viernes, 26 de abril de 2019

Domingo II de Pascua (Dom. de la Misericordia)




DOMINGO II  DE PASCUA - C


SEA NUESTRA ALEGRÍA Y NUESTRO GOZO

Por Mª Adelina Climent Cortés  OP.


                    Es grande nuestra alegría y profundo nuestro gozo, porque verdaderamente ha resucitado el Señor. Obra maestra de Dios y la más maravillosa que ha hecho a favor de La Humanidad: RESUCITAR A JESUCRISTO, de entre los muertos, para NUESTRA SALVACIÓN, ha sido fruto de su divina misericordia y de su infinito amor para con nosotros los hombres, esclavos del pecado, de las obras de la ley, y del miedo a  la muerte. Evento divino, este, que, con esperanza y júbilo, hay que pregonarlo por doquier, para que,  todos los pueblos, puedan experimentar y cantar la grandeza y sublimidad de su TRIUNFO Y VICTORIA y alabarle,  como al único soberano, Rey de Reyes y Señor de los Señores.

                    Y, porque, LA RESURRECCIÓN GLORIOSA DE JESUCRISTO es para nosotros motivo de tanta felicidad,  alegría y  gozo, debemos dar gracias a Dios desde lo hondo de nuestro corazón y en nombre de toda la creación, por Él rescatada y liberada; y, lo hacemos, cantando el salmo 117, salmo de gratitud y alabanza a Yahveh, el Dios fiel de La Alianza con su pueblo, pronto, siempre, a escuchar, proteger y perdonar a los que se acogen a su bondad y misericordia:

Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón:
eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor:
eterna es su misericordia.

                    Israel, que fue desechado como piedras sin valor, por ser el más pequeño e insignificante de los pueblos, se convierte, por su misión universal y salvadora, en la piedra angular, sobre la que se irá edificando la salvación  de Dios hasta que llegue a su plenitud. Así, en el nuevo Israel, que es La Iglesia, JESÚS, EL SEÑOR, será la “piedra angular” por excelencia, PIEDRA VIVA: “A quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertos” para nuestra salvación y justificación:

La piedra que desecharon los arquitectos,
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
Este es el día en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo.

                    También, el pueblo de La Nueva Alianza, La Iglesia, acoge La Salvación de Dios, en JESUCRISTO, NUESTRO SEÑOR, con júbilo y agradecimiento. Una salvación que tiene que ver con el aquí y el ahora de nuestras vidas, y que, hemos de proclamar en el universo entero, pues, nada hay verdaderamente humano, que no encuentre eco en el corazón de sus seguidores.


Señor, danos la salvación,
Señor, danos prosperidad.
Bendito el que viene en nombre del Señor,
os bendecimos desde la casa del Señor;
el Señor es Dios: Él nos ilumina.   

  
                    Más, porque, CRISTO VIVE RESUCITADO y en todo momento le podemos contemplar en medio de nosotros, nuestra vida ha de ser siempre alegre y gozosamente  esperanzadora, aflorando motivos de credibilidad para los que, sin haber visto,  se esfuerzan en creer y seguir a Jesús e implantar su Reino, que ha de transformar toda la creación.

                    También, los cristianos, los seguidores del SEÑOR RESUCITADO, estamos llamados  vivir su paz, su misma vida de amor y  comunión con el Padre y con todos los hermanos, y, así, poderla transmitir a los demás, en un mundo amenazado por la guerra y el terrorismo.

                    Y, porque, hoy y todos los días, podemos decir y cantar con júbilo: ¡EL  SEÑOR HA RESUCITADO! ¡ALELUYA! Vivamos realizando signos de salvación pascual, contagiando su Bondad,  su Verdad, y su Amor, a toda la humanidad. Y, pues, ha RESUCITADO EL SEÑOR, a ÉL sea nuestro agradecimiento, alegría, alabanza y gozo. AMÉN.

viernes, 19 de abril de 2019

Domingo de Resurrección



DOMINGO DE RESURRECCIÓN
(Misa del día)

  ESTE ES EL DÍA EN QUE ACTUÓ EL SEÑOR

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.
 

                    “Sea nuestra alegría y nuestro gozo” ¡HA RESUCITADO EL SEÑOR! ¡Aleluya!, ¡Aleluya!, ¡Aleluya!

       ¡ES LA PASCUA DEL SEÑOR!. Día de júbilo y regocijo; FIESTA, LA MÁS GRANDE Y HERMOSA, que ha de ser anunciada a toda la humanidad. Celebramos la gran victoria, el triunfo de Cristo Jesús, que abre, para todos, las puertas del cielo, ya que, LA VIDA HA VENCIDO A LA MUERTE, la gracia al pecado, la luz a las tinieblas, lo nuevo a lo viejo, el amor al odio, la paz a la guerra, la libertad a la esclavitud...

                    “Este es el día en que actuó el Señor”, mensaje que  proclamó Israel después de una difícil victoria y que, ahora, ha de ser pregonado por los cristianos a todo el mundo, con jubilosos cantos y vítores, pues “HA RESUCITADO EL SEÑOR” y toda la humanidad, que ya es una creación nueva, está invitada, a una gozosa alabanza de amor y gratitud:
                  
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.

                    “Sea nuestra alegría y nuestro gozo”, porque  nuestro Padre Dios, con su fuerza y poder, ha resucitado a su Hijo Cristo Jesús, y, con Él, hemos resucitado  todos nosotros a una vida nueva. Ha quedado la tumba  abierta y  vacía, y La Vida ha llenado el mundo de energía, de amor, de esperanza y de felicidad:

La  diestra del Señor  es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa.
No he de morir, viviré,
para contar las hazañas del Señor.
                  
                    “Este es el día en que actuó el Señor”. Así  lo proclama nuestra fe en Jesucristo, el Señor del Universo, ya que, su RESURRECCIÓN GLORIOSA, es la mejor noticia para todos.  Una Buena Noticia para el mundo entero, que, desde ahora, ha de sentirse salvado, llamado a buscar las cosas de arriba, que son las que agradan a Dios. Salvación, que se va verificando de manera cada vez más plena en el Reino que, con su RESURRECCIÓN, ha iniciado CRISTO JESÚS, siendo, a la vez,  su fundamento, sobre el que se irá construyendo hasta su plenitud, porque, todo quedará instaurado en Él, y, su gloria, será la nuestra, la de toda la humanidad:

La piedra que desecharon los arquitectos,
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.

                    “Sea nuestra alegría y nuestro gozo”,  que hemos de hacer creíble a nosotros mismos y a los demás, hasta que sea vida y experiencia de todos; y que, nos llevará a vivir unidos a Cristo Jesús, en pascua permanente, en cruz y resurrección; es decir, haciendo de la vida una donación generosa de amor y de servicio, en solidaridad con las víctimas y los más sufrientes de la humanidad, pero, desde la seguridad de sabernos resucitados y salvados, y, por lo tanto, vencedores de todo lo malo que abruma a nuestro mundo, que, quedará extinguido por LA LUZ RESUCITADFORA DE CRISTO, haciendo  posible que la gloria de Dios lo llene todo de novedad y plenitud.  

                    ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya!  ESTE ES EL DÍA EN QUE ACTUÓ EL SEÑOR SEA NUESTRA ALEGRÍA Y NUESTRO GOZO. ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya!

Viernes Santo


VIERNES SANTO

PADRE, A TUS MANOS ENCOMIENDO MI ESPÍRITU

Por M. Adelina Climent Cortés  O.P.

                    Nos conmueve hondamente escuchar y meditar las palabras de Lucas, el evangelista,   puestas en labios de Jesús, en el momento cumbre de expiar en La Cruz: PADRE, A TUS MANOS ENCOMIENDO MI ESPÍRITU. La vida de Jesús, su verdad, su amor entregado, ha llegado a su plenitud. Vida, que Dios Padre, recibe, abraza y transforma en salvación para la humanidad y todo lo creado.

                    Y, este Misterio de donación y dolor, se celebra solemnemente hoy, VIERNES SANTO, en el que adoramos  LA CRUZ REDENTORA DEL MESÍAS JESÚS. Es, también, Día de Gracia y de agradecimiento: nuestro REDENTOR Y SALVADOR, ha vencido,  ha transformado el pecado, junto con el  mal y la iniquidad del mundo, y, también, el miedo que se tenía a la muerte.

                    Por lo que, llenos  de amor y gratitud a nuestro MESÍAS Y SALVADOR, meditamos y oramos el salmo 30, del que están tomadas las palabras que pronuncia  Jesús, en el momento cumbre de su abandono en los brazos amorosos del Padre.

                    Este salmo, narra la experiencia de fe de un inocente, que, se ve, muy calumniado y perseguido por sus enemigos, pero que, en su gran dolor y humillación, sabe suplicar a su Dios, Yahveh, del que está seguro conoce su inocencia, y, también, porque es el único Dios que, siempre  y en toda ocasión, atiende, protege, y salva a cuantos le invocan:
      
A ti, Señor, me acojo:
no quede yo nunca defraudado;
tú, que eres justo, ponme salvo.
A tus manos encomiendo mi espíritu:
Tú, el Dios leal, me librarás.

                    El salmista, que ha  confiado plenamente en la salvación de Yahveh, pasa a describir el sufrimiento que le ahoga, con expresiones propias del género literario de “lamentación individual”, y sirviéndose de  imágenes del vivir sencillo y cotidiano:

Soy la burla de todos mis enemigos,
la irrisión de mis vecinos,
el espanto de mis conocidos;
me ven por la calle y escapan de mí.
Me han olvidado como a un muerto,
me han desechado como a un cacharro inútil.

                    Desde una fe profunda, el salmista sabe que, su Dios, Yahveh, por su misma bondad y lealtad para con sus fieles, ha de protegerle, ya que, siempre y únicamente en Él, ha puesto su confianza:

Pero yo confío en ti, Señor,
te digo: “Tú eres mi Dios”.
En tus manos están mis azares;
líbrame de los enemigos que me persiguen.

Haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
sálvame por tu misericordia.

                    Ya liberado de su angustia, el orante prorrumpe en alabanzas a su Dios, Yahveh, e invita a la asamblea a que se unan a su acción de gracias y pongan, siempre, su confianza en  Él.

Sed fuertes y valientes de corazón,
los que esperáis en el Señor.
                                   
                    Pero, el sentido escatológico del salmo nos mueve a contemplar, de nuevo,  a JESÚS EN LA CRUZ. Desde ella, enseña la verdad a quienes le miramos; y su verdad salvadora está hecha de donación y de entrega absoluta a Dios Padre y a los hombres, de manera que, todos los cristianos, todos sus seguidores, estamos invitados a vivir como Él vivió.

                    Más,  contemplar a Cristo Jesús, mirar al que ha sido atravesado, es llenar nuestro corazón de deseos de amor y de libertad, para hacer transparente su salvación, desde nuestro testimonio de sencillez y pobreza; para gloriarnos sólo de su Cruz, para acoger la misericordia y el perdón que irradia su rostro misericordioso y, para besar la llaga de su costado, manantial de gracia divina, siempre abierto al  perdón, a la ternura y a la compasión.

                    Y, mirar de nuevo a Jesús, es sentirse atraído por Él, hasta hacer nuestros sus mismos sentimientos y la verdad de su Vida, amando como Él amó, hasta el extremo, viviendo su justicia y su paz, su predilección por los más pobres y sencillos, su aliento y consuelo a los enfermos, y su misma comunión de amor con el Padre.
 
                     Adoremos, pues, en profundo silencio “AL QUE EN LA CRUZ DEVUELVE LA ESPERANZA DE TODA SALVACIÓN”. A Él honor y gloria por siempre. Amén.

Jueves Santo



JUEVES SANTO

EL CÁLIZ QUE BENDECIMOS
ES LA COMUNIÓN DE LA SANGRE DE CRISTO

Por M. Adelina Climent Cortés  O.P.


                    EL JUEVES SANTO, es un día  de acción de gracias, por habérsenos  manifestado, más que nunca, el  Amor de nuestro Dios. Amor, que ha sido  derramado en beneficio de todos. Amor, que salva y vivifica, Amor sublime, que enseña a amar y a vivir en el amor. Este Amor, es el de Cristo Jesús: “LOS AMÓ HASTA EL EXTREMO”. Amor, también, entregado, y que se hace presencia y compañía en LA EUCARISTÍA, instituida y celebrada por Jesús, como sacrificio de expiación y comunión, en el PAN PARTIDO Y VINO OFRECIDO, y que, es, anuncio de su pasión, muerte, y resurrección.

                    Por eso, hoy, en La Celebración Eucarística, MEMORIAL y SACRAMENTO SALVADOR, banquete pascual, fusión de los fieles en el Señor y entre sí, anticipo del banquete escatológico, alabamos a Dios Padre con el salmo 115; oración de acción de gracias con sentido sacrificial, que hace más sublime y perfecta la  alabanza  que se ofrece, por ser fruto, no solo de un rito externo, sino, de un espíritu sincero y agradecido a Dios:

¿Cómo pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación,
invocando su nombre.

                    Haciendo propios los sentimientos del salmista, que desea ofrecer la acción de gracias en una libación litúrgica: alzando la copa de la salvación   e invocando el nombre del Señor –símbolo del cáliz que bendecirá  Jesús-, nuestro deseo ha de ser, agradecer a Dios habernos dado a su propio Hijo Cristo Jesús, nuestro salvador, y  haber querido, éste, antes de morir, sentarse a la mesa con los hombres y  permanecer siempre con nosotros en La Eucaristía. MISTERIO GRANDE Y EXCELSO DE AMOR Y DE COMUNIÓN.      

                    Pero, el salmista, aporta más razones:

Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo,
hijo de tu esclava;
rompiste mis cadenas.

                    También, nosotros, todos los cristianos, hemos de ver con humildad, que el Señor, aunque algunas veces nos prueba para nuestro bien, nunca quiere la muerte de sus hijos, nuestro mal definitivo,  y, que, para librarnos de ella, aceptó la muerte de su propio Hijo, Cristo Jesús, con la que  rompió, de una vez para siempre, todas nuestras ataduras.

                    Agradecido, el orante, dice a Yahveh:  

Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando tu nombre, Señor.
Cumpliré al Señor mis votos,
en presencia de todo el pueblo.

                    Nosotros, todos los cristianos, también  hemos de cumplir nuestros votos de acción de gracias y de alabanza,  ante el altar eucarístico, uniendo nuestro sacrificio espiritual al de Cristo Jesús, en oblación y glorificación al Padre y en amor  y entrega a  los hermanos.

                    Y, este deseo de  vivir en comunión de vida con Cristo Jesús, y con  nuestros hermanos,  debemos acrecentarlo con el alimento nutritivo de La Eucaristía; porque, de esta manera,  el CUERPO DEL SEÑOR, CON SU SANGRE, nos ayudará a vivir su misma vida de amor  y entrega, desde el servicio, la reconciliación mutua, y en renovación de vida interior: todo, fruto de una pascua nueva y eterna, como es  LA PASCUA DE CRISTO JESÚS.

viernes, 12 de abril de 2019

Domingo de Ramos



DOMINGO DE RAMOS -
Entrada del Señor en Jerusalén.
                                   
DIOS REINA SOBRE LAS NACIONES

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                    Fiesta entrañable y hermosa la del DOMINGO DE RAMOS en la que recordamos a Jesús y celebramos su entrada triunfal en Jerusalén, rodeado de una muchedumbre de gente que le  aclama con ramos de olivo y palmas, con vítores y gritos de júbilo: “HOSANA AL HIJO DE DAVID, BENDITO EL QUE VIENE EN NOMBRE DEL SEÑOR, EL REY DE ISRAEL, ¡HOSANA EN EL CIELO!”

                    Unidos al grupo que le sigue, también nosotros festejamos a Jesús, que, victorioso y triunfante, se dirige  hacia la meta de su misión redentora donde nos dará  su  misma Vida; a la vez que, le contemplamos, cabalgando  humildemente sobre una borrica, como, queriendo indicar, que la salvación del mundo será consecuencia de su entrega de amor hasta la muerte en cruz, y  de su triunfante resurrección.

                    Y, unimos nuestra alegría y gozo en torno a Jesús, cantando con alegría y entusiasmo el salmo 46, un hermoso himno que aclama a Yahveh como Rey y Señor de todo el universo:

Pueblos todos batid palmas
aclamad a Dios con gritos de júbilo:
porque el Señor es sublime y terrible,
emperador de toda la tierra.

                    La realeza de Yahveh se ha manifestado de manera visible y maravillosa, en la conquista de la tierra, prometida a Israel, el  pueblo que se había escogido como heredad,  y en el sometimiento de los reyes y pueblos vecinos, sobre los cuales, Israel, ha quedado encumbrado. Victorias, logradas por Yahveh, en la persona del propio Rey, su representante en la tierra; lo que deja entrever la universalidad de su reinado:

Él nos somete los pueblos
y nos sojuzga las naciones;
Él nos escogió por heredad suya:
gloria de Jacob, su amado.

                    El salmista, pasa a cantar de manera vibrante, solemne y estrepitosa, la entronización  de Yahveh como Rey y Señor de todas las naciones, y,  anima más y más  al grupo de cantores, a que sigan esmerándose en el arte de tocar, para que, la celebración litúrgica, conserve  todo su esplendor. El episodio, recuerda la subida y entronización del arca de La Alianza,  en el santuario, después de una procesión; también sugiere las subidas de Israel a su propia  tierra, en los diferentes éxodos de su historia, en los que, siempre cabalgaba Yahveh delante del pueblo, infundiendo esperanza y animando la expedición:

Dios asciende entre aclamaciones,
el Señor a son de trompeta:
tocad para Dios, tocad,
tocad para nuestro Rey,  tocad;
porque Dios es el Rey del mundo:
tocad con maestría.

                                   
                    Ya en su trono, Yahveh, rodeado de gloria y esplendor, recibe el vasallaje de los pueblos y los reyes vecinos, que unidos a Israel, pregonan solemnemente la grandeza, soberanía y universalidad de su reinado:

Dios reina sobre las naciones,
Dios se sienta en su trono sagrado:
los príncipes de los gentiles se reúnen
con el pueblo de Dios de Abrahán,
porque de Dios son los grandes de la tierra,
y Él es excelso.

                    Más, después de haber aclamado a nuestro Rey y Señor, seguimos acompañando a Jesús, nuestro Mesías Salvador, a través de la escucha y contemplación de su pasión y muerte, como una anticipación de la celebración del Viernes Santo.

                    Jesús, con el derramamiento de su sangre inocente expía el mal del mundo y los estragos de la muerte. Misterio profundo y sorprendente el de Cristo Jesús, que debemos adorar en profundo silencio, y, a la vez, cargando con la parte de su cruz, que nos ha tocado a cada uno, pedir por aquellos que aún no le reconocen, como Hijo de Dios  y Salvador del género humano.

                    También, con alegría y amor, celebramos a Jesús en su triunfante Resurrección, ya que, en la eucaristía se nos da como Pan de Vida Eterna y prenda de Salvación, reviviendo, de esta manera, su Pascua gloriosa y salvadora.

                    Y, como también lo anticipa el salmo, Cristo Jesús, asciende entre vítores y aclamaciones a la derecha del Padre, al santuario del Cielo, donde tiene preparado su trono  y donde, nos espera a todos con los brazos abiertos, para que participemos de su misma gloria.

viernes, 5 de abril de 2019

Domingo V de Cuaresma- C



DOMINGO V DE CURESMA - C

EL SEÑOR HA ESTADO GRANDE CON NOSOTROS
Y ESTAMOS ALEGRES

Por Mª Adelina Climent Cortés O.P.
  
                     Saber y experimentar que el Señor ha estado grande con nosotros, es haber notado y probado que ALGO NUEVO SE ESTÁ REALIZANDO EN NOSOTROS Y EN TODA LA CREACIÓN; un comienzo de “VIDA NUEVA” que lo transformará todo en plenitud y eternidad. Y, esto, hay que cantarlo, proclamarlo y darlo a conocer con gozo.

                    Así lo hace el salmo 125, que, mirando con alegría la vuelta del exilio de Israel, canta con entusiasmo la bondad creadora y  salvadora de Yahveh. Y, a esta  alegría gozosa del pueblo, nos unimos en oración y alabanza al Dios Bueno, como meta y felicidad de nuestras vidas.

                    Este salmo de peregrinación, es un  jubiloso “canto de las subidas”, con una súplica confiada y de acción de gracias a Yahveh, por sus intervenciones salvíficas  para con Israel, su pueblo elegido, entre las que destaca,  la gesta maravillosa y  liberadora del exílio babilónico, seguida de la restauración de la ciudad de Jerusalén con su Templo:

Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
nos parecía soñar:
la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.

                    Los gentiles, también comentaron, admirados, el evento salvífico de Yahveh para con su pueblo, reconociendo, de esta manera, su grandeza y poderío, por lo que, esto fue, un motivo más, de alegría y felicidad para Israel:

Hasta los gentiles decían: “El Señor
ha estado grande con ellos”.
El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres.

                   Así, la fe en Yahveh y en su salvación, se convierte en una súplica sincera, porque, si Dios ha estado siempre de parte de sus fieles, de igual manera lo seguirá estando, hasta que cambie definitivamente la suerte del pueblo, y quede transformado  lo árido y  seco en fértil y florido, con la alegría y el gozo que da el esforzado trabajo del campo, cuando produce los frutos dorados apetecidos:
           
Que el Señor cambie nuestra suerte,
como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas,
cosechan entre cantares.

Al ir, iban llorando,
llevando la semilla;
al volver, vuelven cantando,
trayendo sus gavillas.
                 

                    El paso de la esclavitud de Israel en el destierro de Babilonia, a la libertad,    y su retorno a la patria amada, es figura de la salvación gozosa, que experimentamos los cristianos con el agua regeneradora del bautismo que, de pecadores nos convierte en verdaderos hijos de Dios. Salvación, que se nos concede en  Cristo Jesús, por  su muerte y resurrección gloriosa:

                    “Jesús dijo a la mujer: -TAMPOCO YO TE CONDENO. ANDA Y EN ADELANTE NO PEQUES MÁS”

                    Este evento, si que ha  cambiado definitivamente nuestra suerte, y de esto  deberían, admirarse, también,  los no creyentes, hasta  reconocer la grandeza de un Dios que, con su amor y donación, destruye la  muerte y el pecado que nos  esclavizan y separan de su  bondadosa  misericordia; y que, en cambio, nos conduce a un camino seguro de  conversión, donde es fácil encontrar su salvación y su gracia, EL AGUA FECUNDA QUE HARÁ GERMINAR NUESTRAS VIDAS, hasta dar frutos de buenas obras, y de bendición eterna      

                    Que nuestro vivir sea, pues, un estar alegres con el Señor, por los cambios que realiza   en nosotros... Y, un cantar agradecidos las salvaciones históricas, que van transformando  nuestro mundo, donde Dios  ha inaugurado ya “LA VIDA NUEVA del Reino, que todos llevaremos a plenitud, mediante las obras de conversión que realicemos en nosotros mismos, y que tanto  beneficiarán a toda  la humanidad, hasta poder llegar a decir con el salmista: Verdaderamente ¡qué contentos estamos! porque Dios ha estado grande con nosotros y lo estará siempre.