viernes, 25 de agosto de 2017

Domingo XXI


DOMINGO XXI DEL  T.  ORDINARIO
  
SEÑOR, TU MISERICORDIA ES ETERNA,
NO ABANDONES LA OBRA DE TUS MANOS

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                    AGRADEZCAMOS A DIOS EL DON DE LA FE, su misma vida en nosotros; la salvación que nos abre al gozo de su amor, que nos descubre la verdad de su ser y nos introduce en su misma relación de vida y comunión.

                    Y, porque, con la salvación de Dios, fruto de su inmensa bondad para con los hombres, recibimos más de lo que podemos imaginar y desear, agradecidos, le alabamos cantando el salmo 137, con la certeza de que, siempre y en todo momento, nos seguirá ayudando y favoreciendo.

                    Estamos ante un salmo de acción de gracias colectivo, de los tiempos postexílicos, que reconoce y canta las bondades de Yahveh para con Israel, su pueblo elegido. También celebra y proclama su excelsitud y encumbramiento sobre los dioses de los pueblos vecinos, víctimas de sus victorias, pero, que, llegan a reconocerlo como   único Señor, al que hay que postrarse y darle gracias en su santuario:

Te doy gracias, Señor, de todo corazón,
delante de los ángeles tañeré para ti.
Me postraré hacia tu santuario,
daré gracias a su santo nombre.

                    También, Yahveh, el Dios de Israel, es el único Dios que escucha siempre con interés y atención; y el que, atiende en todo momento cuando se le invoca, lo que, los otros dioses no pueden hacer. Pero, Yahveh, actúa de  manera tan atenta y servicial, porque es fiel a La Alianza, a sus promesas, y por lo tanto, misericordioso y leal con sus fieles, a los que se complace en cuidar y amar. Y, es tanta su generosidad,  tan grandes sus promesas, que superan su fama, logrando así, que la fe, del que ora como el salmista, crezca en intensidad, y pueda amar más y mejor:

Por tu misericordia y tu lealtad,
porque tu promesa supera a tu fama.
Cuando te invoqué me escuchaste,
acreciste el valor de mi alma.

                    Yahveh, por ser un Dios tan selecto y genial, se complace de manera especial, con los humildes y sencillos; lo que no hace con los soberbios, que no son de su agrado; pero, en su misericordia y lealtad, a todos ama y de todos se compadece, de manera que, su vida en nosotros, es gracia y salvación, fruto de la gran obra de sus manos que desea  llevar a plenitud:

El Señor es sublime, se fija en el humilde
y de lejos conoce al soberbio.
Señor, tu misericordia es eterna
no olvides la obra de tus manos.
                                   
                    Y, esta hondura de fe, la vida de Dios en nosotros, que crece con las obras de amor y que ensancha el alma del orante dándole fuerza y valor, es la que, pudo arrancar de Pedro, la más bonita y sublime confesión de fe sobre la divinidad de  Cristo Jesús: “TÚ ERES EL MESÍAS, EL HIJO DE DIOS VIVO” Reconociendo, de este modo, la grandeza, el poderío, la gloria y excelsitud de Dios Padre en su Hijo Jesucristo, Señor de todo lo creado; origen, guía, y meta del universo.

                    Poseer esta fe, es pertenecer al pueblo convocado por Cristo Jesús, a su Iglesia, que, Él mismo, como Roca firme, sostiene y fortalece, y que, es vida y comunión de todos los creyentes. La Iglesia, que nos congrega como Madre y que, no cesa de confesar la divinidad de su fundador con su fiel testimonio: viviendo, colaborando y haciendo posible los planes de Dios con respecto a los hombres; su reinado  entre nosotros.


                    Y, deber de todos los hijos de La Iglesia, de todos los cristianos, es celebrar y confesar LA SALVACIÓN GRATUITA DE DIOS EN SU HIJO JESUCRISTO, SEÑOR NUESTRO, para testimoniarla con gozo y entusiasmo, de manera que, otros puedan aceptarla y hacerla suya, hasta poder vivir en la misma comunión de amor a la que estamos llamados, con el Padre, en su Hijo Cristo Jesús, por el Espíritu.

viernes, 18 de agosto de 2017

Domingo XX del T. O.- A


DOMINGO  XX  DEL T. ORDINARIO - A

 OH DIOS, QUE  TE  ALABEN  LOS  PUEBLOS,

QUE  TODOS  LOS  PUEBLOS  TE  ALABEN

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                    Al Dios inmenso, que supera fronteras y espacios llenando el universo de su gloria y majestad; al Dios, que siempre nos quiere dar su salvación, sólo se puede llegar por la fe; una fe honda y confiada; la fe auténtica que conduce a la oración y que, con su fuerza y poder, lo transforma todo  haciéndolo nuevo.

                    Y, porque Dios, llevado de su poder y bondad,  ha creado el universo por la verdad de su  palabra y el espíritu de su amor, le alabamos gozosos cantando el salmo 66, que, recoge jubilosamente, la aclamación y el agradecido reconocimiento de todos los pueblos, a los que, Dios,  hará llegar su justicia y salvación.
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                    Este salmo, es un Himno de acción de gracias y de petición de bendiciones. El salmista pide a su Dios, Yahveh, que todos los pueblos puedan conocer sus caminos, su justicia y santidad, para que, también ellos, puedan alabarle y darle gracias junto con Israel, su pueblo elegido:

El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros:
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.

                    Más, la alegría y el júbilo por conocer y amar a Yahveh, brotará, no solo en los pueblos vecinos, sino en todas las naciones, cuando, por la fe y el amor, acepten ser  gobernadas por la justicia y rectitud del Señor; de esta manera, será todo el universo el que, con cantos y aclamaciones, quede incorporado a su gozosa alabanza:  

Que canten de alegría las naciones,
porque riges la tierra con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.

                    Y, junto con la alabanza de todos los pueblo y naciones, fruto de la fe y del amoroso conocimiento del Señor; fe y amor que engendran seguridad y confianza en sus designios salvadores; el salmista pide, para todo el orbe, su bendición, porque, solo con ella, con la fuerza de su bondad y poder, podrán amarle debidamente, con temor y respeto:

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.

                    Y, porque, en Cristo Jesús, nos ha bendecido Dios Padre plenamente, es decir, con toda clase de bendiciones, seguimos cantando:

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
Que todos los pueblos te alaben.

                    Pues, en Cristo Jesús, se ha hecho realidad la profecía de Isaías: “A LOS EXTRANJEROS LOS TRAERÉ A MI MONTE SANTO, LOS ALEGRARÉ EN MI CASA DE ORACIÓN”, al poner la salvación de Dios al alcance de todo ser humano, y el templo, su morada, La Iglesia, abierta a todos los pueblos que quieran ir a su  encuentro; quedando claro, de esta manera, que la fe, don de Dios, su misma vida entregada, es para todo el que quiera acogerla con amor y hacerla suya.

                    Jesús mismo, proclamando el evangelio del reino, sanando las dolencias del pueblo, revela el nuevo camino de acceso a los bienes mesiánicos. Y el signo, que anticipa y  muestra la salvación gratuita de Dios para todos por la fe, en la curación de la hija de la cananea, obtenida por la fe humilde y perseverante de esta mujer pagana, pero, que posee un corazón confiado y repleto de amor. Por eso pudo escuchar, agradecida, por boca de Cristo Jesús, Salvador de todos los hombres: “Mujer, QUÉ GRANDE ES TU FE: QUE SE CUMPLA LO QUE DESEAS”, quedando convertida, de esta manera, en ejemplo sublime de oración  

                    Y, estar incorporados todos los pueblos a la salvación de Dios, es aceptar que estamos llamados  a ser hijos suyos y  hermanos unos de otros en Cristo Jesús, luz y guía de la humanidad salvada, que avanza segura hacia su plenitud y eternidad.

domingo, 13 de agosto de 2017

Asunción de Ntra Sra.


LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA
(Misa del día)

 DE PIE A TU DERECHA ESTÁ LA REINA,
ENJOYADA CON ORO

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                    ¡Alegrémonos! ¡HOY MARÍA HA SUBIDO AL CIELO COMO REINA  Y MADRE! Y su glorificación abre un camino de optimismo y esperanza a toda la humanidad. ¡Alegrémonos! Porque es día de fiesta grande,  ya que celebramos LA VICTORIA DEL RESUCITADO, CRISTO JESÚS; la de su MADRE, LA VIRGEN MARÍA, fruto y primicia de la redención; y también,  la fiesta de todos nosotros, los cristianos y la de todos los hombres, destinados a gozar, como María Virgen, de la misma plenitud y gloria.

                    La Iglesia, en la liturgia eucarística, ora a MARÍA REINA DEL CIELO Y DE TODO LO CREADO, con el salmo 44, considerado como un “salmo real”. Este salmo, en forma de “cántico nupcial”, relata las bodas del hijo del rey con una princesa extranjera. Y se  aplica, a María Virgen, el entusiasmo, la admiración y los deseos que el cantar dice de la novia, vestida de banco y adornada con preciosas joyas:      

Escucha, hija, mira: inclina el oído,
olvida tu pueblo y la casa paterna.

Prendado está el Rey de tu belleza,
póstrate ante él, que él es tu Señor.

Las traen entre alegría y algazara,
van entrando en el palacio real.

                    Rezando a María con este salmo, se nos invita a recordar y reconocer los títulos que la acreditan y engalanan como Reina, Señora y Madre de todos los vivientes:

                    El de MADRE DE DIOS, por su entrega y disponibilidad en acoger y gestar al Verbo divino, Jesucristo el Señor: “Hágase en mí según tu palabra” Privilegio divino, que supo compartir con su amor y ayuda a los demás. Es su prima Isabel la que, reconociéndolo, la alaba y ensalza: “¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?” Y, a continuación: “Dichosa tú que has creído”.
        
                    Es REINA MARÍA, también,  por su humildad y pequeñez, ya que pudo exclamar: “Mi alma glorifica al Señor, y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador, porque ha mirado la humildad de su sierva”
  
                    También, la grandeza de María es debida, al haber sido declarada por Jesús, en la cruz, MADRE DE LA IGLESIA Y DE TODOS LOS HOMBRES,  cuando  dijo: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”, refiriéndose a Juan, y  al discípulo: ahí tienes a tu Madre. Y, desde aquel momento, el discípulo la recibió como suya”.

                    Ahora, en la gloria del cielo, participa de la victoria y cercanía de su Hijo Jesús, el Resucitado, compartiendo con Él su excelsitud y señorío: “se estableció la salud y el poderío, y el reinado de nuestro Dios, y la potestad de su Cristo”. Así,  Jesús y su Madre María, autores de Salvación universal, han podido hacer realidad y de manera plena las promesas hechas por  Dios, desde siempre,  a la humanidad.


                      Día de gozo y alegría, el de LA ASUNCIÓN AL CIELO DE MARÍA LA VIRGEN MADRE: “Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones, porque ha hecho en mí cosas grandes el Poderoso” Y, si, Jesús, nos abrió las puertas del Cielo de par en par, Ella, después de entrar, nos  espera gozosa con los brazos abiertos para estrecharnos a nuestra llegada. Por eso, la esperanza de esta posesión, nos llena de inmensa dicha y júbilo; felicidad, ésta, que nadie nos  podrá arrebatar. Somos hijos de Dios, hermanos de Jesús y, por eso, tenemos por Madre a María, a la que, hoy, cantan los ángeles y arcángeles en la gloria de Dios, por los siglos de los siglos.

sábado, 12 de agosto de 2017

Domingo XIX del T.O.- A



DOMINGO XIX DEL T. ORDINARIO -  A

MUESTRANOS, SEÑOR, TU MISERICORDIA 
Y DANOS TU SALVACIÓN

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                    La Salvación nos la presenta y ofrece Dios bajo el  anuncio de una paz que produce alegría y bienestar, y que nos invita  a salir a su  encuentro con gozo, con el fin de acogerla y hacerla nuestra, pues trae consigo los dones, que más necesitamos los que buscamos la verdadera felicidad. La paz de Dios, su paz, la que quiere darnos, es la paz interior que emana de su presencia salvadora, es la paz que fortalece nuestra fe y nuestro amor por ser fruto de su perdón, y, es la paz que lleva consigo confianza, alegría y profundidad.

                    Esta paz que produce la presencia del Señor Yahveh y que, Elías esperaba acompañada  de una manifestación grandiosa,  pudo descubrirla, por fin,  en la brisa tenue de la montaña, y percibirla como un suave susurro, que llega a cautivarle profundamente, dándole fuerzas, confianza, y  ánimos, para  proseguir, con valentía, su difícil misión profética.

                    Y, con el salmo 84, cantamos esta paz del Señor, junto con su acogida y perdón, fruto de su fidelidad a sus promesas salvadoras; y, con agradecimiento y gozo, alabamos su gloria, proclamando la inmensidad de su misericordia.

                    Estamos ante uno de los “salmos de las liturgias” centrado en un oráculo, en el que, Yahveh, contesta al pueblo, que en las dificultades de la   restauración por las que atraviesa ha pedido su auxilio, después de haber reconocido sus graves infidelidades con  el Dios de La Alianza:

Voy a escuchar lo que dice el Señor.
Dios anuncia la paz.
La salvación está ya cerca de sus fieles
y la gloria habitará en nuestra tierra.

                    Más, con su gloria, Yahveh, muestra y resalta, de manera notable, los atributos más suyos,  los que más manifiestan su amor a los hombres y con los que, mejor, se hace visible a sus fieles, por ser signos de su protección y misericordia, que inducen a la confianza  y al reconocimiento soberano:

La misericordia y la fidelidad se encuentran
la justicia y la paz se besan;
la fidelidad brota de la tierra
y la justicia mira desde el cielo.

                    Y, triunfo de su misericordia, su justicia y salvación, son los demás bienes que, Yahveh, envía  al  pueblo, para hacer realidad  su anuncio de paz y perdón; y, entre ellos, uno de los más deseados y apreciados por su cotidiano y rico beneficio, es el de tener una tierra fértil que da,  a su tiempo,  buenas cosechas y gozosa alegría:

El Señor nos dará la lluvia
y nuestra tierra dará su fruto.
La justicia marchará ante él,
la salvación seguirá sus pasos.

                    Para nosotros, los cristianos, los que seguimos a Jesús, nuestra paz es Él, por ser la fuerza y la bondad de Dios, que restaura y hace nuevas todas las cosas y el universo entero, hasta convertirlo en rico vergel de Dios, en su Reino glorioso.

                    La paz de Cristo, fruto de su amor y entrega, nos perdona, restaura y salva, llenándonos de gozo interior, de la misma vida de Dios.

                    Y, aumenta esta presencia de Dios en nosotros, esta paz interior, cuando se nos hace presente en los acontecimientos de nuestra vida,  que, no suelen ser los más estrepitosos, ostensibles e importantes, sino, en los humildes y sencillos del cotidiano vivir, como ocurrió a los apóstoles, que, pudieron reconocer su divinidad, en la calma de la tormenta y del oleaje del mar:

                    “Los de la barca se postraron ante Él diciendo: - REALMENTE ERES HIJO DE DIOS”


                    Más, esta presencia interior de JESÚS y del PADRE crea comunión, en nosotros, por el ESPÍRITU. Y, esta paz que produce gozo interior, es la que debemos transmitir a los que viven hambrientos de ella y la necesitan, y, a los pueblos que la buscan sin cesar. Es la paz que nos conduce a la alegría, a la fiesta y la felicidad eternas.

domingo, 6 de agosto de 2017

Santo Domingo


SANTO DOMINGO DE GUZMÁN

CONTAD A  LOS PUEBLOS LAS MARAVILLAS DEL SEÑOR

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                    Ensalzamos, en su fiesta, la figura de DOMINGO DE GUZMÁN,  con   gozo, solemnidad litúrgica, y afecto filial, por ser signo, en La Iglesia, de  una mentalidad nueva y universal. Pues, Domingo, como estrella mañanera, con su vida y misión, pudo iluminar el horizonte conocido hasta entonces, abriendo caminos de luz, de vida nueva y de esperanza;  senderos de amor y de paz. Y, porque,  el  afán de Domingo fue predicar a Cristo y dar a conocer su evangelio, se le  pueden aplicar las palabras de Isaías: “Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la buena nueva, que pregona la victoria, que dice a Sión: “Tu Dios es Rey”

                    Y, como, en esta celebración litúrgica de Sto. Domingo de Guzmán, recordamos, que el fuego de la palabra  evangélica siempre estuvo en  su boca y su gran pasión fue predicar, trabajar y acrecentar el Reinado,  la gloriosa victoria de nuestro Dios, Rey y Señor del universo; también, nosotros, con espíritu evangelizador, alabamos  a nuestro Dios, Rey del universo,  cantando el  salmo 95

                    Es, este, un hermoso salmo hímnico, de los tiempos del posexílico, que invita a cantar a Yahveh, por su grandeza y poderío,  como Rey de todos los pueblos,  pero, de una manera alegre, gozosa y nueva, no conocida hasta entonces; es decir, con un sentido cósmico y una dimensión histórica y universal:   

Cantad al Señor un cántico nuevo;
cantad al Señor toda la tierra;
cantad al Señor, bendecid su nombre;
proclamad día tras día su victoria.

                    Quiere, también, el fiel israelita, que todos  los pueblos, reconozcan la grandeza y majestad de su Dios, Yahveh, que, desde su Santo Templo, llena toda la tierra, con la belleza de su majestad y el esplendor de su gloria:

                                              Contad a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones.

                     Y, la fe del salmista en su Dios, Yahveh, y en su poder salvífico es tan grande, que sigue invitando, sin tregua alguna, a todos los pueblos, para que, también, puedan rendirle el homenaje y la pleitesía que se merece:                 

Familias de los pueblos, aclamad al Señor;
aclamad la gloria y el poder del Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor.

                    Pues, si el Reinado del Señor Yahveh sobre todo lo creado, es La Buena Noticia que todos los pueblos han de acoger con alegría; y, si, su Señorío llena el universo, también  toda la creación ha de reconocer su poder y soberanía:

Decid a los pueblos: “El Señor es rey”;
Él afianzó el orbe, y no se moverá;
Ël gobierna los pueblos rectamente

                     Mas, como el Reinado de Dios, que es, su justicia y fidelidad entre nosotros, ha de quedar instaurado en plenitud, será el mismo Jesús de Nazaret, el que lo hará núcleo de su predicación, invitando, a todos, a  la conversión, y, a creer en su evangelio.

                     Y, en este seguimiento de Cristo Jesús, sobresale la figura egregia de  DOMINGO DE GUZMÁN, TESTIGO Y SERVIDOR FIEL DE LA VERDAD EVANGÉLICA en humildad y pobreza de espíritu. Siempre alegre, ecuánime y  muy querido de todos, pues él amaba a todos, vivió preocupado por la salvación de los más alejados de la fe, por los que, con gran dolor y ternura de corazón clamaba: Señor, ¿qué será de los pecadores?.  Así, movido, por la compasión hacia los más pobres, débiles y desgraciados, no cesó de predicar La Buena Noticia de La Salvación de Dios, combatiendo con ahínco, la herejía de los albigenses, desde la luz de LA SABIDURÍA y LA VERDAD, que extraía de los libros sagrados. Más, siempre, sembrando alegría y paz por doquier, hasta crear ilusión y esperanza desde la mentalidad nueva, desafiante y universal que él vislumbraba y que, poco a poco, se iría consolidando en La Iglesia:

                   Siguiendo sus huellas y con el mismo espíritu, en tensión por ser vanguardia y  estar en las nuevas fronteras, predican sus hijos, LOS DOMINICOS,  toda LA FAMILIA DOMINICANA, la fe cristiana, para que, Cristo Jesús, sea conocido por todos. Más,  siempre trabajando por un mundo mejor, donde pueda aflorar la justicia, la paz, y todos los valores del Reino. Misión que realizan, desde una vida en comunión fraterna, cimentada en el estudio de La Palabra y la asidua oración, con el fin de  entregar a los demás, los frutos de la contemplación.

                    Y, en esta fiesta entrañable de SANTO DOMINGO DE GUZMÁN, APÓSTOL DE LOS SIGNOS DE LOS TIEMPOS; con el corazón lleno de gozo, de vida  y amor, le pedimos nos conceda, lo que cada noche le recordamos con filial fervor: PREDICADOR DE LA GRACIA, ÚNENOS A LOS SANTOS. Amén.

sábado, 5 de agosto de 2017

Domingo XVIII-Fiesta de la Transfiguración


LA TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR
  
EL SEÑOR REINA,
 ALTÍSIMO SOBRE  TODA LA TIERRA

Por Mª Adelina Climent Cortés  O P.


                    Alabemos al Dios Altísimo, que se nos manifiesta en todo su esplendor. Al Dios,  que tanto  nos  supera y sobrecoge y  que, estando muy por encima de nosotros, sus criaturas, con gran facilidad se agacha, para acogernos y atraernos hacia sí, con el fin de estrecharnos con ternura y amor.

                    A este Dios, tan excelso y sublime, pero tan amable y cercano, festejamos y contemplamos hoy, en el esplendor de su gloria y majestad,  cantando el salmo 96. De los tiempos del posexílio, este salmo, es un canto al Dios Yahveh, un himno a su  gran realeza, que se nos manifiesta en una espléndida teofanía, capaz de despertar la fe de cuantos le siguen con amor,  y la admiración de todos los pueblos

                    De este Dios, tan sublime y encumbrado, se regocija la tierra entera, transformada en  trono real desde el que, Yahveh, ejerce su gran poder y santidad, su justicia y derecho, como desbordamiento de su presencia, es decir, de todo su  ser, por lo que, es reconocido  y exaltado por  la misma creación, obra amorosa de sus manos:

El Señor reina, la tierra goza;
se alegran las islas innumerables.
Tiniebla y nube lo rodean.
Justicia y Derecho sostienen su trono.

                    Los signos de esta teofanía indican que Yahveh, el Dios de Israel, homenajeado por las naciones, aclamado jubilosamente por la creación entera, se manifiesta en toda su trascendencia, como Señor y Rey del universo, y con el fin de ser aceptado, creído y alabado:

Los montes se derriten como cera
ante el dueño de toda la tierra.
Los cielos pregonan su justicia
y todos los pueblos contemplan su gloria.

                    Por lo que, Yahveh, el Dios de Israel, no es un Dios cualquiera, no es como los demás dioses, pues, su gloria lo cubre y lo invade todo; su soberanía es inmensa, y su  mirada  firme y penetrante, de tal manera, que nadie se le puede comparar, por lo que,  ante Él, han de postrarse todos los demás dioses: 

Porque tú eres, Señor,
altísimo sobre toda la tierra,
encumbrado sobre todos los dioses

                    Más, esta GLORIA del Señor Altísimo, del Dios encumbrado de Israel,  se nos manifiesta hoy, en toda su riqueza y  esplendor, en LA PERSONA DE JESUCRISTO SOBRE EL MONTE TABOR, rodeado de una teofanía; pues, mientras oraba, SE TRANSFIGURÓ delante de Pedro,  Santiago y Juan, de manera que SU ROSTRO RESPLANDECIÓ COMO EL SOL Y SUS VESTIDOS SE VOLVIERON BLANCOS COMO LA LUZ.


                      Y “una voz desde la nube decía: ESTE ES MI HIJO, EL AMADO, MI PREDILECTO, ESCUCHADLO”, pasando a ser plena realidad, de esta manera, la profecía de Daniel: “Yo vi, en una visión nocturna, venir una especie de hombre entre las nubes del cielo. A él se le dio poder, honor y reino. Y todos los pueblos, naciones y   lenguas le servirán”.

                    Alabemos y contemplemos, pues, con asombro y verdadera adoración, a este Jesús, nuestro salvador y maestro, manifestado, hoy, como verdadero Dios y hombre. Escuchémosle con atención, como desea el Padre, pues, solo Él tiene “palabras de vida eterna”. Celebremos su santo Nombre, todos nosotros, los cristianos, ya que, de manera tan espléndida y excelsa, se nos ha testimoniado su grandeza. 


                    Asimilemos su palabra, pues sólo escuchándola y practicándola, podremos hacer nuestro su mismo camino de CRUZ  y de GLORIA, de muerte y resurrección, hasta quedarnos  transfigurados en su misma gloria, y con nosotros, la creación entera, pues, solo  así, su reinado no tendrá fin.