LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR
DIOS ASCIENDE
ENTRE ACLAMACIONES
Por Mª Adelina
Climent Cortés O.P.
Cantemos y aclamemos a
CRISTO JESÚS, que, como Rey de La Gloria, ASCIENDE ENTRE ACLAMACIONES AL CIELO,
para sentarse en su trono real a la derecha de Dios Padre. Más, contemplémosle, con sentimientos de
admiración y de agradecimiento, porque, su subida, para nosotros, es gozo y
esperanza viva, fruto de nuestra fe en su RESURRECCIÓN GLORIOSA y en su
VICTORIA, que nos hace vislumbrar lo que ahora ya es realidad: nuestra futura exaltación junto a Dios Padre, y para siempre, en La
Vida Eterna.
Portento de alegría y
felicidad es la fiesta de LA ASCENSIÓN
DEL SEÑOR, en la que, toda la creación se beneficia del SEÑORÍO DE JESÚS, al
quedar transformada en el Reinado de Dios.
Y, porque queremos aclamar a CRISTO JESÚS, con el entusiasmo
que le corresponde y se merece, lo
hacemos con el salmo 46, uno de los himnos más
expresivos del grupo de los
”salmos de entronización real de Dios” y, que tiene sus orígenes, en
los tiempos de la monarquía de Israel.
Comienza el salmista, con alabanzas gozosas a Yahveh, Rey de todos los hombres y de la creación
entera:
Pueblos
todos, batid palmas,
aclamad a Dios con gritos de júbilo,
porque el Señor es sublime y terrible,
emperador de toda la tierra.
La fe del israelita, le lleva a concretizar las intervenciones grandes y
poderosas de Yahveh, en el mundo, en la historia particular de Israel, su
pueblo, y en las victorias que logra su Rey;
y, también, a celebrarlas litúrgicamente, en las procesiones
que trasladaban el Arca de La Alianza, desde los lugares de las
batallas, hasta el recinto sacro, el Templo de Jerusalén, donde quedaba
entronizada con cantos, músicas y aclamaciones. Más, esta GLORIA Y SEÑORÍO DE
DIOS, ha quedado manifestada, más plenamente, en LA RESURRECCIÓN DE
JESUCRISTO “EL SEÑOR” y en su ASCENSIÓN GLORIOSA AL CIELO.
Dios asciende entre aclamaciones,
el Señor, al son de trompetas;
tocad para Dios, tocad,
tocad para nuestro Rey, tocad.
Mas, La Gloria del Señor Yahveh, con todo su esplendor,
excede al Templo de Sión, y, en su expansión, adquiere dimensiones
universales, hasta llenar el cielo y la tierra, quedando, así, constituido,
JESUCRISTO, EN SEÑOR Y MEDIADOR de todo
lo creado. SEÑORÍO, sin fin, que ejerce desde la derecha del PADRE:
Porque Dios es el rey del mundo;
tocad con maestría.
Dios reina sobre las naciones,
Dios se sienta en su trono sagrado.
Y, Jesucristo, EL SEÑOR RESUCITADO, tiene siempre abiertas las puertas
del cielo para comunicarnos el ESPÍRITU, que nos conducirá a Él, y para que, su
intercesión, sea una bendición fecunda para la humanidad que vive y camina en
la esperanza, guiada por la fe y construyendo el mundo nuevo que tanto
anhelamos. Un mundo lleno de valores humanos y evangélicos, los que el mismo Jesús
practicó durante su vida terrena, y, que, antes de despedirse, después de
decirnos: “SUBO AL PADRE MÏO Y PADRE VUESTRO, AL DIOS MÍO Y DIOS VUESTRO”, nos
recomendó practicarlos y darlos a conocer: “PROCLAMAD EL EVANGELIO A TODA LA
CREACIÓN”.
Que, también, Jesús glorificado,
pueda recoger los frutos de nuestro testimonio, y sincero agradecimiento,
porque, esta fiesta de su ASCENSIÓN, nos hace tener ya el espíritu en el CIELO,
LUGAR DE NUESTRO DESTINO GLORIOSO Y ETERNO.