DOMINGO XXXIV. T. ORDINARIO
SOLEMNIDAD DE CRISTO REY
EL SEÑOR ES MI PASTOR, NADA ME FALTA
Por
Mª Adelina Climent Cortés O.P.
Como hizo Israel en otros
tiempos, nos alegramos y gozamos de tener un DIOS, REY DEL UNIVERSO Y SEÑOR DE
LA HISTORIA. Un Dios que, en su soberanía, es, a la vez, tan cercano, amable y
compasivo con nosotros, sus hijos, que se nos manifiesta como PASTOR BUENO,
GUIANDO A SU REBAÑO, y nos acompaña con su ternura y amor, en el dificultoso
caminar hacia la meta prometida. Es, también, el mismo Dios que, al final de La
Historia, regresará como Juez de vivos y muertos, y nos examinará de la
misericordia y el amor que hayamos tenido para con los demás, lo que dará la
medida de la recompensa que gozaremos
en su REINO ETERNO Y GLORO:
-Os aseguro que cada vez
que lo hicisteis con uno de éstos mis humildes hermanos, CONMIGO LO HICÍSTEIS.
Y, con gozo y
agradecimiento, celebramos a nuestro DIOS, REY Y SEÑOR DE TODO LO CREADO, y, lo hacemos, cantando con amor y
gratitud su protección solícita, bondadosa y acogedora, para con los hombres de
todos los pueblos, con el salmo 22. Un
rico y hermoso poema que, con encanto conmovedor, describe a Yahveh, el
Dios de Israel, como el Pastor Solícito, del pueblo, al que guía siempre con
fidelidad y dulzura, como también lo hace con nosotros, de manera que nada nos
pueda faltar:
El
Señor es mi pastor,
nada
me falta:
en
verdes praderas me hace recostar.
Con decires sublimes de
sabor y vida pastoril, canta el salmista a su Dios y Señor, Yahveh, y le
recuerda las atenciones que siempre tiene con Israel, su pueblo escogido,
mientras le conduce apaciblemente hacia las fuentes de aguas vivas, que
renuevan y rejuvenecen, porque calman toda sed de vida y de amor:
Me
conduce hacia fuentes tranquilas,
y
repara mis fuerzas;
me
guía por el sendero justo,
por
el honor de su nombre.
En el camino, lleno de
atenciones y amorosos cuidados por parte de Yahveh, no puede faltar la mesa
preparada, que invita y acoge a la intimidad y al descanso, junto con el
alimento que nutre la fe y fortalece la comunión de vida; también, con la
alegría del vino que embriaga y da felicidad:
Preparas
una mesa ante mí
enfrente
de mis enemigos;
me
unges la cabeza con perfume,
y
mi copa rebosa.
Y, sería nada lo dicho,
sin la presencia y compañía amorosa del PASTOR BUENO, que desbordando misericordia por doquier, con el afecto y fuego de su corazón, infunde
seguridad, da valentía y lo inunda todo de felicidad, hasta despertar el gran
deseo de querer estar siempre gozando
con Él:
Tu
bondad y tu misericordia me acompañan
todos
los días de mi vida,
y
habitaré en la casa del Señor,
por
años sin término.
Y, Cristo Jesús, El BUEN PASTOR, es el que nos sigue
conduciendo, con dulzura, hacia las
praderas verdes de su amor. Hace su camino con nosotros, con todos los
hombres, y su gesto es acogedor y
sonriente. Nos cuida y alimenta en todo
momento con la verdad de su Palabra Evangélica y con el Pan y el Vino
Eucarísticos; Y, también, se goza cuando
nos alienta en el fiel empeño de seguirle y llegar hasta la meta que nos
convoca, porque estamos invitados a sus Bodas, las que tendrán lugar en el
Reino con toda la Humanidad; al
banquete eterno y a la vida que nunca acabará porque, siempre estaremos con
Dios; ¡cabe más felicidad!
Alabemos a CRISTO JESÚS,
REY DEL UNIVERSO, SEÑOR DE LA HISTORIA, el que, venciendo a la muerte ha
resucitado para siempre: nuestro Buen Pastor, nuestro Hermano Mayor y Primicia
de la humanidad, el que lo será todo en
todos, y nos seguirá bendiciendo hasta
abrir, a la humanidad entera,
las puertas de su REINO GLORIOSO, que, también es, el REINO DEL PADRE DIOS.