DOMINGO IV DE PASCUA - A
EL SEÑOR ES MI PASTOR, NADA ME FALTA
Por M. Adelina Climent Cortés O.P.
LA PASCUA GLORIOSA DE JESÚS, sigue irradiando luz y vida. La luz y la
vida nueva del Reino, que va divinizando todo el universo. Y, en este camino
nuevo y pascual, se nos presenta JESÚS, EL SEÑOR, como EL BUEN PASTOR, que
cuida con desvelo y amor de sus ovejas por las que ha dado la vida, y las
conduce hacia los páramos frescos y celestiales de una felicidad sin fin, como
así lo afirma Apocalipsis, 7, l7: “El Cordero será su pastor, y los conducirá
hacia fuentes de aguas vivas”.
A Jesús, el Señor, que, con tanta solicitud nos ama y nos guía, buscando
para nosotros lo mejor, le alabamos,
agradecidos, cantando el salmo 22.
Este bello y fervoroso poema, fue considerado como una oración muy
estimada de súplica confiada a Yahveh, que, como BUEN PASTOR DE ISRAEL, ha
guiado y animado a su pueblo en los acontecimientos de la salida de Egipto y del destierro de
Babilonia, hasta conducirlo a la tierra prometida, que pasa a ser su propia
heredad. Imagen bella y evocadora, que, Jesús, ha resaltado con plenitud. Él
nos ha sacado del dominio de las tinieblas del pecado y de la muerte,
introduciéndonos en la novedad del Reino, en la verdad de su vida y de su amor:
El Señor es mi pastor,
nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar,
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas.
Yahveh, conduce a su pueblo como sólo un Dios sabe y puede hacerlo, por
caminos santos y buenos, sus propios
caminos, que son senderos de justicia y salvación. Salvación que JESÚS, el BUEN
PASTOR, nos comunica, en los tiempos nuevos, con su ejemplo y bondad -pasó la
vida haciendo el bien- por lo que, en su seguimiento, en el intento de vivir su
propia vida, no hay riesgos ni temores, pues, para los que creen en Él, su
compañía es luz y consuelo en la oscuridad, paz y consuelo en los miedos y
zozobras, calma y sosiego en toda dificultad:
Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan.
Y, así como Yahveh, no sólo conducía, protegía y salvaba a su pueblo,
sino que, también lo alimentaba para que se sintiera fortalecido, y le
cubría de honor y atenciones a la vista
de sus enemigos; de la misma manera, Jesús, nos prepara La Mesa Eucarística, en
la que nos alimenta con su cuerpo y su sangre, prenda de salvación y de vida
eterna, fuente de felicidad y comunión con Él y con el Padre:
Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa.
Y, tanta es la bondad y la misericordia de Dios y de su Hijo Jesús,
conduciéndonos por los caminos de la salvación, que, a pesar de las
dificultades, amenazas y contratiempos que surgen sin cesar en el devenir de la historia, siempre los
podremos seguir repletos de confianza,
y, con la fuerza, la valentía, y la dicha de la esperanza, que produce el amor
divino, por ser eterno como lo es Dios.
Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término.
Que, JESÚS RESUCITADO, nuestro BUEN PASTOR, el que entra por la puerta
en el aprisco de las ovejas y estas atiende su voz, y Él las puede llamar por
su nombre; el que ha venido para que tengamos vida y vida abundante, sea hoy y
siempre, el gozo y la alegría de cuantos, con empeño, le seguimos, y queremos ser testigos y pregoneros de su
bondad y de la novedad de su Reino, con la fuerza que nos viene de su amor, que
es gloria y salvación, por toda la eternidad.
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