viernes, 31 de mayo de 2019

Ascensión del Señor




LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR
  

DIOS ASCIENDE ENTRE ACLAMACIONES

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                    Cantemos y aclamemos a CRISTO JESÚS, que, como Rey de La Gloria, ASCIENDE ENTRE ACLAMACIONES AL CIELO, para sentarse en su trono real a la derecha de Dios Padre. Más,  contemplémosle, con sentimientos de admiración y de agradecimiento, porque, su subida, para nosotros, es gozo y esperanza viva, fruto de nuestra fe en su RESURRECCIÓN GLORIOSA y en su VICTORIA,  que nos hace vislumbrar  lo que ahora ya es  realidad: nuestra futura exaltación  junto a Dios Padre, y para siempre, en La Vida Eterna.                                                               
                 
                    Portento de alegría y felicidad es  la fiesta de LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR, en la que, toda la creación se beneficia del SEÑORÍO DE JESÚS,  al  quedar transformada en el Reinado de Dios.
                 
                    Y, porque  queremos  aclamar a CRISTO JESÚS, con el entusiasmo que  le corresponde y se merece, lo hacemos con el salmo 46, uno de los himnos más  expresivos  del grupo de los ”salmos de entronización real de Dios” y, que tiene sus  orígenes, en  los tiempos de la monarquía de Israel.  Comienza el salmista, con alabanzas gozosas a Yahveh,  Rey de todos los hombres y de la creación entera:

 Pueblos todos, batid palmas,
aclamad a Dios con gritos de júbilo,
porque el Señor es sublime y terrible,
emperador de toda la tierra.

                    La fe del israelita, le lleva a concretizar las intervenciones grandes y poderosas de Yahveh, en el mundo, en la historia particular de Israel, su pueblo, y en las victorias que logra su Rey;  y, también, a celebrarlas litúrgicamente, en las  procesiones   que trasladaban el Arca de La Alianza, desde los lugares de las batallas, hasta el recinto sacro, el Templo de Jerusalén, donde quedaba entronizada con cantos, músicas y aclamaciones. Más, esta GLORIA Y SEÑORÍO DE DIOS, ha quedado  manifestada,  más plenamente, en LA RESURRECCIÓN DE JESUCRISTO “EL SEÑOR” y en su ASCENSIÓN GLORIOSA AL CIELO.

Dios asciende entre aclamaciones,
el Señor, al son de trompetas;
tocad para Dios, tocad,
tocad para nuestro Rey, tocad.

                    Mas, La Gloria del Señor Yahveh, con todo su  esplendor,  excede al Templo de Sión, y, en su expansión, adquiere dimensiones universales, hasta llenar el cielo y la tierra, quedando, así, constituido, JESUCRISTO, EN SEÑOR Y MEDIADOR de todo  lo creado. SEÑORÍO, sin fin, que ejerce desde la derecha del PADRE:

Porque Dios es el rey del mundo;
tocad con maestría.
Dios reina sobre las naciones,
Dios se sienta en su trono sagrado.



                    Y, Jesucristo, EL SEÑOR RESUCITADO, tiene siempre abiertas las puertas del cielo para comunicarnos el ESPÍRITU, que nos conducirá a Él, y para que, su intercesión, sea una bendición fecunda para la humanidad que vive y camina en la esperanza, guiada por la fe y construyendo el mundo nuevo que tanto anhelamos. Un mundo lleno de valores humanos y evangélicos, los que el mismo Jesús practicó durante su vida terrena, y, que, antes de despedirse, después de decirnos: “SUBO AL PADRE MÏO Y PADRE VUESTRO, AL DIOS MÍO Y DIOS VUESTRO”, nos recomendó practicarlos y darlos a conocer: “PROCLAMAD EL EVANGELIO A TODA LA CREACIÓN”.

                    Que, también, Jesús glorificado, pueda recoger los frutos de nuestro testimonio, y sincero agradecimiento, porque, esta fiesta de su ASCENSIÓN, nos hace tener ya el espíritu en el CIELO, LUGAR DE NUESTRO DESTINO GLORIOSO Y ETERNO.

viernes, 24 de mayo de 2019

Domingo VI de Pascua



DOMINGO VI DE PASCUA - C

OH DIOS, QUE TE ALABEN LOS PUEBLOS,
QUE TODOS LOS PUEBLOS TE ALABEN

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                    La Salvación de Jesús es universal y LA VIDA NUEVA de su RESURRECCIÓN GLORIOSA es para todos los pueblos, razas, y civilizaciones.  El salmo 66, con sabia intuición, lo canta y celebra con alegría. Y, porque Jesús se nos ha manifestado, y, a todos nos ha llamado a la fe, nos unimos al salmista en oración y alabanza agradecida:

                    Este salmo es un himno de acción de gracias a Yahveh, que rige y gobierna con sabiduría y justicia a todos los pueblos, pues, su bendición se extiende desde Israel a todas las naciones, al universo entero; por lo que, el orante, entusiasmado y desde su profunda fe, quiere que todos los hombres le reconozcan y alaben como a Dios, y, que, al hacerlo, se sientan dichosos y agradecidos:

El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.

                    Pero, no solo Yahveh gobierna con poder y sabiduría el universo entero, sino que, además, lo hace con justicia y rectitud, que es lo suyo propio; y, esto es, precisamente, lo que hace que su salvación llegue a todos los pueblos y la puedan alcanzar todos los hombres, llamados a vivir en comunión su misma vida de santidad y de amor.

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud,
y gobiernas las naciones de la tierra.

                    Y, el salmista, que reconoce y profundiza  el hecho salvífico y universal  de Yahveh, sigue invitando a todos los pueblos a una alabanza exultante, de bendición y de acción de gracias, al mismo tiempo que pide al Señor su benevolencia para todos, con el deseo de  que,  el orbe entero le respete y ame:

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.

                    Y, todo esto que nos relata el salmo, como primicia y adelanto, empieza a ser realidad más plena con La Resurrección de Jesucristo, pues, su mensaje pascual y evangélico, tiene un destino universal que ha de ser anunciado a todo el orbe: Cristo Jesús, ha de reinar en todo el universo, que, ha de quedar  lleno de su presencia y, también, de la presencia del Padre Dios. Y, de manera más íntima y particular, Cristo Jesús, ha de reinar  en el interior de todos los creyentes, llamados a vivir en comunión con Él, y, a participar de su misma Vida.

                    Más, los cristianos, somos los llamados a hacer presente en nuestro mundo LA VIDA DEL RESUCITADO Y SU SEÑORÍO, dando a conocer, con la ayuda del  ESPÍRITU, su  mensaje de salvación, que es de amor, de esperanza y de paz.  Mensaje que hemos de hacer creíble con nuestro testimonio de vida, para que sea aceptado y amado:

                    Así, Jesús, para hacer visible su vida, nos pide que le amemos, que Él lo sea todo en nuestra existencia, nuestro único Señor; y que, nos amemos fraternalmente, para que, viéndonos, el mundo crea y se salve:

                    “-EL QUE ME AMA GUARDARÁ MI PALABRA Y MI PADRE LO AMARÁ, Y VENDREMOS A ÉL Y HAREMOS MORADA EN ÉL”

                    Es, este amor, el que hará visible su paz salvadora, la que nace de su vida entregada en La Cruz, y que habla al mundo de unidad, de respeto y colaboración,  de reconciliación: de no más guerra, y sí,  solidaridad y  fraternidad entre todos.

                    También, Jesús, en su mensaje de Pascua, nos comunica esperanza, seguridad de que se cumplirá en nosotros y en todo el mundo la victoria de su RESURRECCIÓN GLORIOSA; que todos entraremos a formar parte de su Reino Eterno, donde  nos está preparando un lugar para cada uno, junto al suyo, a la derecha del trono del Padre, en el cielo.

viernes, 17 de mayo de 2019

Domingo V de Pascua-C



DOMINGO V DE PASCUA - C

BENDECIRÉ TU NOMBRE
POR SIEMPRE JAMÁS.

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.

                    LA PASCUA DE JESÚS RESUCITADO, con su energía y vitalidad, nos sigue conduciendo hacia la plenitud de su triunfo, hacia su total glorificación: “ahora es glorificado el Hijo del Hombre y Dios es glorificado en él”. Y por este camino de vida, de luz, de alegría y de amor, transitamos todos los que vivimos acogidos a la salvación de Jesucristo.

                    Y, con gozo, bendecimos a nuestro DIOS, que ha RESUCITADO Y GLORIFICADO A CRISTO JESÚS, y que, a nosotros, nos da fuerzas y alegría para ser sus testigos, viviendo su misma vida de entrega y de amor.  Le alabamos, pues, cantando el salmo 144.

                    Este salmo, con características de himno, es un canto de alabanza, de bendición y de acción de gracias a la gloria y majestad de Yahveh, que, además de ser un Dios tan grande y poderoso, es, sobre todo, bueno y misericordioso con todas sus criaturas, a las que, en todo momento, cuida y atiende con amor cariñoso:

El Señor es clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas.
.
                    El salmista, después de bendecir a Yahveh,  desea que toda la creación,   obra de sus manos, y  todos los fieles devotos,  bendigan su grandeza, proclamen el esplendor de la gloria de su Reinado y  hablen de los portentos que siempre realiza:

Que todas tus criaturas te den gracias, Señor,
que te bendigan tus fieles;
que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas.

                    Así,  Yahveh, ha de ser bendecido porque, no solo ejerce su excelsitud y poder a favor de Israel, su pueblo elegido, sino,  en todo el universo y a través de todas las edades, pues la gloria de su majestad  invade todo lo creado y durará por siempre:


Explicando tus hazañas a los hombres,
la gloria y majestad de tu reinado.
Tu reinado es un reinado perpetuo,
tu gobierno ve de edad en edad.

                    Para nosotros, el Rey victorioso y majestuoso, que extiende su gloria por todo el universo y que lo abarca y transforma todo, para   hacerlo nuevo, es JESUCTISTO RESUCITADO y GLORIFICADO por el PADRE, el que,  ha inaugurado para toda la humanidad su Reinado, y quiere que todos participemos de su glorificación. Mas, con este fin, antes de partir al Padre, nos dio un mandamiento nuevo: “que os améis unos a otros como yo os he amado” pues, el amor a todos, es el único camino que puede conducirnos a la gloria del paraíso e introducirnos en él.

                    El cumplimiento de este mandamiento ha de  comprometernos de verdad; pues, nos obliga a amarnos unos a otros, como hermanos, hasta entregar la propia vida por los demás, como lo ha hecho Cristo Jesús, y, ha de ser y  es, la señal más auténtica para nuestro mundo, de que somos sus discípulos, invitados por Él a ser testigos de su Vida, con el fin de que, también otros, le puedan conocer, amar y seguir;

                    “La señal por la que conocerán que sois discípulos míos, será que os amáis unos a otros” 

                    Pero, este amor tan grande, tan auténtico y tan nuevo, solo se puede conseguir con la ayuda y la fuerza del ESPÍRITU DE JESÚS, que nos hace vivir en comunión con Él y con el Padre, hasta que también nosotros gocemos de la plena y eterna glorificación en el Cielo.

viernes, 10 de mayo de 2019

Domingo IV de Pascua-C



DOMINGO IV DE PASCUA - C

SOMOS  SU  PUEBLO  Y  OVEJAS  DE  SU  REBAÑO

Por Mª Adelina Climent Cortés O.P.


                    Jesús, EL RESUCITADO, se nos presenta hoy como el BUEN PASTOR que, después de entregar su vida por amor y para la salvación de todos los hombres, con la   novedad y el  ímpetu de su Resurrección nos va conduciendo amorosamente, como ovejas de su rebaño, hasta introducirnos, con Él, en la heredad de su Reino, donde, felizmente, participaremos de la fiesta del Banquete Eterno, preparado para los suyos en la mansión del Padre.

                    Y, nosotros, sumamente agradecidos, ensalzamos y bendecimos a Jesús, nuestro BUEN PASTOR, con el salmo 99. Este canto “procesional”, es un himno de alabanza, de acción de gracias y de bendición a Yahveh, el Dios siempre bueno, fiel y leal a La Alianza establecida con su pueblo.  Comenzamos, acogiendo con entusiasmo la invitación alegre y jubilosa que hace el salmista en los primeros versos:

Aclamad al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con vítores.

                 Nos recuerda el salmista, que somos del Señor, porque con amor nos creó; y que, le pertenecemos por encima de todo, como cosa suya, como heredad propia, como ovejas de su rebaño, al que, con tanta dedicación y delicadeza cuida y alimenta, mientras lo conduce hacia “fuentes de aguas vivas”, hacia la vida plena, donde nos tiene preparadas “verdes praderas” para nuestro descanso y felicidad eterna:

Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.

                    Y, el salmista, no se cansa de alabar y bendecir al Dios de La Alianza, que siempre es bueno,  fiel, y ama a los suyos, con el fin de darles lo mejor, la abundancia de su vida y la alegría de su amor:

El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.

                    La imagen del Buen Pastor nos invita a seguir a Cristo Jesús Resucitado, que, con tanta bondad y delicadeza nos lleva hacia la meta definitiva: al Padre. Pero, eso sí, hay que seguirle, no de cualquier manera, sino escuchando con atención su voz, su palabra y sabiendo que, Él, nos conoce a cada uno hasta lo más hondo de nuestro ser, y que, siempre nos ama con predilección. También desea que nos escuchemos los unos a los otros y que vivamos unidos en comunión de vida y en auténtica fraternidad.

                    Pero, seguir a Jesús, hasta nuestra resurrección plena, es vivir como Él vivió, con un amor servicial, entregado y salvador; es hacer nuestra su palabra evangélica y darla a conocer, es alimentarnos de su Cuerpo y Sangre, expresión de su amor entregado, y es, amar a los hermanos, sobre todo a los más pobres, compartiendo lo que somos y tenemos, edificando un mundo mejor para todos.

                    Y, esta unión con CRISTO JESÚS, EL RESUCITADO, ha de llevarnos, por precisión, a la comunión con el Padre, porque así nos lo dice Él:

“YO Y EL PADRE SOMOS UNA MISMA COSA”.

viernes, 3 de mayo de 2019

Domingo III de Pascua- C



DOMINGO III DE PASCUA – C

TE ENSALZARÉ, SEÑOR, PORQUE ME HAS LIBRADO

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P..


                    Es un gozo inmenso saber y experimentar que EL RESUCITADO vive y está entre nosotros, en nuestras vidas. Que en todo momento podemos sentir su cercanía, sus atenciones, sus cuidados. Que podemos reconocerle en lo más entrañable y cotidiano que realizamos, descubrirle con emoción y poder decir: “ES EL SEÑOR” sintiendo la inmensa alegría de su proximidad y de su amor... Y, todo esto, debido a que, LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR nos permite vivir en La Vida Nueva que ha instaurado, la que nos hace Hijos de Dios Padre, a todos los que, en Él, nos consideramos hermanos.

                    Y, si Dios, en LA RESURRECCIÓN DE CRISTO JESÚS, nos da motivo de tanta alegría y gozo, al liberarnos de la esclavitud del pecado y de la muerte en que vivíamos, ahora, nosotros, agradecidos por su salvación, nos disponemos a proclamar el salmo 29, un canto de alabanza y de acción de gracias, que rezó por primera vez un yahvista enfermo y perseguido, pero que, recobró la vida cuando, estando muy grave, Yahveh le libró de la afrenta de la muerte:

Te ensalzaré, Señor, porque me has librado
y no has dejado que mis enemigos  se rían de mí.
Señor, sacaste mi vida del abismo,
me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa.

                    Contento y agradecido el salmista por la intervención salvífica de Yahveh en su vida, invita a sus amigos piadosos, los que siempre y en toda ocasión se muestran fieles al Señor, a unirse a él en alabanza festiva y de acción de gracias, ya que, la bondad y la compasión de Yahveh exceden, de manera incomparable, a sus momentos de enfado:

Tañed para el Señor, fieles suyos,
dad gracias a su nombre santo;
su cólera dura un instante,
su bondad, de por vida.

                    El salmista sigue aclamándose a Yahveh, con la plena seguridad de que siempre y en todo momento obtendrá su salvación. Y, esta experiencia de fe tan firme y nueva que ahora tiene, ha de ser siempre para él, motivo de sincera alegría, de júbilo, y de agradecimiento:

Escucha, Señor, y ten piedad de mí,
Señor, socórreme.
Cambiaste mi luto en danzas,
Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre.

                    Y, así, y de esta manera,  es La Vida Nueva que Dios crea para todos nosotros con su PASCUA SALVADORA. Estamos llamados a una esperanza firme y fecunda que debemos vivir en perenne gozo y alegría, ya que, nuestra meta no es la muerte sino La Vida eterna, la gloria del cielo con Cristo Jesús y junto a Dios Padre.

                   Nuestro quehacer, ahora, ha de ser vivir y alimentar esta esperanza, fruto de nuestra fe, siendo en todo momento testimonios creíbles de JESÚS RESUCITADO vivo y presente en medio de nosotros, ante todos los hombres y en todo lugar; empeño que conseguiremos con la fuerza del Espíritu y con el alimento de su Cuerpo y de su Palabra evangélica:

                    Y, viviendo desde este conocimiento amoroso con Jesús, ha de ocurrirnos, lo que a los discípulos, cuando les dijo, como narra el Evangelio: -“Vamos, almorzad. NINGUNO DE LOS DISCÍPULOS SE ATREVÍA A  PREGUNTARLE QUIEN ERA, PORQUE SABIAN QUE ERA EL SEÑOR”.

                    No nos cansemos, pues, de ensalzar a nuestro Dios con gozoso agradecimiento, siguiendo y testimoniando a JESÚS RESUCITADO, pues Él es, quién introducirá a toda la humanidad en la gloria del Padre Dios, por toda la eternidad.