sábado, 24 de septiembre de 2016

Domingo XXVI del T. O.-C


DOMINGO XXVI DEL T. ORDINARIO - C

ALABA, ALMA MÍA, AL SEÑOR

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                    Tenemos un Dios que nos revela su bondad estando, siempre, a favor de los más pobres, a los que mira y ama con cariño especial y, a los que quiere salvar de toda opresión y violencia, con el poder que le viene de su realeza. Sabiéndonos protegidos por este Dios, Rey  de todo lo creado y porque, también, nos sentimos  pobres y necesitados de su misericordia, desde  una fe confiada y agradecida, podemos decir con el salmista: “Alaba, alma mía, al Señor”

                    Después de esta sencilla plegaria a Dios,  seguimos cantando el salmo 145. Es un himno de alabanza, siendo  de los pocos salmos que llevan “alelúya”.  Escrito, en el posexílio, recoge la pobreza y el ambiente de extrema necesidad que vivía entonces Israel. Situación que le hacía vivir anhelando las promesas salvadoras de Yahveh, y que,   el pueblo, a la vez,  intuía que ya habían empezado a hacerse presentes, precisamente, por esta  manera  de actuar que tenía Yahveh  en favor de los más pobres y humildes. También, se consiguió, que los israelitas tomasen  conciencia de esta realidad, que logró  despertar en todo Israel los deseos de superación y de trabajo,  en la restauración de la patria:

Él hace justicia a los oprimidos,
      da pan a los hambrientos,
        liberta a los oprimidos.

                    El salmista, contento y gozoso con Yahveh, el Dios que, sobre todo, se vuelca con los más débiles y afligidos, va enumerando las acciones que realiza para salvarlos y sanarlos, fruto, todas ellas, de su abundante misericordia, plasmada en hechos sociales y concretos que, el pueblo, sabe recibir  y apreciar.

                    Yahveh, más que un Rey poderoso, creador y omnipotente es, para Israel, un Dios sencillo y humilde, el mejor de los Reyes de los pueblos,  que, además de salvar a los más necesitados y miserables,  sabe amar a los justos, por ser los que no se aprovechan de los pobres; y, también, ama a los peregrinos, los que viven desprendidos de todo y  sólo buscan  la cercanía y el consuelo de Yahveh:
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El Señor abre los ojos al ciego,  
                                        el Señor endereza a los que ya se doblan,
     el Señor ama a los justos,
                                               el Señor guarda a los peregrinos.

                    El cuidado amoroso de Dios sobre los demás, recae  en lo cotidiano, en la realidad sencilla de la vida ordinaria. Acciones, estas, las de Yahveh, difíciles de imitar, porque exigen un desposeerse de lo propio, y, porque, la atención a lo superfluo,  impide sentirse  libre y sin preocupaciones.

                    También, el orante del salmo señala que, el Dios que nos salva a todos  y que ama a los pobres de esa manera tan suya y especial, lo hará siempre con el poder que le otorga su realeza, pues,  es un Dios que, en  su eternidad, lo supera  y trasciende  todo hasta transformarlo en felicidad y bendición:                                

Sustenta al huérfano y a la viuda
                                           y trastorna el camino de los malvados.
     El Señor reina eternamente,
   tu Dios, Sión, de edad en edad.


                    El salmo 145, interpreta y hace suya la lectura del profeta Amós. Solo un Dios, como el nuestro, volcado con tanto amor hacia  los pobres y sencillos, es el Rey que mejor hace justicia y puede salvar a los humillados, a los que más sufren, y castigar a los que, siendo ricos, explotan a los pobres en vez de compartir sus bienes con ellos, pues, el Señor, nos ha creado para ser solidarios, vivir en comunión y luego recibir la felicidad eterna:

                    Narra el Evangelio: “Sucedió que se murió el mendigo  y los ángeles lo llevaron al seno de Abrahán. También murió el rico; y estando en el infierno vio de lejos a Lázaro en el seno de Abrahán;  y gritó a Abrahán, implorando su misericordia. A lo que contesto:

                    “- Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en vida y Lázaro a su vez males: por eso encuentra aquí consuelo, mientras que tú padeces”


                    Los cristianos sabemos que, Cristo Jesús, es el que, mejor imitó la manera de actuar de Dios, como verdadero Rey del pueblo y Señor de las promesas. Toda su vida fue un continuo practicar las bienaventuranzas anunciando que, “de los pobres es el reino de los cielos” Y, fue compasivo y misericordioso hasta el extremo de entregarse, en vida, por la causa de todos. De esta manera, inició su Reino y el de Dios, en el que, los humildes y sencillos serán los primeros y preferidos, y en el que, gozaremos por toda una eternidad los que, durante esta vida hemos intentado imitar la conducta de Jesús,  que fue la misma que la del  Padre Celestial.

sábado, 17 de septiembre de 2016

domingo XXV del T. O. ordinario

"Parábola del administrador infiel"

DOMINGO XXV DEL T. ORDINARIO - C

ALABAD AL SEÑOR, QUE ENSALZA AL POBRE

Por Mª Adelina Climent Cortés  O P.


                    Nuestro Dios, siempre tan excelso que se eleva en su trono,  es el que, al mismo tiempo, se abaja para salvar y ensalzar al desvalido. Es el Dios que se hace pobre como cualquier desvalido, para enriquecernos con su pobreza; y es el que, se hace hombre,  como uno de nosotros, siempre necesitados y con ansias de superación,  para hacerse, también,  camino y vida nuestra.

                    Su divina felicidad, es más plena y gozosa, cuando puede ayudar al hombre a vivir mejor y  a ser  más feliz, ya que, todos somos hijos de su Promesa. Pero, lo único que  no puede soportar es que, algunos de los hombres, los que más tienen, los más poderosos, se aprovechen de los pobres con sus injusticias y egoísmos, como  ya  lo denunciaba el profeta Amós, que, amenazaba a los ricos, cuando hacían mal uso de la riqueza, y, cuando se aprovechaban de los pobres.

                    Esta manera de ser, tan coherente y  excepcional, del Dios Yahveh, la encontramos en el salmo 112. Es un himno de alabanza a la excelsitud de su nombre, de su gloria.  Es, también, un hermoso canto, a un Dios encumbrado y  lejano, pero, que, a la vez, es sumamente cercano y amable con el hombre necesitado. Es el Dios,  que dirige y da equilibrio con su bondad y sensatez a La Historia, y a la vida de cada hombre, que  ha de vivirla, siempre, con dignidad, es decir,  con rectitud y obrando la justicia. El salmo puede estar redactado después del exílio, aunque evoque pasajes anteriores. Como todo himno sálmico, empieza con un invitatorio, al que nos unimos cantando:

Alabad, siervos del Señor,
alabad el nombre del Señor.
Bendito sea el nombre del Señor,
ahora y por siempre.

                    Comprar con dinero al pobre, nos aleja de Yahveh,  porque, precisamente Él, que es el único Señor y dueño de todo lo creado, a quien debemos servir y amar, y que, como dice el salmo, “se eleva sobretodos los pueblos”, es quien, levanta  de la miseria al pobre y lo coloca a su lado. Aquí tenemos, en nuestro Dios, Yahveh, el modelo a seguir,  con el hermano que pasa necesidad.

El Señor se eleva sobre todos los pueblos,
su gloria sobre el cielo;
¿quién como el Señor Dios nuestro,
que se eleva en su trono
y se abaja para mirar
al cielo y a la tierra?

                    Israel, cantaba el salmo 112 en la celebración pascual y en las grandes fiestas; y lo cantaba, recordando  la exaltación del pobre; del desvalido echado en la basura;  es decir, del Israel esclavo de Egipto. Yahveh, lo salvó de la esclavitud y lo sentó entre los príncipes, al hacer de él un pueblo libre e igual a las otras naciones, madre feliz de hijos que hicieron su nombre famoso:

Levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre,
para sentarlo con los príncipes,
los príncipes de su pueblo.

                    Cantando el salmo a nuestro Dios,  le hemos bendecido, admirados de su manera de ser y comportarse con los hombres. Sabiendo que, siempre es el Dios que salva, porque es grande su misericordia y su fidelidad es eterna. También sabemos que, Él nos quiere humildes y sencillos, ayudando y favoreciendo a los más pobres y sencillos, porque, así es su modo divino de actuar y de ser.

                    En nuestra sociedad, como en la de Amós, hay muchos pobres, muchísima miseria, por la mala distribución  de las riquezas y por el demasiado egoísmo de los poderosos y de los que, sin serlo tanto, podríamos ayudar más y mejor.  Nuestro Dios, el Dios que salva a todos, quiere que nos necesitemos, que nos solidaricemos con los más desvalidos de la sociedad, para que, con nuestro esfuerzo y  su ayuda, puedan salir de la basura en la que viven y  puedan sentarse con dignidad, no entre los príncipes de la tierra, sino entre nosotros, que hemos de quererlos y amarlos como hermanos.

                    Y, Jesús, para que seamos desprendidos en beneficio de los necesitados  nos aconseja: “NO PODÉIS SERVIR A DIOS Y AL DINERO”


                    Sirviendo solo a Dios,  podríamos, con justicia,   comer y beber el cuerpo y la sangre del Señor todos juntos, en la misma mesa de Jesús, y, ayudar a que los pobres, de  otras culturas y civilizaciones, puedan también vivir, con la máxima dignidad de todo ser humano, de todo hijo de Dios, creado por Él, para la felicidad y para la gloria eterna.

miércoles, 14 de septiembre de 2016

Exaltación de la Santa Cruz


EXALTACIÓN DE LA SANTA CRUZ


NO OLVIDÉIS LAS ACCIONES DEL SEÑOR


Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                  Todas las acciones de Dios hay que recordarlas siempre, porque son salvadoras, prolongaciones de su bondad y de su amor misericordioso, dispuesto, en todo momento, a comprender  y  perdonar. Nos lo recuerda el salmo 77, considerado como “salmo histórico”  ya que,  en el período posexílico, narra las hazañas vividas  en el desierto, después de haber sido liberado  Israel de la esclavitud de Egipto por Yahveh, y del pacto de La Alianza del Sinaí.

Escucha, pueblo mío, mi enseñanza;
inclinad el oído a las palabras de mi boca:
que voy a abrir mi boca a las sentencias,
para que broten los enigmas del pasado.

                   Pero, Israel, no fue siempre fiel a Yahveh y se rebelaba contra Él. Añoraba lo que había dejado atrás, ante el miedo a la libertad y a  todo lo desconocido que se le ofrecía. El  Señor con amor, y pacientemente, trataba de educarlo en todo momento:

Y cuando los hacía morir, lo buscaban,
y madrugaban para volverse hacia Dios;
se acordaban de que Dios era su roca,
el Dios Altísimo, su redentor.

Lo adulaban con sus bocas,
pero sus lenguas mentían:
su corazón no era sincero con él
ni eran fieles a su alianza.

                    En un episodio ocurrido en el desierto, Yahveh, les ordenó colocar una serpiente de bronce, sobre un palo en forma de estandarte, ya que, para castigar  los pecados que cometían, les envió serpientes que les mordían, por lo que, doloridos, se aclamaban  a Él, quedando curados cuando  miraban la serpiente elevada, puesto que, Dios, con su amor y compasión, les movía al arrepentimiento y les concedía el perdón salvador:

Él, en cambio, sentía lástima,
perdonaba la culpa y no los destruía:
una y otra vez reprimió su cólera,
y no despertaba todo su furor.

                     Este episodio de la serpiente levantada en el desierto, es figura anticipada de CRISTO ELEVADO EN LA CRUZ, en la que, el REDENTOR, en su abajamiento hasta la muerte por su entrega de amor, ha  resucitado para ser glorificado por Dios Padre. De esta manera, LA CRUZ, de instrumento de tortura y de muerte  pasa a ser motivo de resurrección gloriosa, de triunfo y de salvación universal: “Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna”  Y, ÉSTA EXALTACIÓN DE LA CRUZ ES LO QUE HOY CELEBRAMOS Y ADORAMOS.
 

                    La fiesta de LA EXALTACIÓN DE LA CRUZ,  LA VICTORIA DE CRISTO JESÚS, es, para todos los cristianos, motivo de exultación y de gozo. La cruz es nuestra señal, como cristianos y seguidores del  Mesias, Salvador de toda la humanidad, Señor de la historia y de todo lo creado, Juez de vivos y muertos, porque, “DIOS LO LEVANTÓ SOBRE TODO”


                    Y, si, Cristo Jesús, está resucitado, “LEVANTADO SOBRE TODO” es para que, acudamos a ÉL, con el fin de mirarle con amor y hacerle conocer  todas nuestras ansias, inquietudes y temores, con la seguridad de que las acoja y salve. Acudamos también a Él, para interceder por todos los hombres y pedir por nuestro mundo, con el fin de que,  sea mejor y más habitable para todos. Y, Cristo Jesús, que es Resurrección y Vida, sanará nuestra sociedad de la cultura de pecado y muerte en que vive, y nos concederá la justicia y la paz que tanto deseamos. También, nos ha llenado de una gozosa esperanza en la vida futura, donde participaremos de su Victoria y de su Gloria para siempre.

domingo, 11 de septiembre de 2016

Ntra. Sra. de Consolación


MARÍA, MADRE DE CONSOLACÓN



MARÍA, TU DULCE NOMBRE CONSOLACIÓN

EL SEÑOR HA GLORIFICADO TU NOMBRE

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                    “CONSOLAD, CONSOLAD a mi pueblo, dice vuestro Dios... Gritadle que se ha cumplido su condena y que está perdonada su culpa”. Así anuncia Isaías a Israel, el mensaje de SALVACIÓN de parte de DIOS. Liberación de las manos del opresor,  haciendo posible el  retorno glorioso de Babilonia a Palestina y la reconstrucción de su Templo; pues, sigue diciendo Yahveh, el Señor: “COMO A UN NIÑO A QUIÉN SU MADRE CONSUELA, ASÍ OS CONSOLARÉ YO; Y EN JERUSALÉN SERÉIS CONSOLADOS”. Tan inmensa  es la misericordia de Dios para con sus fieles, y tan grande su fidelidad, que se manifiestan en toda ocasión y duran por siempre.

                    Mas, el amor gratuito y misericordioso de Dios para con los hombres, se nos ha manifestado, de manera plena y desbordante, en su Hijo, Cristo Jesús  (su rostro salvador y su bondad personificada), por su muerte y gloriosa Resurrección; convirtiéndose, de esta manera,  en  REDENTOR y CONSOLADOR de todos los hombres, y, en fuente de paz y de bendición, para la humanidad entera, siempre hambrienta de perdón y de Salvación.
      
                    Y, porque, María Virgen, mujer humilde y sencilla, Hija de Sión, que vivía esperando la consolación de Israel, acogió en su seno al Verbo Eterno, Salvador del género humano, le acompañó en su vida mortal y, permaneció sufriendo junto a su Cruz salvadora, es, por lo que, mereció ser proclamada por Dios Padre, MADRE Y CONSUELO de todos los hombres, sus hijos, necesitados siempre de cariño y protección. 

                    De esta manera, Ella, María, Madre de todos los hombres, es CONSUELO Y ESPERANZA para el nuevo pueblo de Dios, para La Iglesia Santa, que sigue  peregrinando en la tierra, hacia la meta gloriosa prometida, en la eternidad Dios.

                    A María, pues, ensalzamos hoy, EN LA FIESTA DE SU SANTÍSIMO NOMBRE como  MADRE Y CONSUELO de todos los que nos sentimos hijos suyos, y, muy especialmente, de los más pobres y afligidos; y, con gozo, le alabamos y bendecimos, cantando los versos bíblicos, dedicados a Judit, y, que, en Ella, adquieren hondura de significado y plenitud:

El Señor te ha bendecido, hija nuestra,
más que a todas las mujeres de la tierra.
Bendito el Señor, creador de cielo y tierra.

                                       El Señor ha glorificado hoy tu nombre:
por eso, los que en adelante guarden memoria
de esta obra poderosa de Dios,
conservarán tu esperanza en el corazón.

                     Y, ante la inmensa bondad y ternura que hay en  los ojos de María, pues no caben en su maternal corazón, le pedimos,  que, en su oficio de amar siempre y consolar, no cese de mostrarnos a su Hijo Jesús, CAMINO, VERDAD, Y VIDA, para que, así, podamos conocerle más y mejor, e  imitar su vida y virtudes. También, para que, Jesús, llene  a su Iglesia de optimismo y esperanza, por la fe en su presencia y en su fiel seguimiento

                    Y, porque, María, Virgen y MADRE DE CONSOLACIÓN, hace dulce nuestro padecer, le rezamos, para que, cuantos sufren cualquier tipo de opresión e injusticia,  encuentren en Ella, y en su Hijo Jesús, el apoyo y la ayuda que necesitan.

                    También, pedimos a NUESTRA SEÑORA DE LA CONSOLACIÓN, que mire con bondad, a estas hijas suyas, que la veneramos, en Xátiva, como MADRE Y PATRONA, para que,  desde el retiro de nuestra oración y silencio, gritemos a todos los hombres que, JESÚS es LA PAZ y LA CONSOLACIÓN que ellos tan afanosamente buscan y no encuentran.

                    Y, con el cariño y afecto que nos une, tenemos un recuerdo de gratitud, para con las hermanas que nos han precedido en el amor filial a nuestra MADRE DE CONSOLACIÓN, pidiéndoles que, desde el seno de Dios, no cesen de presentarle nuestra gozosa y sencilla alabanza:

TU DULCE NOMBRE CONSOLACIÓN,
sea, OH MARÍA, mi salvación.

sea, OH MARÍA, mi salvación.

viernes, 9 de septiembre de 2016

Domingo XXIV del T. O.-C


DOMINGO XXIV DEL T. ORDINARIO - C


  ME PONDRÉ EN CAMINO ADONDE ESTÁ MI PADRE

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                    Nos da ocasión la liturgia de hoy, para reconocer, que son muchos los modos que tenemos para alejarnos de los caminos de Dios. Caminos que son siempre de misericordia y de bondad para nosotros,  y en los que Él  nos espera, con los brazos abiertos de Padre, para llenarnos del  gozo de su ternura.

                    Junto al  Sinaí, en pleno desierto, el pueblo de Israel, que había sido liberado de la esclavitud de Egipto, se aparta de Dios haciendo lo que no le agrada.  Moisés, abatido, expresa sus sentimientos de dolor a Yahveh, por el pecado de su pueblo; y, a Moisés, se une  la asamblea de los fieles, con humilde sinceridad, rezando el salmo 50, pues, todos nos sentimos pecadores: “Ten piedad de nosotros Señor”

                    Estamos ante el salmo 50, salmo penitencial por excelencia. Expresa el dolor, la angustia  y el desahogo de un pecador, que busca por encima de todo reconciliarse con Dios. Y, a la vez, es expresión colectiva del pecado de todo un pueblo, en este caso Israel, que al apartarse de Dios rompe con La Alianza, aunque no es así por parte del Señor Yahveh.

                    Redactado en los tiempos del posexílio, derribadas ya las murallas de Jerusalén, el inspirado autor lo pone en boca de David, cuando después de su pecado con Betsabé le visitó el profeta Natán. Se trata, pues,  de un salmo de súplica estructural,  que todos podemos hacer nuestro,  para hablar con Dios de nuestra insinceridad y de nuestro pecado y poder ser perdonados por Él, participando otra vez  de su inmensa alegría.

                    El principio del salmo, que es precioso, nos ayuda a dirigirnos   confiadamente a nuestro Padre Dios;  porque, lo único que quiere y lo que más le importa a Él, es llenar nuestro mundo de su misericordia y de su  bondad. La fidelidad del Señor es tan  grande, que, llenándolo todo, puede hacer que desaparezcan nuestras iniquidades y rebeldías. Solo se requiere, de nuestra parte, un reconocimiento humilde y una conversión sincera de corazón: 

Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa.
Lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.

                    Seguimos pidiendo a Dios un corazón limpio, que sepa responder a la fidelidad de Yahveh en La Alianza.  Y, cuando esta actitud es sincera en el hombre, el Señor, mediante el perdón, es capaz de renovarnos interiormente, de modo que, podemos pasar a ser una nueva creación, siendo las criaturas nuevas, que harán realidad la gozosa novedad del Reinado de Dios, fruto siempre, y principalmente, de su amor y perdón: 

Oh Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.

                    El salmista, que ha reconocido con humildad su pecado y ha buscado el perdón de Yahveh, se experimenta, de nuevo,  tan cerca y querido de Él,  como lo estaba antes. Así, todo sigue de nuevo su camino, el  de la salvación;  o todo vuelve a empezar, porque el amor de Dios no había terminado, pues el Señor no deja de amar nunca, ya que, su misericordia durará por siempre jamás. Pero la renovación del corazón, que lleva consigo este nuevo acercamiento a Él,  es más plena y hermosa, ya que,  devuelve  la alegría nueva de la salvación con mayor intensidad y originalidad:

Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado,
un  corazón quebrantado y humillado tú no lo desprecias.

                    Dios, no nos desprecia nunca,  al contrario, nos quiere con locura y siempre está esperando, que en toda tribulación y desasosiego, en todas lucha, dolor o pecado, inmediatamente podamos dirigirnos a Él con sinceridad y con renovada alegría:

                    “ME PONDRÉ EN CAMINO ADONDE ESTÁ MI PADRE”


                     CON LA SEGURIDAD DE QUE, NOS RECIBIRÁ CON UN ABRAZO DE AMOR, GOZOSO Y ETERNO, FRUTO DE SU GRAN MISERICORDIA.

viernes, 2 de septiembre de 2016

domingo XXIII del T. O.-ciclo C


DOMINGO XXIII DEL T. ORDINARIO - C

SEÑOR, TÚ HAS SIDO NUESTRO REFUGIO
DE GENERACIÓN EN GENERACIÓN

Por Mª Adelina Climent Cortés  O P.

                    Nos acogemos al Señor, “nuestro refugio”, porque de esta manera  le  seguimos mejor, estando y viviendo con Él, hasta hacer nuestra su salvación. Y, si nos queremos acoger a  Él,  es porque, tenemos la seguridad de que nunca nos deja solos en el camino de la vida,  y porque es,  nuestro mejor compañero de viaje,  el que más se preocupa de lo nuestro, de que seamos felices.  Nos ha dado la vida, como su  mejor regalo, para que la gocemos en plenitud; y, lo mejor que  podemos  hacer, es reconocer, con agradecimiento, el amor tan inmenso que nos tiene a todos y a cada uno en particular y confiar siempre en que, su ayuda,  nunca nos faltará.

                    El salmo 89, que es un salmo sapiencial, nos pone alerta sobre la brevedad de la vida humana y nos urge a pedir a Yahveh, el Señor, la auténtica Sabiduría, LA SABIDURÍA DEL CORAZÓN, que es la que nos puede hacer felices y llenarnos de consuelo, porque es, la que viene del ESPÍRITU SANTO, la que procede del Cielo.

                    Si la sabiduría humana del salmo, que surge de la cultura griega, nos señala la brevedad y caducidad de la vida. La sabiduría de Dios, la sabiduría bíblica, nos muestra los caminos seguros,  rectos y salvadores, que nos  conducen al Señor, al Dios que siempre nos ama, y que,  buscando nuestro bien,  nos va familiarizando con su misma manera de pensar y sentir,  la que nos enseña a mirar  al cielo,  donde todo es y será  eterno, glorioso y feliz:
  
Tú reduces al hombre a polvo,
diciendo: “Retornad,  hijos de Adán”
Mil años en tu presencia
son un ayer, que pasó,
una vela nocturna.

Los siembras año por año,
como hierba que se renueva;
que florece y se renueva por la mañana,
y por la tarde la siegan y se seca.

                    El salmista, se  dirige ahora a Yahveh, de una manera muy sensata, pidiéndole  les enseñe lo que solo Él conoce mejor,  y, de esta manera, sabrán  cómo  agradarle y cumplir su voluntad como lo desea siempre. Y, le recuerda, a la vez, que no deje de ser “nuestro refugio” y guía, ya que los israelitas, y todos  nosotros, nos sentimos movidos por una presencia que nos sobrepasa, y que es, SU ESPÍRITU,  el que nos ha de  guiar  y acompañar siempre:            

Enséñanos a calcular nuestros años,
para que adquiramos un corazón sensato.
Vuélvete, Señor, ¿hasta cuando?
Ten compasión de tus siervos.

                    Y, de manera más sencilla y práctica, recuerda el salmista a Yahveh, lo que desea haga siempre con ellos, que  es,  llenarlos de su misericordia, para estar repletos del gozo divino desde la mañana y poder manifestarle, durante el día, la dicha de pertenecerle,  ya que, la bondad de Dios da plenitud a las obras que realizan:  

Por la mañana sácianos de tu misericordia,
y toda nuestra vida será alegría y júbilo;
baje a nosotros la bondad del Señor
y haga prósperas las obras de nuestras manos.


                   Y, todos  nosotros, los cristianos, continuamos  caminando con Dios,  en el seguimiento de Cristo Jesús, que, también requiere esfuerzo y está lleno de dificultades y exigencias. Pero, ésta es,  nuestra única y principal tarea,  de manera que, todo lo demás, para el cristiano,  ha de  quedar relegado a segundo término.

                    El seguimiento de Cristo Jesús nos ha de ayudar a intentar vivir la vida de la misma manera que él la vivió: agradando al Padre, cumpliendo hasta el extremo su voluntad; y, en segundo lugar,  haciendo de su vida una entrega llena de amor y de servicio a los demás, con especial atención a los más sencillos y necesitados. Y todo esto, que nos puede acarrear sufrimiento y fracaso, y de hecho así es, ha de ser  aceptado con agrado, porque únicamente, de esta manera,  podremos cargar con su cruz,  la de Cristo Jesús, y aliviar su sufrimiento:

                    “QUIEN NO LLEVE SU CRUZ DETRÁS DE MÍ, NO PUEDE SER DISCÍPULO MÍO”


                   También, con nuestro testimonio de vida,  hemos de ser  motivo de atracción, para que otros puedan unirse a Cristo Jesús y acoger su salvación, haciendo de ella su felicidad, ya que, viviendo en su seguimiento, nos vamos transformando en Él, llevando a plenitud el mismo Reino de Dios, donde será el   gozo y la vida eterna.