viernes, 29 de abril de 2016

Domingo VI de Pascua

    

    DOMINGO  VI  DE  PASCUA

OH DIOS, QUE TE ALABEN LOS PUEBLOS,
QUE TODOS LOS PUEBLOS TE ALABEN

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                    La Salvación de Jesús es universal y LA VIDA NUEVA de su RESURRECCION GLORIOSA es para todos los pueblos, razas, y civilizaciones.  El salmo 66, con sabia intuición, lo canta y celebra con alegría. Y, porque Jesús se nos ha manifestado, y, a todos nos ha llamado a la fe, nos unimos al salmista en oración y alabanza agradecida:

                    Este salmo es un himno de acción de gracias a Yahveh, que rige y gobierna con sabiduría y justicia a todos los pueblos, pues, su bendición se extiende desde Israel a todas las naciones, al universo entero; por lo que, el orante, entusiasmado y desde su profunda fe, quiere que todos los hombres le reconozcan y alaben como a Dios, y, que, al hacerlo, se sientan dichosos y agradecidos:

El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.

                    Pero, no solo Yahveh gobierna con poder y sabiduría el universo entero, sino que, además, lo hace con justicia y rectitud, que es lo suyo propio; y, esto es, precisamente, lo que hace que su salvación llegue a todos los pueblos y la puedan alcanzar todos los hombres, llamados a vivir en comunión su misma vida de santidad y de amor.

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud,
y gobiernas las naciones de la tierra.

                    Y, el salmista, que reconoce y profundiza  el hecho salvífico y universal  de Yahveh, sigue invitando a todos los pueblos a una alabanza exultante, de bendición y de acción de gracias, al mismo tiempo que pide al Señor su benevolencia para todos, con el deseo de  que,  el orbe entero le respete y ame:

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.

                    Y, todo esto que nos relata el salmo, como primicia y adelanto, empieza a ser realidad más plena con La Resurrección de Jesucristo, pues, su mensaje pascual y evangélico, tiene un destino universal que ha de ser anunciado a todo el orbe: Cristo Jesús, ha de reinar en todo el universo, que, ha de quedar  lleno de su presencia y, también, de la presencia del Padre Dios. Y, de manera más íntima y particular, Cristo Jesús, ha de reinar  en el interior de todos los creyentes, llamados a vivir en comunión con Él, y, a participar de su misma Vida.

                    Más, los cristianos, somos los llamados a hacer presente en nuestro mundo LA VIDA DEL RESUCITADO Y SU SEÑORÍO, dando a conocer, con la ayuda del  ESPÍRITU, su  mensaje de salvación, que es de amor, de esperanza y de paz.  Mensaje que hemos de hacer creíble con nuestro testimonio de vida, para que sea aceptado y amado:

                    Así, Jesús, para hacer visible su vida, nos pide que le amemos, que Él lo sea todo en nuestra existencia, nuestro único Señor; y que, nos amemos fraternalmente, para que, viéndonos, el mundo crea y se salve:

                    “-EL QUE ME AMA GUARDARÁ MI PALABRA Y MI PADRE LO AMARÁ, Y VENDREMOS A ÉL Y HAREMOS MORADA EN ÉL”

                    Es, este amor, el que hará visible su paz salvadora, la que nace de su vida entregada en La Cruz, y que habla al mundo de unidad, de respeto y colaboración,  de reconciliación: de no más guerra, y sí,  solidaridad y  fraternidad entre todos.


                    También, Jesús, en su mensaje de Pascua, nos comunica esperanza, seguridad de que se cumplirá en nosotros y en todo el mundo la victoria de su RESURRECCIÓN GLORIOSA; que todos entraremos a formar parte de su Reino Eterno, donde  nos está preparando un lugar para cada uno, junto al suyo, a la derecha del trono del Padre, en el cielo.

viernes, 22 de abril de 2016

Domingo V - Pascua


DOMINGO V DE PASCUA - C 

BENDECIRÉ  TU  NOMBRE  POR  SIEMPRE  JAMÁS.

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                    LA PASCUA DE JESÚS RESUCITADO, con su energía y vitalidad, nos sigue conduciendo hacia la plenitud de su triunfo, hacia su total glorificación: “ahora es glorificado el Hijo del Hombre y Dios es glorificado en él”. Y por este camino de vida, de luz, de alegría y de amor, transitamos todos los que vivimos acogidos a la salvación de Jesucristo.

                    Y, con gozo, bendecimos a nuestro DIOS, que ha RESUCITADO Y GLORIFICADO A CRISTO JESÚS, y que, a nosotros, nos da fuerzas y alegría para ser sus testigos, viviendo su misma vida de entrega y de amor.  Le alabamos, pues, cantando el salmo 144.

                    Este salmo, con características de himno, es un canto de alabanza, de bendición y de acción de gracias a la gloria y majestad de Yahveh, que, además de ser un Dios tan grande y poderoso, es, sobre todo, bueno y misericordioso con todas sus criaturas, a las que, en todo momento, cuida y atiende con amor cariñoso:

El Señor es clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas.
.
                    El salmista, después de bendecir a Yahveh,  desea que toda la creación,   obra de sus manos, y  todos los fieles devotos,  bendigan su grandeza, proclamen el esplendor de la gloria de su Reinado y  hablen de los portentos que siempre realiza:

Que todas tus criaturas te den gracias, Señor,
que te bendigan tus fieles;
que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas.

                    Así,  Yahveh, ha de ser bendecido porque, no solo ejerce su excelsitud y poder a favor de Israel, su pueblo elegido, sino,  en todo el universo y a través de todas las edades, pues la gloria de su majestad  invade todo lo creado y durará por siempre:


Explicando tus hazañas a los hombres,
la gloria y majestad de tu reinado.
Tu reinado es un reinado perpetuo,
tu gobierno ve de edad en edad.

                    Para nosotros, el Rey victorioso y majestuoso, que extiende su gloria por todo el universo y que lo abarca y transforma todo, para   hacerlo nuevo, es JESUCRISTO RESUCITADO y GLORIFICADO por el PADRE, el que,  ha inaugurado para toda la humanidad su Reinado, y quiere que todos participemos de su glorificación. Mas, con este fin, antes de partir al Padre, nos dio un mandamiento nuevo: “que os améis unos a otros como yo os he amado” pues, el amor a todos, es el único camino que puede conducirnos a la gloria del paraíso e introducirnos en él.

                    El cumplimiento de este mandamiento ha de  comprometernos de verdad; pues, nos obliga a amarnos unos a otros, como hermanos, hasta entregar la propia vida por los demás, como lo ha hecho Cristo Jesús, y, ha de ser y  es, la señal más auténtica para nuestro mundo, de que somos sus discípulos, invitados por Él a ser testigos de su Vida, con el fin de que, también otros, le puedan conocer, amar y seguir;

                    “La señal por la que conocerán que sois discípulos míos, será que os amáis unos a otros” 


                    Pero, este amor tan grande, tan auténtico y tan nuevo, solo se puede conseguir con la ayuda y la fuerza del ESPÍRITU DE JESÚS, que nos hace vivir en comunión con Él y con el Padre, hasta que también nosotros gocemos de la plena y eterna glorificación en el Cielo. 

sábado, 16 de abril de 2016

Domingo IV de Pascua- C


DOMINGO IV DE PASCUA - C 

SOMOS SU PUEBLO Y OVEJAS DE SU REBAÑO


Por Mª Adelina Climent Cortés O.P.


                    Jesús, EL RESUCITADO, se nos presenta hoy como el BUEN PASTOR que, después de entregar su vida por amor y para la salvación de todos los hombres, con la   novedad y el  ímpetu de su Resurrección nos va conduciendo amorosamente, como ovejas de su rebaño, hasta introducirnos, con Él, en la heredad de su Reino, donde, felizmente, participaremos de la fiesta del Banquete Eterno, preparado para los suyos en la mansión del Padre.

                    Y, nosotros, sumamente agradecidos, ensalzamos y bendecimos a Jesús, nuestro BUEN PASTOR, con el salmo 99. Este canto “procesional”, es un himno de alabanza, de acción de gracias y de bendición a Yahveh, el Dios siempre bueno, fiel y leal a La Alianza establecida con su pueblo.  Comenzamos, acogiendo con entusiasmo la invitación alegre y jubilosa que hace el salmista en los primeros versos:

Aclamad al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con vítores.

                 Nos recuerda el salmista, que somos del Señor, porque con amor nos creó; y que, le pertenecemos por encima de todo, como cosa suya, como heredad propia, como ovejas de su rebaño, al que, con tanta dedicación y delicadeza cuida y alimenta, mientras lo conduce hacia “fuentes de aguas vivas”, hacia la vida plena, donde nos tiene preparadas “verdes praderas” para nuestro descanso y felicidad eterna:

Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.

                    Y, el salmista, no se cansa de alabar y bendecir al Dios de La Alianza, que siempre es bueno,  fiel, y ama a los suyos, con el fin de darles lo mejor, la abundancia de su vida y la alegría de su amor:

El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.

                    La imagen del Buen Pastor nos invita a seguir a Cristo Jesús Resucitado, que, con tanta bondad y delicadeza nos lleva hacia la meta definitiva: al Padre. Pero, eso sí, hay que seguirle, no de cualquier manera, sino escuchando con atención su voz, su palabra y sabiendo que, Él, nos conoce a cada uno hasta lo más hondo de nuestro ser, y que, siempre nos ama con predilección. También desea que nos escuchemos los unos a los otros y que vivamos unidos en comunión de vida y en auténtica fraternidad.

                    Pero, seguir a Jesús, hasta nuestra resurrección plena, es vivir como Él vivió, con un amor servicial, entregado y salvador; es hacer nuestra su palabra evangélica y darla a conocer, es alimentarnos de su Cuerpo y Sangre, expresión de su amor entregado, y es, amar a los hermanos, sobre todo a los más pobres, compartiendo lo que somos y tenemos, edificando un mundo mejor para todos.

                    Y, esta unión con CRISTO JESÚS, EL RESUCITADO, ha de llevarnos, por precisión, a la comunión con el Padre, porque así nos lo dice Él:


“YO Y EL PADRE SOMOS UNA MISMA COSA”.

sábado, 9 de abril de 2016

Domingo III de Pascua


DOMINGO III DE PASCUA - C

TE ENSALZARÉ, SEÑOR, PORQUE ME HAS LIBRADO


Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P..


                    Es un gozo inmenso saber y experimentar que EL RESUCITADO vive y está entre nosotros, en nuestras vidas. Que en todo momento podemos sentir su cercanía, sus atenciones, sus cuidados. Que podemos reconocerle en lo más entrañable y cotidiano que realizamos, descubrirle con emoción y poder decir: “ES EL SEÑOR” sintiendo la inmensa alegría de su proximidad y de su amor... Y, todo esto, debido a que, LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR nos permite vivir en La Vida Nueva que ha instaurado, la que nos hace Hijos de Dios Padre, a todos los que, en Él, nos consideramos hermanos.

                    Y, si Dios, en LA RESURRECCIÓN DE CRISTO JESÚS, nos da motivo de tanta alegría y gozo, al liberarnos de la esclavitud del pecado y de la muerte en que vivíamos, ahora, nosotros, agradecidos por su salvación, nos disponemos a proclamar el salmo 29, un canto de alabanza y de acción de gracias, que rezó por primera vez un yahvista enfermo y perseguido, pero que, recobró la vida cuando, estando muy grave, Yahveh le libró de la afrenta de la muerte:

Te ensalzaré, Señor, porque me has librado
y no has dejado que mis enemigos  se rían de mí.
Señor, sacaste mi vida del abismo,
me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa.

                    Contento y agradecido el salmista por la intervención salvífica de Yahveh en su vida, invita a sus amigos piadosos, los que siempre y en toda ocasión se muestran fieles al Señor, a unirse a él en alabanza festiva y de acción de gracias, ya que, la bondad y la compasión de Yahveh exceden, de manera incomparable, a sus momentos de enfado:

Tañed para el Señor, fieles suyos,
dad gracias a su nombre santo;
su cólera dura un instante,
su bondad, de por vida.

                    El salmista sigue aclamándose a Yahveh, con la plena seguridad de que siempre y en todo momento obtendrá su salvación. Y, esta experiencia de fe tan firme y nueva que ahora tiene, ha de ser siempre para él, motivo de sincera alegría, de júbilo, y de agradecimiento:

Escucha, Señor, y ten piedad de mí,
Señor, socórreme.
Cambiaste mi luto en danzas,
Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre.

                    Y, así, y de esta manera,  es La Vida Nueva que Dios crea para todos nosotros con su PASCUA SALVADORA. Estamos llamados a una esperanza firme y fecunda que debemos vivir en perenne gozo y alegría, ya que, nuestra meta no es la muerte sino la Vida eterna, la gloria del cielo con Cristo Jesús y junto a Dios Padre.

                   Nuestro quehacer, ahora, ha de ser vivir y alimentar esta esperanza, fruto de nuestra fe, siendo en todo momento testimonios creíbles de JESÚS RESUCITADO vivo y presente en medio de nosotros, ante todos los hombres y en todo lugar; empeño que conseguiremos con la fuerza del Espíritu y con el alimento de su Cuerpo y de su Palabra evangélica:

                    Y, viviendo desde este conocimiento amoroso con Jesús, ha de ocurrirnos, lo que a los discípulos, cuando les dijo, como narra el Evangelio: -“Vamos, almorzad. NINGUNO DE LOS DISCÍPULOS SE ATREVÍA A  PREGUNTARLE QUIÉN ERA, PORQUE SABÍAN QUE ERA EL SEÑOR”.

                    No nos cansemos, pues, de ensalzar a nuestro Dios con gozoso agradecimiento, siguiendo y testimoniando a JESÚS RESUCITADO, pues Él es, quién introducirá a toda la humanidad en la gloria del Padre Dios, por toda la eternidad.




lunes, 4 de abril de 2016

La anunciación del Señor


LA ANUNCIACIÓN DEL SEÑOR

AQUÍ ESTOY, SEÑOR, PARA HACER TU VOLUNTAD

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                    LA ANUNCIACIÓN DEL SEÑOR es una fiesta entrañablemente hermosa, repleta de alegría y optimismo, en la que celebramos LA ENCARNACIÓN DEL VERBO, EL HIJO UNIGÉNITO DE DIOS, EN EL SENO DE LA VIRGEN MARÍA; lo que nos mueve a cantar y meditar  el salmo 39, para alabar, bendecir  y estar agradecidos a nuestro Padre Dios, por su gran don y regalo, por su “Sí” gratuito dado a María y, con Ella, a todos nosotros; y por el “Si” consentido y fecundo de María a su voluntad, que hace posible se nos abran las puertas de La Salvación.

                    El salmo 39, cuyo origen es de los tiempos del exilio, en su primera parte, es un himno de acción de gracias, y, expone, que el mejor sacrificio de alabanza que se puede ofrecer a Yahveh, el Dios de Israel y de La Alianza, por ser el que más le agrada, acepta y  satisface, es la entrega personal y total de la propia voluntad del orante, desde la fe, el amor y la confianza, a su proyecto de amor y salvación; ya que, esto, es lo único que le puede santificar y no el ofrecimiento de los bienes materiales, ni  los sacrificios de culto. Y, esta ofrenda auténtica del salmista  a su Dios y Señor, es, lo que ha hecho posible su total liberación y salvación: 

Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides sacrificio expiatorio.
Entonces yo digo: “Aquí estoy”.
             
                    El salmista expresa agradecido que, si Yahveh, su Dios, ha actuado con tanta generosidad a su favor, él,  por su parte, también  ha de corresponderle con el mejor de los sacrificios; es decir, con el fiel cumplimiento de La Ley, la que consta en su libro y  lleva guardada en el interior del corazón: 

Como está escrito en mi libro:
“Para hacer tu voluntad”.
Dios mío, lo quiero
y llevo tu ley en las entrañas.

                    El salmista, además, quiere expresar públicamente su gratitud a Yahveh, por manifestarse siempre fiel a su Alianza, con su salvación, su misericordia y su lealtad. Y, lo hace con el testimonio de su propia vida, obrando justa y honradamente y, también, con el de su alabanza, para que, de esta manera, su nombre pueda ser reconocido y proclamado por toda la asamblea:

He proclamado tu salvación
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios:
Señor, tú lo sabes.

No he guardado en el pecho tu defensa,
he contado tu fidelidad y tu salvación,
no he negado tu misericordia y tu lealtad,
ante la gran asamblea.

                    Y, la carta a los Hebreos, toma de este salmo las palabras que pone en boca de Jesús al nacer: “Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, entonces yo dije: Aquí estoy para hacer tu voluntad” Palabras que comienzan a hacerse realidad en el mismo momento de la anunciación de su encarnación a María Santísima y que, guardan armonía, con las que pronuncia La Virgen cuando, después de  recibir el mensaje del ángel Gabriel: “CONCEBIRÁS EN TU VIENTRE Y DARÁS A LUZ UN HIJO,  Y LE
PONDRÁS POR NOMBRE JESÚS”,  contesta: “AQUÍ ESTÁ LA ESCLAVA DEL SEÑOR, HÁGASE EN MÍ SEGÚN  TU PALABRA”.

 Palabras que, Cristo Jesús cumple plenamente, en el momento culmen de su entrega total y definitiva en el sacrificio de la Cruz: “Todo está cumplido” y, seguidamente,  muriendo y resucitando en obediencia amorosa al Padre, con el fin de realizar  la salvación del  género humano.


                    Que, como La Virgen María y Cristo Jesús, su hijo y nuestro hermano mayor, sepamos  nosotros, recibir y acoger el “Sí” salvador de Dios, respondiendo también, con nuestro “sí” total, a lo largo de nuestra vida.

sábado, 2 de abril de 2016

Domingo II de Pascua


DOMINGO II  DE PASCUA - C

SEA NUESTRA ALEGRÍA Y NUESTRO GOZO


Por Mª Adelina Climent Cortés  OP.


                    Es grande nuestra alegría y profundo nuestro gozo, porque verdaderamente ha resucitado el Señor. Obra maestra de Dios y la más maravillosa que ha hecho a favor de La Humanidad: RESUCITAR A JESUCRISTO, de entre los muertos, para NUESTRA SALVACIÓN, ha sido fruto de su divina misericordia y de su infinito amor para con nosotros los hombres, esclavos del pecado, de las obras de la ley, y del miedo a  la muerte. Evento divino, este, que, con esperanza y júbilo, hay que pregonarlo por doquier, para que,  todos los pueblos, puedan experimentar y cantar la grandeza y sublimidad de su TRIUNFO Y VICTORIA y alabarle,  como al único soberano, Rey de Reyes y Señor de los Señores.

                    Y, porque, LA RESURRECCIÓN GLORIOSA DE JESUCRISTO es para nosotros motivo de tanta felicidad,  alegría y  gozo, debemos dar gracias a Dios desde lo hondo de nuestro corazón y en nombre de toda la creación, por Él rescatada y liberada; y, lo hacemos, cantando el salmo 117, salmo de gratitud y alabanza a Yahveh, el Dios fiel de La Alianza con su pueblo, pronto, siempre, a escuchar, proteger y perdonar a los que se acogen a su bondad y misericordia:

Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón:
eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor:
eterna es su misericordia.

                    Israel, que fue desechado como piedras sin valor, por ser el más pequeño e insignificante de los pueblos, se convierte, por su misión universal y salvadora, en la piedra angular, sobre la que se irá edificando la salvación  de Dios hasta que llegue a su plenitud. Así, en el nuevo Israel, que es La Iglesia, JESÚS, EL SEÑOR, será la “piedra angular” por excelencia, PIEDRA VIVA: “A quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertos” para nuestra salvación y justificación:

La piedra que desecharon los arquitectos,
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
Este es el día en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo.

                    También, el pueblo de La Nueva Alianza, La Iglesia, acoge La Salvación de Dios, en JESUCRISTO, NUESTRO SEÑOR, con júbilo y agradecimiento. Una salvación que tiene que ver con el aquí y el ahora de nuestras vidas, y que, hemos de proclamar en el universo entero, pues, nada hay verdaderamente humano, que no encuentre eco en el corazón de sus seguidores.


Señor, danos la salvación,
Señor, danos prosperidad.
Bendito el que viene en nombre del Señor,
os bendecimos desde la casa del Señor;
el Señor es Dios: Él nos ilumina.   

  
                    Más, porque, CRISTO VIVE RESUCITADO y en todo momento le podemos contemplar en medio de nosotros, nuestra vida ha de ser siempre alegre y gozosamente  esperanzadora, aflorando motivos de credibilidad para los que, sin haber visto,  se esfuerzan en creer y seguir a Jesús e implantar su Reino, que ha de transformar toda la creación.

                    También, los cristianos, los seguidores del SEÑOR RESUCITADO, estamos llamados  vivir su paz, su misma vida de amor y  comunión con el Padre y con todos los hermanos, y, así, poderla transmitir a los demás, en un mundo amenazado por la guerra y el terrorismo.


                    Y, porque, hoy y todos los días, podemos decir y cantar con júbilo: ¡EL  SEÑOR HA RESUCITADO! ¡ALELUYA! Vivamos realizando signos de salvación pascual, contagiando su Bondad,  su Verdad, y su Amor, a toda la humanidad. Y, pues, ha RESUCITADO EL SEÑOR, a ÉL sea nuestro agradecimiento, alegría, alabanza y gozo. AMÉN.