viernes, 5 de mayo de 2017

Domingo IV de Pascua


DOMINGO IV DE PASCUA - A

EL  SEÑOR  ES  MI  PASTOR,  NADA  ME  FALTA

Por M. Adelina Climent Cortés  O.P.

                    LA PASCUA GLORIOSA DE JESÚS, sigue irradiando luz y vida. La luz y la vida nueva del Reino, que va divinizando todo el universo. Y, en este camino nuevo y pascual, se nos presenta JESÚS, EL SEÑOR, como EL BUEN PASTOR, que cuida con desvelo y amor de sus ovejas por las que ha dado la vida, y las conduce hacia los páramos frescos y celestiales de una felicidad sin fin, como así lo afirma Apocalipsis, 7, l7: “El Cordero será su pastor, y los conducirá hacia fuentes de aguas vivas”.

                    A Jesús, el Señor, que, con tanta solicitud nos ama y nos guía, buscando para nosotros lo mejor, le  alabamos, agradecidos, cantando el salmo 22.

                    Este bello y fervoroso poema, fue considerado como una oración muy estimada de súplica confiada a Yahveh, que, como BUEN  PASTOR  DE  ISRAEL, ha guiado y animado a su pueblo en los acontecimientos de la  salida de Egipto y del destierro de Babilonia, hasta conducirlo a la tierra prometida, que pasa a ser su propia heredad. Imagen bella y evocadora, que, Jesús, ha resaltado con plenitud. Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas del pecado y de la muerte, introduciéndonos en la novedad del Reino, en la verdad de su vida y de su amor:

El Señor es mi pastor,
nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar,
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas.

                    Yahveh, conduce a su pueblo como sólo un Dios sabe y puede hacerlo, por caminos  santos y buenos, sus propios caminos, que son senderos de justicia y salvación. Salvación que JESÚS, el BUEN PASTOR, nos comunica, en los tiempos nuevos, con su ejemplo y bondad -pasó la vida haciendo el bien- por lo que, en su seguimiento, en el intento de vivir su propia vida, no hay riesgos ni temores, pues, para los que creen en Él, su compañía es luz y consuelo en la oscuridad, paz y consuelo en los miedos y zozobras, calma y sosiego en toda dificultad:

Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan.

                    Y, así como Yahveh, no sólo conducía, protegía y salvaba a su pueblo, sino que, también lo alimentaba para que se sintiera fortalecido, y le cubría  de honor y atenciones a la vista de sus enemigos; de la misma manera, Jesús, nos prepara La Mesa Eucarística, en la que nos alimenta con su cuerpo y su sangre, prenda de salvación y de vida eterna, fuente de felicidad y comunión con Él y con el Padre:

Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa.

                    Y, tanta es la bondad y la misericordia de Dios y de su Hijo Jesús, conduciéndonos por los caminos de la salvación, que, a pesar de las dificultades, amenazas y contratiempos que surgen sin cesar  en el devenir de la historia, siempre los podremos  seguir repletos de confianza, y, con la fuerza, la valentía, y la dicha de la esperanza, que produce el amor divino, por ser eterno como lo es Dios.
 
Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término.


                    Que, JESÚS RESUCITADO, nuestro BUEN PASTOR, el que entra por la puerta en el aprisco de las ovejas y estas atiende su voz, y Él las puede llamar por su nombre; el que ha venido para que tengamos vida y vida abundante, sea hoy y siempre, el gozo y la alegría de cuantos, con empeño, le seguimos,  y queremos ser testigos y pregoneros de su bondad y de la novedad de su Reino, con la fuerza que nos viene de su amor, que es gloria y salvación, por toda la eternidad.

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