viernes, 30 de noviembre de 2018

Domingo I de Adviento-C


DOMINGO I DE ADVIENTO - C

A TI, SEÑOR, LEVANTO MI ALMA

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.

                        Como un anuncio de esperanza, se nos dice que el SEÑOR VIENE Y NOS SALVARÁ. Y, si nuestro Salvador está para venir y es seguro que llegará,  hemos de esperarle  con el gozo y entusiasmo debidos, actitud que requiere una atención constante, y un  vivir despierto, en alerta  vigilancia,  con  deseos de incorporarnos plenamente a su vida y  amor.

                       Esta espera del Señor, este estar vigilantes y mantenernos en pie ante EL HIJO DEL HOMBRE, que despierta deseos de búsqueda y cercanía, que aviva la fe y mueve a una sincera conversión, es ya, una  anticipación de LA SALVACIÓN. También es, lo que pedimos al Señor con el salmo 24:

A Ti, Señor, levanto mi alma
         
                       Estamos ante un salmo de “súplica y confianza” y también de “tono sapienzal” en el que, el salmista, un anciano enfermo, solo y afligido, y que, además, es acosado por sus enemigos,  reflexiona sobre los caminos del Señor, que siempre son expresión de su voluntad y están llenos de ternura y misericordia:      

Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas,
haz que camine con lealtad,
enséñame, porque tú eres mi Dios y salvador.

                         Con sentimientos de humilde conversión y sincera confianza, el salmista sabe que, Yahveh, en su bondad y rectitud, acoge siempre con amor a sus “pobres”, a los fieles que acuden a Él en sus sufrimientos y temores, buscando su salvación:

El Señor es bueno y recto,
y enseña el camino a los pecadores;
hace caminar a los humildes con rectitud,
enseña su camino a los humildes.

                      Instruido en la voluntad de Yahveh,  el salmista, ya renovado,  se plantea la vida según la ley, con la seguridad de que, el Señor, fiel y leal a su compromiso de proteger a los suyos, se confiara a él y le seguirá instruyendo en el fiel cumplimiento de la alianza:                        
                   
Las sendas del Señor son misericordia y lealtad
para los que guardan su alianza y sus mandatos.
El Señor se confía con sus fieles
y les da a conocer su alianza.


                   A nosotros, se nos manifiesta la voluntad de Dios a través de su Hijo, Cristo Jesús; camino que nos conduce a la verdad y nos va introduciendo en la vida plena del Padre. Salvación que no es solo para sus seguidores, sino que está abierta a toda la humanidad,  sedienta siempre de  auténtica felicidad, la que está en Dios y en  su amor, pero que, quizá, la busca donde no se puede encontrar.

                   Y, la esperanza a la que estamos llamados nunca defrauda. Es una esperanza activa, y  como tal,  ha de llevarnos a realizar obras de bondad y de amor, que muevan a una renovación eficaz y constante, como podría ser, por ejemplo, vivir un compromiso serio por un mundo mejor y más seguro, donde pueda surgir la justicia y reinar la paz, donde se logre vivir en solidaridad y fraternidad y donde haya desarrollo y prosperidad para todos.        


                  Esperanza salvadora, que se hizo realidad en JESUCRISTO, NACIDO DE MARÍA VIRGEN, para liberar al mundo del pecado con su REDENCIÓN. Salvación que nace en nosotros constantemente, siempre que, con nuestro ejemplo y entrega, somos motivo de esperanza para los demás y trabajamos para que la humanidad entera la desee y busque  EL REINADO DE DIOS,  que se implantará definitivamente con el retorno glorioso de Cristo Jesús, el que, con su venida, pondrá fin a La Historia del mundo y nos introducirá para siempre en su gloria y en la de Dios, nuestro Padre.

viernes, 23 de noviembre de 2018

Jesucristo Rey del Universo- ciclo B


DOMINGO XXXIV. T. ORDINARIO
CRISTO REY - B

EL SEÑOR REINA, VESTIDO DE MAJESTAD


Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                  Festejamos y celebramos a JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO y SEÑOR DE LOS PUEBLOS Y DE LA HISTORIA por siglos sin fin; al que “se le  dio poder, honor y reino; y todos los pueblos, naciones y lenguas le servirán”.
    
                  Los que pertenecemos a su REINO, que es distinto al reinado de los demás reyes, porque no es político ni de este mundo, sino, que es un Reino “de verdad y de vida, de santidad y de gracia, de justicia, de amor y de paz”,  le aclamamos y  alabamos con el salmo 92.

                  Este salmo, pertenece al grupo de los salmos “litúrgicos” y tiene  características de himno en su núcleo primitivo, también está considerado, como uno de los salmos que se rezaban en la “entronización” real de Yahveh como Dios y Señor de Israel, rito que copiaron los israelitas de los pueblos paganos vecinos y lo sacralizaron. Comienza con un grito victorioso de júbilo y  reconocimiento:
                                                                                                                                                      
El Señor reina, vestido de majestad,
el Señor, vestido y ceñido de poder.
                 
                  Israel, que, llevado de su fe,  ha visto siempre en Yahveh  al Rey Eterno, capaz de gobernar a  los pueblos con equidad y  firmeza  por su  fuerza y poderío, lo entroniza cada año en su Templo, donde le ofrece el culto de alabanza debido, sabedor de que, éste, su Dios,  siempre le protege y salva de toda amenaza y opresión:

Así está firme el orbe y no vacila.
Tu trono está firme desde siempre,
y tú eres eterno.
                  
                  Pues, Yahveh, en su trascendencia, está por encima del cosmos, al que   gobierna y sostiene dentro de un orden justo,  con la eficacia creadora de su Palabra, expresión de su voluntad y sabiduría. Y, más aun, se desborda en el hombre, al que da firmeza y seguridad... Trascendencia, la de Yahveh, que, en su morada, donde se asienta su trono y  su gloria, se manifiesta en La  Santidad de su Nombre y en la oración de los fieles, para su adorno  y embellecimiento:
                                    
           Tus mandatos son fieles y seguros,
la santidad es el adorno de tu casa,
Señor, por días sin término
                             

                En el Nuevo Testamento el reinado de Dios se manifiesta en Cristo Jesús, Palabra eterna del Padre y Señor de todo lo creado. Él, mismo,  lo afirmó cuando dijo a Pilato: -“Tú lo has dicho, YO SOY REY”. Pero su reinado no es poderoso, como el de un rey político, sino, que, Cristo Jesús, nos rige desde la humildad, el servicio, y el amor, pues, su corona fue de espinas y su cetro la cruz,  con  la que nos liberó y salvó. Además,  su única  pretensión fue “SER TESTIGO DE LA VERDAD”, la que dejó plasmada en el evangelio, como Buena Noticia para la humanidad.         

                 Y, nosotros, los seguidores de Jesús, el Señor y el “Príncipe de La Paz”, también  estamos destinados a ser “un pueblo de reyes y de sacerdotes” con el fin de hacer realidad en nuestro mundo, la verdad que Él vivió con su entrega  amorosa, y que enseñó con su ejemplo, ya que “pasó haciendo el bien”.


                 Y vivir en La Verdad, es vivir en la búsqueda incansable de Dios, y en el  amor fraterno, estando  siempre atentos a las necesidades de los demás;  y, que, también lleva consigo el esfuerzo de construir la paz desde un vivir justo y santo,  contando, en todo momento, con  la gracia de Dios, que nunca puede fallar. Más, solo con estos valores, se podrá conseguir el mundo mejor, que ha de ser  transformado en  Reino de Dios, cuando todo quede recapitulado bajo el señorío de CRISTO JESÚS, REY Y SOBERANO DE LA GLORIA ETERNA.

sábado, 17 de noviembre de 2018

Domingo XXXIII del T.O. -B


DOMINGO XXXIII DEL T. ORDINARIO - B
  
PROTÉGEME, DIOS MÍO, QUE ME REFUGIO EN TI

Por Mª Adelina Climent Cortés O.P.
                              
                     Ante la importancia de LA DIMENSIÓN ESCATOLÓGICA DE LA FE CRISTIANA, se nos invita a vivirla desde una profunda  confianza en Dios, nuestro único bien, al que nada ni nadie  se le puede comparar, pues en todo momento de peligro nos auxilia si nos refugiamos en él. Así el profeta Daniel, en la primera lectura bíblica afirma:

“LOS SABIOS BRILLARÁN COMO EL FULGOR DEL FIRMAMENTO, Y LOS QUE ENSEÑARON A MUCHOS LA JUSTICIA, COMO LAS ESTRELLAS; POR TODA LA ETERNIDAD”.

                     Más, la bondad y lealtad de Dios con sus fieles, la  alabamos y cantamos con el salmo 15, profunda oración de “confianza individual” en Yahveh,  siempre fiel al compromiso de La Alianza, de proteger y cuidar a los suyos, cuando humildemente le invocan. Conocedor de esto, el salmista acude a Él buscando su apoyo  y ternura; y la delicia  que experimenta en el encuentro, la proclama con gozo agradecido:

El Señor es el lote de mi heredad y mi copa,
mi suerte está en tu mano.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré.

                    En el diálogo de amistosa intimidad entre Yahveh y el salmista, éste llega a creer que el Señor le llenará siempre de sus bienes y hasta de su propia vida, apartando de él todo mal y hasta la misma muerte:

Por eso se me alegra el corazón,
y mi carne descansa serena:
Porque no me entregarás a la muerte
ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.
                             
                    Gozar del “camino de la vida”, sentir su cercanía, y experimentar siempre su presencia y salvación, es lo que sinceramente desea el salmista de Yahveh, al que considera “su único bien”:

Me enseñarás el camino de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha.

  
                    Este salmo lo debemos rezar,  los cristianos, todos los seguidores de Cristo Jesús, con plenitud de sentido, pues en él se hizo plena realidad, ya que el Padre Dios, no permitió que experimentara la corrupción: “Dios resucitó a Jesús rompiendo las ataduras de la muerte” para sentarlo a su derecha. Y  su Resurrección Gloriosa, su gran victoria, inunda nuestra vida de una ESPERANZA SEGURA, que nos hace presentir, que aún en medio de situaciones difíciles y dolorosas, Dios nos  promete su salvación, siempre que, viviendo su misma vida de entrega y de amor, nos mantengamos firmes a su EVANGELIO:
      
                    mantengamos Que, ante su última venida nos recuerda: "Entonces verán venir al HIJO  DEL  HOMBRE  CON  GRAN  PODER  Y  MAJESTAD,  enviará a los ángeles para reunir a los elegidos de los cuatro vientos del extremo de la tierra al extremo del cielo"      

                    “El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán. El día y la hora nadie lo sabe, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, solo el Padre”.     


                    Mas, vivir la vida de Cristo Jesús es vivir en clave de inmortalidad, que equivale a decir, vivir en  la vida nueva que surge de su Resurrección Gloriosa y que su Espíritu la va haciendo realidad en cada uno de nosotros al ir transformándonos en verdaderos hijos de Dios, herederos de su gloria, y por lo tanto, llamados a vivir siempre con Cristo Jesús, Vida y Resurrección nuestra,  saciándonos  de gozo en la amorosa presencia de nuestro Padre Dios, en el Reino de la eternidad.

sábado, 10 de noviembre de 2018

Domingo XXXII del T. O. -B


DOMINGO XXXII DEL T. ORDINARIO - B

ALABA, ALMA MÍA, AL SEÑOR

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                       Nos encontramos ante una oración sálmica, que ensalza y describe la bondad salvadora de Dios, siempre fiel y atento con los que, sincera y confiadamente, le invocan y, de manera especial, con los que sufren la pobreza y la marginación:
.
                       En la primera lectura bíblica de La Misa vemos como protege a la viuda pobre,  que recogía leña para cocer un pan con la poca harina y aceite que le quedaba, comer ella y su hijo y después morir. Más, el profeta Elías le pidió agua y un trocito de pan, insistiendo, a la vez, que se lo trajera antes a él, y que, después, lo haría para ella y su hijo. “Ella se fue, hizo lo que le había dicho Elías y comieron los tres, pero: NI LA ORZA DE HARINA SE VACIÓ, NI LA ALCUZA DE ACEITE SE AGOTÓ, como lo había dicho Dios, por boca del profeta”.

                     Y, la oración que alaba y ensalza esta bondad del Señor, es el salmo 145. Pertenece al grupo de los “aleluyáticos”, los cinco últimos del salterio. Tiene características de himno, y también de “salmo didáctico” y su origen es del tiempo posterior al exílio.

                     El orante, se invita así mismo a alabar y bendecir a Yahveh como Rey y Creador del universo, pero, también, por ser el  Dios cercano y compasivo con los más sencillos y humildes. Y, a continuación,  expone los motivos que le mueven a esta alabanza agradecida:

Alaba, alma mía, al Señor:
Que mantiene su fidelidad perpetuamente,
que hace justicia a los oprimidos,
que da pan a los hambrientos.

                    Yahveh, es un Dios que reina con justicia y equidad, pero, que nunca se complace en su grandeza y poderío, sino, que, vive y sufre, con los que se lo pasan mal, y se dedica a  auxiliarlos con su misericordia, que siempre le acompaña, llenándolo todo de amor:

El Señor liberta a los cautivos.
El Señor abre los ojos al ciego,
el Señor endereza a los que ya se doblan,
el Señor ama a los justos,
el Señor guarda a los peregrinos.

El Señor sustenta al huérfano y a la viuda
y trastorna el camino de los malvados.

                    Y, este reinado, del Dios Yahveh, tan diferente al de los demás reyes, en la manera de ejercer el poder desde Sión, será duradero y para siempre. Y, precisamente, por esta cercanía y seguridad que ofrece a sus fieles, es digno de todo reconocimiento y de ser ensalzado y alabado por todos y en todo momento:

El Señor reina eternamente,
tu Dios, Sión, de edad en edad.


                  Nosotros, los cristianos, alabamos y bendecimos a Dios, porque, su fidelidad y misericordia, se nos han manifestado plenamente en su hijo Jesucristo, el que hizo de su vida una entrega de servicio y amor a todos los hombres; pero, con predilección, a los más afligidos y menesterosos, hasta llegar a proclamarlos dichosos y herederos del Reino de los cielos, dándonos a entender así, que, en esto consiste precisamente, La Buena Nueva que Él vivió y proclamó:

                    En la lectura evangélica, al ver que una viuda pobre  echaba dos reales en el cepillo del templo, dijo a los discípulos: -“Os aseguro que esta pobre viuda ha echado en el cepillo más que nadie. Porque, los demás, han echado de lo que les sobra, pero esta, que pasa necesidad, HA ECHADO TODO LO QUE TENÍA PARA VIVIR”

                    Y, esta misma vida de entrega y donación de Cristo Jesús hasta su muerte en Cruz,  es la que tiene  que vivir, en pobreza, cada uno de sus seguidores. Es una vida que exige valentía y constante conversión, pero, que es eficaz y salvadora, como fue la de Él, por ser la única que puede transformar el mundo haciéndolo más humano y cordial.

                    Vida y entrega, que consiste en vivir la solidaridad con todos, en el saber compartir lo que tenemos, en el servicio y la gratuidad, la justicia y la paz; es decir, en los valores que hizo suyos Cristo Jesús y que hacen visible el Reino, la vida en plenitud que viviremos en el Cielo.


viernes, 2 de noviembre de 2018

Domingo XXXI del T. O. -B


DOMINGO XXXI DEL T. ORDINARIO – B


YO TE AMO, SEÑOR, TU ERES MI FORTALEZA


Por Mª Adelina Climent Cortés  O P.

                    Nuestro Dios y Señor, con su poder, es quien dirige y orienta la vida de todos sus Hijos hacia la plenitud del amor y nos fortalece en el camino difícil y costoso que conduce  a él. Quiere que  vivamos centrados en lo esencial de su existencia: DIOS ES AMOR, y, también de la nuestra,  pues hemos sido hechos a su imagen y semejanza.

                    Agradecidos a su voluntad, y porque nos ayuda a realizarla, le alabamos y bendecimos cantando el salmo 17. Poema, que, en su posterior redacción y uso litúrgico, podría ser  de la época del preexilio. Es un salmo de acción de gracias al Dios que nos ama, y, porque nos ama y protege, merece todo nuestro amor y atención.

                    El orante, con entusiasmo y emoción, va declarando a Dios  su amor, que, por ser tan grande, no lo puede contener su alma, para decirle, que, el amor que le profesa es lo más valioso que posee, lo que mejor le puede ofrecer, pues todo él, está amasado de ternura, agradecimiento, admiración, dulzura y pasión:   

Yo te amo, Señor, tú eres mi fortaleza,
Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador.

                    El salmista, impulsado y agradecido por este amor, sigue piropeando a su Dios Yahveh, atribuyéndole los títulos honoríficos más estimados en su pueblo y  cultura. Todo le parece poco para ensalzar su divinidad, pues, está seguro que fue Él quien lo libró porque le amaba, del peligro de muerte que le amenazaba:

Dios mío, peña mía, refugio mío, escudo mío,
mi fuerza salvadora, mi baluarte.
Invoco al Señor de mi alabanza
y quedo libre de mis enemigos.

                    De nuevo, un grito de júbilo y alegría,  brota de los labios del salmista, fruto de la fidelidad a su Dios. Es una oración que desata la ternura de su  incomprensible amor hacia ÉL. Todo un desahogo del corazón que ama con pasión al que le ha salvado y liberado, solo por su gran amor.

                    Y, el último verso de los escogidos para la celebración dominical, indica que el fiel y agradecido orante que ama tanto  a Yahveh,  desde el inicio del salmo  es el Rey. Pero lo importante y lo  más admirable, de este personaje regio, es su humilde piedad y su desbordante agradecimiento:

Viva el Señor, bendita sea mi Roca,
sea ensalzado mi Dios y Salvador.
Tu  diste gran victoria a tu rey,
tuviste misericordia de tu Ungido.

                    En sintonía con el salmo, que define el amor como EL CENTRO DE NUESTRA EXIXTENCIA, la lectura bíblica del Deuteronomio nos dice:

                    “Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios es solamente uno. AMARÁS AL SEÑOR, TU DIOS CON TODO EL CORAZÓN, CON TODA EL ALMA, CON TODAS LAS FUERZAS” Y También: “Las palabras que hoy te digo quedarán en tu memoria; se las repetirás a tus hijos y hablarás de ellas estando en casa y yendo de camino, acostado y levantado”

                    Y, en el Evangelio, cuando un letrado, asombrado ante la sabiduría y las enseñanzas de Jesús, le pregunta: ¿Qué mandamiento es el primero de todos?, le responde:

                    “El primero es: ‘Escucha, Israel: el Señor, nuestro Dios, es el único Señor, AMARÁS AL SEÑOR TU DIOS CON TODO EL CORAZÓN, CON TODA EL ALMA, CON TODA TU MENTE, CON TODO TU SER“. El segundo es este: ‘AMARÁS A TU PRÓJIMO COMO A TI MISMO’ No hay mandamiento mayor que estos”   

                    “Y, si alaba el letrado la respuesta de Jesús; viendo éste, el Maestro, que había respondido sensatamente, le dice: “No estás lejos del Reino de Dios”


                    Pero vivir en el Amor y para el Amor, no es cosa fácil; por eso, el camino para conseguirlo es el del seguimiento de Cristo Jesús. Su ejemplo ha de arrastrarnos a vivir como Él vivió, amado al Padre y amándonos a todos nosotros, hasta morir y resucitar por nuestra salvación. Y con este fin se nos da, también, en La Eucaristía como alimento sabroso que nos fortalece y nos va asemejando a Él hasta que consigamos ser uno con  Él y con el Padre en el AMOR INMENSO del Espíritu Santo. 

jueves, 1 de noviembre de 2018

Conmemoración de los fieles difuntos


CONMEMORACIÓN DE LOS FIELES DIFUNTOS 

EL SEÑOR ES MI PASTOR, NADA ME FALTA

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                    Con gesto de amor y generosidad dice Dios, por boca del profeta Jeremías: “Yo mismo reuniré al resto de mis ovejas...” convirtiéndose, así, en el PASTOR BUENO y leal de Israel y de todos los que le buscan, a los que siempre manifiesta su ternura y su amor, mientras los conduce a LA VIDA Y FELICIDAD ETERNAS.

                    El salmo 22, desde el sentido de La Alianza Yahveh-Israel, nos habla de este PASTOR BUENO, diferente a los demás pastores, porque solo busca el bien de sus ovejas. También nos invita el salmo, a proclamar nuestra total confianza  en el Dios, que siempre nos acompaña con solicitud, sabiduría y poder.

                     Este poema, tan amoroso, tan conocido y estimado por todos y que, tanto invita a la piedad, también nos inunda de consuelo y de sentimientos de acción de gracias. Con Dios lo tenemos todo y nada nos falta: nos instruye con su palabra, nos restablece y sana, nos tranquiliza y sosiega con su cernía:

El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas.

                    Dios, goza, acompañando nuestra vida por senderos de justicia, de paz y de amor; es decir, por caminos de rectitud, que son sus caminos de salvación:

Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.

                    Si nos atemoriza la soledad, el pecado, o incluso la muerte, sabemos que “su compasión no se acaba, antes bien se renueva cada mañana”:

Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan.

                    Y, es tanta la solicitud de Dios que, además de PASTOR, se nos muestra como hospedero, pues, nos acoge y alimenta, nos colma de atenciones, y hasta nos trata con distinción y exquisitez:

Preparas una mesa ante mí
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa.

                    Versos, estos, que anuncian el BANQUETE EUCARÍSTICO DE JESÚS, celebrado antes de su muerte y resurrección, en el que se nos da como comida y bebida, manifestándonos así la bondad de Dios Padre, que nos ama hasta el extremo y que, con la fuerza de este alimento, nos va conduciendo a su misma gloria:

Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida.
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término.


                    Para los cristianos, JESÚS es nuestro BUEN PASTOR y, su ESPÍRITU, nos va conduciendo, con amable solicitud, a La Casa del Padre, donde, resucitado, mora con Él, esperando la llegada de todos nosotros, sus seguidores.

                    Jesús, antes de despedirse de los suyos y subir al cielo, nos dijo: “YO SOY LA RESURRECCIÓN Y LA VIDA: el que cree en mí, aunque haya muerto vivirá”.


                    Por eso, rezar hoy este salmo, en la conmemoración de los fieles difuntos, nos llena de esperanza, consuelo y júbilo, ya que, podemos decir con toda seguridad y confianza: “habitaré en la casa del Señor por años sin término”, participando en el banquete definitivo del REINO DE DIOS PADRE.