sábado, 28 de mayo de 2016

Solemnidad del Corpus Cristi- C


SANTÍSIMO  CUERPO  Y  SANGRE  DE  CRISTO - C 

                               TU ERES SACERDOTE ETERNO

SEGÚN  EL  ORDEN  DE  MELQUISEDEC

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.

                    Celebramos, hacemos fiesta y adoramos EL CUERPO Y LA SANGRE DEL SEÑOR, en el Pan y el Vino, alimento eucarístico,  ofrecido en la cena de despedida de Jesús, en la que quedó constituido SUMO Y ETERNO SACERDOTE  de LA NUEVA y definitiva ALIANZA. Pan y Vino, manjar eucarístico, que, Cristo Jesús,  nos da  como alimento de vida eterna;  como signo de su vida compartida y entregada por nosotros en su muerte y resurrección; y como memorial que nos mandó  continuar celebrando, a  fin de perpetuar su presencia salvadora y fraterna entre nosotros. Es el Pan y el Vino eucarístico, anunciado por Jesús, como promesa y signo,  en el episodio de la multiplicación de los panes y los peces, cuando todos los presentes pudieron comer hasta saciarse y sobró. Y, es el Pan y el Vino eucarístico, realidad plena del  pan y el vino que, como figura, ofreció Melquisedec, rey de Jerusalén y también sacerdote, a Abrahán, como signo de paz y de bendición.

                    Con el salmo 109,  cantamos y proclamamos la grandeza y excelsitud del SACERDOCIO DE JESUCRISTO, que, en el Pan y el Vino consagrados, se ofreció por nuestros pecados en un solo y único sacrificio, obrando la salvación de los hombres y la glorificación de Dios; y, que, estando junto al Padre,  intercede por todos los que viven.

                    Este salmo, es uno de los poemas  reales, que tiene “como fondo espiritual el mesianismo davídico” Lo  cantaban los israelitas, al nuevo rey, en la fiesta de su entronización. El poema está compuesto, por un oráculo divino que proclama un profeta, con tres afirmaciones. En la primera, el oráculo anuncia solemnemente la entronización del Rey, el sometimiento de sus enemigos y el éxito en todas las empresas que ha de llevar a cabo:

Oráculo del Señor a mi Señor:
“Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
 estrado de tus pies”.

Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.

                    La segunda parte del oráculo, canta y celebra la adopción divina del proclamado  rey, investido para ser el representante de Yahveh en la tierra:

“Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora”.

                    Y, finalmente, se menciona el privilegio sacerdotal del que gozaban los antiguos reyes de Jerusalén, anteriores a David:

El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
“Tú eres sacerdote eterno,
según el orden de Melquisedec”.


                    Solemnidad y fiesta grande, con alegría desbordante, esta, del CUERPO y la SANGRE de CRISTO JESÚS, en la que, adoramos su PRESENCIA REAL en el Pan y el Vino consagrados, fuera de la mesa eucarística y como una prolongación de esta. Y, en la que, agradecidos, acogemos esta Presencia Real, como un Don inmenso de Dios a toda la humanidad, de manera que, la abundancia de gracia de este ADMIRABLE SACRAMENTO nos lleve a  la posesión de la vida celestial donde gustaremos y participaremos del banquete eterno del Reino.

                    Y, esta PRSENCIA REAL, solemne y festiva  de CRISTO JESÚS, en su CUERPO Y SU SANGRE, que hoy se alza majestuosa en las iglesias y en las calles de los pueblos, nos llena  de bendiciones que han de ayudarnos a vivir nuestra vida cristiana como la vivió Jesús, amándonos con su mismo amor, y, sabiéndonos además, en  comunión con Él y con el Padre.


                     También, esta PRESENCIA EUCARÍSTICA, nos habla de plenitud de vida, de bondad y de amor; de la paz que hemos de hacer posible en nuestro mundo, y, de verdadera fraternidad y  solidaridad con los más pobres y marginados, de manera que a nadie falte nunca el pan de cada día, que Jesús multiplicó, para que lo pudieran comer todos, ya que, hoy, es, por excelencia, LA FIESTA DEL AMOR ENTREGADO Y COMPARTIDO. EL DÍA DE LA CARIDAD. 

viernes, 20 de mayo de 2016


SANTÍSIMA TRINIDAD

SEÑOR, DUEÑO NUESTRO,
QUE ADMIRABLE ES TU NOMBRE EN TODA LA TIERRA

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                    El nombre de nuestro Dios, que tanto nos ama, y al que debemos amar sobre todas las cosas, es PADRE, HIJO y ESPÍRITU SANTO, pues, se nos ha revelado y revela en la plenitud de su ser personal, como PADRE, que, con su sabiduría y verdad engendra al HIJO, Palabra encarnada, con la que crea y vivifica todo el universo; y, como ESPÍRITU de Amor, que plenifica lo creado, llevando a cabo su gran obra de salvación y santificación. Y, a este DIOS, UNO y TRINO, contemplamos y aclamamos hoy, de manera solemne y festiva, con el salmo 8, que, con características de himno, canta con gozo y  agradecimiento la majestad del Dios, Yahveh, en su creación, y la dignidad del hombre sobre todo lo creado:

¡Señor, dueño nuestro,
qué admirable es tu nombre
en toda la tierra!

                    El yahvista, escritor, que sabe contemplar con asombro, la grandeza y majestad de Yahveh en la bellaza y armonía de todo lo creado, obra de su sabiduría y amor, se admira aún más, cuando descubre la encumbrada situación en que Dios ha colocado al hombre, al hacerlo a imagen y semejanza suya y, por lo tanto, superior a todo lo creado, ya que, tiene capacidad de conocer y amar, y de crecer y superarse hasta llegar a su meta definitiva, que es participar de la misma vida divina, y de su comunión de relación y amor. Admiración grande y profunda la del orante, que le lleva a preguntarse, con tanto interés, ¿por qué, Dios, así lo ha querido?

Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos,
la luna y las estrellas que has creado,
¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él,
el ser humano, para darle poder?

Lo hiciste poco inferior a los ángeles,
lo coronaste de gloria y dignidad,
 le diste el mando sobre las obras de tus manos.

                    Así, pues, esta dignidad del hombre le viene del mismo Dios, pues, a diferencia del resto de lo creado, el ser del hombre es natural y sobrenatural, lo que le hace superior a las demás criaturas, y ser el centro del universo, hasta el punto de converger todo hacia él. También, porque el fin del hombre en esta vida es: amar, bendecir, y servir a Dios, por encima de todas las cosas:

 Todo lo sometiste bajo sus pies:
rebaño de ovejas y toros,
y hasta las bestias del campo,
las aves del cielo, los peces del mar,
que trazan sendas por el mar.

                    Y, esta dignidad que tiene el hombre, es fruto del inmenso amor que el Padre nos tiene, hasta querer que Jesucristo, su Hijo, se hiciese hombre, semejante en todo a nosotros, menos en el pecado. Y, es Jesucristo, el que nos ha elevado, con su resurrección gloriosa, no sólo sobre el universo de todo lo creado, sino hasta el mismo Dios, para incorporarnos a su misma vida de conocimiento y amor; por lo que ya, desde ahora, en nuestra vida terrena, podemos experimentar su cercanía y entrar en diálogo continuo con Él. Y, porque hemos sido reengendrados en Cristo Jesús, que es nuestra cabeza, y en el Espíritu, que es nuestra alma, podemos rezar y llamar Padre, a Dios.


                    Este destino de vida en comunión con EL PADRE, EL HIJO Y EL ESPÍRITU SANTO, ha de capacitarnos, también, para vivir en comunión de vida y de amor, con todos nuestros hermanos, los hombres, iguales, y, al mismo tiempo, diferentes entre sí, pero unidos en la diversidad con la que hemos sido creados y que, nos caracteriza como personas. Y, vivir en comunión con los hermanos, se traduce en considerarnos unos a otros con amor y respeto, teniendo en cuenta la dignidad de cada uno, sus derechos personales, y la meta a la que todos los hombres estamos destinados: participar de la misma VIDA TRINITARIA DE DIOS, al que ya, desde ahora, tributamos: HONOR, GLORIA Y ALABANZA  por los siglos. Amen. 

sábado, 14 de mayo de 2016

Domingo de Pentecostés


DOMINGO DE PENTECOSTÉS

¡ENVÍA TU ESPÍRITU, SEÑOR,
Y REPUEBLA LA FAZ DE LA TIERRA!

Por Mª Adelina Climent Cortés   O.P.


                    EL ESPÍRITU, del que tanto hablaba Jesús y que prometió enviarnos cuando se iba al Padre, está entre nosotros y lo llena todo de Vida y esplendor. Es el DON por excelencia de Dios, lo mejor que ha podido darnos, pues, es, su misma Vida,  que se derrama en nosotros con sus diversas manifestaciones. Es La Nueva Ley. Es la nueva presencia del RESUCITADO, que, con vigor y fuerza, nos va transformando en auténticos hijos de Dios, y que, renovará  toda la creación, para llenarla de  frutos de Salvación y Vida Eterna. Este ESPÍRITU, es, también, el amor entre el Padre y su Hijo Jesús, amor divino,  que, en su fuerza expansiva y creativa,  va purificando el nuestro, hasta hacerlo suyo, siempre que, entre nosotros nos amemos como hermanos.

                    La obra de este ESPÍRITU, TERCERA PERSONA DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD y DADOR DE VIDA, la canta el salmo 103.  Un hermoso poema, en forma de himno,   que  describe, de  manera bella y poética, la obra de la creación de Dios. Salmo que canta, además,  el resurgir vital  que brota, como fuerza arrolladora, de LA RESURRECCIÓN DE CRISTO JESÚS, convertido, por Dios Padre, en Cabeza de toda la humanidad, que ha de quedar incorporada y transformada en Él.

                    El salmista comienza el poema, invitándose a bendecir, personalmente, a Yahveh, pues, se siente impresionado y admirado, por la belleza de  sus obras, fruto de su gran bondad y  generosidad para con todos los hombres:

Bendice, alma mía, al Señor.
¡Dios mío, qué grande eres!
Cuántas son tus obras, Señor;  
la tierra está llena de tus criaturas.
                 
                    Y, es tan grande, y llega a tanto la sabiduría de Yahveh, que, además de dar la vida a los seres, tiene el poder de conservarla, de acrecentarla, y de hacerla fecunda, porque, es un Dios que todo lo ama, y su amor, que es, su ESPÍRITU, lo vivifica, lo embellece y lo sostiene todo: 

Les retiras el aliento, y expiran,
y vuelven a ser polvo;
envías tu aliento y los creas,
y repueblas la faz de la tierra.
           
                    De nuevo, el salmista, prorrumpe en alabanzas al creador, con deseos de que, Yahveh, que tanto se goza contemplando la creación, la belleza de las obras de sus manos, se alegre, también, de su  alabanza, pues, al brotar de un espíritu lleno de fe, como es el suyo, ha de ser motivo de gozo para Él.

Gloria a Dios para siempre,
goce el Señor con sus obras.
Que le sea agradable mi poema,
y yo me alegraré con el Señor.

                    Verdaderamente, también nosotros, igual que el salmista, hemos de alegrarnos con el Señor, después de bendecirlo y alabarlo, al  contemplar sus obras, creadas para nuestro bien y felicidad. Maravillas,  que, llenando  el mundo,  lo transforman en el Reinado de Dios. Por eso, para el que tiene fe, para el que vive en el  ESPÍRITU DE JESÚS  y de él, ya no hay diferencia entre lo profano y lo religioso, porque todo es santo, ya que el amor de Dios lo sostiene todo y está en las cosas sustentándolas,  llenándolas  de salvación

                    Pidamos, pues, en esta SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS, que venga EL ESPIRÍTU sobre cada uno de los cristianos y de todos  los hombres; que  lo sepamos acoger con agradecimiento y amor; y para que, con su fuerza y poder, nos convierta en auténticos testigos de CRISTO RESUCITADO, el Señor de La Historia y de toda La Creación, y, así,  su evangelio sea conocido y amado por todos los hombres:

¡ENVÍA TU ESPÍRITU, SEÑOR,

Y REPUEBLA LA FAZ DE LA TIERRA!

sábado, 7 de mayo de 2016

Ascensión del Señor


LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR


   DIOS ASCIENDE ENTRE ACLAMACIONES

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                    Cantemos y aclamemos a CRISTO JESÚS, que, como Rey de La Gloria, ASCIENDE ENTRE ACLAMACIONES AL CIELO, para sentarse en su trono real a la derecha de Dios Padre. Más,  contemplémosle, con sentimientos de admiración y de agradecimiento, porque, su subida, para nosotros, es gozo y esperanza viva, fruto de nuestra fe en su RESURRECCIÓN GLORIOSA y en su VICTORIA,  que nos hace vislumbrar  lo que ahora ya es  realidad: nuestra futura exaltación  junto a Dios Padre, y para siempre, en La Vida Eterna.

                    Portento de alegría y felicidad es  la fiesta de LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR, en la que, toda la creación se beneficia del SEÑORÍO DE JESÚS,  al  quedar transformada en el Reinado de Dios.
                 
                    Y, porque  queremos  aclamar a CRISTO JESÚS, con el entusiasmo que  le corresponde y se merece, lo hacemos con el salmo 46, uno de los himnos más  expresivos  del grupo de los ”salmos de entronización real de Dios” y, que tiene sus  orígenes, en  los tiempos de la monarquía de Israel.  Comienza el salmista, con alabanzas gozosas a Yahveh,  Rey de todos los hombres y de la creación entera:

 Pueblos todos, batid palmas,
aclamad a Dios con gritos de júbilo,
porque el Señor es sublime y terrible,
emperador de toda la tierra.

                    La fe del israelita, le lleva a concretizar las intervenciones grandes y poderosas de Yahveh, en el mundo, en la historia particular de Israel, su pueblo, y en las victorias que logra su Rey;  y, también, a celebrarlas litúrgicamente, en las  procesiones   que trasladaban el Arca de La Alianza, desde los lugares de las batallas, hasta el recinto sacro, el Templo de Jerusalén, donde quedaba entronizada con cantos, músicas y aclamaciones. Más, esta GLORIA Y SEÑORÍO DE DIOS, ha quedado  manifestada,  más plenamente, en LA RESURRECCIÓN DE JESUCRISTO “EL SEÑOR” y en su ASCENSIÓN GLORIOSA AL CIELO.

Dios asciende entre aclamaciones,
el Señor, al son de trompetas;
tocad para Dios, tocad,
tocad para nuestro Rey, tocad.

                    Mas, La Gloria del Señor Yahveh, con todo su  esplendor,  excede al Templo de Sión, y, en su expansión, adquiere dimensiones universales, hasta llenar el cielo y la tierra, quedando, así, constituido, JESUCRISTO, EN SEÑOR Y MEDIADOR de todo  lo creado. SEÑORÍO, sin fin, que ejerce desde la derecha del PADRE:

Porque Dios es el rey del mundo;
tocad con maestría.
Dios reina sobre las naciones,
Dios se sienta en su trono sagrado.



                    Y, Jesucristo, EL SEÑOR RESUCITADO, tiene siempre abiertas las puertas del cielo para comunicarnos el ESPÍRITU, que nos conducirá a Él, y para que, su intercesión, sea una bendición fecunda para la humanidad que vive y camina en la esperanza, guiada por la fe y construyendo el mundo nuevo que tanto anhelamos. Un mundo lleno de valores humanos y evangélicos, los que el mismo Jesús practicó durante su vida terrena, y, que, antes de despedirse, después de decirnos: “SUBO AL PADRE MÏO Y PADRE VUESTRO, AL DIOS MÍO Y DIOS VUESTRO”, nos recomendó practicarlos y darlos a conocer: “PROCLAMAD EL EVANGELIO A TODA LA CREACIÓN”.

                    Que, también, Jesús glorificado, pueda recoger los frutos de nuestro testimonio, y sincero agradecimiento, porque, esta fiesta de su ASCENSIÓN, nos hace tener ya el espíritu en el CIELO, LUGAR DE NUESTRO DESTINO GLORIOSO Y ETERNO.