sábado, 27 de mayo de 2017

Ascensión del Señor


LA  ASCENSIÓN  DEL  SEÑOR

DIOS  ASCIENDE  ENTRE  ACLAMACIONES


Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                    Cantemos y aclamemos a CRISTO JESÚS, que, como Rey de La Gloria, ASCIENDE ENTRE ACLAMACIONES AL CIELO, para sentarse en su trono real a la derecha de Dios Padre. Más,  contemplémosle, con sentimientos de admiración y de agradecimiento, porque, su subida, para nosotros, es gozo y esperanza viva, fruto de nuestra fe en su RESURRECCIÓN GLORIOSA y en su VICTORIA,  que nos hace vislumbrar  lo que ahora ya es  realidad: nuestra futura exaltación  junto a Dios Padre, y para siempre, en La Vida Eterna.                                                               
                 
                    Portento de alegría y felicidad es  la fiesta de LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR, en la que, toda la creación se beneficia del SEÑORÍO DE JESÚS,  al  quedar transformada en el Reinado de Dios.
                 
                    Y, porque  queremos  aclamar a CRISTO JESÚS, con el entusiasmo que  le corresponde y se merece, lo hacemos con el salmo 46, uno de los himnos más  expresivos  del grupo de los ”salmos de entronización real de Dios” y, que tiene sus  orígenes, en  los tiempos de la monarquía de Israel.  Comienza el salmista, con alabanzas gozosas a Yahveh,  Rey de todos los hombres y de la creación entera:

 Pueblos todos, batid palmas,
aclamad a Dios con gritos de júbilo,
porque el Señor es sublime y terrible,
emperador de toda la tierra.

                    La fe del israelita, le lleva a concretizar las intervenciones grandes y poderosas de Yahveh, en el mundo, en la historia particular de Israel, su pueblo, y en las victorias que logra su Rey;  y, también, a celebrarlas litúrgicamente, en las  procesiones   que trasladaban el Arca de La Alianza, desde los lugares de las batallas, hasta el recinto sacro, el Templo de Jerusalén, donde quedaba entronizada con cantos, músicas y aclamaciones. Más, esta GLORIA Y SEÑORÍO DE DIOS, ha quedado  manifestada,  más plenamente, en LA RESURRECCIÓN DE JESUCRISTO “EL SEÑOR” y en su ASCENSIÓN GLORIOSA AL CIELO.

Dios asciende entre aclamaciones,
el Señor, al son de trompetas;
tocad para Dios, tocad,
tocad para nuestro Rey, tocad.

                    Mas, La Gloria del Señor Yahveh, con todo su  esplendor,  excede al Templo de Sión, y, en su expansión, adquiere dimensiones universales, hasta llenar el cielo y la tierra, quedando, así, constituido, JESUCRISTO, EN SEÑOR Y MEDIADOR de todo  lo creado. SEÑORÍO, sin fin, que ejerce desde la derecha del PADRE:

Porque Dios es el rey del mundo;
tocad con maestría.
Dios reina sobre las naciones,
Dios se sienta en su trono sagrado.



                    Y, Jesucristo, EL SEÑOR RESUCITADO, tiene siempre abiertas las puertas del cielo para comunicarnos el ESPÍRITU, que nos conducirá a Él, y para que, su intercesión, sea una bendición fecunda para la humanidad que vive y camina en la esperanza, guiada por la fe y construyendo el mundo nuevo que tanto anhelamos. Un mundo lleno de valores humanos y evangélicos, los que el mismo Jesús practicó durante su vida terrena, y, que, antes de despedirse, después de decirnos: “SUBO AL PADRE MÏO Y PADRE VUESTRO, AL DIOS MÍO Y DIOS VUESTRO”, nos recomendó practicarlos y darlos a conocer: “PROCLAMAD EL EVANGELIO A TODA LA CREACIÓN”.


                    Que, también, Jesús glorificado, pueda recoger los frutos de nuestro testimonio, y sincero agradecimiento, porque, esta fiesta de su ASCENSIÓN, nos hace tener ya el espíritu en el CIELO, LUGAR DE NUESTRO DESTINO GLORIOSO Y ETERNO.

viernes, 19 de mayo de 2017

Domingo VI de Pascua-A


DOMINGO VI DE PASCUA - A
  
ACLAMAD AL SEÑOR, TIERRA ENTERA

Por M. Adelina Climent Cortés  O. P.


                    Seguimos avanzando en plenitud de verdad y vida, por el camino luminoso y salvador de LA PASCUA DE CRISTO JESÚS, conducidos por la fuerza de su ESPÍRITU, hacia la meta deseada, que es nuestro PADRE DIOS, al que, con ojos agradecidos y desde un corazón  amante y contemplativo, le adoramos cantando el salmo 65.

                    El poema, nos va introduciendo en la honda y misteriosa presencia de Dios, con alabanzas hímnicas y de acción de gracias, por su gran obra salvadora. Comienza con una invitación festiva, llena de exuberantes aclamaciones a la gloria de Yahveh, que, con la fuerza de su poder, ha creado el universo y todas sus maravillas, y se ha constituido en el Señor absoluto de La Historia:

Aclamad al Señor, tierra entera;
tocad en honor de su nombre,
cantad himnos a su gloria.
Decid a Dios: “Qué temibles son tus obras”.

                    Si el salmo canta, con entusiasmo y alegría, la universalidad y  la soberanía de Yahveh sobre todo lo creado, también reconoce y declara, que, de manera más sublime y  excelente ha de ser aclamado, por la atención, la delicadeza y el cuidado que pone al realizar sus obras en beneficio de los seres humanos, a los que, con su presencia y cercanía, ama y protege en todo momento:                                      

Que se postre ante ti la tierra entera,
que toquen en tu honor,
que toquen para tu nombre.
Venid a ver las obras de Dios,
sus temibles proezas en favor de los hombres.

                    Y, si Yahveh, hizo prodigios en favor de Israel cuando lo salvó de la esclavitud del faraón, rey de Egipto, de igual manera, los seguirá haciendo en todos los acontecimientos que requieran su intervención y ayuda; y, si el gobierno de Dios es universal y eterno, de manera más sorprendente, si cabe, se manifiesta su poder y sabiduría en los pequeños detalles que realiza en la vida de aquellos que, desde la fe, reconocen su cercanía amorosa y salvadora:

Transformó el mar en tierra firme,
a pie atravesaron el río.
Alegrémonos con Dios,
que con su poder gobierna eternamente.

                    El salmista, agradecido, desea testimoniar, también, las atenciones y acciones salvadoras que ha recibido de las manos de su Dios Yahveh, hasta devolverle la propia vida; y, su gran empeño es, invitar a que, los otros fieles, pongan su confianza en Él, ya que, a todos escucha  y atiende, si, confiadamente, le invocan y esperan su ayuda:

Fieles de Dios, venid a escuchar;
os contaré lo que ha hecho conmigo.
Bendito sea Dios que no rechazó mi súplica.

                    Los cristianos, todos los creyentes, celebramos con gozo, lo que Dios ha hecho con nosotros y con todo el mundo, en LA PASCUA GLORIOSA DE LA RESURRECCIÓN de su Hijo Jesús, compendio de las acciones salvadoras de Dios.

                     Cristo, nos ha devuelto la vida, pero una vida salvada y, por lo tanto, inmortal y gloriosa. Una vida, que es, como la que vive Cristo y el Padre en la comunión del Espíritu Santo:

                     “Entonces sabréis que YO ESTOY CON MI PADRE, VOSOTROS CONMIGO Y YO CON EL PADRE”. Y, en esta comunión de amor, consiste el Reinado de Dios, al que, quedará integrado el universo y todo lo creado, para  mayor gloria suya.


                    Y, porque, esta salvación, este reinado de Dios, no es solo para nosotros, sino para todos los habitantes de la tierra, hemos de testimoniarlo con nuestro ejemplo de vida, dando razón de nuestra esperanza en todo momento y procurando que, nuestras obras, por la gracia del Espíritu, sean evangelizadoras, portadoras de bien, de justicia y de paz a todos los pueblos y naciones que, como el salmo indica, han de aclamar, alabar y dar gracias constantemente a Dios, por todas las maravillas que, en su nombre, sigue realizando en la tierra, para toda La Humanidad.                          

sábado, 13 de mayo de 2017

Domingo V de Pascua-A


DOMINGO V DE PASCUA - A

VENGA SOBRE NOSOTROS
TU MISERICORDIA, SEÑOR

Por M. Adelina Climent Cortés  O.P.


                    LA GLORIOSA PASCUA DE JESÚS, EL RESUCITADO, que con su luz inmortal lo invade, lo penetra y lo transforma todo, se nos manifiesta radiante de esplendor y colorido como CAMINO VERDAD y VIDA, realidades constitutivas  del Reinado de Dios, en  su Hijo Cristo Jesús, Palabra del Padre, y que, por la fuerza del Espíritu de ambos, consiguen que avancemos sin cesar, hacia la plenitud de Vida eterna para todos.

                    Y, porque nos vemos sumergidos en tan sublime misterio de misericordia, de amor, y predilección, alabamos y damos gloria a Dios, cantando y meditando el salmo 32.

                    El poema, contiene la finura y sabiduría de todo lo bueno y bello, y posee las características de un himno de alabanza a Yahveh, como Dios creador del universo, a través de su Palabra y de su Espíritu, en el que irá realizando su plan de salvación universal,  su reinado de paz y de amor. Comienza el salmo con una invitación a la alabanza, con aclamaciones de júbilo y vibraciones musicales:

Aclamad, justos al Señor,
que merece la alabanza de los buenos;
dad gracias al Señor con la cítara,
tocad en su honor el arpa de diez cuerdas.

                    Si es grande y jubilosa la alabanza de acción de gracias que se tributa a Yahveh, como Dios creador y salvador, de igual manera ha de ser amado y ensalzado, por el gran esmero y cuidado que pone en las demás acciones que realiza, como fruto de su lealtad y misericordia para con los que le siguen y aman; con el fin, también, de llenar la tierra de su bondad, de su justicia y de aquello que le es propio: 

La palabra del Señor es sincera
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra

                    De esta manera, Yahveh, no deja de mirar con amor a sus fieles, a los que confían y esperan en Él. Es un Dios que siempre quiere caminar con los hombres y dialogar con ellos; también, sentirse cercano de cuantos le invocan, para ayudarles en sus necesidades y hacerles partícipes de sus bondades. Es un querer tan salvador el suyo, que libera de la esclavitud y conduce a una felicidad sin fin:

Los ojos del Señor están puestos en sus fieles,
en los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre.

                    Pero, la misericordia de Dios ha llegado y está sobre nosotros, de manera exuberante, en su Hijo Jesucristo, mediante su obra Redentora y Salvadora, de la que, estamos celebrando el momento culminante, su GLORIOSA Y TRIUNFANTE RESURRECCIÓN, que es prenda de nuestra herencia, pues, en La Resurrección de Cristo Jesús, liberados del pecado y de la muerte, hemos resucitado, todos los que creemos en Él, a una Vida Nueva, llenándose, así, la tierra, de su misericordia.


                    Verdaderamente, estamos llamados, con Cristo, a vivir esta Nueva Vida de resucitados, en la que, Él,  se nos muestra, como el camino y la meta de plenitud que demanda. Camino, que es Palabra y también Verdad, revelación de Dios para los hombres, ya que, en el mismo Cristo Jesús y por la amorosa fuerza de su Espíritu, llegaremos a la plenitud de Vida en el Padre, que es dicha y felicidad sin fin.

viernes, 5 de mayo de 2017

Domingo IV de Pascua


DOMINGO IV DE PASCUA - A

EL  SEÑOR  ES  MI  PASTOR,  NADA  ME  FALTA

Por M. Adelina Climent Cortés  O.P.

                    LA PASCUA GLORIOSA DE JESÚS, sigue irradiando luz y vida. La luz y la vida nueva del Reino, que va divinizando todo el universo. Y, en este camino nuevo y pascual, se nos presenta JESÚS, EL SEÑOR, como EL BUEN PASTOR, que cuida con desvelo y amor de sus ovejas por las que ha dado la vida, y las conduce hacia los páramos frescos y celestiales de una felicidad sin fin, como así lo afirma Apocalipsis, 7, l7: “El Cordero será su pastor, y los conducirá hacia fuentes de aguas vivas”.

                    A Jesús, el Señor, que, con tanta solicitud nos ama y nos guía, buscando para nosotros lo mejor, le  alabamos, agradecidos, cantando el salmo 22.

                    Este bello y fervoroso poema, fue considerado como una oración muy estimada de súplica confiada a Yahveh, que, como BUEN  PASTOR  DE  ISRAEL, ha guiado y animado a su pueblo en los acontecimientos de la  salida de Egipto y del destierro de Babilonia, hasta conducirlo a la tierra prometida, que pasa a ser su propia heredad. Imagen bella y evocadora, que, Jesús, ha resaltado con plenitud. Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas del pecado y de la muerte, introduciéndonos en la novedad del Reino, en la verdad de su vida y de su amor:

El Señor es mi pastor,
nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar,
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas.

                    Yahveh, conduce a su pueblo como sólo un Dios sabe y puede hacerlo, por caminos  santos y buenos, sus propios caminos, que son senderos de justicia y salvación. Salvación que JESÚS, el BUEN PASTOR, nos comunica, en los tiempos nuevos, con su ejemplo y bondad -pasó la vida haciendo el bien- por lo que, en su seguimiento, en el intento de vivir su propia vida, no hay riesgos ni temores, pues, para los que creen en Él, su compañía es luz y consuelo en la oscuridad, paz y consuelo en los miedos y zozobras, calma y sosiego en toda dificultad:

Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan.

                    Y, así como Yahveh, no sólo conducía, protegía y salvaba a su pueblo, sino que, también lo alimentaba para que se sintiera fortalecido, y le cubría  de honor y atenciones a la vista de sus enemigos; de la misma manera, Jesús, nos prepara La Mesa Eucarística, en la que nos alimenta con su cuerpo y su sangre, prenda de salvación y de vida eterna, fuente de felicidad y comunión con Él y con el Padre:

Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa.

                    Y, tanta es la bondad y la misericordia de Dios y de su Hijo Jesús, conduciéndonos por los caminos de la salvación, que, a pesar de las dificultades, amenazas y contratiempos que surgen sin cesar  en el devenir de la historia, siempre los podremos  seguir repletos de confianza, y, con la fuerza, la valentía, y la dicha de la esperanza, que produce el amor divino, por ser eterno como lo es Dios.
 
Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término.


                    Que, JESÚS RESUCITADO, nuestro BUEN PASTOR, el que entra por la puerta en el aprisco de las ovejas y estas atiende su voz, y Él las puede llamar por su nombre; el que ha venido para que tengamos vida y vida abundante, sea hoy y siempre, el gozo y la alegría de cuantos, con empeño, le seguimos,  y queremos ser testigos y pregoneros de su bondad y de la novedad de su Reino, con la fuerza que nos viene de su amor, que es gloria y salvación, por toda la eternidad.