DOMINGO IV DEL TIEMPO ORDINARIO
SEAMOS
FIELES A LA ALIANZA CON DIOS
Por
Mª Adelina Climent Cortés O.P.
“Si Dios se acuerda de su
Alianza eternamente”, estamos llamados a ser fieles y leales a este compromiso
de amor con Él.
La liturgia eucarística de
este domingo nos pone a consideración el salmo 94, como una oración de
aclamación al Dios de la Alianza, y con una exhortación a corresponderle, con
sinceridad, pues nunca falla y su fidelidad lo llena todo.
El salmo 94, es de la época
posterior al exilio y está compuesto por un himno alegre y festivo a Dios Rey,
y de un oráculo divino o una llamada profética, al cumplimiento de la alianza.
Los versos escogidos del
poema, pertenecen a la parte hímnica, que se cantaba en procesión, hasta la
entrada de los fieles en el santuario, para comenzar la alabanza; por lo que,
este salmo, pertenece a la “liturgia sabática”:
También, estos versos son
una llamada a la alabanza jubilosa, con instrumentos de música gozosa y en acción de gracias al Rey y Señor, más
poderoso que todos los dioses y señores de la tierra, y con el fin de que sea
reconocida su salvación y aclamada su grandeza, que es más firme y estable que
una roca; por lo que, con plena seguridad, se puede confiar y descansar en Él.
Venid,
aclamemos al Señor,
demos
vítores a la Roca que nos salva;
entremos
en su presencia dándole gracias,
vitoreándole
al son de instrumentos.
En la segunda estrofa, el
salmista cantor, hace otra invitación a adorar y bendecir a este Dios, creador
nuestro y de todo lo que existe, porque, es nuestro Dios y nos guía y protege
como no podría hacerlo otro. Y, porque es un Dios único y nos favorece y ama
tanto, todos los fieles han de reconocer su soberanía con humildad y sincero
afecto.
Entrad,
postrémonos por tierra,
bendiciendo
al Señor, creador nuestro,
porque
él es nuestro Dios
y
nosotros su pueblo, el rebaño que él guía.
Pero, además, esta
estima y predilección de Dios por Israel, objeto de sus atenciones, desvelos y
consejos, fruto de su gran fidelidad y amor hacia él, su pueblo, ha de ser
correspondida por los fieles israelitas, no solo en el culto con alabanzas y
postraciones, sino, también, con los actos de una vida en fe sincera y de una
conducta seria, regida por un amor leal y verdadero. Así lo indica la segunda
parte del salmo, el oráculo divino:
Ojalá
escuchéis hoy su voz:
“No
endurezcáis el corazón como en Meribá,
como
el día de Masá en el desierto:
cuando
vuestros padres me pusieron a prueba
y
me tentaron, aunque habían visto mis obras”.
El Salmista, con voz
profética, amonesta a los israelitas, a no comportarse de manera desagradecida
con Yahveh, como lo hicieron sus antepasados, los que vivieron los episodios
del Éxodo y pudieron contemplar las maravillas que realizó; y, que, por lo
mismo, no fueron dignos de entrar en la tierra prometida; si no que, han de vivir abandonados al Dios de la
Alianza, que se ha dignado revelarles su nombre, que siempre está con ellos,
que les habla, les escucha y les protege en toda ocasión. Y, que, “hoy”, es el momento propicio para
corresponderle en el cumplimiento de la Alianza. Teniendo en cuenta, además,
que se trata de un “hoy” que han de escuchar todos los días, y que ha de ser un
presente perenne de fidelidad en obediencia a este Dios.
Jesús, también se nos
presenta a nosotros, los cristianos, como el profeta anunciado por Moisés a
Israel. Es el Hijo Amado del Padre, que siempre escucha su voz en obediencia
fiel; y el que, por liberarnos y salvarnos de todo mal, se ha convertido en
autor de la Nueva Alianza.
Es, también, el
profeta, que nos dice, no sólo lo que oye del Padre, sino que, Él mismo, nos
habla con autoridad; es la PALABRA eterna. Y, por todo esto, Cristo Jesús, es
ejemplo de vida para cada uno de nosotros, los que estamos llamados a su
seguimiento, y, al que debemos escuchar siempre con lealtad, mientras nos va
conduciendo, con firmeza y seguridad, hasta la gloria del Padre en la Vida Eterna.