viernes, 9 de agosto de 2019

Domingo XIX del T. O.-C



DOMINGO XIX DEL T. ORDINARIO - C

DICHOSO EL PUEBLO A QUIEN DIOS ESCOGIÓ

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.

                    Las lecturas bíblicas de este domingo nos invitan a  que nos fijemos en cómo tenemos que vivir mientras esperamos la llegada definitiva del Señor; pensando, además, cómo  tenemos que hacer realidad en nuestras vidas, el plan de salvación que Dios tiene pensado para cada uno de nosotros y que es  fruto, siempre,  de su misericordia y de su amor. Realidades, estas, muy bien expresadas en el salmo que hoy meditamos y cantamos: 

                    El salmo 32 es  un himno, que canta la acción creadora, providente y misericordiosa de Yahveh, sobre  lo creado y sobre La Historia. Y que, el Señor, todo lo realiza con  la fuerza potente y eficaz de su Palabra.  Su teología es sapienzal.

                    La belleza del salmo ayuda a realzar la sabiduría de la lectura anterior (Sb 18, 6-9)  en la que Yahveh salva a su pueblo de la esclavitud de Egipto y quiere que, por estas acciones liberadoras, le alaben y amen los que intentan ser justos y rectos, todos los que buscan ser buenos.  Y pretende, al mismo tiempo, que el pueblo se sienta feliz de tener un Dios que siempre salva, con su misericordia y bondad, y que, en todo momento protege y bendice a los suyos, a los que se sienten dichosos de pertenecer a su heredad:

Aclamad, justos, al Señor,
que merece la alabanza de los buenos;
dichosa la nación cuyo Dios es el Señor,
el pueblo que él se escogió como heredad.

                    Los que esperan y confían en su justicia y en su misericordia,  todos los que sienten la dicha  de tener un Dios tan cercano y bondadoso, que  les  escucha y hasta dialoga con ellos; saben por experiencia, que, el mismo Dios se complace al mirarlos y que, lo hace amorosamente, para estar atento en los momentos de mayor peligro y fatiga, con el fin de aliviarles en el sufrimiento:

Los ojos del Señor están puestos en sus fieles,
en los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre.

                    Si Dios es nuestro auxilio y el motivo de nuestra esperanza y confianza; con Él lo tenemos todo y nada nos puede faltar. Y, esta  seguridad  y  paz  de Dios  ha de movernos a desear, por nuestra parte,  darle gracias en todo momento, siendo para él, como una continua alabanza  de su gloria

Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo;
que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.


                    Seguimos cantando con el salmo y desde la hondura de nuestro corazón los designios de su misericordia con los que, Dios,  nos quiere  acompañar todos los días de nuestra vida. Estamos llamados a la salvación eterna,  por parte de Dios en Jesucristo, el que nos va conduciendo con la fuerza de su amor y la firmeza de su verdad. Nos  recuerda en el Evangelio:

                    DONDE ESTÁ VUESTRO TESORO, ALLÍ ESTARÁ TAMBIÉN VUESTRO CORAZÓN 

                    Pues, lo que se nos exige más que nada,  es estar  EN ESTADO DE ALERTA Y VIGILANCIA; siempre preparados,  pensando  cómo hemos de vivir y actuar para ir haciendo realidad las exigencias de Dios, que son las que comporta nuestra propia salvación; y que se reducen a seguir a Cristo Jesús, intentando vivir su misma vida de fe y de confianza con  el Padre Dios: viviendo para ayudar a los demás a que puedan hacer lo mismo, ya que a todos se nos exige, por ser hijos amados de Dios.

                    Así, nuestra vida de cristianos auténticos, se ha de desarrollar dentro de una buena ejemplaridad, apoyados y sostenidos  con la fuerza y energía da La Eucaristía,  el Cuerpo y La Sangre del Señor. Alimento sublime que nos ayudará, en esta sencilla, pero difícil tarea, de la espera del Señor, en la que se hará visible su Salvación, llenándolo todo de su gloria.

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