SANTÍSIMO
CUERPO Y SANGRE DE CRISTO - C
TU ERES SACERDOTE ETERNO
SEGÚN EL ORDEN DE MELQUISEDEC
Por Mª Adelina Climent Cortés O.P.
Celebramos, hacemos fiesta y adoramos EL CUERPO Y LA SANGRE DEL SEÑOR,
en el Pan y el Vino, alimento eucarístico,
ofrecido en la cena de despedida de Jesús, en la que quedó constituido
SUMO Y ETERNO SACERDOTE de LA NUEVA y
definitiva ALIANZA. Pan y Vino, manjar eucarístico, que, Cristo Jesús, nos da
como alimento de vida eterna;
como signo de su vida compartida y entregada por nosotros en su muerte y
resurrección; y como memorial que nos mandó
continuar celebrando, a fin de
perpetuar su presencia salvadora y fraterna entre nosotros. Es el Pan y el Vino
eucarístico, anunciado por Jesús, como promesa y signo, en el episodio de la multiplicación de los
panes y los peces, cuando todos los presentes pudieron comer hasta saciarse y
sobró. Y, es el Pan y el Vino eucarístico, realidad plena del pan y el vino que, como figura, ofreció
Melquisedec, rey de Jerusalén y también sacerdote, a Abrahán, como signo de paz
y de bendición.
Con el salmo 109, cantamos y
proclamamos la grandeza y excelsitud del SACERDOCIO DE JESUCRISTO, que, en el
Pan y el Vino consagrados, se ofreció por nuestros pecados en un solo y único
sacrificio, obrando la salvación de los hombres y la glorificación de Dios; y,
que, estando junto al Padre, intercede
por todos los que viven.
Este salmo, es uno de los poemas
reales, que tiene “como fondo espiritual el mesianismo davídico” Lo cantaban los israelitas, al nuevo rey, en la
fiesta de su entronización. El poema está compuesto, por un oráculo divino que
proclama un profeta, con tres afirmaciones. En la primera, el oráculo anuncia
solemnemente la entronización del Rey, el sometimiento de sus enemigos y el
éxito en todas las empresas que ha de llevar a cabo:
Oráculo del Señor a mi Señor:
“Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de
tus pies”.
Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.
La segunda parte del oráculo, canta y celebra la adopción divina del
proclamado rey, investido para ser el
representante de Yahveh en la tierra:
“Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora”.
Y, finalmente, se menciona el privilegio sacerdotal del que gozaban los
antiguos reyes de Jerusalén, anteriores a David:
El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
“Tú eres sacerdote eterno,
según el orden de Melquisedec”.
Solemnidad y
fiesta grande, con alegría desbordante, esta, del CUERPO y la SANGRE de CRISTO
JESÚS, en la que, adoramos su PRESENCIA REAL en el Pan y el Vino consagrados,
fuera de la mesa eucarística y como una prolongación de esta. Y, en la que,
agradecidos, acogemos esta Presencia Real, como un Don inmenso de Dios a toda
la humanidad, de manera que, la abundancia de gracia de este ADMIRABLE
SACRAMENTO nos lleve a la posesión de
la vida celestial donde gustaremos y participaremos del banquete eterno del
Reino.
Y, esta
PRSENCIA REAL, solemne y festiva de
CRISTO JESÚS, en su CUERPO Y SU SANGRE, que hoy se alza majestuosa en las
iglesias y en las calles de los pueblos, nos llena de bendiciones que han de ayudarnos a vivir nuestra vida
cristiana como la vivió Jesús, amándonos con su mismo amor, y, sabiéndonos
además, en comunión con Él y con el
Padre.
También,
esta PRESENCIA EUCARÍSTICA, nos habla de plenitud de vida, de bondad y de amor;
de la paz que hemos de hacer posible en nuestro mundo, y, de verdadera
fraternidad y solidaridad con los más
pobres y marginados, de manera que a nadie falte nunca el pan de cada día, que
Jesús multiplicó, para que lo pudieran comer todos, ya que, hoy, es, por
excelencia, LA FIESTA DEL AMOR ENTREGADO Y COMPARTIDO. EL DÍA DE LA CARIDAD.