DOMINGO III DEL T.
ORDINARIO - C
TUS
PALABRAS SON ESPÍRITU
Y VIDA
Por Mª Adelina
Climent Cortés O.P.
El mejor de los dones
que nos ha concedido Dios, es el don de su PALABRA que, al llegar la plenitud
de los tiempos, se hizo SALVACIÓN en su Hijo Cristo Jesús. Palabra encarnada del Padre, por la que
tenemos acceso a Él. Las lecturas bíblicas de La Eucaristía de hoy nos
manifiestan la fuerza y eficacia de esta
palabra que es ESPÍRITU Y VIDA.
Y, con el salmo 18, queremos cantar y proclamar la belleza y la bondad
de esta PALABRA, manifestada como ley del Señor en su segunda parte. Estamos ante un hermoso
poema didáctico, que, con la parte anterior que canta la belleza de la
creación, completa y eleva, hasta lo sumo,
la maravillosa obra salvadora de
Dios.
Yahveh, el Dios de La Alianza , llevado por la
grandeza de su lealtad y misericordia con
Israel, su pueblo, le dio su ley, su palabra, fruto de su inmensa bondad y sabiduría, para que, pudiera conocer su voluntad y cumplirla, ya que, le exigía a cambio, fidelidad y amor en toda
su conducta.
Después del exilio,
cuando se hizo la reconstrucción de
Jerusalén y su templo, tuvo mucha importancia la lectura solemne del libro de La Ley , expresión única de la
revelación divina, porque, ayudaba al
pueblo a sentirse unido y amado por Yahveh, el Dios bueno, fiel y veraz,
que siempre y en todo lugar acoge y
protege. Por eso, el salmista la ensalza de esta manera:
La ley del Señor es
perfecta
y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye al ignorante.
En el conocimiento de
esta ley, los israelitas experimentaban que, la voluntad de Dios era para ellos
fuente clara de luz, de dicha, y de felicidad; y que, meditarla, amarla y
cumplirla, era la mayor de las delicias tenidas:
Los mandatos del
Señor son rectos
y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida
y da luz a los ojos.
La voluntad del
Señor es pura
y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y enteramente justos.
El salmista, agradecido, quiere complacer a Yahveh, con las palabras y los sentimientos de su
corazón, fruto todo, de una fe interiorizada y de una alegre y sincera
alabanza:
Que te agraden las palabras de mi boca,
y llegue a tu presencia el meditar de mi corazón,
Señor, roca mía, redentor mío.
Y, con sentimientos de gratitud, amor y reverencia,
hemos de escuchar, nosotros también, La Palabra de Dios, para que
siempre sea viva y eficaz y lleve a cabo
lo que desea, que es llenarnos de su
amor, de su luz, de su alegría y consuelo.
Es La Palabra ,
que siempre instruye, aconseja y fortalece y con la que nos podemos dirigir a
Dios. La que alimenta nuestra fe y nos transforma en hijos suyos, hasta llegar
a ser perfectos como el Padre del cielo.
También, es La Palabra ,
que nos va identificando con Jesucristo, Palabra eterna y definitiva del Padre,
porque en ÉL NOS LO TIENE DICHO TODO:
Y, es La Palabra
evangélica, La Buena
Noticia salvadora, que nos libera y nos capacita, para
liberar a los que son esclavos de la pobreza y del egoísmo de los poderosos. La Palabra que nos hace
testigos del Reino y nos promete la gloria y la felicidad eterna.
Jesús, “como era de costumbre los sábados, se puso en pie para hacer la
lectura y encontró el pasaje de Isaías: “El Espíritu del Señor está sobre
mí, porque él me ha ungido. Me ha
enviado para dar la buena noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la
libertad, a los ciegos la vista. Para dar libertad a los oprimidos, para
anunciar el año de gracia del Señor”
Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en Él. Y ÉL se puso a decirles:
-“HOY SE CUMPLE ESTA ESCRITURA QUE ACABÁIS DE OIR”