viernes, 24 de noviembre de 2017

Solemnidad de Cristo Rey


DOMINGO XXXIV. T. ORDINARIO
SOLEMNIDAD  DE  CRISTO REY 

EL SEÑOR ES MI PASTOR, NADA ME FALTA

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                    Como hizo Israel en otros tiempos, nos alegramos y gozamos de tener un DIOS, REY DEL UNIVERSO Y SEÑOR DE LA HISTORIA. Un Dios que, en su soberanía, es, a la vez, tan cercano, amable y compasivo con nosotros, sus hijos, que se nos manifiesta como PASTOR BUENO, GUIANDO A SU REBAÑO, y nos acompaña con su ternura y amor, en el dificultoso caminar hacia la meta prometida. Es, también, el mismo Dios que, al final de La Historia, regresará como Juez de vivos y muertos, y nos examinará de la misericordia y el amor que hayamos tenido para con los demás, lo que dará la medida de la  recompensa que gozaremos en su REINO ETERNO Y GLORO:

                     -Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos mis humildes hermanos, CONMIGO LO HICÍSTEIS.

                    Y, con gozo y agradecimiento, celebramos a nuestro DIOS, REY Y  SEÑOR DE TODO LO CREADO, y, lo hacemos, cantando con amor y gratitud su protección solícita, bondadosa y acogedora, para con los hombres de todos los  pueblos, con el salmo 22. Un rico y  hermoso poema que, con  encanto conmovedor, describe a Yahveh, el Dios de Israel, como el Pastor Solícito, del pueblo, al que guía siempre con fidelidad y dulzura, como también lo hace con nosotros, de manera que nada nos pueda faltar:

El Señor es mi pastor,
nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar.

                    Con decires sublimes de sabor y vida pastoril, canta el salmista a su Dios y Señor, Yahveh, y le recuerda las atenciones que siempre tiene con Israel, su pueblo escogido, mientras le conduce apaciblemente hacia las fuentes de aguas vivas, que renuevan y rejuvenecen, porque calman toda sed de vida y de amor:  

Me conduce hacia fuentes tranquilas,
y repara mis fuerzas;
me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.

                    En el camino, lleno de atenciones y amorosos cuidados por parte de Yahveh, no puede faltar la mesa preparada, que invita y acoge a la intimidad y al descanso, junto con el alimento que nutre la fe y fortalece la comunión de vida; también, con la alegría del vino que embriaga y da felicidad:

Preparas una mesa ante mí
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa.

                    Y, sería nada lo dicho, sin la presencia y compañía amorosa del PASTOR BUENO,  que desbordando misericordia por doquier, con  el afecto y fuego de su corazón, infunde seguridad, da valentía y lo inunda todo de felicidad, hasta despertar el gran deseo de querer  estar siempre gozando con Él:

Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor,
por años sin término.

                    Y, Cristo Jesús, El BUEN PASTOR, es el que nos sigue conduciendo, con dulzura, hacia las  praderas verdes de su amor. Hace su camino con nosotros, con todos los hombres, y su  gesto es acogedor y sonriente. Nos cuida  y alimenta en todo momento con la verdad de su Palabra Evangélica y con el Pan y el Vino Eucarísticos; Y, también, se goza cuando  nos alienta en el fiel empeño de seguirle y llegar hasta la meta que nos convoca, porque estamos invitados a sus Bodas, las que tendrán lugar en el Reino con toda la Humanidad;  al banquete eterno y a la vida que nunca acabará porque, siempre estaremos con Dios; ¡cabe más felicidad!


                    Alabemos a CRISTO JESÚS, REY DEL UNIVERSO, SEÑOR DE LA HISTORIA, el que, venciendo a la muerte ha resucitado para siempre: nuestro Buen Pastor, nuestro Hermano Mayor y Primicia de la humanidad,  el que lo será todo en todos, y nos seguirá bendiciendo hasta  abrir, a  la humanidad entera, las puertas de su REINO GLORIOSO, que, también es, el REINO DEL PADRE DIOS.

viernes, 17 de noviembre de 2017

Domingo XXXIII del T.O.- A


DOMINGO XXXIII DEL T. ORDINARIO - A

DICHOSO EL QUE TEME AL SEÑOR 

Por Mª Adelina Climent Cortés   O.P.


                    EL TEMOR DEL SEÑOR, que nos lleva a tener una actitud reverente, atenta, vigilante y operativa, también es FUENTE FECUNDA DE BENDICIONES, que, a la vez, son fruto de la fidelidad y benevolencia de Dios, para con todos los que le buscamos con amor, y queremos  seguir, con atención, sus caminos.

                    Y, porque, DIOS NOS BENDICE CON SU PAZ Y SUS BIENES, siempre que confiamos en Él, le alabamos con gratitud cantando el salmo 127, que,  en sus orígenes,  es uno de los “salmos de bendiciones” y que, posteriormente, también se le considera de “las subidas”, pues, lo cantaban en procesión los peregrinos que, impulsados por la fe y el amor a su Dios, Yahveh,  acudían solícitos al templo para alabarle y darle gracias; y donde, también,  eran bendecidos  en su nombre, por el sacerdote de turno del santuario, antes  de iniciar el regreso a sus casas.

                    El salmo nos describe, de manera sencilla y amable, la bendición de Dios, en una vida en familia y en el humilde y cotidiano trabajo, que tanto alegra al que come y se beneficia de él; dicha, que solo experimentan los que hacen su vida en el temor del Señor, es decir, buscando lo que le agrada, lo recto y justo, desde una generosa y sincera fidelidad:

¡Dichoso el que teme al Señor
y sigue sus caminos! 
Comerás del fruto de tu trabajo,
serás dichoso, te irá bien.

                    De manera más concreta, el salmo canta la bendición, dulzura y felicidad de la familia en la que, la esposa, fecunda y hacendosa, vive atenta y pendiente de los demás, y, donde reina la alegría y el gozo de los hijos, en lo cotidiano de un vivir, que, se basa, en el  amor verdadero y la mutua comprensión, como fruto de la bendición de Yahveh para con los que le aman y temen

Tu mujer como parra fecunda,
en medio de tu casa;
tus hijos como renuevos de olivo
alrededor de tu mesa.

                    Muy hermosa y rica es la vida, cuando está protegida por la bendición de Yahveh, que otorga desde su templo a los que, movidos por la fe y el amor, le anteponen a todo lo demás y, acuden a Él, para venerar su Santo Nombre y hacer su vida, en generosidad y entrega, como ofrenda de sacrificio:

Esta es la bendición del hombre
que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión,
que veas la prosperidad de Jerusalén,
todos los días de tu vida.

                    Pero, el modelo más perfecto y acabado de un vivir en el temor de Dios, ha de ser, para todos nosotros, Jesucristo, nuestro Salvador, que hizo de toda su vida una actitud reverente de amor y sumisión al Padre, buscando siempre cumplir su voluntad, para serle fiel en todo momento, hasta entregarse, por amor, en manos de sus enemigos y lograr, con su muerte en La Cruz, la salvación del mundo y de todos los hombre; siendo su Resurrección Gloriosa, la más encumbrada de las bendiciones, recibidas de su Padre Dios, en beneficio de toda la humanidad.

                    Más, nosotros seremos bendecidos por Dios si, en el seguimiento de Cristo Jesús, con los dones concedidos, los trabajamos y acrecentamos, y no hacemos como el empleado infiel de la parábola evangélica, que recibió solo un talento y lo escondió bajo tierra.

                    A este le dijo el Señor: “Eres un empleado negligente y holgazán. ¿Con que sabías que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco para que al volver yo pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. PORQUE AL QUE TIENE SE LE DARÁ Y LE SOBRARÁ; PERO AL QUE NO TIENE SE LE QUITARÁ HASTA LO QUE TIENE”


                    Y, el ejemplo de Jesús es el que debemos seguir los que nos llamamos cristianos,  expresando nuestra fe, a través de una actitud de SINCERA BÚSQUEDA Y ENTREGA RESPONSABLE A LA VOLUNTAD DE DIOS, por encima de todo lo demás; porque, sólo así, recibiremos su bendición, la dicha de poder vivir sirviendo, desde el amor y la gratuidad, a nuestros hermanos  los hombres, trabajando incansablemente por la construcción del Reino, y así, gozar eternamente de su bienaventuranza y plenitud en la Gloria del Padre.

domingo, 12 de noviembre de 2017

Domingo XXXII del T.O.-A


DOMINGO XXXII DEL T. ORDINARIO - A

MI ALMA ESTÁ SEDIENTA DE TI, SEÑOR, DIOS MIO

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P
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                     En la íntima, gozosa y sincera búsqueda de Dios, se nos da y le acogemos como sabiduría; más aún, como la misma SABIDURÍA, que nos ayuda a vivir en saludable tensión de futuro, para acertar con lo verdadero, lo justo, lo más importante, lo que vale la pena; es decir,  con lo mejor. Pero, sobre todo, el don de la sabiduría, preparará nuestra inteligencia para permanecer y perseverar en la espera del novio, JESUCRISTO, que nos introducirá en su REINO, la patria definitiva de todos, donde tendrán lugar sus bodas nupciales con La Humanidad y donde, el banquete preparado por Dios para la fiesta será eterno, pues gozaremos con Él para siempre.

                    Buscando y anhelando esta gozosa intimidad con nuestro Dios y Señor, en profunda oración, meditamos y cantamos el salmo 62;  salmo, que recoge nuestro deseo profundo  de estar con Él, habitados por su presencia, y de vivir solo para Él, rodeados de su cariño y amor.

                    En este salmo, de súplica y confianza individual, el orante, que ha vivido alejado del templo, a causa de sus enemigos y adversarios, suspira por contemplar de nuevo a su Dios, Yahveh, en el santuario, donde, llevado por el ardiente deseo de apagar la sed de su espíritu, espera saciarse de la vida y felicidad de su Señor:

Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agotada, sin agua.

                    Y, el salmista, que tiene puesta su delicia en el Señor, ansía ser siempre su huésped, porque, alabarle y contemplarle, gozar y estar con Él, es vivir la vida según La Alianza; es decir, en desbordante alegría  y plenitud:

¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.

                    Los deseos de amar a su Dios Yahveh, y las ansias de participar de su vida y felicidad, que brotan de lo más hondo de su corazón, son  ya realidad para el yahvista, que la vive como experiencia plena, y con la alegría  que desborda agradecimiento:

Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré como de enjundia y de manteca
y mis labios te alabarán jubilosos.

                    Es tanto el deseo de Dios en el salmista, que, solo puede hacer su vida recordando a su  Señor Yahveh, del que recibe el auxilio necesario en las dificultades cotidianas de su existir, por lo que, siempre, ha de alabarle  y ensalzarle con cantos de júbilo:  

En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo.

                    De este Dios, FUENTE DE SABIDURÍA, estamos verdaderamente sedientos y, porque, a Él buscamos con anhelo, en el templo y en todos los momentos de nuestra existencia, se nos revela y comunica a nosotros, los cristianos, en su HIJO JESUCRISTO, SABIDURÍA DEL PADRE, vida,  meta, luz y salvación nuestra; al que debemos seguir, con empeño y radicalidad, hasta lograr vivir en comunión de amor con Él.

                    Seguimiento de Jesucristo, que ha de orientar toda nuestra vida, en la escucha de su palabra evangélica, hacia el cumplimiento de la voluntad del Padre; y que, por tanto, requiere de nuestra parte, una atención sabia y vigilante para descubrir y sentir su presencia en los acontecimientos de nuestra vida

                    Por eso, no debe sucedernos lo que, en la parábola evangélica de hoy, ocurrió a las cinco doncellas que no tenían las lámparas preparadas. “Mientras iban a comprar el aceite, llegó el Esposo y las que estaban preparadas entraron con Él al banquete de las bodas y se cerró la puerta”. Por tanto nos advierte: VELAD, PORQUE  NO SABÉIS EL DÍA NI LA HORA.”


                   Y, será, en el seguimiento de Jesús, EL ESPOSO, donde encontraremos LA SABIDURIA necesaria para vivir y perseverar en la vigilancia y espera escatológica; ya que, Él, siempre saldrá gozoso a nuestro encuentro, para darnos La Vida Eterna, nuestra felicidad en Dios.

jueves, 9 de noviembre de 2017

Fiesta de la Basílica de Letrán


DEDICACIÓN DE LA BASÍLICA DE LETRÁN

EL CORRER DE LAS ACEQUIAS
ALEGRA LA CIUDAD DE DIOS

Por Mª Adelina Climent Cortés. O.P.



                    El amor a Dios nos lleva a cantar su Gloria en su belleza, bondad y hermosura. Es lo que hace la liturgia en nombre de LA IGLESIA, MORADA DE DIOS ENTRE LOS HOMBRES. Y, para contemplar su gloria y majestad en La Eucaristía de la fiesta de LA DEDICACIÓN DE  LA BASÍLICA DE LETRÁN, símbolo de una presencia y un referente de comunión, cantamos el salmo 45, uno de los denominados “Salmos de Sión” y también “Cantos a Jerusalén” por ser la ciudad de David y el lugar del Templo. Siendo, el salmo, una de las obras maestras del salterio por su rico contenido y bonita expresión.

                    El salmo proclama y confiesa la seguridad que experimenta el pueblo, por la presencia de Yahveh en Sión, concretamente en el Templo, al experimentar que, con su permanencia serena y firme, defiende y protege en todo momento. Con semejante auxilio, los fieles se sienten seguros aunque hubiera, de nuevo, un  caos y cataclismo universal. Creyendo, a la vez, que el Dios que habita con ellos es “EL TODO PODEROSO”

Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza,
poderoso defensor en el peligro.

Por eso no tememos aunque tiembla la tierra,
y los montes se desplomen en el mar.

                    Hasta las aguas mansas alegran y pacifican La Ciudad de Dios. Como afirma el profeta Ezequiel: “VI QUE MANABA AGUA DEL LADO DERECHO DEL TEMPLO Y HABRÁ VIDA DONDE QUIERA QUE LLEGUE LA CORRIENTE”. Pues, no se trata de la humilde fuente de Siloé, sino de un río poderoso que lo llena todo  de vida. Es Yahveh, en medio de ella, quien la va renovando y transfigurando cada día,  pues, solo desde el lugar de su presencia, puede venir la salvación y regeneración del pueblo.

El correr de las acequias alegra la ciudad de Dios,
el Altísimo consagra su morada-

Teniendo a Dios  en medio, no vacila,
Dios la socorre al despuntar la aurora.

                    Reconocimiento agradecido a la suficiencia de Dios, que protege con la paz a su pueblo escogido, Jacob, siendo a la vez el Señor del universo, y el constructor de La Humanidad; el que nos acompaña en toda ocasión y al que,  en su plena venida,  cantaremos su inmenso poder y sabiduría.
        
El Señor de los ejércitos esta con nosotros
nuestro alcázar es el Dios de Jacob.

Venid a ver las obras del Señor,
las maravillas que hace en la tierra.

                                                                                                                                                                                  
                    Jesucristo al purificar el templo de Jerusalén,  con la expulsión de los mercaderes,  en prueba de su autoridad afirma: “Destruid  este templo y en tres días lo levantaré”

                    Afirmando con este gesto, que el NUEVO TEMPLO, el sitio verdadero para encontrarse con Dios,  es su cuerpo entregado, muerto y resucitado. Pasando sus seguidores a ser, también, TEMPLOS DE DIOS, lugar privilegiado de encuentro con Él, al estar sustentados sobre el cimiento único, del que JESUCRISTO, ES LA PIEDRA ANGULAR.

                    Dejando que el Espíritu habite en nosotros, estamos construyendo, como PIEDRAS VIVAS, el edificio del TEMPLO  VIVO  que es JESUCRISTO, lugar del testimonio y de la profesión de la fe de todos los creyentes, por lo que, el culto que en él se ofrece es, EN ESPIRITU Y VERDAD, capaz de conducirnos a participar de su Gloria en el Reino Celeste.




sábado, 4 de noviembre de 2017

Domingo XXXI del T.O.-A


DOMINGO XXXI  DEL T. ORDINARIO -  A

 GUARDA  MI  ALMA  EN  LA  PAZ,  JUNTO  A  TI,  SEÑOR

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                    C reer en Dios, amarle y tenerle  por Padre, nos ha de llevar a una felicidad y, a un abandono amoroso y filial; a dejar confiados nuestros cuidados, deseos y ansiedades en sus manos protectoras, hasta anteponer el cumplimiento de su voluntad a todos nuestros afanes terrenos, ya que, esto, nos ayudará a vivir en el sano y gozoso equilibrio de una auténtica entrega, en fe y humildad.

                    Y, porque así lo creemos y anhelamos, queriendo llenar nuestro corazón de esperanza, de  amor y de paz,  se lo decimos y cantamos a Dios, nuestro Padre,  con el salmo 130.

                    Este breve y bello poema, sublime y profundo a la vez, y que, pertenece a la serie de los salmos de “las subidas”  narra la experiencia viva de un israelita creyente que, siendo fiel y seguro servidor de la religión de sus padres, debido a un ambiente lleno de  desdichas y dificultades en el que vive,  descubre que, lo mejor y mas autentico ante su Dios Yahveh, al que desea serle fiel,  es  vivir su fe adoptando una actitud humilde, sencilla y confiada, y, a la vez, audaz, servicial  y entregada a los designios de su voluntad, desde la paz que experimenta un niño que, en brazos de su madre, busca y anhela su ternura maternal
 
Señor, mi corazón no es ambicioso,
ni mis ojos altaneros;
no pretendo grandezas
que superan mi capacidad.

                    El salmista, que vive su fidelidad al Señor, desde la confianza filial y en el  hondo conocimiento de saberse en los brazos maternales de Yahveh, el Dios que siempre protege y salva; también logra satisfacer sus deseos de esperanza plena y de una paz gozosa sin termino, que fluyen de la misma presencia y cercanía del Señor.

                    Pero el orante yahvista, que, también da un sentido comunitario al salmo, quiere que, esta paz duradera que experimenta como fruto de vivir su fe, humilde y servicialmente junto a su Dios, igualmente la desee y espere Israel, el pueblo escogido por Yahveh como heredad suya.

Sino que acallo y modero mis deseos,
como un niño en brazos de su madre.
                                                    Espere Israel en el Señor,
ahora y por siempre.

                    Así, el fiel servidor y auténtico yahvista del salmo,  se nos manifiesta como la respuesta sincera y modélica a la dura crítica que, Malaquías, en la primera lectura bíblica de La Eucaristía, hace de los sacerdotes, por haber descuidado sus funciones ministeriales, anulando y profanando la alianza de sus padres con Yahveh, apartándose del camino justo y haciendo tropezar a muchos contra la ley. También, por no haber dado gloria al nombre de Yahveh y haber despojado al prójimo; invalidando, de esta manera, la auténtica práctica religiosa, que se funda en la experiencia del único Dios, y Padre de todos.

                    Con todo, es Cristo Jesús, sin duda alguna,  desde un abandono amoroso filial y total en manos de su Dios y Padre, el que cumple plena y maravillosamente su voluntad salvadora, haciendo en todo momento lo que más le agrada, desde una vida sencilla, humilde y sin pretensiones;  desde una  entrega amorosa y servicial por el bien de todos los hombres, a los que, por medio de su muerte y resurrección gloriosa, los hace hermanos suyos e hijos del Padre Dios.

                    En la lectura evangélica nos aconseja: “Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar maestro, porque UNO SOLO ES VUESTRO MAESTRO Y TODOS VOSOTROS SOIS HERMANOS”. “Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque UNO SOLO ES VUESTRO PADRE, EL DEL CIELO”.

                    Se nos invita, pues,  a vivir nuestra fe desde la sencillez y la humildad, pero con la audacia y generosidad que nos viene de sentirnos y ser hijos amados de Dios, seguidores de Cristo Jesús y hermanos de todos los hombres; de tal manera que, nuestro ser y actuar, ha de  corresponder con la fe que profesamos y oramos. Vida de fe, la nuestra, que, alimentada por el pan de la palabra evangélica que escuchamos,  y fortalecida por el pan eucarístico que comulgamos, nos ha de convertir en auténticos testimonios del Reino.

                    Que nuestra humilde y sencilla oración, sea pues, hoy y siempre, como la del yahvista fiel y orante:

GUARDA MI ALMA EN LA PAZ, JUNTO A TÍ; SEÑOR