domingo, 31 de diciembre de 2017

Santa María, Madre de Dios, Solemnidad


SANTA  MARÍA  MADRE  DE  DIOS. SOLEMNIDAD
Octava de NAVIDAD
 ALABEMOS Y DEMOS GRACIAS AL SEÑOR

Por M. Adelina Climent Cortes  O.P.


“Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te den gracias”

                    Estos versos del salmo 66, en forma de estribillo, son un deseo hecho oración y canto, dirigido a DIOS COMO SEÑOR DE LA HISTORIA y de TODOS LOS PUEBLOS. El salmo, con características hímnicas y de acción de gracias, es de la época del exílio y tiene  elementos de tiempos anteriores. En el  poema, se da gracias al Señor, por los frutos de las cosechas recogidas, consideradas en Israel como la bendición mayor de Yahveh, por ser el único que puede hacer fecunda la tierra y todas las obras de nuestras manos. Y, en esta acción de gracias, estaba implícito el deseo de que les siguiera bendiciendo su Dios, Yahveh, para que, viéndolo los demás pueblos, también pudieran reconocerle y acoger su salvación.

                    La bendición de Yahveh, que lleva el poema, recuerda la de Números (6, 22-27), que  leemos, como  primera lectura, en La Eucaristía de LA SOLEMNIDAD DE SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS, que hoy celebramos. Dice así:

El Señor tenga piedad y nos bendiga
ilumine su rostro sobre nosotros:
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación

                    Junto con la acción de gracias, el orante pide a Dios, que les siga favoreciendo en  lo que es indispensable para el sustento diario y cubrir las necesidades más básicas,  y, para poder seguir invocándole en todo momento. También pide a Yahveh, que les ilumine  con su rostro, ya que, todo israelita ve en este gesto, la concesión y benevolencia de Dios a favor de su pueblo, pues, el rostro queda iluminado cuando, por hacer el bien a los demás, la misma persona se llena de contento; alegría que hace nacer el reflejo de luz que brota del espíritu. Y, como es tanto el gozo que el orante siente al ser bendecido por Yahveh, también quiere que toda la tierra lo perciba y lo haga suyo, pues, los caminos de la salvación de Dios son universales y todos los pueblos los han de conocer y acoger:
                                
Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia
riges los pueblos con rectitud,
y gobiernas las naciones de la tierra.

                    También nos  dice el salmo, que la bendición de Yahveh es siempre de tal magnitud, que tiene fuerza para provocar la alegría, la alabanza y la gratitud de todas las naciones de la tierra, porque lleva consigo, la justicia y la rectitud, que engendran la paz y la felicidad de los pueblos. Por eso insiste el salmista:

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.

                    Aparece, de nuevo, el sentido ecuménico del salmo. La bondad de Yahveh, su salvación, lo llena todo, y el orbe entero tiene que reconocerlo. Y, porque Dios es tan grande y generoso, también los hombres han de temer su santo nombre, que equivale a amarle con todas las fuerzas del ser, y junto con toda la creación.

                    En esta solemnidad de SANTA MARÍA MADRE DE DIOS, hemos de alabarle y darle gracias por La Madre tan excelsa que ha escogido para su Hijo Jesús y para todos nosotros, que, por su nacimiento, hemos quedado constituidos hermanos suyos. Siendo esto la bendición más grande que Dios nos ha otorgado. JESÚS, EL VERBO DE DIOS ENCARNADO,  es el fruto mejor de la tierra, que al comerlo como Eucaristía, nos llena de salud, de paz  y de contento. Es el fruto que nos sacia y nos hace crecer en comunión hasta hacernos hijos auténticos de Dios. Por eso, llenos de infinita gratitud, alabémosle siempre con alegría y gozo:

“Oh Dios, que te alaben los pueblos,

que todos los pueblos te alaben”

sábado, 30 de diciembre de 2017

Fiesta de la Sagrada Familia-B


DOMINGO DE LA SAGRADA FAMILIA - B

EL SEÑOR ES NUESTRO DIOS;
SE ACUERDA DE SU ALIANZA ETERNAMENTE

Por M. Adelina Climent Cortés  O.P.


                    Navidad, es la oportunidad de dar gracias a Dios, por su gran misericordia para con la Humanidad: El Hijo de Dios se hace hombre en Jesús de Belén y habita entre nosotros. Y dentro de La Navidad celebramos la fiesta de LA SAGRADA FAMILIA: la familia de JOSÉ, MARÍA Y JESÚS, donde, el Niño, crecía en edad, sabiduría y gracia, delante de Dios y de los hombres.                                                           

                    Y, porque, Jesús viene como salvador y todos somos llamados a CONTEMPLAR SU GLORIA, en la eucaristía de esta fiesta, de LA SAGRADA FAMILIA, le cantamos el salmo 104, un Himno de acción de gracias a Dios Salvador, de la época del posexílico.  Describe a Yahveh actuando en La Historia, y, se le  quiere celebrar, porque se cree en Él y se reconoce su actuación y presencia en el pueblo.

                    El Salmo relata, con claridad, la historia de la salvación en el Antiguo Testamento y, “puede ser la expresión gozosa del Dios justo porque es fiel a su pueblo”:

EL SEÑOR ES NUESTRO DIOS,
SE ACUERDA DE SU ALIANZA ETERNAMENTE.

                     Agradece el salmista a su Dios, Yahveh, sus intervenciones favorables a lo largo de la historia, invitando a invocar su Nombre, para que se recuerden siempre con gozo y alegría, pues nadie como Él es fiel a sus promesas, y lo será siempre, ya que Israel, después del exilio, es como un pueblo que tiene que volver a tomar posesión de su tierra, y reanimar la fe en un momento de enorme desolación:
        
Dad gracias al Señor, invocad su nombre,
dad a conocer sus hazañas a los pueblos.
Cantadle al son de instrumentos,
hablad de sus maravillas.

                    Se nos invita a buscar y gloriarnos en su Santo Nombre, que evoca, de manera admirable, sus intervenciones salvíficas, Es fuente, además,  de poder y de bendición, pues confirma su grandeza y señorío universal. La memoria cúltica en el templo, que en esto consiste el buscar continuamente su rostro, hace actuales las maravillas del pasado

Gloriaros de su nombre santo,
que se alegren los que buscan al Señor.
Recurrid al Señor y a su poder,
buscad continuamente su rostro.
.
                    Y sigue diciendo el salmo, que recordemos las maravillas y prodigios que hizo en el pasado, en la etapa patriarcal, cuyos representantes son Abrahán y Jacob, cuando hizo su Alianza con Israel, su heredad, al que guiaba, con fidelidad, en todas sus hazañas:

Recordad las maravillas que hizo,
sus prodigios, las sentencias de su boca.
¡Estirpe de Abrahán, su siervo;
hijos de Jacob, su elegido!

                    Alianza que, Yahveh, mantendrá firme en toda ocasión (aunque el pueblo elegido nunca será fiel a su cumplimiento) con el fin de introducirlo en la tierra prometida, comienzo de otro dominio más amplio sobre los pueblos, de parte de la progenie de Abrahán:

Se acuerda de su alianza eternamente,
de la palabra dada, por mil generaciones;
de la alianza sellada con Abrahán,
del juramento hecho a Isaac.

                    Esta salvación de Dios, que canta el salmo, es anticipo de lo que plenamente queda realizado en el Nuevo Testamento, donde  Jesús, EL Verbo Encarnado,  inaugura La Nueva Alianza, acogida por la humanidad en el Misterio de su Redención, su Muerte y Resurrección. Alianza que genera  capacidad, para  glorificar a Dios, contemplando su gloria, acogiendo su paz y amor.

                    Mas, la fiesta de LA SAGRADA FAMILIA, ejemplo y vínculo de unión para todos los que seguimos a Jesús, nos mueve a pedir  por LA IGLESIA, la gran familia de la fe y de la misericordia de Dios, para que, sabiéndonos hermanos todos, podamos salir al encuentro de los alejados, con el fin de que nadie se sienta excluido, pues todos somos Hijos amados del Padre y Herederos de su Gloria.

                    También nuestra oración, ha de alcanzar a la inmensa familia humana, que es nuestra sociedad, para que todos podamos vivir comprometidos en la construcción de un mundo mejor, teniendo relaciones más fraternas y amistosas, acogiendo el amor y la paz de Dios.


                    Y, también hemos de recordar con agradecimiento, a nuestras familias, a la familia de cada uno de nosotros, donde hemos crecido conociendo y amando a Dios, pues, conociendo y amando el misterio del VERBO ENCARNADO, podemos profundizar en el nuestro, y reconocer que estamos hechos a su imagen y semejanza, llamados a CONTEMPLAR SU GLORIA. 

lunes, 25 de diciembre de 2017

Navidad-Misa de la Aurora


NAVIDAD  -  MISA  DE  LA  AURORA

HOY BRILLARÁ UNA LUZ SOBRE NOSOTROS,
PORQUE HA NACIDO EL SEÑOR

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.
                                    

                        Despunta ya el día con LA LUZ SALVADORA, “como  aurora de amor de la eterna navidad”. Es EL RESPLANDOR DEL PADRE, QUE NACE NIÑO Y NOS TRAE BIEN Y AMOR: “Ha aparecido la bondad de Dios y su amor al hombre por medio de nuestro Salvador”. Es Jesús, el Rey de los reyes, que, desde su gloria nos ilumina como “sol naciente”, con su verdad, y nos trae del cielo la  justicia que cambiará el mundo, porque todo lo hará nuevo y  habrá siempre paz.

                        Cantamos a nuestro NIÑO-DIOS NACIDO HOY, el salmo 96; un himno de gozo y  alabanza, con el que queremos entronizar su gloria en este mundo, en todo el universo,  y en cada uno de los hombres que ama el Señor; adorando, también, su excelsa divinidad:
 
El Señor reina, la tierra goza,
se alegran las islas innumerables.
Los cielos pregonan su justicia
y todos los pueblos contemplan su gloria.
                                                                   
                        Nuestra vida, la de todos  los que nos sentimos llamados por el Señor y queremos serle fieles, está iluminada por la luz de su gloria; la luz que lo renueva todo y que nos va transformando hasta hacernos semejantes a Él, verdaderos hijos de Dios. Y,  su manifestación, que es gozo y alegría para todo el cosmos, lo es, también, para los que celebramos, agradecidos,  al que es “altísimo sobre toda la tierra, mucho más excelso que todos los dioses”

Amanece la luz para el justo,
y la alegría para los rectos de corazón.
Alegraos, justos, con el Señor,
celebrad su santo nombre.
                      
                         Y, a este Dios, tan grande y encumbrado, es al que hoy celebramos pequeño y vulnerable, ENVUELTO EN PAÑALES Y EN BRAZOS DE SU MADRE, LA VIRGEN MARÍA. Más, la fuerza de su amor es tan potente y salvadora, que enciende nuestra fe y es capaz de llenar el mundo de gozosa esperan y felicidad, ya que, es LUZ PARA LAS NACIONES, Y TODOS CONTEMPLARÁN SU GLORIA.

                         Pero, solo podremos acoger su Salvación, su Vida, si  su luz está  en nuestro corazón y brilla  en nuestros ojos. Es la misma luz, la que nos lleva, también, a postrarnos ante Él, para adorar y contemplar su sonrisa y candor, como ya hicieron antes los pastores en Belén.
 
                        Y, esta LUZ, que es PALABRA Y SALVACIÓN PARA TODOS LOS PUEBLOS, la hemos de dar a conocer a los que, aún viven en tinieblas y en sombra de muerte, por desconocer o dudar de la  divinidad de Jesús, la única fuerza  que puede elevar al hombre y  ponerlo en los brazos de Dios.
                   
                        Y, también es, LA LUZ DEL HIJO DE DIOS, que brilla desde su amor, la que infunde el bien y la verdad a todo lo creado, y  la que hará surgir de las tinieblas de esta vida,  el Reino de Dios en su realidad plena y acabada.

                         Que esta celebración, pues, tan llena de ternura y encanto  espiritual, nos ayude a hacer posible, que brille para todos los hombres y pueblos “LA LUZ GOZOSA DE LA ETERNA NAVIDAD”

Misa de Nochebuena


NAVIDAD.  MISA DE LA VIGILIA

CANTARÉ ETERNAMENTE LAS MISERICORDIAS DEL SEÑOR

                                          Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                    El gran privilegio de Israel, el pueblo elegido de Yahveh, es haber entrado en Alianza con su Dios: “si tú eres mi pueblo yo seré tu Dios”. Y, aunque pueda decirse, que esta Alianza rara vez fue cumplida por parte del pueblo, siempre lo fue por parte de Dios, que es fiel y leal a sus promesas de salvación.

                    Y, porque, este amor sincero, fiel y leal de Dios, merece nuestro sentido agradecimiento, lo expresamos  sinceramente con el salmo 88, en el que cantamos LA ALIANZA ETERNA DE DIOS, renovada con David, a favor de todos los hombres, diciendo:

Cantaré eternamente las misericordias del Señor,
anunciaré tu fidelidad por todas las edades.
Porque dije: ”Tu misericordia es un edificio eterno,
Más que el cielo has afianzado tu fidelidad.

                     Por esta Alianza de Dios, el rey David, el primero de todos los reyes de Israel, dirá siempre, que la misericordia del Señor nunca le retirará su favor,  que irá cumpliendo con fidelidad su promesa de salvación hasta alcanzar su plenitud en EL MESÍAS JESÚS, de su propio linaje: “Y Jacob engendró a José el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo”:

Sellé una alianza con mi elegido,
jurando a David, mi siervo:
“Te fundaré un linaje perpetuo,
edificaré tu trono para todas las edades”.

                    Israel está gozoso y agradecido, como pueblo, por ser objeto de la predilección y especial elección de su Dios, y, también se siente orgulloso, por la fuerza y protección que siempre recibe de Yahveh, a través de su Rey, signo de su presencia en medio del pueblo; lo que le mueve a pensar y decir que,  en la tierra, no hay otro Dios como el de Israel: 

Dichoso el pueblo que sabe aclamarte:
caminará, Oh Señor, a la luz de tu rostro;
tu nombre es su gozo cada día,
tu justicia es su orgullo.
                                   
                     Más, porque la elección y unción de David y su dinastía, serán incondicionadas, duraderas, debido a la fidelidad y lealtad del amor de Dios;  será el mismo Yahveh,  quien  actuará en la persona del Rey, con su fuerza protectora, su valor y su victoria; quedando introducido, de esta manera, en la esfera de lo divino, por lo que puede decir: “tú eres mi padre”, lo que, le posibilita, ser heredero:

Él me invocará: “Tú eres mi padre,
mi Dios, mi Roca salvadora”.
Le mantendré eternamente mi favor,
y mi alianza con él será estable.

                    Y, LA FIESTA DE LA NAVIDAD, que con gran gozo comenzamos a celebrar, es un testimonio tierno y conmovedor de cómo, La Alianza de Dios, renovada y sellada con David en una promesa de descendencia, es una ALIANZA ETERNA a favor, no sólo de Israel, sino, de  los hombres de todos los pueblo.

                    Porque, en Jesús, EL MESÍAS ESPERADO, que da  cumplimiento a  las profecías al visitarnos con su salvación, “el hijo de David”, la gran promesa consoladora de Dios a los hombres, se ha hecho realidad plena en beneficio de la humanidad entera, pero no de manera espontánea o casual, sino que, del árbol frondoso de generaciones y generaciones, sostenidas y alentadas por Yahveh en el anhelo y la esperanza, BROTA EL RETOÑO DE JESÚS, primogénito de una humanidad nueva; y que, por ser el autor de La Nueva y Eterna Alianza, inaugura  el tiempo de la vida, de la paz y de la gloria para todos:

                    “Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor, y se llevó a casa a su mujer. Y, sin que él hubiera tenido relaciones con ella, dio a luz un hijo, y él le puso por nombre Jesús”, “porque Él SALVARÁ A SU PUEBLO DE LOS PECADOS.                                   


                    Que, de verdad, sepamos cantar en el gozo inmenso de La Navidad, las maravillas y misericordias de Dios, contemplando, sobrecogidos y exultantes, su gloria, en la humanidad y pequeñez de Jesús, nuestro Rey y Salvador.

sábado, 23 de diciembre de 2017

Domingo IV de Adviento- B


DOMINGO IV DE ADVIENTO – B

LA MISERICORDIA Y LA FIDELIDAD DEL SEÑOR

Por M. Adelina Climent Cortés  O.P.


                    El salmista parece decirse: aunque pase lo que pase tendré fe en que, las promesas de Dios se cumplirán; y, esta convicción, hace brotar de su corazón un canto al amor fiel y leal de Dios:

Cantaré eternamente las misericordias del Señor
anunciaré tu fidelidad por todas las edades.
Porque dije: “Tu misericordia  es un edificio eterno,
más que el cielo has afianzado tu fidelidad”
.
Sellé una alianza con mi elegido,
jurando a David, mi siervo:
“Te fundaré un linaje perpetuo,
edificaré tu trono para todas las edades”.

                    Estamos ante los versos primeros del salmo 88, que, en la liturgia de La Eucaristía de este domingo, afianzan el mensaje de la primera lectura del libro segundo de Samuel, en la que se narra el oráculo del profeta Natán al rey David.

                     Son, también, la introducción del salmo y, recogen en síntesis, el tema único del poema: canto agradecido al amor y a la fidelidad de Dios en la creación, en la historia del pueblo, y, en la elección y alianza con David. Es un salmo mixto, extenso y recopilado a través de diferentes épocas. Es, también, el que cierra el tercer libro del salterio. Está compuesto por un himno, que es la parte más antigua, quizá del tiempo de la monarquía; por un oráculo mesiánico; y por una plegaria a favor del rey.

                    Los versos elegidos del salmo, destacan el oráculo mesiánico, de influencias deuteronómicas, y, expresan, que la monarquía es sagrada para el pueblo de Israel. El  orante hace, como una relectura a la luz del exílio y posexílio, época en la que ya no existe la monarquía y en la que, parece que Dios se olvida de la alianza y de las promesas hechas a su pueblo, ahora, precisamente, que se ve probado y necesita más su consuelo.

                    De esta lectura orada, brota en su corazón una esperanza firme en las promesas de Dios, y una seguridad confiada en que siempre se cumplirán, aunque parezca lo contrario, ya que, sus promesas, están por encima de los deseos propios y los de su pueblo. Esperanza, ésta, que llega a fortalecer su espíritu y la fe en el futuro histórico del pueblo.

                    Y, en un firme propósito de alabar constantemente la bondad y la misericordia del Señor, se dice que, sus promesas siempre le acompañarán, porque son tan estables y seguras como un edificio eterno y que, su fidelidad, está más afianzada que el cielo. Y, desde aquí, desde el cielo, es donde interviene el mismo Dios, haciendo un juramento a David, para sellar una alianza con él, al que llama “mi elegido” y, “mi siervo” diciéndole:
                                                            
“Te fundaré un linaje perpetuo,
edificaré tu trono para todas las edades”.

Él me invocará: Tú eres  mi Padre,
Mi Dios, mi Roca salvadora”.
Le mantendré eternamente mi favor,
Y mi alianza con él será estable”.

                                                               
                    Y, así como el que llama a Dios Padre, queda convertido en hijo suyo, de la misma manera pasa a ser, también, su heredero, en el que estarán, siempre, sus promesas y bendiciones.

                    También, La Virgen María, como el orante del poema, como “los pobres de Yahveh”, tenía el corazón y todo su ser abierto a las promesas de Dios, y, por eso mismo, pudo acogerlas con amor: “AQUÍ ESTA LA ESCLAVA DEL SEÑOR, HÁGASE EN MÍ SEGÚN TU PALABRA” y, de su “SÍ”, nació el Hijo de Dios, Jesús, que se hace EL EMMANUEL, EL DIOS CON NOSOTROS.


                    ¡Cuanta misericordia la de Dios! ¡Qué bondad tan grande y que sublime su fidelidad! Cantemos, si, cantemos con el salmista, con su mismo fervor y agradecimiento. ANHELEMOS LA VENIDA DE JESÚS EL SALVADO, el que ya está con nosotros, pero, al que siempre hay que descubrir y acoger más y mejor, hasta su venida definitiva en gloria y majestad, cuando dará cumplimiento total a las promesas de Dios, para toda la humanidad.

viernes, 15 de diciembre de 2017

domingo III de Adviento-B


DOMINGO III DE ADVIENTO - B



SE ALEGRA MI ESPÍRITU EN DIOS MI SALVADOR

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                    Expresión de alegría y regocijo la de MARÍA, en el canto del MAGNÍFICAT, cuando visita a su prima Isabel, con el fin de servirla y compartir juntas el gozo por los hijos que esperan, después de ser María alabada y bendecida por la anciana. Canto agradecido el de María, anunciador de la buena noticia de salvación que lleva en su corazón, fecundado por el Espíritu de Dios, al que,  en estos momentos alaba y bendice:

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios mi salvador;

                    El Magníficat, es un cántico profético y de acción de gracias, formado con citas y alusiones al Antiguo Testamento, sobre todo al “Canto de Ana”, la madre de Samuel, y, que, se reza como un salmo. Es, también, un fiel reflejo del mensaje de alegría  y de paz del profeta Isaías, que desbordando de gozo en el Señor, anuncia la feliz restauración de su pueblo, después del exilio de Babilonia.

                    Con el gozo de llevar en su seno al Hijo de Dios, y, con la alegría inmensa de sentirse, por su misericordia, LA MADRE DEL SALVADOR, María, en el Magníficat, expresa el anhelo y la esperanza de todo un pueblo hecha oración y lágrimas en los salmos, que ansía ser visitado por el que “HARÁ BROTAR LA JUSTICIA Y LOS HIMNOS ANTE TODOS LOS PUEBLOS”, proclamando, así, el tiempo de gracia y de misericordia. Y, también, expresa María, su propio agradecimiento al Señor:

 Porque ha mirado la humillación  de su esclava.

                    María, ha visto que Dios se ha fijado en la situación de humildad y pobreza en que vivía, y que, por eso mismo, el que lo puede todo, ha tenido a bien colmarla de sus bendiciones:

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el poderoso ha hecho obras grandes por mí
.
                    Efectivamente, Dios considera a María dichosa, precisamente por su pequeñez, pues desea que, la salvación fecunde y tome vida en el camino de la sencillez y de la humildad, en el que se ha encarnado su Hijo, el Verbo divino, el Mesías esperado; el que nacerá de sus propias entrañas y el que, con su amor y sufrimiento, realizará la redención del género humano y la iniciación del Reino de Dios, que, Él mismo, anunciará y llevará a feliz cumplimiento. Por eso sigue exclamando María:

Su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

                    Misericordia, que Dios quiere derramar, sobre todo,  en los más pobres y pequeños, escogidos con predilección para el Reino, y, ensalzados y llamados benditos, porque, en ellos, Dios hará realidad que todos los pueblos sean salvados:

A los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

                    Y, lo mismo ha hecho Dios con María. La ha colmado y ensalzado hasta llenarla de salvación y misericordia a favor de su pueblo, que vivía en la espera y de la esperanza. Por lo que, María, prosigue en alabanza agradecida a Dios, en nombre de los suyos:

Auxilia  a Israel su siervo,
acordándose de su misericordia.



                    Que, a ejemplo de María, los que admiramos su pequeñez y al mismo tiempo su excelsitud, podamos llenarnos de gozo en el Espíritu  y cantar alabanzas a Dios con su misma alegría, mientras esperamos AL SALVADOR. Y, como Ella, dejémosle nacer, con ternura y regocijo, en el corazón. Más, exultémos de gozo en Dios por EL ENMANUEL, EL DIOS CON NOSOTROS, con la plena seguridad de que, nos traerá la justicia y la paz, que colmará de bienes a los hambrientos, y que, a todos, nos concederá poder gozar de su Reino, de su gracia y de su amor.

domingo, 10 de diciembre de 2017

Domingo II de Adviento


DOMINGO II DE ADVIENTO - B

MUÉSTRANOS, SEÑOR, TU MISERICORDIA
Y DANOS TU SALVACIÓN

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.

                         Se nos anuncia LA CERCANÍA DE LA SALVACIÓN DE DIOS, y se nos dice que “SE REVELARÁ LA GLORIA DEL SEÑOR”. Esta Buena  Noticia, que lleva consigo gozo y  consuelo,  nos hace anhelar y desear  su presencia entre nosotros. Y  nuestra fe en su bondad,  nos mueve a una profunda oración que  nos hace clamar: “Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación” 

                         Con esta súplica, hemos iniciado el canto meditativo del salmo 84, con el fin de ensalzar a nuestro Dios, siempre fiel a sus promesas de salvación. Este  salmo, es un anuncio de paz dirigido a Israel, después de haber expiado su infidelidad a Yahveh en el destierro; y la paz que anuncia el profeta  al pueblo, es fruto del perdón y de la misericordia del Señor, que quiere consolar a los que nunca ha dejado de amar.

                         Y, es el salmista, el que recoge los sentimientos de Yahveh para con su pueblo, en forma de oráculo, y que transmite a la asamblea litúrgica, dentro de una     celebración cúltica:

Voy a escuchar lo que dice el Señor:
“Dios anuncia la paz
a su pueblo y a sus amigos”
La salvación está cerca de sus fieles
y la gloria habitará en nuestra tierra.
         
                        Este oráculo de paz y de bienestar espiritual será posible para Israel,  porque, de nuevo, la gloria de Dios habitará entre ellos y residirá en Sión, en el templo de todos. Y,   la misericordia, la justicia, la fidelidad y el amor, atributos derivados de la bondad divina, y  que lleva consigo LA SALVACIÓN, estarán también entre nosotros y lograrán la felicidad de todos los vivientes. Y, hasta  la tierra  florecerá y dará sus frutos, como signo visible de la unidad, la concordia y el buen entendimiento que reinará entre cielo y tierra:

La misericordia y la fidelidad se encuentran,
 la justicia y la paz se besan;
la fidelidad brota de la tierra
y la justicia mira desde el cielo.

El Señor nos dará la lluvia,
y nuestra tierra dará su fruto.
La justicia marcha ante él,
la salvación seguirá sus pasos.

                    De nuevo, está el Señor para llegar, como triunfo definitivo de su misericordia; y, también, cuando “las nubes lluevan al justo”, entonces “nuestra tierra dará su fruto”
                
                     Más, lo que fue solo promesa hasta ahora, se ha hecho realidad en Cristo Jesús, el Hijo de Dios, nacido de María Virgen en un pobre y humilde  pesebre de Belén, y, cuya venida, en carne mortal, nosotros celebraremos con gozo. Porque, la gloria de Dios, y esta vez en plenitud, ha venido a nuestra tierra, ha   acampado entre nosotros, y  nos ha llenado de su paz; y con la paz, nos ha traído su amor, su justicia, su verdad y su consuelo:

                    Decía Juan el Bautista, su precursor: “Yo os bautizo con agua, pero Él os bautizará con ESPÍRITU SANTO”


                      Es LA GLORIA DE DIOS que todos hemos de acoger, hacer nuestra, y conservarla siempre. Gloria, que hemos de  dar a conocer a los demás, para que todos podamos salir de la esclavitud del pecado en que vivimos y gozar de la libertad plena de los hijos de Dios, hasta que acontezca su venida definitiva y acabada,  la del HIJO DEL HOMBRE, en gloria y majestad, y nos introduzca, para siempre, en la mansión eterna, en el reino y la gloria de nuestro Padre Dios.

miércoles, 6 de diciembre de 2017

Inmaculada Concepción


LA  INMACULADA  CONCEPCIÓN

 DIOS  EN  MARÍA  HA  HECHO  MARAVILLAS

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.

                                   
                   Es la fiesta entrañable de MARÍA en su INMACULADA CONCEPCIÓN, predestinada por Dios desde la eternidad a ser MADRE DEL  REDENTOR, logrando dejar abierto, de este modo, un camino de esperanza y optimismo  a la creación entera, que vive, deseosa y anhelante, la venida gloriosa del Salvador.
.
                   Verdaderamente, DIOS  SE HA COMPLACIDO EN MARÍA obrando en ella maravillas, y llenándola de su Gracia, es decir, enriqueciéndola de sí mismo y embelleciéndola con  virtudes y prerrogativas,  para hacerla digna  Madre de su Hijo Jesús, dando comienzo así,  la salvación prometida a toda la humanidad. Y, por esta tan grandiosa generosidad de Dios, que se ha complacido en “elegir” y exaltar de este modo a María, una criatura de nuestra raza y condición, y, porque, también lo hará con cada uno de nosotros, hijos suyos por su propia iniciativa, le damos gracias y alabamos  su nombre, cantando el salmo 97:

Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas.
          
                    En María, el poder y la victoria de Dios alcanzan su culmen y esplendor. La fiesta de LA  INMACULADA  CONCEPCIÓN, desborda en todos los mortales júbilo, alegría y gozo, y es, fuente de fuerza y esperanza en la lucha contra el pecado y el mal. En María, el sol de justicia que nos trae la salvación, Jesucristo nuestro Señor, irrumpe, como un glorioso amanecer e ilumina una creación nueva, la del Reino de Dios:
           
Su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo.

                    Gracias a le generosidad de Dios con María y con toda la humanidad, y al  deseo del  pueblo ferviente, el ocho de Diciembre de 1854, pudo ser declarado dogma de fe, que, María, La Madre de Jesús, fue llena de gracia ya desde el primer momento de su existencia y concebida sin pecado, en vista a los méritos de su hijo Jesús, el Salvador.

El Señor da a conocer su victoria;
revela a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel.

                    Y, del gozo de haber sido salvados por Dios, participa, también, toda la creación  que, gozosa, contempla y aclama a su creador en alabanza de su gloria; por lo que, también, hace fiesta a MARÍA  INMACULADA, LA  MADRE  DEL REDENTOR, y la primera redimida de la humanidad, la que, con humildad, proclama agradecida la grandeza del Señor, en el Magníficat, y lo ensalza porque “su misericordia  llega a todos sus fieles de generación en generación”:

Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.
 Aclamad al Señor tierra entera,
gritad, vitoread, tocad.

                    Pero, la festividad de LA INMACULADA  CONCEPCIÓN, además de darnos alegría, paz. y optimismo, ha de despertar en todos nosotros, en todos los cristianos, un gran amor filial hacia ella, LA  SEÑORA, y deseos de imitar sus virtudes; sobre todo, su humildad, al sentirse “ESCLAVA  DEL  SEÑOR”, su agradecimiento, que le hizo decir: “SE  ALEGRA  MI  ESPÍRITU  EN DIOS MI SALVADOR” y más aun, su firme disponibilidad a los planes salvadores del Señor: “HÁGASE EN  MÍ SEGÚN  TU  PALABRA” y, su honda fe receptiva, al acoger LA PALABRA en sus entrañas, para ofrecerla al mundo.


                    Y, porque, también nosotros hemos sido “elegidos” desde la eternidad, para ser hijos de Dios, tenemos que responder, generosamente, a las llamadas que el Señor nos hace constantemente, con el fin, de ir venciendo el pecado y el mal de nuestro mundo, de manera que pueda surgir la verdadera fraternidad entre los hombres de todos los pueblos, lo que, sólo conseguiremos si, COMO MARÍA, SABEMOS HACER NACER A JESÚS,  EN  NOSOTROS,  PARA  OFRECERLO  A  LOS  DEMÁS.

sábado, 2 de diciembre de 2017

Domingo I de Adviento


DOMINGO I DE ADVIENTO - B
   
QUE BRILLE TU ROSTRO Y NOS SALVE

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                    “Señor Dios Nuestro, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve”. Así canta el estribillo que introducía el coro, cuando la asamblea rezaba el salmo 79, que, hoy, en La Eucaristía dominical, acompaña la lectura de Isaías, siendo, como el eco de la misma.

                    Descansa el anhelo de Dios, cuando su rostro iluminado llena de claridad nuestro corazón, purificando todo nuestro ser, y, de igual modo,  llenando de luz nuestras sendas y  transformando nuestro mundo necesitado de conversión. Porque, LA LUZ DE DIOS, es como su gracia, que nos va gratificando hasta llenarnos de su misma vida. También, es, como su bendición, que nos hace participar de su bondad, dándonos plena seguridad de que está con nosotros alumbrando nuestro vivir, fortaleciendo nuestra esperanza, saciando nuestro amor.

                    El poema, de Asaf, es uno de los salmos comunitarios y de lamentación, quizá de la época de Josías  (S.VII a. C) Comienza invocando al Dios, que considera su Pastor y Guía, con la seguridad de ser parte de su rebaño, el pueblo que conduce siempre hacia su destino, la tierra prometida, y al que, en todo momento, cuida con dedicación y cariño inmenso. También es invocado Dios, en su inmenso poder y grandeza,  siempre rodeado de gloria y majestad:

Pastor de Israel, escucha,
tú que te sientas sobre querubines, resplandece.
Despierta tu poder y ven a salvarnos.

                    El pueblo de Israel pide la escucha de Dios, porque quiere exponerle, desde un espíritu de conversión y una esperanza de dolor, sus problemas y sentimientos de culpabilidad debidos a sus infidelidades y pecados; exigiéndole, además y  a la vez, su  benevolencia, ya que, de ello depende su misma honra, la de su Dios Yahveh, y la salvación de los que son su pueblo y rebaño:

Señor, Dios nuestro, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve.

                    De nuevo, el orante del poema insiste diciendo, que Dios es invocado por Israel, su pueblo. Cómo queriendo hacerle ver, que, si es Rey del universo y, por lo tanto, todopoderoso, y dueño y labrador de la viña que Él mismo ha plantado como heredad suya, no puede dejarla abandonada, sin su protección y cuidados, de manera que pueda ser  destrozada su plantación por los animales y asaltada por los paganos, los pueblos vecinos... Alegando, además, que si Él mismo, la sacó de Egipto y la trasplantó en su tierra, ¿cómo, pues, no va a protegerla ahora, sabiendo como sabe, que se encuentra siempre necesitada de su salvación?...

Dios de los ejércitos, vuélvete:
mira desde el cielo, fíjate,
ven a visitar tu viña,
la cepa que tu diestra plantó
y que tú hiciste vigorosa.

                    Lamentación dolorosa ésta, por parte de Israel;  pero al mismo tiempo oración llena de fe y  esperanza en Yahveh, el Dios de las promesas, que nunca ha dejado de socorrerles. Y, también, el salmista, recuerda a su Dios, Yahveh, que, si desea ser invocado y reconocido en su gloria, por sus fieles, tendrá que cambiar en su manera de actuar, pues solo así, podrán alabarle por siempre jamás.

Que tu mano proteja  a tu escogido,
al hombre que tú fortaleciste.
No nos alejaremos de ti;
danos vida, para que invoquemos tu nombre

                    En JESÚS es, donde los cristianos hemos de ver brillar el rostro de Dios, nuestro. Padre. Lo que se hizo posible con su muerte de cruz y su gloriosa Resurrección. También es, Cristo Jesús, el único que ha visto al Padre cara a cara,  por lo que pudo exclamar: “Yo soy La Luz del mundo, el que me sigue no camina en las tinieblas sino que tendrá la luz de la vida”. Y Jesucristo, el Hijo de Dios, ahora glorioso en el cielo, es el que sigue iluminando nuestra Historia, y el que va llenando, de claridad, todo el cosmos.

                    Y, también, es CRISTO JESÚS, EL QUE ESPERAMOS EN LA LITURGIA DE ESTOS DÍAS DE ADVIENTO, la que nos prepara, para celebrar, con alegría, su nacimiento de SANTA MARÍA VIRGEN. Le estamos esperando también, con entusiasmo y amor, para agradecerle su constante venida, a todos y a cada uno de nosotros, y para recordar que, también, todos, hemos de vivir en la espera atenta a su última venida, como nos lo recuerda en el evangelio: “LO QUE OS DIGO A VOSOTROS, LO DIGO A TODOS: ¡VELAD! Venida que será en gloria y majestad, en la que quedaremos incorporados a Él definitivamente.