sábado, 16 de junio de 2018

Domingo XI del T.O.- B


DOMINGO XI  DEL T. O. - B

ES BUENO DAR GRACIAS AL SEÑOR

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                    Ser agradecidos es un don de Dios y cuando el Señor nos inunda de gracias y bienes es un deber reconocerlo con agradecimiento. Hoy las lecturas bíblicas de La Eucaristía lo indican, y el salmo 91, lo canta con entusiasmo: “Es bueno darte gracias, Señor”. LA PALABRA DE DIOS nos habla del crecimiento del REINO, que será y que está ya presente. Que se ha manifestado concretamente en JESUCRISTO, pero que, siempre crece, misteriosamente, por su propia fuerza y con la pequeña y humilde aportación de cada uno de nosotros, hasta que,  todo lo creado sea redimido y se manifieste maravillosamente la fiel y amorosa presencia del DIOS CON NOSOTROS.

                     El salmo, con el que aclamamos, en La Eucaristía, al Rey y Señor de todo lo creado, tiene su origen en el posexílio. Es un Himno gozoso y  de acción de  gracias,   con un hondo sentido contemplativo y de amorosa y prolongada alabanza, (durante el día y la noche), a Yahveh, en el Templo Santo: oasis de su ternura, bondad y bendición para todo el que le busca. Contiene, además, rasgos sapienzales.

                      Comienza el himno dando gracias a Yahveh y proclamando, con exquisita y sonora música, la alabanza contemplativa a su Santo Nombre, pues siempre y en todo momento protege y es fiel a su amor para con todo su pueblo:

Es bueno dar gracias al Señor
Y tañer para tu nombre, oh Altísimo;
Proclamar por la mañana tu misericordia
Y por la noche tu fidelidad.

                      El salmista hace una reflexión sapienzal sobre lo que es el justo que confía siempre en el Señor y es fiel a su amor: Con la fuerza divina que surge de la amistad y adhesión a Él, y que, se  acrecienta y fortalece cuando se le invoca en los atrios de su santo templo, llega a ser una señal luminosa, por su firmeza y altura y por su  hermosura  y esbeltez, capaz de embellecer, junto con todo lo creado, la gloria y majestad del Dios Soberano:

El justo crecerá como la palmera,
Se alzará como cedro del Líbano.
Plantado en la casa del Señor,
Crecerá en los atrios de nuestro Dios.

                    Hasta en la vejez,  el justo conservará su pujanza y hermosura; la firmeza, el vigor y la frescura de su verdura y lozanía, de manera que siempre podrá proclamar con gozo y entusiasmo la bondad y santidad de su Dios Yahveh, que llena todo el universo con su amor y presencia:

En la vejez seguirá dando fruto
Y estará  lozano y frondoso,
Para proclamar que el Señor es justo,
Que en mi roca no existe la maldad.

                    También, el Profeta Ezequiel nos habla de un renacer mesíánico, del esperado descendiente de David, diciéndonos que: será el cedro noble que ofrezca universal apoyo y esperanza a toda La Humanidad, por su energía transformadora y salvadora, y que irá llevando a plenitud todo lo creado hasta consolidar y hacer visible el REINADO DE DIOS entre nosotros.
                   
                    Y JESÚS, EL MESÍAS SALVADOR, nos habla también en el Evangelio del REINO: que tiene un dinamismo propio imposible de detener, y que progresa sin cesar a través de las dificultades y circunstancias de la vida cotidiana, pues su comienzo garantiza ya su plenitud: “La semilla germina y va creciendo sin que el hombre  que la sembró sepa cómo”.

                    Y en  otra parábola nos dice, que “el REINO es como un grano de mostaza, que siendo la semilla más pequeña brota y echa ramas tan grandes que los pájaros pueden cobijarse y anidar en ellas”. Dándonos a entender que lo pequeño y sencillo, todo lo creado, contribuye a acrecentarlo y hacerlo visible y, que, nuestras propias acciones, por insignificantes que sean, pueden y deben ayudar a su total y pleno crecimiento,

                    También, EL REINO DE DIOS, que está entre nosotros, penetra nuestro interior para divinizarlo, siendo LA EUCARISTÍA, sobre todo, la que siembra en nosotros, por el Amor de Jesucristo y la energía de su Palabra, la semilla de LA VIDA ETERNA.


                    Más, para que nuestra capacidad de respuesta al REINO sea eficaz y, como el Señor espera de nosotros, hemos de pedir su constante ayuda, que podría ser rezando esta humilde oración: “Haz, Señor, que la simiente del Reino, que con nuestro trabajo hemos sembrado hoy, crezca y germine para la cosecha de LA VIDA ETERNA. Amén.

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