domingo, 26 de marzo de 2017

Domingo IV de Cuaresma


DOMINGO IV DE CUARESMA - A

EL SEÑOR ES MI PASTOR, NADA ME FALTA

Por M. Adelina Climent Cortés  O.P.


                     Nos envuelve el gozo y la alegría que impregna la liturgia eucarística  del IV domingo de cuaresma, en la que se vislumbra un nítido reflejo de la explosión de luz, que estallará con toda su energía y potencia en La Pascua de Jesús, en su triunfante y gloriosa Resurrección.

                    Y, con acción de gracias, cantamos al Señor el salmo 22, en el que, el mismo Dios, se nos manifiesta  como EL BUEN PASTOR,  que, con cuidado y amor,  va guiando a su pueblo por el  camino áspero y dificultoso, que conduce a LA LUZ SALVADORA, a la verdadera vida.

                    El poema nos recuerda la salida de Israel de Egipto, cuando  fue liberado, por Yahveh, de la esclavitud del Faraón y le acompañó por el desierto, hasta la tierra prometida, con el fin de protegerle en todo momento y dificultad, como un Pastor fiel, que cuida con amor y desvelo de sus ovejas, y las conduce a hermosos y frescos páramos, donde las fuentes cristalinas  invitan al descanso, reparan las fuerzas y revitalizan el corazón:

El Señor es mi pastor,
nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas.

                    El Buen Pastor, siempre solícito y fiel, también conduce a sus ovejas por caminos rectos y escogidos; y, éstas, no temen ni desconfían, cuando en la oscuridad se deslizan por vericuetos peligrosos, porque, en todo momento, sienten la presencia y protección del Pastor, que las ama y les infunde seguridad:

Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre,
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu callado me sosiegan.

                    Pero, Yahveh, no solo conduce,  protege, y proporciona descanso a sus fieles, como  Buen Pastor, también,  como hace el dueño y señor de su casa, prepara una mesa en la que puedan alimentarse, y recibir  las atenciones y honores de los invitados, de manera que, viéndolo, los enemigos queden confusos:
                                     
Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa.

                    Mas, llega a tanto la bondad y la ternura del Dios, Yahveh, que no dejará de acompañarnos hasta conducirnos al Banquete escatológico de las bodas eternas de  su Hijo, Cristo Jesús con la humanidad, incitando, así, nuestros deseos de felicidad eterna en la gloria del cielo:   

Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término

                    Y, así como Yahvéh hizo de David, joven pastor, el rey y guía de Israel, después de haber sido ungido en medio de sus hermanos, para reunir lo disperso, consolidar fronteras, y hacer del pueblo una nación compacta y fuerte, con la capital en Jerusalén. De igual modo, en el camino nuevo que el Padre ha abierto  entre los hombres, ha escogido a su Hijo Jesucristo, como Pastor y guía nuestro y como LUZ DEL MUNDO:

                    El Evangelio narra que Jesús: “… escupió en la tierra, hizo barro con la tierra, se lo untó en los ojos al ciego, y le dijo: -“ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa enviado). EL FUE, SE LAVÓ, Y VOLVIÓ CON VISTA”.

                    Siendo, además, Jesucristo, el Cordero de Dios que ha quitado el pecado del mundo; al que, el Padre, ha constituido como autor de La Nueva y Eterna Alianza, por la que ha hecho realidad la promesa de Salvación, que había asegurado a su siervo David.   


                    Jesucristo, sigue siendo nuestra Luz y nuestro Buen Pastor, el que, siempre, nos guía con amor, fuerza, y valentía, el que nos conforta con la dulzura de su palabra, el que nos restaura con el brillo de su rostro, el que nos alimenta con su mismo cuerpo y nos hace vivir en comunión con Él, el que nos ilumina con su luz y, con Él,  nos hace ser luz y salvación para los demás, y, el que nos conduce a la felicidad, a la fiesta eterna del cielo.

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