viernes, 28 de julio de 2017

Domingo XVII del T.O.-A


DOMINGO XVII DEL TIEMPO ORDINARIO- A

CUANTO AMO TU VOLUNTAD, SEÑOR

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                    Nuestro tesoro es, y lo ha de ser siempre, Dios mismo: su vida entre nosotros, su amor creativo, su reino y los valores que lo constituyen y manifiestan; y junto al Señor, todo lo demás es efímero y vale poco.  Pero, comprender esto, no es fácil, pues requiere tener LA MISMA SABIDURÍA DE DIOS Y SU VERDAD, la que tuvo a bien conceder al rey  Salomón cuando, en vez de riquezas y poderío le pidió  un corazón sabio, inteligente y prudente, para  gobernar con justicia y rectitud a su pueblo.

                    Para el piadoso israelita, como lo era para el levita, su porción es el Señor y buscar los caminos de su voluntad para cumplirlos; por lo que, consideraba como un tesoro grande y precioso, poder escuchar su Palabra hasta hacerla Ley y vida de su corazón. Y, esto es, precisamente, lo que pide y canta con sabiduría en el salmo 118, con el que, nos disponemos a alabar a Dios, meditando y contemplando su Palabra, que siempre ha de iluminar  nuestras vidas y guiar nuestros pasos.

                    Teniendo el israelita, como gran herencia, hacer la voluntad de Yahveh, poder escuchar con atención al Dios de La Alianza, que tanto gozaba de hablarles cara a cara; es, por lo que llega a considerar La Ley, como fuente inagotable de extraordinaria riqueza; pues, para el orante, las promesas de Yahveh valen más que montones grandes de oro y plata:

Mi porción es el Señor,
he resuelto guardar tus palabras.
Más estimo yo los preceptos de tu boca,
que miles de monedas de oro y plata.

                    De igual manera, reconoce el salmista, que,  La Ley escrita de Yahveh, el Dios leal y fiel de Israel, es para él fuente inagotable de dicha y consolación, por lo que, siempre que la  cumple con amor y fidelidad, es motivo de gozo y jubiloso canto, para que, otros fieles, que también aman y temen a Yahveh, deciden  hacer suyos, los mismos caminos de salvación:

Que tu bondad me consuele,
según la promesa hecha a tu siervo;
cuando me alcance tu compasión, viviré,
y mis delicias serán tu voluntad.

                    A pesar de vivir el israelita en un ambiente de indiferencia y deslealtad hacia la ley, ésta es, para él, el único camino que conduce a la dicha de vivir según la verdad; ya que, solo la sabiduría de Dios, lo puede juzgar todo y dar a las cosas su profundo sentido; la que siempre es capaz de unir y crear comunión, y la que, libera y salva en todo momento:

Yo amo tus mandatos,
más que el oro purísimo:
por eso aprecio tus decretos,
y detesto el camino de la mentira.

                    También, para el orante, es la misma luz de Yahveh y su obra salvadora, la que hace comprensible y amable su Ley, que se convierte en claridad y fuerza interior, y  que, protegiendo en todo momento,  es fuente inagotable de dicha y felicidad,

Tus preceptos son admirables,
por eso los guarda mi alma;
la explicación de tus palabras ilumina,
da inteligencia a los ignorantes.

                    Más, es Cristo Jesús, LA PALABRA plena y eficaz de Dios, su VERDAD iluminadora y creadora, fuente de gran sabiduría, y don entregado por nosotros. Y, este amor de Cristo Jesús, por nosotros y por nuestra salvación, exige, en respuesta, el nuestro, que se nos concretiza en el cumplimiento de sus mandamientos, y que, en definitiva, se reducen a creer en Él y vivir como Él vivió, hacienda nuestra su misma vida de entrega y de amor.


                    Y, lo que más hizo Cristo Jesús durante toda su vida,  fue amar a Dios Padre y a todos los hombres, sus hermanos, hasta el extremo; es decir, con un amor entrañable y radical, con verdadera pasión y siempre lleno de compasión. Y, si todos los cristianos y todos los hombres, estamos llamados a seguir su ejemplo, y lo hacemos de verdad, procurando amar como Él amó, entonces,  habremos encontrado realmente el TESORO EN EL CAMPO Y LA PERLA PRECIOSA DEL REINO DE DIOS, en el que podremos gozar, con Él, durante toda la eternidad.

lunes, 24 de julio de 2017

Santiago apóstol


SANTIAGO, APÓSTOL,
Patrono de España


OH DIOS, QUE TE ALABEN LOS PUEBLOS,
QUE TODOS LOS PUEBLOS TE ALABEN.

Por Mª Adelina Climent Cortés  O. P.


                    Como fruto de la bondad de Dios, todos estamos llamados a su  alabanza, ya que, el Señor, en  Cristo Jesús,  nos ha bendecido con toda clase de bendiciones espirituales y celestiales. Gracias y dones de Dios, que culminan sobre todo en  la persona de Cristo Jesús, resucitado y vivo entre nosotros. Esta  bendición de Dios,  la más universal y salvadora, abarca a todos los pueblos, incluidos los gentiles, y, también, a los emigrantes y forasteros; porque es, para cuantos “BUSCAN A DIOS CON SINCERO CORAZÓN” y por encima de todo lo demás.  Y,  con  el salmo 66, damos  gracias a Dios por los bienes que nos otorga, y, le  pedimos, nos siga concediendo sus múltiples gracias, las que  tiene destinadas para  todos aquellos que, acogiéndolas con amor, las hacen suyas para siempre.
 
                    Celebramos, hoy, junto con la presencia del Resucitado entre nosotros, el  MARTIRIO DEL APÓSTOL SANTIAGO, uno de los más fieles amigos de Jesús, y también,  SU PRIMER TESTIGO, ya que: “EL REY HERODES HIZO PASAR A CUCHILLO A SANTIAGO, HERMANO DE JUAN”.

                    Dentro del grupo de los primeros seguidores de Cristo Jesús, EL APÓSTOÑ SANTIAGO, por su martirio, es, como fruto y  primicia de su  Resurrección Gloriosa;   y signo y victoria de la fuerza  y la energía pascual, que va transformando lo viejo y caduco de nuestro mundo, en lo que será  la nueva y eterna  creación, la que hará aflorar, hasta  su plenitud,  la misma realidad del Reinado de Dios, su vida gloriosa.

                    Y, con el salmo 66, que es un himno de acción de gracias por los beneficios que Yahveh concedía a Israel, su pueblo, para su alimento y cuidado, en  las nuevas cosechas del año;   queremos agradecer, también, a Dios, el DON DEL MARTIRIO DEL APÓSTOL SANTIAGO, pues, según  recuerda la tradición, predicó a Cristo Jesús en España, desde Barcelona, pasando por Zaragoza y llegando hasta Galicia, a donde, más tarde,  fue trasladado su cuerpo. Por lo que, se puede decir, que, gracias a él, se conserva viva, en nuestra nación, la fe cristiana,  y que,  el amor y la devoción de todos los españoles a su SANTO PATRONO, sigue fresca y pujante  en el corazón de la gente sencilla, que desea, al mismo tiempo, que su bendición y protección nunca les abandone:      

El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros:
 conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.

                    Cantamos, también, con exultante gozo y alegría el salmo 66, porque es Dios quien nos alegra y gobierna con sus bendiciones, dándonos con ellas, lo suyo propio, lo mejor que tiene, ya que somos sus hijos. Y, con ello quiere, que sus  mismos bienes, los gocemos los hombres y nos  sirvamos de ellos para nuestra felicidad. Pues, esta manera tan perfecta y acabada de hacer las cosas Dios, solo es propia de Él, ya que, siempre obra  según su justicia y rectitud, por ser lo que más y mejor define su santidad:     
              
Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud,
y gobiernas las naciones de la tierra.

                    La bendición de Dios y su bondad,  es lo que hace fecundas las obras de  nuestras manos y, sobre todo, lo que da fuerza y energía a la tierra hasta hacerla florecer y dar sus hermosos frutos, como respuesta de alabanza continua a su excelso Creador. Y, si hoy cantamos a Yahveh con gozo y alegría que ”la tierra ha dado su fruto”, haciendo estallar la fuerza de la creación en nuestro beneficio, también se puede celebrar, con agradecimiento, que la sangre de los mártires, la de SANTIAGO APÓSTOL, sea semilla de nuevos cristianos en toda La Iglesia, lo que hará  posible abrir nuevos caminos de vida, de verdad y de salvación universal:

La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.

                    Más, con el salmo 66, seguimos pidiendo a Dios Padre, que, por los méritos de SANTIAGO APÓSTOL, nos vaya  enriqueciendo con nuevas bendiciones: que nos conceda, beber, también,  el  CÁLIZ DE CRISTO JESÚS, es decir, poder ser testigos de su Resurrección gloriosa, como fruto de una amistad sincera con Él, la única que nos puede llevar a un seguimiento testimonial.


                    Pidamos, también, poder asimilar la universalidad de la salvación, que se canta y manifiesta en el salmo 66, y que, desde luego,  sigue viva en todos aquellos que, desde diferentes lugares de la tierra, hacen el “CAMINO DE SANTIAGO” con el sacrificio y la austeridad que requiere, guiados por la fe de seguir los caminos del santo, que son los caminos liberadores que inició Cristo Jesús con la fuerza evangélica de su Resurrección Gloriosa.

viernes, 21 de julio de 2017

Domingo XVI del T.O.- A



DOMINGO XVI DEL T. ORDINARIO -  A

 TÚ, SEÑOR, ERES BUENO Y CLEMENTE

                                   Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                    Dios nos concede con agrado,  lo que le es más propio, su vida, su amor y salvación, si, humildemente acudimos a Él y le invocamos con fe, en nuestras búsquedas y necesidades. Esta relación confiada con Dios, ha de ser  fruto de una amistad sincera, que, por parte de Dios existe y nunca falla, y, que, el ser humano, la adquiere y acrecienta en la intimidad divina, es decir, en  el diálogo con el que  se goza  de estar siempre a nuestra  escucha y de hablarnos al corazón, para llenarnos de su gozo, paz, y consuelo.

                    Y, porque, tantas veces tenemos necesidad de acudir a Dios, para que cure nuestras heridas, perdone nuestras infidelidades, y llene nuestra vida de su amor, lo invocamos agradecidos con el salmo 85, cantando su ternura, su misericordia y su compasión.

                    Este poema, hermoso en su expresión literaria, es la oración de un afligido que pide, con humildad y sincero amor, la protección de Yahveh, su Dios, ante una gran dificultad y prueba, en la que se encuentra sumergido, pero, teniendo la seguridad, eso sí,  de que, su oración, como en otras ocasiones, será escuchada y atendida.

Tú, Señor, eres bueno y clemente,
rico en misericordia con los que te invocan.
Señor, escucha mi oración,
atiende a la voz de mi súplica.

                    Y, porque, no hay otro  dios más grande que Yahveh, que escucha y atiende a todos con bondad y amor; y, porque,  su manera de ser y de comportarse con todos sus fieles, sobre todo con los humildes y sencillos,  es tan conmovedora y excepcional; el orante, agradecido, evoca la realeza y majestad de su gloria que, por precisión, ha de ser reconocida universalmente, como la del único Dios y Señor, maravilloso en todas sus obras y acciones: 

Todos los pueblos vendrán
a postrarse en tu presencia, Señor,
bendecirán tu nombre:
“Grande eres tú y haces maravillas”
tú eres el único Dios”.

                    De nuevo, el orante se dirige a Yahveh, con la mejor y más sublime de las definiciones que conocemos, por su estremecedora belleza y su rico contenido, para insistir e implorar, más hondamente,  su cercanía y compasión:
                           
Pero tú, Señor, Dios clemente y misericordioso,
lento a la cólera, rico en piedad y leal,
mírame, ten compasión de mí.

                    Más, confesar que Dios es bueno, fiel  y clemente, con la fe y el fervor gozoso que lo hace el salmista, ha de ser la razón misma de la oración personal y comunitaria de todo creyente, de todos los seguidores de Cristo Jesús.

                    En esta oración, es donde mejor podemos experimentar que, la expresión más sublime y perfecta de la bondad, de la   misericordia y lealtad del Señor, la tenemos en Cristo Jesús, manifestación entrañable del rostro  compasivo y amable de Dios Padre, que todo lo cuida con amor y que, tan humano y condescendiente es con el hombre, pues lo juzga siempre con piedad y moderación, dándole, en el pecado,  lugar al arrepentimiento

                    Compasión y misericordia de Dios, que, podemos acoger y hacer nuestras en el diálogo amoroso con Él; porque, es, en esta intimidad gozosa, donde se va desvelando su presencia en nosotros y en cuanto nos rodea.

                    Presencia y cercanía de Dios, en la que, aprendemos a escuchar su Palabra, que nos va transformando en verdaderos hijos suyos y en hermanos de todos los hombres, siempre dispuestos  a superar lo desagradable y negativo de nuestro mundo, con el fin de valorarlo y nunca  condenarlo, pues, sólo de esta manera, podremos hacer aflorar su Reino, en el que todos caminamos hacia la plenitud de su gloria, y donde BRILLAREMOS COMO EL SOL EN SU PRESENCIA.


                    Vida eterna, que es COMUNIÓN GOZOSA CON EL PADRE; EN SU HIJO JESÚS Y POR EL ESPÍRITU.

viernes, 14 de julio de 2017

Domingo XVdel T.O.-ciclo A


DOMINGO XV DEL T. ORDINARIO - A
  
LA SEMILLA CAYÓ EN TIERRA BUENA Y DIO FRUTO

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P


                    Lo que más nos admira de la bondad y sabiduría de  nuestro Dios y Señor, es su maravillosa gratuidad,  que, por  ser tan inmensa y rica, llena  todo lo creado de júbilo y felicidad, sembrando por doquier  gozo y alegría,  hasta en los detalles más íntimos, cotidianos y sencillos del humano vivir, como puede ser, una buena y abundante cosecha en  el mundo campesino.

                    A este Dios, tan  cercano siempre al hombre, que va  a su encuentro y camina con él, que en todo momento le habla y le escucha y que tiene por delicia hacerle participar de su abundancia, le ensalzamos cantando el salmo 64, un himno de alabanza y de acción de gracias a Yahveh por los beneficios y bendiciones que siempre ha tenido para con Israel,  su pueblo.

                    El salmo, y la lectura de Isaías (55, 10-11), que se complementan en esta celebración dominical, nos ayudan a reconocer el gran poder cósmico de Yahveh, y la eficacia creadora de su palabra, como anuncio gozoso de su salvación, presentando la lluvia como una de las más grandes y ricas bendiciones de Dios sobre la tierra:

Tú cuidas de la tierra, la riegas
y la enriqueces sin medida;
la acequia de Dios va llena de agua.

                   El trabajo incansable de Yahveh, como agricultor entendido, sobre el campo del universo, es tan eficaz que, por precisión, los resultados han de ser buenos: “Como bajan la lluvia y la nieve desde el cielo, y no vuelven allá, sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar para que dé semilla al sembrador y pan al que come...”

Tú preparas los trigales:
riegas los surcos, igualas los terrones,
tu llovizna los deja mullidos,
bendices sus brotes.

                    Y, la lluvia, fuente inagotable de fertilidad, es esperada y tenida por todos, como la gran bendición de Dios sobre la tierra: “ASÍ SERÄ LA PALABRA QUE SALE DE MI BOCA NO VOLVERÁ A MÍ VACÍA, SINO QUE HARÁ MI VOLUNTAD Y CUMPLIRÁ MI ENCARGO”:

Coronas el año con tus bienes,
tus carriles rezuman abundancia;
rezuman los pastos del páramo,
y las colinas se orlan de alegría.

                   Agua derramada por Dios que enriquece los campos; bendición divina que se convierte en abundancia, logrando que, toda la naturaleza, agradecida, estalle de júbilo aclamando y cantando  alabanzas a Yahveh, por su maravilloso poder:

Las praderas se cubren de rebaños,
y los valles se visten de mieses
que aclaman y cantan.

                    Si, Israel, cantaba con gozo las bendiciones de Yahveh, las intervenciones salvadoras en su historia, también, en estos tiempos plenos, debemos cantarlas y agradecerlas con entusiasmo. La  mejor de ellas es Cristo Jesús, Palabra encarnada del Padre, bendición de Dios para toda la humanidad: en Él ha sido  bendecida con toda clase de bienes espirituales y materiales. Siendo su bendición mayor el habernos salvado con su pasión, muerte y Resurrección, de la condición pecadora en la que vivíamos, haciéndonos hijos de Dios y hermanos entre sí.

                    Más, no sólo Cristo Jesús, es Bendición de Dios para La Humanidad, sino que, en toda su vida fue, también, una bendición  constante al Padre Dios, y un darle gracias en todo momento:  le bendijo por haber manifestado los secretos del Reino a la gente sencilla y humilde. Y, siempre daba gracias a Dios, después de los milagros y curaciones que realizaba y, sobre todo, dio gracias al Padre por su Resurrección y exaltación.

                    También nosotros, debemos agradecer a Dios, habernos llamado al seguimiento de su Hijo Cristo Jesús, en el anuncio del  Reino;  habernos capacitado para escuchar su palabra y entenderla:

                    “…EL QUE ESCUCHA LA PALABRA Y LA ENTIENDE, ESE DARÁ FRUTO “


                    Y, sobre todo, por poder alimentarnos de su Cuerpo y Sangre en la mesa eucarística, y dejarnos conducir por Él, en unión de amor, a la comunión eterna con el Padre y el Espíritu.

viernes, 7 de julio de 2017

Domingo XIV del TO-ciclo A


DOMINGO XIV DEL T. ORDINARIO - A


TE ENSALZARÉ, DIOS MÍO, MI REY.
BENDECIRÉ TU NOMBRE POR SIEMPRE JAMÁS

              Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                    La realeza de Dios, su vida y salvación, se nos manifiesta esta vez, en su modo más conmovedor, sublime y tierno. Su saber y su omnipotencia dan paso a lo más  sencillo, humilde y delicado; a todo lo pequeño, amable y bondadoso que hay en Él; pudiendo revelársenos así, en su esencia más íntima y exquisita.

                    Y, con gozo y gratitud, alabamos a nuestro Dios con el salmo 144 que,  por su carácter de himno, canta hermosa y poéticamente el amor entrañable, las bondades y misericordias de Dios para con todos los hombres.

                    Los versos escogidos del poema, para esta celebración dominical, son una invitación personal que el propio salmista se hace -y que, pasa a ser comunitaria y también  universal- con el fin de ensalzar, bendecir y alabar a Yahveh. También quiere el orante,  a la vez, profundizar en la  fe que profesa a su Dios y Señor, el que siempre bendice con su poder y su amor, pero que, en esta ocasión, solo lo hace desde su amor, junto con su cariño y cercanía:  

Te ensalzaré, Dios mío, mi rey,
bendeciré tu nombre por siempre jamás.
Día tras día te bendeciré
y alabaré tu nombre por siempre jamás.

                    A pesar de los muchos pecados e infidelidades de Israel para con su Dios.  El Señor, Yahveh, siempre se manifiesta generoso, clemente y misericordioso con su pueblo, siendo todo fruto de su eterna fidelidad a sus promesas:

El Señor es clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas.

                   Y, porque, la misericordia de Dios es fuente de bondad,  de generosidad y de perdón, para cuantos le sirven y le invocan; también, sus fieles, con su vida y testimonio, han de dar a conocer las hazañas de Yahveh a todos los hombres, y, juntos, proclamar, con fe y entusiasmo, la gloria y majestad de su Reinado:

Que todas las criaturas te den gracias, Señor.
Que te bendigan tus fieles,
que proclamen la gloria de tu reino,
que hablen de tus hazañas.

                    Más, toda la santidad de Yahveh, su paz y su justicia, se revelan en la eficacia y fidelidad de sus palabras y en el modo, siempre misericordioso, de su obrar, sobre todo con los más débiles y menesterosos, que son los más necesitados de su amor:

El Señor es fiel a sus palabras,
bondadoso en todas sus acciones.
El Señor sostiene a los que van a caer,
endereza a los que ya se doblan.
                  
                    Este himno a la realeza de Dios en su expresión más sencilla y humilde, va acorde con la profecía de Zacarías, con la que,  intenta reavivar la esperanza de Israel, en la figura real-mesiánica del descendiente de David: “Alégrate, hija de Sión; canta, hija de Jerusalén; MIRA A TU REY QUE VIENE A TI JUSTO Y VICTORIOSO, modesto y cabalgando en un asno, en un pollino de borrica”.

                    Y, este Rey Mesías, esperado por todos los tiempos, es Cristo Jesús, que entró en Jerusalén montado sobre un pollino, antes de comenzar su pasión; y que, poco después fue crucificado, muerto y resucitado, para salvarnos de nuestros pecados desde su entrega amorosa, pero con el sufrimiento y la humillación.

                    Así, su predilección por los más  sencillos, los más pobres y por los que menos cuentas en este mundo, Cristo Jesús, la manifiesta, entre otras ocasiones, cuando agradece al Padre,  HABER REVELADO LOS SECRETOS DEL REINO A LOS MÁS SENCILLOS Y HUMILDES. Y, también,  porque pudo decirnos, QUE ERA MANSO Y HUMILDE DE CORAZÓN y que, en Él, encontraríamos, siempre, el alivio y descanso que necesitamos.


                    Que, el ejemplo de Cristo Jesús y toda su existencia, nos mueva a buscar su ayuda y consuelo en las dificultades de la vida, y, a  saber imitar su conducta, para testimoniarla ante los demás con gozo y con todo nuestro amor y agradecimiento.