domingo, 30 de septiembre de 2018

Domingo XXVI del T.O.


DOMINGO XXVI DEL T. ORDINARIO - B


 LOS MANDATOS DEL SEÑOR ALEGRAN EL CORAZÓN

Por Mª Adelina Climent Cortés  O. P.


                      Rezamos y contemplamos al Señor, FUENTE DE LA SABIDURÍA, con el salmo l8, canto de alabanza a Dios por su obra creadora y salvadora,  que realiza con el poder y la eficacia de su PALABRA.      

                      Este salmo consta de dos partes que se complementan. La primera, de origen muy antiguo, es un himno a Dios creador y  canta la belleza y el orden de la naturaleza, REFLEJO DE SU SABIDURÍA.  La segunda parte, es de origen más tardío, del tiempo posterior al exilio, y, es, un “poema didáctico” que canta y enaltece las excelencias de La Ley, como manifestación de la  voluntad de Dios, como algo que se desprende de su misma naturaleza divina. ES SU MISMA SABIDURÍA ENCARNADA EN LA LEY, EN SU PALABRA:
                 
                      La Ley, para los israelitas, era como el  reclamo de Yahveh al pacto establecido, en fidelidad y lealtad, con  su pueblo elegido. Su cumplimiento era  la mejor respuesta a La Alianza, y, por  tanto, gran motivo de gozo y felicidad.

                      “Los mandatos del Señor alegran el corazón y dan luz a los ojos” porque son consuelo, descanso y  felicidad para el hombre. Y, como, “la palabra del Señor es viva y eficaz”, si se acepta con gozo,  hace participar de su firmeza, y, si se  canta,  compromete a vivir según su voluntad. Así, su fiel cumplimiento, refleja La Sabiduría de Dios, que actúa desde el interior del hombre hasta lograr su transformación:

La ley del Señor es perfecta
y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye al ignorante.

La voluntad del Señor es pura
y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y enteramente justos.
                 
                  Israel, al sentirse destinatario de La Ley y de las promesas del Señor, desea  observarla, para corresponder, de este modo, a tan sublime privilegio; pero sabe por experiencia, que no es cosa fácil, que siempre hay fallos y retrocesos en el arduo y costoso camino de fidelidad a La Alianza; por lo que,  el orante del salmo, pide a Yahveh perdón con sincero espíritu de conversión, por todo aquello, que, por no haber sido capaz de percibir,  le pueda a él desagradar.

Aunque tu siervo vigila para guardarlos con cuidado
¿quién conoce sus faltas?
absuélveme de lo que se me oculta.

Preserva a tu siervo de la arrogancia,
para que no me domine:
así quedaré libre e inocente
del gran pecado.
                                        
                                        
                      
                    También Jesús, SABIDURÍA DE DIOS, Y SU PALABRA ENCARNADA Y SALVADORA, en el que tenemos la seguridad del acceso al Padre; durante su vida, fue un fiel cumplidor de La Ley, la que llevó a plenitud sintetizándola en el amor a Dios y a los hermanos, los hombres. Precepto, que él cumplió con suma perfección, entregando su vida por amor a Dios y para nuestra salvación, constituyéndose así en autor de La Nueva y Eterna Alianza.

                    A sus discípulos, en el Evangelio, les habla, también, de LA SABIDURÍA DEL REINO: -“El que os dé a beber un vaso de agua, porque seguís al Mesías, os aseguro que no se quedará sin recompensa”


                   Y, antes de despedirse de los discípulos para subir al Padre nos dijo: “un mandamiento nuevo os doy, que os améis mutuamente como yo os he amado” es decir, hasta entregar la propia vida. Advirtiéndonos, además, que el amor de Dios se cumple cuando se guardan sus mandamientos. Y, porque es tarea difícil, vino en nuestra ayuda su ESPÍRITU, que nos anima, desde nuestro interior, a conseguir lo que nos propuso Jesús: “sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto” que es vivir en la misma SABIDURÍA DE DIOS, fuente perenne de felicidad, y, después, de gloria y de eternidad.

viernes, 21 de septiembre de 2018

Domingo XXV del T. O.- B


DOMINGO XXV DEL T. ORDINARIO - B

EL SEÑOR SOSTIENE MI VIDA


Por Mª Adelina Climent Cortés  O. P.

              
               “El Señor sostiene mi vida”  Grito de afirmación, de confianza y de fe profunda  en el Dios de La Vida, que siempre salva  cuando  se le invoca, como lo confirma el  salmista  orante desde su misma experiencia.
               
                              Estamos ante el salmo 53, considerado como una oración de “lamentación individual” aunque posteriormente, en el culto litúrgico, se le dio  sentido comunitario. La manera de expresar el orante sus deseos ante Dios,  hace, del salmo, una plegaria sentida y viva. Y, aunque evoca situaciones de los tiempos de la monarquía, cuando  David fue perseguido por Saúl, pertenece a la época del exílio. Comienza con una invocación a Yahveh en forma de “oráculo” dirigido a su nombre y a su poder:
Oh Dios, sálvame por tu nombre,
sal por mí con tu poder.
Oh Dios, escucha mi súplica,
atiende a mis palabras.
                 
                  Los hombres que viven alejados de Dios, sin considerar  su bondad y  su amor porque no creen en él,  no pueden actuar correctamente, por lo que,  pronto, se convierten en enemigos de aquellos que tienen por justos, ya que  solo  la presencia de éstos, les resulta molesta e incómoda, pues son una denuncia constante a su mal comportamiento; y tanto es así, que, hasta desean aniquilarlos: “lo someteremos a la prueba de la afrenta y la tortura, para comprobar su moderación y apreciar su paciencia” (Sabiduría 2, 17-20)  Y esto mismo es,  lo que le pudo ocurrir al israelita orante:

Porque unos insolentes se alzan contra mí,
y hombres violentos me persiguen a muerte
sin tener presente a Dios.

                 Pero, el amor de Dios, supera siempre  todo mal y vence todo odio; es salvación,  liberación y vida para el humilde y oprimido que le invoca:

Pero Dios es mi auxilio,
el Señor sostiene mi vida.

                 Y, esta seguridad que experimenta el salmista orante, fruto de su profunda fe   en Yahveh, le mueve a  desear vivir siempre para alabarle y bendecirle:
                  
Te ofreceré un sacrificio voluntario
dando gracias a tu nombre que es bueno.


                  Este salmo se aplica a Cristo Jesús, el justo por excelencia; el que siempre tuvo un comportamiento digno y ejemplar para todos; el que, con su modo de actuar, defendía la justicia y el derecho de los pobres y afligidos,  hasta conseguir la liberación de todos los oprimidos. Y, esta manera de ser, no gustaba a los responsables del orden público y del bien de todos los ciudadanos, por lo que,  lo persiguieron hasta condenarlo a muerte de cruz. Pero Dios lo resucitó y lo glorificó a su derecha, desde donde sigue viviendo con nosotros, infundiéndonos  valor y vida. Así lo comunicó Jesús a sus discípulos:

                    -“EL HIJO DEL HOMBRE va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y después de muerto, a los tres días resucitará
               
                     Y, así como fue perseguido el salmista y sobre todo Cristo Jesús, también lo seremos nosotros, los que nos consideramos cristiano y queremos vivir como vivió Jesucristo, nuestro maestro, haciendo el bien a los demás. Ya que, ser profetas de la evangelización, trabajar para el Reino de Dios, siempre resulta molesto a los intereses egoístas de algunos, y, en ocasiones, puede originar persecución y hasta muerte.


                   Son ejemplo de ello, los muchos misioneros y personas comprometidas, que, generosamente, entregan su vida por la causa del Reino. Pero, en ésta entrega al bien de los demás, aportando redención y salvación a nuestro mundo, siempre tendremos  la seguridad de que, Dios, salva nuestra vida con su Amor, porque  es superior a todo sufrimiento y muerte y hará que, esta, nuestra vida, sea plena y gozosa, junto con la suya, en la gloria eterna del cielo.

viernes, 14 de septiembre de 2018

Domingo XXIV del T. Ordinario-B


DOMINGO XXIV DEL T. OR DINARIO - B

CAMINARÉ EN PRESENCIA DEL SEÑOR
EN EL PAÍS DE LA VIDA

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                  Se camina “en presencia del Señor” cuando se ha llegado al convencimiento, desde una fe sincera y confiada, que solo, para Dios, vale la pena vivir y jugárselo todo, pues, es el único que nos salva siempre de todo apuro y necesidad, el que nunca falla y el que nos da siempre vida y felicidad.

                  “Caminaré en  presencia del Señor” A eso nos comprometemos  cuando rezamos el salmo 114. Es un salmo de “acción de gracias individual” porque, más que lamentos, las expresiones del salmista son de alabanza y de suma gratitud, desde una fe confiada y segura en Yahveh, el que ayuda y consuela en  todo sufrimiento:

Amo al Señor porque escucha
mi voz suplicante;
porque inclina su oído hacia mí,
el día que lo invoco.

                  Desde una situación de angustia, desespero y muerte, el salmista recuerda, que gritó e invocó confiadamente a Yahveh, el Dios que permanece siempre atento a los más menesterosos y sencillos, cuando le buscan con sinceridad:

Me envolvían redes de muerte,
me alcanzaron los lazos del abismo,
caí en tristeza y angustia.
Invoque el nombre del Señor:
“Señor, salva mi vida”.

                Y, esta bondad del Señor que le mueve a estar  siempre atento y a la escucha, deslumbra tanto al orante que, agradecido, la quiere proclamar públicamente, con el fin de poder despertar en otros, la fe y el amor a Yahveh, y puedan unírsele, en himnos de alabanza y de acción de gracias a su Santo Nombre:

El Señor es benigno y justo,
nuestro Dios es compasivo;
el Señor guarda a los sencillos:
estando yo sin fuerzas me salvó

                 Continúa  diciéndose  el salmista, que, si Dios le ha favorecido siempre que ha confiado en Él, y, si, su misericordia y lealtad llegan a tanto, hasta librarle de la angustia de la muerte; lo menos que puede hacer, de su parte, es corresponderle debidamente,  viviendo solo para Él, cumpliendo sus leyes, tratando de agradarle en todo momento y siéndole fiel; es decir, caminando en su presencia y participando ya de su Vida, como, un anticipo gozoso de lo que será realidad feliz, plena y acabada, en la  eternidad:                 

Arrancó mi alma de la muerte,
mis ojos de las lágrimas,
mis pies de la caída.
Caminaré en presencia del Señor,
en el país de la vida.


                   Nuestro Dios, siempre quiere la vida de todos sus fieles. Es un Dios de vivos y no de muertos. Y, Jesucristo, muere para darnos VIDA EN ABUNDANCIA   con su resurrección gloriosa. 
  
                   Nosotros, los cristianos, que sabemos que Cristo Jesús es el Mesías, el que aporta liberación y salvación definitiva, celebramos esta VIDA en La Eucaristía, comunión que nos compromete a vivir en su  seguimiento, y,  a  entregar  todo lo que somos por el Evangelio, sabiendo que, “hay que padecer mucho para entrar en el Reino de Dios”.

                    -“EL HIJO DEL HOMBRE TIENE QUE PADECER MUCHO, TIENE QUE SER CONDENADO POR LOS SENADORES, SUMOS SACERDOTES Y LETRADOS, SER EJECUTADO Y RESUCITAR A LOS TRES DÍAS”.


                    Y, también, porque, solo así, desde una generosa donación personal, en unión con Cristo Jesús, podremos llenar  de esperanza el mundo entero, de manera que, todos los vivientes puedan experimentar la bondad de Dios y, agradecidos, decirse como el israelita del salmo: “Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida”.

viernes, 7 de septiembre de 2018

Domingo XXIII del T. O.- B


DOMINGO XXIII DEL T. ORDINARIO - B

ALABA, ALMA MIA, AL SEÑOR


Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P


                    La Bondad de Dios y su Salvación,  se manifiestan y celebran en las obras de misericordia que realiza en  favor de sus criaturas, los hombres, y de manera  especial en la atención y predilección  que tiene con  los más débiles y pobres.

                    El salmo 145 describe y reconoce a este Dios, y lo alaba y ensalza  con sentimientos de gratitud y de confianza.  Es un “himno de alabanza al Señor, Yahveh, creador del universo y defensor de los oprimidos” Pertenece al grupo de los “salmos aleluyáticos” y contiene enseñanzas sapienzales. Tiene en cuenta, además, la situación de dificultad y olvido  que vive Israel en el posexílio,  en la que se dejaba oír la voz del profeta Isaías: “NO TEMÄIS. MIRAD A VUESTRO DIOS QUE VIENE EN PERSONA Y OS SALVARÁ”.                              

Alaba, alma mía, al Señor:
Que mantiene su fidelidad perpetuamente,
que hace justicia a los oprimidos,
que da pan a los hambrientos.
El Señor liberta a los cautivos.

                    Estos sentimientos del Dios, Yahveh, nos muestran su cercanía y su compasión, y  nos aseguran, que tiene entrañas maternas y un corazón lleno de ternura y amor, capaz de conmoverse ante toda necesidad, desgracia y sufrimiento:

El Señor abre los ojos al ciego,
el Señor endereza a los que ya se doblan,
el Señor ama a los justos,
el Señor guarda a los peregrinos.

                    También nos recuerda el salmo, que el amor compasivo y misericordioso de Dios, no solo libera a sus fieles de toda penuria, injusticia y dificultad, sino que, al mismo tiempo, revitaliza a la persona, la sana, la trasforma, y le hace sentir su amor y protección:

El Señor sustenta al huérfano y a la viuda
y trastorna el camino de los malvados.
El Señor reina eternamente,
tu Dios, Sión, de edad en edad.

                   Y tiene muy en cuenta, el israelita, de señalar  que, obrando Yahveh de esta manera, su reinado está establecido eternamente en la justicia y en la prosperidad para todos los pueblos,  por lo que no puede menos que alabarle y bendecirle desde Sión, su monte santo, donde tiene su tono y desde donde gobierna el universo.

                    Y, esta salvación de Dios, se hace realidad más definitiva y plena en Cristo Jesús; que en su vida se manifestó siempre de parte de los más pobres y débiles, a los que amaba con predilección. Su salvación se hacía visible sanando a los enfermos, devolviendo la vista a los ciegos y el oído a los sordos:

                    “…apartándolo de la gente a un lado, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua. Y mirando al cielo, suspiró y le dijo: -EFFETÁ (esto es ÁBRETE). Y al momento SE LE ABRIERON LOS OÍDOS, SE LE SOLTÓ LA TRABA DE LA LENGUA Y HABLABA SIN DIFICULTAD”

                    También, su salvación se hacía visible, liberando de la esclavitud a los oprimidos;  y perdonando y amando a todos, hasta entregar su vida en la muerte de Cruz. Por eso, la gente que le seguía pudo exclamar: “Todo lo ha hacho bien”.

                    Teniendo a Cristo Jesús, como guía y maestro,  atraídos por su ejemplo, y viviendo en su seguimiento,  todos nosotros, los cristiano, hemos de hacer nuestros sus mismos sentimientos de ternura y compasión, para con todos los demás, unidos a  su obra salvadora; es decir, construyendo el Reino de Dios, que es lo mismo que hacer un mundo mejor y más habitable para todos.


                    Y esto, solo lo conseguiremos,  viviendo y practicando las obras de misericordia, las que el mismo Dios practicó; las que proclamó Jesús en el sermón del monte, y por las que un día nos premiará el Padre celestial, haciéndonos participar para siempre de su misma gloria.