent
Cortés O. P.
Nos alegra cantar la bondad de Dios, que se goza
invitándonos al banquete, que
nos tiene preparado en el cielo, en la felicidad eterna y que, es signo
de lo que será su salvación para todos los que la quieran acoger. Ser invitados
de Dios para participar de su fiesta y de su vida, es todo un detalle de cariño y predilección por su parte y nos
obliga a corresponderle con nuestro amor, nuestra alabanza, y nuestra gratitud.
Como el domingo anterior, ensalzamos La Bondad de Dios con el salmo 33. Salmo de alabanza y de acción
de gracias a Yahveh, por las maravillas
que hizo con su pueblo y que sigue haciendo con la humanidad. A la vez
intentamos, con el salmista, agradecerle
sus dones, con los deseos de sencillez y humildad de nuestro
corazón; reconociendo, de esta manera,
que solo Él puede conducirnos por los caminos del bien y de la felicidad:
Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren.
El Señor, que a todos nos lleva de su mano, sabe
premiar a los que, fiándose, se dejan
conducir por Él; pues, en su bondad, es justo y actúa según el comportamiento
de cada uno:
Todos sus santos, temed al Señor,
porque nada les falta a los que le temen;
los ricos empobrecen y pasan hambre,
los que buscan al Señor no carecen de nada.
Más, tomando el poema una expresión sapiencial,
sigue:
Venid, hijos, escuchadme:
os instruiré en el temor del Señor;
¿Hay alguien que ame la vida
y desee días de prosperidad?
También nos habla, sabiamente, del
comportamiento que hay que guardar, para conseguir la dicha que todo
humano desea alcanzar:
Guarda tu lengua del mal,
tus labios de la falsedad;
apártate del mal, obra el bien,
busca la paz y corre tras ella.
Para nosotros, los cristianos, LA VERDADERA SABIDURÍA PERSONIFICADA ES
JESUCRISTO, plenitud y cumplimiento de las promesas del Padre. Sabiduría que se opone a la necedad, fruto
de la mala conducta del hombre. Y, si este salmo nos invita a gustar y ver lo
bueno que es el Señor, es porque “tomar el pan y el vino con la sabiduría”
significa dejarse instruir por su ESPÍRITU y acoger sus enseñanzas evangélicas.
Estamos, pues, ante LA MESA DE LA SABIDURÍA, cuyo alimento nos hace
crecer en la fe por la presencia y
fuerza del ESPÍRITU. Mesa y alimento, que, a su vez, nos dispone para mejor
comer el pan y el vino eucarístico por el que asimilamos la presencia real del
Resucitado; sacramento del Amor entregado, que también complementa,
plenifica y asimila la verdadera sabiduría.
Eucaristía vivida desde la fe, que nos hace entrar en comunión con
Cristo Jesús, el que, a su vez, nos une con el Padre. Eucaristía que es, y que
nosotros hemos de vivir como signo de lo que será el banquete escatológico en
el Reino de los cielos, festín de manjares suculentos y de vinos refinados,
donde la felicidad nunca tendrá fin y donde siempre podremos gustar y ver lo bueno que es el Señor.
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