viernes, 30 de junio de 2017

San Pedro y San Pablo


SOLEMNIDAD DE SAN PEDRO Y SAN PABLO

EL ÁNGEL DEL SEÑOR
LIBRA A LOS QUE TEMEN A DIOS

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P
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                  En la solemnidad de SAN PEDRO Y SAN PABLO, el salmo 33 recoge y expresa los sentimientos de alabanza y gratitud de los dos apóstoles.  Pablo dice: “El Señor me libró de la boca  del león”  y,  Pedro,   liberado  por el ángel del Señor mientras La Iglesia oraba por él, afirma: “El Señor ha  enviado a su ángel para librarme de las manos de Herodes y de la expectación de los judíos”

                  El salmo 33, es un  himno de alabanza y de acción de gracias, sentimientos que brotan del corazón de un orante desde su pobreza  y humildad, y que, en su sufrimiento y desamparo, pero llevado de una fe inquebrantable en la bondad de Yahveh, ha experimentado la liberación y la salvación.

Bendigo al Señor en todo momento
su  alabanza está siempre en mi boca
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren.

                 El salmista,  después de invitar a los sencillos, a los que son y piensan como él,  a escuchar y alegrarse en la alabanza al Señor, les persuade a que se unan  a esta adoración divina, ya que, Yahveh, atiende a cuantos le invocan, porque, es el Dios que siempre libera, sana y restablece.

Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor y me respondió,
me libró de todas mis ansias.
 
                  Pero,  no solo el Señor escucha y acoge al que le invoca, sino que, además,  alabarle y  contemplarle, es quedar radiantes ante él, repletos de luz y de hermosura, participar de su belleza  y de su vida, quedar divinizados:
                 
Contempladlo y quedaréis radiantes,
vuestro  rostro no se avergonzará.
Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha
y lo salva de sus angustias

                 Más, también, Yahveh,  envía a sus ángeles, mensajeros divinos, para que realicen su voluntad en favor de los hombres. Así de bueno y amable es el Señor con los que sinceramente le buscan:                       

El ángel del Señor acampa
en torno a sus fieles y los protege.
Gustad y ved que bueno es el Señor;
dichoso el que se acoge  a él.

                    Recordamos, también, en las lecturas bíblicas de esta celebración, la confesión sublime y admirable de Pedro: “TÚ ERES EL MESÏAS EL HIJO DE DIOS VIVO“, después de haber preguntado Jesús: - Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Y el testimonio valiente y sincero de Pablo confesando: “EL SEÑOR ME AYUDÓ Y ME DIO FUERZAS PARA ANUNCIAR ÍNTEGRO EL MENSAJE, DE MODO QUE LO OYERAN TODOS LOS GENTILES”.
           
                    También, Cristo Jesús, NUESTRO SEÑOR y ejemplo de vida  para todos los cristianos, en la angustia y soledad de Getsemaní, fue liberado por el PADRE, durante  una oración profunda y confiada en la que, quedó confortado con la presencia de un ángel del cielo. Así  pudo consumar su entrega hasta la muerte, fuente de salvación y de gloria para todos nosotros.


                     Y, de igual manera, todos nosotros, si de verdad sabemos acogernos al Señor, desde una fe profunda, sincera y amorosa, en las necesidades y  aprietos que siempre nos acechan,  tendremos la dicha de sabernos protegido y acogidos por Dios, nuestro Señor. Y gozaremos de la felicidad de reconocer y confesar  su bondad salvadora, que ha de movernos a una continua alabanza de contemplación y de acción de gracias en la que,  quedaremos radiantes, al participar de su misma vida y gloria.

sábado, 24 de junio de 2017

Domingo XII del T.O.-A


DOMINGO XII DEL T. ORDINARIO - A

QUE ME  ESCUCHE TU GRAN BONDAD, SEÑOR


Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.

                    Si somos de Dios porque nos ha creado, si le pertenecemos porque siempre nos ama, nos escucha, y quiere lo mejor para nosotros, podemos decir con seguridad, que Dios vive en solidaridad con cada uno de los seres  humanos, ya que, en todos los momentos de nuestra existencia, en los buenos y en los malos, pero, sobre  todo, en  los malos, nunca nos abandona, sino todo lo contrario: en toda ocasión nos acompaña con su amor y compasión y quiere nuestra salvación y felicidad.

                    Y, es tanta la predilección  de Dios por cada uno de los hombres, y  lo que se goza en querernos y ayudarnos, que, agradecidos a su bondad, nos disponemos a cantar y hacer nuestra la alegría de su salvación, con el salmo 68.

                    El poema, que fue escrito en la época del exilio y que tiene estructura de “lamemtación individual”, narra el sufrimiento de un justo que se siente pecador ante su Dios, y que, a la vez, es acosado, perseguido y amenazado cruelmente, por el hecho de intentar ser siempre fiel a Yahveh, buscando el camino que le conduce a Él:


Por ti he aguantado afrentas,
la vergüenza cubrió mi rostro.
Soy un extraño para mis hermanos.
un extranjero para los hijos de mi madre,
porque me devora el celo de tu templo,
y las afrentas con que te afrentan caen sobre mí.

                    Pero, por muy doloroso y cruel,  que,  para el salmista, es, experimentar el silencio de Dios orando en su presencia y, aunque, son  grandes e insolentes las acechanzas y afrentas que padece en todo momento por parte de sus enemigos; aún así, es mucho mayor y más  consistente, la confianza que tiene depositada en la liberación y salvación de Yahveh, su Dios, del que, con gratitud, puede cantar, alabar y bendecir siempre, su bondad y su gran fidelidad:                                     
:                          
                                                Pero mi oración se dirige a ti,
Dios mío, el día de tu favor;
que me escuche tu gran bondad,
que tu fidelidad me ayude.
Respóndeme, Señor, con la bondad de tu gracia;
por tu gran compasión vuélvete hacia mí.

                    Y, con la gozosa experiencia que  tiene el salmista, al haber sido defendido, liberado y salvado, por la generosa compasión y  misericordia de Yahveh, el Dios que nunca deja de asistir a los pobres y necesitados, y a todos los que con fe y amor le invocan, invita, con gozo, al universo entero, para que, se una a la plegaria de alabanza festiva, de bendición y de acción de gracias, que se hace en su honor:

Miradlo los humildes y alegraos,
buscad al Señor y vivirá vuestro corazón.
Que el Señor escucha a sus pobres,
no desprecia a sus cautivos.
Alábenlo el cielo y a tierra,
las aguas y cuanto bulle en ellas.

                    Pero, si alguien ha sido perseguido y calumniado como justo, y por haber hecho siempre la voluntad de Dios Padre con obediencia y amor, hasta el extremo de entregar voluntariamente su propia vida por sus enemigos, y, por la salvación de todos los hombres, es Jesucristo el Hijo unigénito de Dios Padre.

                    Salvándonos con su amor entregado, Jesucristo, encarna y representa la gran solidaridad de Dios con los hombres, manifestada a través de las grandes “alianzas” que ha querido establecer con la humanidad durante la historia de la salvación, pero, sobre todo, mediante la alianza definitiva que ha inaugurado en su Hijo Jesucristo. De esta manera, Dios, ha querido estar siempre con los hombres, saber y decirse, con gozo, que le pertenecemos, que somos suyos, y, asumir con gusto, la responsabilidad de habernos creado libres y autónomos.


                    Y, esta auténtica realidad nos ha de llevar a intensificar, más de lo que cabe, nuestra confianza en Él y, a saber, encomendarle nuestra causa, ya que, se goza, en reconocerse Padre de todos. Y, también, nos conducirá a no tener MIEDO A LOS QUE MATAN EL CUERPO, PERO NO PUEDEN MATAR EL ALMA.  Ni a ponernos de parte de Dios ante los hombres, porque, de esta manera, ÉL, SIEMPRE ESTARÁ ANTE LOS HOMBRES DE NUESTRA PARTE, y nos bendecirá en todo momento con su paz y su bondad.

viernes, 23 de junio de 2017

Natividad de Juan el Bautista


NATIVIDAD DE SAN JUAN BAUTISTA

TE DOY GRACIAS, SEÑOR,
PORQUE ME HAS ESCOGIDO PORTENTOSAMENTE

Por M. Adelina Climent Cortés  O. P

                    Dios, que en su onmisciencia lo conoce, lo abarca y lo penetra todo. El que,  con su presencia, está en todo lugar y tiempo, también da vida y sostiene a los hombres, a todos los seres humanos, a los que, nos mira,  sin cansarse, con cariño y amor, pues somos hechura suya, fruto de sus manos bondadosas y creadoras, y que, por estar inmersos en su Luz, sabe nuestro nombre y conoce todos nuestros pensamientos, palabras, deseos y acciones, de manera que, en Él “vivimos, nos movemos y somos”.

                    A este Dios, que con tanta bondad y desvelo nos ama, nos cuida y protege, le alabamos y ensalzamos cantando el salmo 138 –considerado como uno de los himnos más hermosos del Antiguo testamento- con el que, le manifestamos,  nuestra total gratitud y  pertenencia.

“Te doy gracias, Señor, porque me has escogido portentosamente”

                    Es lo mismo que confiesa el salmista, desde una fe honda y confiada en Yahveh, su Dios, al que reconoce  pertenecerle totalmente, pues, se sabe protegido por su amor desde el seno materno y amparado por su Espíritu, que le va conduciendo con paso firme y seguro, en  su vivir cotidiano: 

Señor, tú me sondeas y me conoces:
me conoces cuando me siento o me levanto,
de lejos penetras mis pensamientos;
distingues mi camino y mi descanso,
todas mis sendas te son familiares.

                    Pero, el salmista, no se cansa de dar gracias a Yahveh, su Dios, que, en su sabiduría, ha creado  todas sus obras y, de manera más sublime aún, a todas sus criaturas:

Tú has creado mis entrañas,
me has tejido en el seno materno,
porque son admirables tus obras.

                    Y, puesto que Yahveh, escoge y crea de manera tan admirable  y sobrecogedora a cada uno de los humanos, deduce el salmista, que, la protección de sus manos salvadoras no ha de faltarle nunca y que,  por su parte,   ha de corresponderle debidamente, es decir, viviendo sólo para Él, reconociendo que en todo momento le pertenece, y, trabajando para que, su causa, sea reconocida y estimada por los demás. 

Conocías hasta el fondo de mi alma,
no desconocías mis huesos.
Cuando, en lo oculto, me iba formando
y entretejiendo en lo profundo de la tierra.

                    Y, de manera parecida al salmista, cuenta, el profeta Isaías, su elección por parte de Dios: “Estaba yo en el vientre y el Señor me llamó en las entrañas maternas, y pronunció mi nombre” Para, después, añadir la llamada que le hizo: “Es poco que seas mi siervo: “Te hago luz de las naciones, para que, mi salvación, alcance hasta el confín de la tierra”.

                    También, por idénticos motivos, celebramos hoy, al más grande de los nacidos de mujer y, al mayor de los profetas, JUAN EL BAUTISTA, el que, fue elegido por Dios portentosamente, de manera que, su nacimiento, fue motivo de gozo y alegría, no solo para sus padres, sino también  para muchos,  puesto que, su misión, sería mostrar al CORDERO QUE QUITA EL PECADO DEL MUNDO.

                    Pero, no solo JUAN EL BAUTISTA y los profetas importantes dentro de la historia de la salvación, sino que, también, todo hombre: varón o hembra, hemos sido elegidos y formados por Dios, desde el seno materno, para ser hijos suyos y  vivir como tales. Y, por nuestra parte, de igual modo, hemos de corresponder a esta elección y llamada, con nuestro testimonio de vida, anunciando la luz de la salvación que ha despuntado en su Hijo Jesucristo, el Señor, con nuestra entrega y en su total seguimiento, de manera que, también, podamos cantar con gozoso entusiasmo y junto  con el salmista:


“TE DOY GRACIAS, SEÑOR, PORQUE ME HAS ESCOGIDO
PORTENTOSAMENTE Y PORQUE SON ADMIRABLES TUS OBRAS”.

jueves, 22 de junio de 2017

Sagrado corazón de Jesús


EL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS - A

LA MISERICORDIA DEL SEÑOR DURA SIEMPRE,
PARA LOS QUE CUMPLEN SUS MANDATOS.

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                    Dios es Amor y tiene CORAZÓN. Un corazón humano, de carne, y grande; lleno de misericordia y compasión para con todas sus criaturas... Su voluntad es volcarse hacia el ser humano, en generosa gratuidad, hasta enviar al mundo a su propio Hijo, Jesucristo, con el fin de rescatarle del pecado, y de la esclavitud en que vivía sumido.

                    Este amor misericordioso de Dios Padre, se nos muestra, en la solemnidad que celebramos hoy, en el CORAZÓN DE CRISTO JESÚS, su HIJO, repleto de  afecto divino, y, de ternura entrañable, para con toda la humanidad, la que desea transformar en su Reinado de Amor y de Paz.

                    A este Dios amantísimo, que nos muestra tanta bondad, hondura y generosidad, en su Hijo Cristo Jesús, le contemplamos, admirados y agradecidos, cantando el salmo 102. Hermoso poema, de los tiempos del posexílio, en el que, se bendice a Yahveh, se le da gracias, y se le celebra, por su gran amor y fidelidad hacia el hombre y todo lo creado:  

Bendice, alma mía, al Señor
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios.

                    Y, porque, Yahveh, el Señor, se enamoró apasionadamente de Israel, su pueblo, y lo eligió entre los demás, aún siendo el más pequeño de todos; será siempre, para todo israelita, el Dios fiel y leal a su Alianza de Amor pactada con su heredad, pues,  en su entrega incondicional, solo sabe  acoger, perdonar y salvar:                    

Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus enfermedades;
Él rescata tu vida de la fosa
y te colma de gracia y de ternura.

                    La justicia de Yahveh, porque es fruto de su gran amor, se convierte en misericordia y compasión para cuantos le invocan y confían en Él: el Dios de Israel, es un Dios clemente y misericordioso, un Dios, que, porque tiene corazón, es, siempre, el primero en amar, y, el que, olvida con prontitud,  toda ofensa e ingratitud:

El Señor hace justicia
y defiende a todos los oprimidos,
enseñó sus caminos a Moisés
y sus hazañas a los hijos de Israel.

                    La bondad de Yahveh, experimentada y orada por el salmista, hace que brote de sus labios, una de las alabanzas más sinceras, sublimes y bellas. Alabanza agradecida, que engendra confianza, consuelo y paz.
                                    
El Señor es compasivo y misericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia.
No nos trata como merecen nuestros pecados,
ni nos paga según nuestras culpas.

                    Pero, solo, desde la sencillez y la humildad, se nos puede revelar el amor inmenso de Dios en Cristo Jesús, hasta poder creer y vivir de este amor, en comunión de vida con Él y con los hermanos. Y, es el mismo Cristo Jesús el que nos dice, mostrándonos, desde La Cruz, su corazón herido, pero lleno de amor: “VENID A MÍ TODOS LOS QUE ESTÁIS CANSADOS Y AGOBIADOS Y, YO, OS ALIVIARÉ.   CARGAD CON MI YUGO Y APRENDED DE MÍ, QUE SOY MANSO Y HUMILDE DE CORAZÓN, Y ENCONTRARÉIS VUESTRO DESCANSO. PORQUE MI YUGO ES LLEVADERO Y MI CARGA LIGERA.


                     Y, desde esta dulce y sincera invitación de Jesús, nuestro principal quehacer, ha de ser amarle  como Él nos ama; con el corazón abierto, hasta poder amar a todos, cada vez más y mejor, es decir, sin límite alguno... También, vivir sinceramente agradecidos, por sentirnos tan queridos por Él. Agradecimiento que ha de llevarnos a  una constante adoración y alabanza a este, nuestro excelso y gran Señor: Misterio de Amor, de Unidad,  y de Comunión.

viernes, 16 de junio de 2017

Corpus Cristi


SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO - A

GLORIFICA AL SEÑOR, JERUSALÉN

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                    Glorificar, alabar, bendecir a Dios, en LA SOLEMNIDAD DEL CUERPO Y LA SANGRE DE CRISTO JESÚS, expresión de la gran misericordia que ha tenido para con nosotros, es lo que hace La Iglesia y todos los cristianos, en esta festividad tan gratificante y conmovedora, en la que, Jesús, se nos manifiesta en la sublime realidad  de SU CUERPO Y SANGRE, presente en el Pan y el Vino, que recibimos en La Eucaristía, como alimento para nuestra vida cristiana,  y en la que, permanece para siempre con nosotros,  en comunión de vida y de amor. ¡Gran Misterio de nuestra fe, este sacramento de la entrega amorosa del Señor Jesús y Memorial de su muerte y resurrección, que hoy adoramos  y glorificamos, con agradecimiento y reverencia, sobre el altar, y que, también, acompañamos silenciosamente en procesión, por nuestras calles, alfombradas y engalanadas de fiesta y color!

                    La gratitud a Dios Padre, por el gran don de su Hijo, Cristo Jesús, la cantamos en La Eucaristía de esta festiva solemnidad de SU CUERPO Y SANGRE, con el salmo 147. Es un himno de alabanza a Yahveh, el Dios siempre fiel y leal a La Alianza que pactó con su pueblo Israel,  en el que ha realizado obras maravillosas, como son, la reconstrucción de Jerusalén, la Ciudad Santa, y la restauración del culto, acontecimiento de sumo gozo para todo israelita:

Glorifica al Señor, Jerusalén;
alaba a tu Dios, Sión,
que ha reforzado los cerrojos de sus puertas
y ha bendecido a tus hijos dentro de ti.

                    Efectivamente, Yahveh, el Dios de La Alianza, se ha desbordado en dones para con su pueblo, escogido como heredad;  pero, sobre todo y de manera más notoria y visible, se ha derramado sobre La Ciudad Santa de Jerusalén, la capital que aglutina al pueblo como nación, y, en la que, todo israelita, se puede beneficiar de los dones  con los que ha sido obsequiada y enriquecida por Yahveh, como son:  la seguridad, la unidad y la paz, valores todos, que llevan consigo riqueza y bienestar, y que son, anuncio de bendición salvadora por parte del Señor:

Ha puesta paz en tus fronteras,
te sacia con flor de harina;
él envía su mensaje a la tierra
y su palabra corre veloz.

                    Este “himno de Sión” sigue pregonando y cantando las maravillas que, Dios, ha hecho en ella  al distinguirla, haciéndola depositaria de la ley y las promesas; y, este privilegio tan grande, que le ha otorgado el mismo Yahveh, despierta en todo  Israel,  motivos grandes de alabanza, de gozo, y de gratitud:

Anuncia su palabra a Jacob,
sus decretos y mandatos a Israel;
con ninguna nación obró así
ni les dio a conocer sus mandatos.

                    Y, si, Israel glorificó  a Yahveh, porque le alimentó con flor de harina cuando tuvo hambre, en su caminar por el desierto; y, si pudo, también, glorificarlo por la reconstrucción del culto; nosotros, los cristianos, hemos de glorificar y alabar a Dios, de manera más gozosa y plena,  si cabe, porque, como nunca hasta ahora en la historia, se nos había manifestado y revelado en su propio Hijo, Jesucristo y Señor Nuestro, que, con su RESURRECCIÓN TRIUNFANTE Y GLORIOSA, ha restaurado y salvado a toda la humanidad.

                      Esta SALVACIÓN DE CRISTO JESÚS, simbolizada en el SACRAMENTO DE LA EUCARISTÍA, en su CUERPO Y SANGRE, los creyentes la hacemos nuestra, al recibirla como manjar compartido, ya que, todos comemos del mismo Pan y bebemos del mismo Vino, alimento que, nos nutre y nos une a Cristo Jesús, formando un solo Cuerpo del que, ÉL ES LA CABEZA, y en el que vivimos su misma vida de comunión con el Padre y con todos los fieles, a los que Cristo nos ha hecho hermanos suyos y entre sí.


                    También, LA EUCARISTÍA, nos da fuerza y ánimo para poder testimoniar, con nuestro vivir y obrar evangélicos, LA SALVACIÓN QUE NOS VIENE DE CRISTO JESÚS, y, esto, ha de comprometernos en un proyecto común de solidaridad, que logre conseguir más justicia y paz para todos, mayor igualdad y fraternidad entre los países y entre las diferentes religiones, y más prosperidad para todos, porque, si de verdad compartimos EL CUERPO Y LA SANGRE DEL SEÑOR, necesariamente ha de llevarnos a compartir, también, el pan de cada día con los más pobres y necesitados, que son los más amados del Señor.

viernes, 9 de junio de 2017

Santísima Trinidad


SANTÍSIMA TRINIDAD - A

A TI GLORIA Y ALABANZA POR LOS SIGLOS

Por M. Adelina Climent Cortés  O.P.


                    Celebramos al DIOS UNO y TRINO en el profundo misterio de su  TRINIDAD SANTÍSIMA. Y  aclamamos con amor a nuestro DIOS en sus tres divinas personas, PADRE, HIJO y ESPÍRITU SANTO.  Es el Dios Misterio que nos deslumbra por su trascendencia y nos enternece con su presencia y cercanía; que nos sobrecoge por su inmensidad y a la vez nos cautiva, porque nos toma de la mano y nos conduce, con suavidad, hasta adentrarnos en ÉL. Realidad diversa, rica y plena de un Dios, que, ha querido manifestarnos su nombre: Señor, Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en  clemencia y lealtad. Un Dios que, en sí, encierra toda la sabiduría y belleza que entrañan su VERDAD Y SU AMOR,  su misma esencia divina, que se expande y derrama sobre todo lo creado como misterio y revelación.

                    A este Dios, sublime, excelso, y al mismo tiempo, sencillo, tierno y compasivo, que ha querido acogernos como heredad suya; en su festividad más íntima y propia, y llenos de amor y agradecimiento, le alabamos, bendecimos y exaltamos con el Cántico de Daniel, que los tres jóvenes entonaron en el horno, preparado por el rey Nabucodonosor, al verse protegidos del fuego, por una misteriosa intervención salvífica. Es un himno de gratitud, bendición y alabanza a Yahveh, el único Dios auténtico, leal y fiel, que siempre, y en todo momento, protege y salva:
 
Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres;
a ti gloria y alabanza por los siglos.

                    Bendecir el nombre santo y glorioso del Dios Yahvéh, es alabar y exaltar su misma esencia y divinidad, que se nos manifiesta y comunica como PADRE, HIJO y ESPÍRITU SANTO, como comunión y comunicación de vida y amor:

Bendito tu nombre santo y glorioso;
a él gloria y alabanza por los siglos.

                    Descubrimos que DIOS es bendito en el templo de su santa gloria, porque  la realidad de su ser abarca todo el universo, en el que ha establecido su propio Reinado, con la gracia salvífica de su HIJO, JESUCRISTO, hecho hombre; por el amor creador y transformador de DIOS como PADRE y en la comunión y comunicación de vida, que otorga el ESPÍRITU SANTO:

Bendito eres en el templo de tu santa gloria

                    Y, es el DIOS UNO y TRINO, el que, desde su trono de gloria y majestad, lo gobierna todo con poder y suavidad y el que, recibe, con gratitud, la alabanza continua y perfecta del universo entero, que, de manera solemne,  festiva y espontánea, le aclama y bendice: GLORIA AL PADRE, GLORIA AL HIJO y GLORIA AL ESPÍRITU SANTO, por siglos sin fin:
 
Bendito eres sobre el trono de tu reino.
Bendito eres tú,
que sentado sobre querubines, sondeas los abismos.
Bendito eres en la bóveda del cielo.

                    Misterio sublime de fe, de amor y de comunión, el de LA SANTÍSIMA TRINIDAD,  en  el que, hemos sido introducidos como hijos de Dios, en el regazo del PADRE por su HIJO, Cristo Jesús, hermano nuestro, y en  comunión de vida con el ESPÍRITU SANTO.

                    Misterio entrañable de amor y contemplación que, de manera admirable, nos habita y penetra, cuando silenciosamente le hacemos hueco en el interior del corazón, dejándonos poseer por esta realidad que nos abarca,  supera, y que, a la vez, nos diviniza y nos llena de felicidad.


                    Misterio insondable y grandioso en dignidad, que nos admira y sobrecoge. EL DIOS UNO y TRINO nos eleva, nos diviniza y nos introduce en la misma esencia que  envuelve y penetra a las tres divinas personas. De manera que, por vocación y elección, también nuestras obras, por participar de las de Dios, han de ser divinas, salvadoras, constructoras de justicia, de paz y de amor; llenas de compasión y misericordia para con todos los hombres, nuestros hermanos, puesto que han de ser fruto de esta alabanza y  adoración al Dios que tanto nos ama: GLORIA AL PADRE y al HIJO y al ESPÍRITU SANTO. Amén. Aleluya.

sábado, 3 de junio de 2017

Domingo de Pentecostés


DOMINGO DE PENTECOSTÉS 

  ¡ENVÍA TU ESPÍRITU, SEÑOR,
Y REPUEBLA LA FAZ DE LA TIERRA!

Por Mª Adelina Climent Cortés   O.P.


                    EL ESPÍRITU, del que tanto hablaba Jesús y que prometió enviarnos cuando se iba al Padre, está entre nosotros y lo llena todo de Vida y esplendor. Es el DON por excelencia de Dios, lo mejor que ha podido darnos, pues, es, su misma Vida,  que se derrama en nosotros con sus diversas manifestaciones. Es La Nueva Ley. Es la nueva presencia del RESUCITADO, que, con vigor y fuerza, nos va transformando en auténticos hijos de Dios, y que, renovará  toda la creación, para llenarla de  frutos de Salvación y Vida Eterna. Este ESPIRITU, es, también, el amor entre el Padre y su Hijo Jesús, amor divino,  que, en su fuerza expansiva y creativa,  va purificando el nuestro, hasta hacerlo suyo, siempre que, entre nosotros nos amemos como hermanos.

                    La obra de este ESPÍRITU, TERCERA PERSONA DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD y DADOR DE VIDA, la canta el salmo 103.  Un hermoso poema, en forma de himno,   que  describe, de  manera bella y poética, la obra de la creación de Dios. Salmo que canta, además,  el resurgir vital  que brota, como fuerza arrolladora, de LA RESURRECCIÓN DE CRISTO JESÚS, convertido, por Dios Padre, en Cabeza de toda la humanidad, que ha de quedar incorporada y transformada en Él.

                    El salmista comienza el poema, invitándose a bendecir, personalmente, a Yahveh, pues, se siente impresionado y admirado, por la belleza de  sus obras, fruto de su gran bondad y  generosidad para con todos los hombres:

Bendice, alma mía, al Señor.
¡Dios mío, qué grande eres!
Cuántas son tus obras, Señor;  
la tierra está llena de tus criaturas.
                 
                    Y, es tan grande, y llega a tanto la sabiduría de Yahveh, que, además de dar la vida a los seres, tiene el poder de conservarla, de acrecentarla, y de hacerla fecunda, porque, es un Dios que todo lo ama, y su amor, que es, su ESPÍRITU, lo vivifica, lo embellece y lo sostiene todo: 

Les retiras el aliento, y expiran,
y vuelven a ser polvo;
envías tu aliento y los creas,
y repueblas la faz de la tierra.
           
                    De nuevo, el salmista, prorrumpe en alabanzas al creador, con deseos de que, Yahveh, que tanto se goza contemplando la creación, la belleza de las obras de sus manos, se alegre, también, de su  alabanza, pues, al brotar de un espíritu lleno de fe, como es el suyo, ha de ser motivo de gozo para Él.

Gloria a Dios para siempre,
goce el Señor con sus obras.
Que le sea agradable mi poema,
y yo me alegraré con el Señor.

                    Verdaderamente, también nosotros, igual que el salmista, hemos de alegrarnos con el Señor, después de bendecirlo y alabarlo, al  contemplar sus obras, creadas para nuestro bien y felicidad. Maravillas,  que, llenando  el mundo,  lo transforman en el Reinado de Dios. Por eso, para el que tiene fe, para el que vive en el  ESPÍRITU DE JESÚS  y de él, ya no hay diferencia entre lo profano y lo religioso, porque todo es santo, ya que el amor de Dios lo sostiene todo y está en las cosas sustentándolas,  llenándolas  de salvación

                    Pidamos, pues, en esta SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS, que venga EL ESPIRITU sobre cada uno de los cristianos y de todos  los hombres; que  lo sepamos acoger con agradecimiento y amor; y para que, con su fuerza y poder, nos convierta en auténticos testigos de CRISTO RESUCITADO, el Señor de La Historia y de toda La Creación, y, así,  su evangelio sea conocido y amado por todos los hombres:

¡ENVÍA TU ESPÍRITU, SEÑOR,

Y REPUEBLA LA FAZ DE LA TIERRA!