viernes, 17 de marzo de 2017

Domingo III de Cuaresma- A


                    DOMINGO  III  DE  CUARESMA - A

ESCUCHAREMOS TU VOZ, SEÑOR

Por M. Adelina Climent Cortés O.P.


                    Dios, siempre está con los hombres y en todo lo creado, nunca descansa, pues, lo propio suyo es amarnos; querernos es su mejor ocupación. Y, aunque parece que se oculta en las dificultades y pruebas de la vida, Él siempre está firme a nuestro lado, ofreciéndonos ayuda y comunión, exigiéndonos confianza y amistad, ya que, lo único que pretende es salvarnos, que busquemos su cercanía, y saciar nuestra sed de infinitud.

                    Y, porque, a pesar de conocer su comportamiento, algunas veces desconfiamos de su poder y de su bondad, como ya lo hizo  el pueblo de Israel, que pecó y  se  desesperó en el desierto contra Yahveh, cuando con mano fuerte los sacó de la esclavitud de Egipto para conducirlos a la tierra prometida, imploramos su gran misericordia cantando el salmo 94, orando y meditando su contenido:

                    El salmo, que reproduce una liturgia profética, en su primera parte es un himno procesional, que los israelitas cantaban acompañado de vítores y músicas, mientras subían al Templo con actitud ferviente de adoración, propia de los que han puesto  su confianza, en Yahveh, y tienen la seguridad de que su fuerza y poder  les acompañará en todo momento:

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a La Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
vitoreándolo al son de instrumentos.

                    El celebrante, con voz vibrante y entusiasmada, invita a los fieles a entrar en el templo para alabar,  bendecir y proclamar con gozo a Yahveh; para escuchar su voz y para contemplar la gloria del que  siempre les protege, como pastor y guía del pueblo:

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

                    Los versos de la segunda parte del salmo son un oráculo divino, en el que, Yahveh, recuerda a los israelitas los episodios que vivieron sus antepasados en el desierto, cuando fueron probados porque les faltó el agua y pensaban que iban a morir de sed, diciéndose: ¿Está o no está el Señor en medio de nosotros? Pero, Dios, siempre fiel a sus promesas, calmó el ardor de sus bocas.

                    También el oráculo divino es una invitación a escuchar su voz, y a ser fieles a La Alianza que pactó con ellos, cuando los eligió pueblo suyo, entre todos los demás:

Ojalá escuchéis hoy su voz:
“No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Massá en el desierto,
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras”.

                    En los tiempos plenos que vivimos, mas que nunca, Dios está en medio de nosotros en la persona de Jesucristo, su Hijo querido, trasmitiéndonos su amor y salvación. Y el gran empeño de Cristo Jesús para todos sus seguidores, para los que intentamos vivir de la misma manera que Él vivió, es que, nunca nos sintamos sedientos, ya que Él es la fuente de agua viva, capaz  de saciar la sed y todos los deseos de felicidad y eternidad de los hombres; por eso  pudo decirnos: “... EL QUE BEBA DEL AGUA QUE YO LE DARÉ, NUNCA MÁS TENDRÁ SED: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna”.

                    Y, Jesús, el que puede saciarnos en todo momento, humildemente se acerca a nosotros para pedirnos: “DAME DE BEBER”, es decir, calma mi sed con tú sed, y para ello dame tú sed de vida, de frescura, de salvación... y, solo así, quedará saciada tú sed y la mía; sólo así descansarás en mí y yo en ti, siempre, y para toda una eternidad.


                     Pero, también quiere Jesús, que mostremos a los demás nuestra sed y la de Él, sed de justicia, de liberación, de paz, de fraternidad; sed que va convirtiendo nuestro mundo en un vergel de flores frescas, regadas con las fuentes de agua viva que manan de su bondad, como será el bendito Reino de Dios, acogido por todos y para todos.

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