viernes, 30 de agosto de 2019

Domingo XXII del T. O. -C



DOMINGO XXII DEL T. ORDINARIO - C

HAS PREPARAD0,  SEÑOR,
TU CASA A LOS DESVALIDOS

Por Mª Adelina Climent Cortés  O P.


“Porque es grande la misericordia de Dios,  revela sus secretos a los humildes”
                   
                     Que coherencia tan grande, la de Yahveh, en su manera de ser y de actuar en los acontecimientos históricos del pueblo. Lo vamos a descubrir, admirablemente, en el salmo que hoy le dedicamos y cantamos.

                    Es el salmo 67. Un bonito y profundo poema que, además de cantar la bondad de Dios, siempre caminando con los hombres, para conocer sus necesidades y remediarlas con su misericordia, también nos ayuda,  a poner en práctica las enseñanzas del Eclesiástico, esos valores que contienen una sabiduría práctica y eficaz, para el bien vivir. Sabiduría, que nos ayudará a descubrir sus designios, y a interpretar su voluntad.  Es decir, es la sabiduría que nos conduce a la verdadera salvación.

                    Este salmo es un himno al  Dios vencedor; al Dios que va siempre delante del pueblo y le acompaña,  con su misericordia,  desde el Sinaí, por el largo desierto, hasta alcanzar la tierra prometida...  Este poema recoge las vivencias y la delicadeza de sentimientos, que tiene Yahveh con su pueblo, al que siempre conduce con amor y desvelo durante toda su historia, comunicándole su espíritu, para que pueda ir haciendo  suya su misma manera de vivir... Y, más tarde, es el que le acompaña y guía en la marcha triunfal, desde el destierro de Babilonia hasta la propia patria, la que será restaurada, pudiendo establecerse en el templo, la morada de la  gloria de Yahveh y la sede de su gran  excelsitud.

                    Y, acompañar a Yahveh en las empresas que realizaba junto con su pueblo, a pesar de las dificultades inherentes, sería, para todo israelita, un motivo de alegría y de cantos de gratitud:  

Los justos se alegran,
gozan en la presencia de Dios,
rebosando de alegría.
Cantad a Dios, tocad en su honor,
alegraos en su presencia.

                    Las relaciones del Dios de La Alianza, con el pueblo elegido, tan llenas de misericordia y bondad, se van transformando en  paterno –filiales,  y, con atención más esmerada a los necesitados, a los que, Yahveh, cuida con mayor desvelo e interés:

Padre de huérfanos,
protector de viudas
Dios vive en su santa morada.
Dios prepara casa a los desvalidos,
libera a los cautivos y los enriquece.

                    Esta protección paternal de Yahveh no cesó  nunca, pues, fue  derramando en su heredad la lluvia copiosa de sus bendiciones, fruto, siempre, de su gran misericordia, la que, con amor, lealtad y fidelidad, les irá  conduciendo hasta la culminación gozosa de una filiación siempre más divinizada:

Derramaste en tu heredad, oh Dios, una lluvia copiosa,
aliviaste la tierra extenuada;
y tu rebaño habitó en la tierra
que tu bondad, oh Dios, preparó para los pobres.

                    Los que creemos en Cristo Jesús, nosotros,  ya  hemos llegado a la plenitud de Hijos. Ahora, comprendemos mejor los esfuerzos de un Dios Padre, todo amor y misericordia, que no cesa de conducirnos con sabiduría  en este caminar hacia la  filiación gozosa y definitiva, con la experiencia, además, de sentimos ya hijos suyos, pudiéndole llamar Padre.

                    Nuestro Dios, es un Padre que nos ama a todos; pero, sabemos que  tiene especial predilección por los más pobres y desvalidos, y desea, que todos nos  volquemos hacia ellos en atenciones y favores.

                    En su Hijo Jesús nos recuerda en el evangelio: “Cuando des un banquete, invita a los pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte; TE PAGARÁN CUANDO RESUCITEN LOS JUSTOS.

                    Tampoco le gustan las diferencias tan grandes y notorias que existen en nuestro mundo, y también nos invita a trabajar y  luchar para que desaparezcan, y  así,   todos los hombres, todos hijos suyos, podamos vivir con la dignidad debida; pues, este sentirnos hijos de Dios, nos ha de mover a vivir su misericordia, su bondad y su amor, hasta conseguir que, además de la igualdad y la prosperidad para cada hombre,  nuestro mundo, sea mejor y más agradable para todos.

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