miércoles, 14 de agosto de 2019

Solemnidad de la Asunción de la Virgen María



LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA
(Misa del día)

DE PIE A TU DERECHA ESTÁ LA REINA,
ENJOYADA CON ORO

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                    ¡Alegrémonos! ¡HOY MARÍA HA SUBIDO AL CIELO COMO REINA  Y MADRE! Y su glorificación abre un camino de optimismo y esperanza a toda la humanidad. ¡Alegrémonos! Porque es día de fiesta grande,  ya que celebramos LA VICTORIA DEL RESUCITADO, CRISTO JESÚS; la de su MADRE, LA VIRGEN MARÍA, fruto y primicia de la redención; y también,  la fiesta de todos nosotros, los cristianos y la de todos los hombres, destinados a gozar, como María Virgen, de la misma plenitud y gloria.

                    La Iglesia, en la liturgia eucarística, ora a MARÍA REINA DEL CIELO Y DE TODO LO CREADO, con el salmo 44, considerado como un “salmo real”. Este salmo, en forma de “cántico nupcial”, relata las bodas del hijo del rey con una princesa extranjera. Y se  aplica, a María Virgen, el entusiasmo, la admiración y los deseos que el cantar dice de la novia, vestida de banco y adornada con preciosas joyas:      

Escucha, hija, mira: inclina el oído,
olvida tu pueblo y la casa paterna.

Prendado está el Rey de tu belleza,
póstrate ante él, que él es tu Señor.

Las traen entre alegría y algazara,
van entrando en el palacio real.

                    Rezando a María con este salmo, se nos invita a recordar y reconocer los títulos que la acreditan y engalanan como Reina, Señora y Madre de todos los vivientes:

                    El de MADRE DE DIOS, por su entrega y disponibilidad en acoger y gestar al Verbo divino, Jesucristo el Señor: “Hágase en mí según tu palabra” Privilegio divino, que supo compartir con su amor y ayuda a los demás. Es su prima Isabel la que, reconociéndolo, la alaba y ensalza: “¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?” Y, a continuación: “Dichosa tú que has creído”.
        
                    Es REINA MARÍA, también,  por su humildad y pequeñez, ya que pudo exclamar: “Mi alma glorifica al Señor, y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador, porque ha mirado la humildad de su sierva”
  
                    También, la grandeza de María es debida, al haber sido declarada por Jesús, en la cruz, MADRE DE LA IGLESIA Y DE TODOS LOS HOMBRES,  cuando  dijo: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”, refiriéndose a Juan, y  al discípulo: ahí tienes a tu Madre. Y, desde aquel momento, el discípulo la recibió como suya”.

                    Ahora, en la gloria del cielo, participa de la victoria y cercanía de su Hijo Jesús, el Resucitado, compartiendo con Él su excelsitud y señorío: “se estableció la salud y el poderío, y el reinado de nuestro Dios, y la potestad de su Cristo”. Así,  Jesús y su Madre María, autores de Salvación universal, han podido hacer realidad y de manera plena las promesas hechas por  Dios, desde siempre,  a la humanidad.

                      Día de gozo y alegría, el de LA ASUNCIÓN AL CIELO DE MARÍA LA VIRGEN MADRE: “Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones, porque ha hecho en mí cosas grandes el Poderoso” Y, si, Jesús, nos abrió las puertas del Cielo de par en par, Ella, después de entrar, nos  espera gozosa con los brazos abiertos para estrecharnos a nuestra llegada. Por eso, la esperanza de esta posesión, nos llena de inmensa dicha y júbilo; felicidad, ésta, que nadie nos  podrá arrebatar. Somos hijos de Dios, hermanos de Jesús y, por eso, tenemos por Madre a María, a la que, hoy, cantan los ángeles y arcángeles en la gloria de Dios, por los siglos de los siglos.

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