DOMINGO IV DEL T. ORDINARIO - A
DICHOSOS LOS POBRES EN EL ESPIRITU,
PORQUE DE ELLOS ES EL REINO DE LOS CIELOS
Por M. Adelina Climent Cortés O. P.
La gran promesa de Dios, su don más valioso a la humanidad es su
Salvación. Y, esta Buena Nueva de Dios a todos los hombres, que es su reinado
entre nosotros y su deseo de establecer una íntima comunión con todas sus
criaturas, requiere ser acogida con sumo gozo,
y con los deseos sinceros y humildes de una fe honda, pobre, confiada,
sencilla, siempre en constante búsqueda de superación personal y de ansias de
infinito, como bien lo anuncia el profeta Sofonías en la 1ª lectura de La Misa.
Y, porque Dios siempre está a favor de los más pobres y humildes, porque
son sus preferidos y con ellos se encuentra a gusto y feliz, le alabamos
cantando el salmo 145, pidiéndole que, esta manera de obrar y actuar suya, tan
sublime, por ser reflejo de su bondad salvadora, sea también la nuestra.
Con los más pobres y humildes, con los que más sufren, es con los que
mejor Dios puede actuar según su esencia divina, que sólo aspira a llenar de su
vida y gracia aquello que, estando vacío, ansía llenarse de nuevo para una plenitud mayor. Y, porque también Dios
tiene entrañas de misericordia, siente necesidad de ejercitar su amor con los
más menesterosos, liberándoles de toda opresión, saciando toda necesidad y
comunicándoles alegría y gozo:
El Señor hace justicia a los oprimidos,
da pan a los hambrientos.
El Señor liberta a los cautivos.
Más, porque la salvación de Dios es también curativa: sana y conforta a los que sufren en su cuerpo; a la vez que, ama sin medida, a los que han
hecho de su vida una búsqueda incansable de la justicia en el cumplimiento fiel
de la ley, y consuela a los que, no poseyendo cosa alguna, solo aspiran a
buscar su cercanía y gozar de su bondad:
El Señor abre los ojos al ciego,
el Señor endereza a los que ya se doblan,
el Señor ama a los justos,
el Señor guarda a los peregrinos.
También, Dios, tiene en cuenta la parte social, asistiendo y protegiendo
a los más desfavorecidos, a los
que no pueden hacer valer su voz
públicamente, ni defender sus derechos. Pero, en cambio, ignora completamente a
los que, obrando sin conciencia ni temor, se aprovechan de los más pobres. Y, si, el Reinado de Dios
es justo y providente, también ha de
ser eterno, para que su misericordia y compasión, llegue a todos sus fieles, y
su bondad pueda ser reconocida por todas las generaciones:
El Señor sustenta al huérfano y a la viuda
y trastorna el camino de los malvados.
El Señor reina eternamente,
tu Dios, Sión, de edad en edad.
Esta manera de comportarse Dios con los más desvalidos y necesitados,
que describe Sofonías y el salmo,
la corrobora Jesús en el sermón del
monte, cuando habla a sus oyentes de las BIENAVENTURANZAS DEL REINO.
Pero, Jesús, pone de relieve que,
la felicidad y la dicha prometida por Dios a los más pobres y humildes,
aunque en la vida presente ya se pueda
pregustar, como anticipo y fruto de la
esperanza que poseemos, solo gozaremos de ella, de manera plena y completa, en
el más allá, en el Reino de los Cielos, prometido para los que tienen un
corazón sencillo, pobre, humilde y limpio y para los que, sin tenerlo, se
esfuerzan por conseguirlo.
Y, siguiendo a Jesús, manso y humilde de corazón, es como aprenderemos a
tener una actitud pobre y confiada en
la misericordia de Dios Padre. Pues, Jesús, con su ejemplo nos enseñó, que hacía propia la causa de los más pobres y desheredados, de tal
manera que, con su manera de ser y
actuar llegó a molestar tanto a
los más ricos y poderosos, que le condenaron a muerte de Cruz.
Por eso, seguir a Jesús, requiere una conversión y un esfuerzo
constante, que ha de llevarnos a vivir pobremente, a querer relacionarnos con los más humildes y
desvalidos hasta defender sus derechos... Será entonces cuando, la salvación de
Dios irrumpirá en nuestra historia, haciendo reinar la justicia y la paz en
nuestro mundo, como anticipo del cielo nuevo y la tierra nueva que todos
anhelamos.