EPIFANÍA DEL SEÑOR
SE POSTRARÁN ANTE TI, SEÑOR,
TODOS LOS REYES DE LA TIERRA
Por M. Adelina Climent Cortés O.P.
En la EPIFANÍA DEL SEÑOR, con el salmo 71, canto al Ungido de Dios, se exalta la MANIFESTACIÓN GLORIOSA DE
JESUCRISTO, Rey del universo y Salvador de todos los pueblos.
Pertenece este himno cristológico, al grupo de los “salmos reales” y se
cantaba en la entronización del nuevo rey de Israel y en los aniversarios de
estas fiestas, con el mismo estilo que lo hacían los pueblos vecinos, aunque
con modificaciones notables. Pertenece a la época de la monarquía y por lo
tanto es anterior al exílio, pero también tiene elementos valiosos de tiempos
posteriores.
Se pide a Dios, conceda al
Rey, su representante ante el pueblo y al que se le considera, también, su hijo y heredero, sus mismas virtudes y
sentimientos divinos, para que pueda gobernar debidamente en su nombre y con su
propio estilo:
Dios mío, confía tu juicio al rey,
tu justicia al hijo de reyes:
para que rija a tu pueblo con justicia,
a tus humildes con rectitud.
Sigue pidiendo el israelita, para el Rey, que, también, durante su
reinado, haya paz y justicia y que su gobierno sea amplio y duradero:
Que en sus días florezca la justicia
y la paz hasta que falte la luna;
que domine de mar a mar,
del gran Río al confín de la tierra.
Más, el orante, continúa rogando al Dios, Yahveh, que, también ofrezcan vasallaje, tributo y riqueza, al
Rey de Israel, los pueblos vecinos y conocidos, ya que, todos deben postrarse y
concederle honores, por ser su gobierno justo y recto:
Que los reyes de Tarsis y de las islas
le paguen tributos;
que los reyes de Sabá y de Arabia
le ofrezcan sus dones,
que se postren ante él todos los reyes,
y que todos los pueblos le sirvan.
Y, la asamblea, también se une al orante, para expresar sus deseos al
Señor Yahveh, pidiéndole que el rey sea, además de recto, piadoso y bueno,
amante de los sencillos y humildes; que viva con interés la preocupación de los
más pobres y desvalidos de la sociedad y que, siempre esté cercano a los más
menesterosos, los más amados de Dios; ya que, sólo, si obra así, será semejante
a Él. Y, también, porque, de esta manera, conseguirá el cariño y el respeto de
todo el pueblo, que ha de ver en el rey al enviado de Dios, al que llega para
realizar su misma misión salvadora:
Porque él librará al pobre que clamaba,
al afligido que no tenía protector;
él se apiadará del pobre y del indigente,
y salvará la vida de los pobres.
En Jesús, el hijo de La Virgen María, se cumple de manera excelente este
oráculo real, ya que, su misión salvadora, tiene como objetivo principal a los
pobres y desheredados de la sociedad: los sin techo, los emigrantes y los
extranjeros... Estos son la parte más escogida y amada de su Reinado, que es
universal y abarca a todos los pueblos de diferentes razas, culturas y
creencias.
Y, Jesucristo, es el Mesías esperado y anunciado por los profetas a
todas las naciones, porque, todas en
Él, son partícipes de La Promesa del
Dios de la Alianza:
“Unos Magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando: “¿Dónde está el Rey de los Judíos que ha
nacido? PORQUE HEMOS VISTO SALIR SU ESTRELLA y VENIMOS A ADORARLO”
“Vieron al Niño con María, su madre, y,
cayendo de rodillas, LO ADORARON; después, abriendo sus cofres, LE OFRECIERON
REGALOS: Oro incienso y mirra”
Y, por eso, hoy, celebramos solemnemente su MANIFESTACIÓN GLORIOSA como
SEÑOR DE LA HISTORIA y REY DEL UNIVERSO. Jesucristo, el que, con su Luz lo
ilumina todo, revelándonos, también, el amor misericordioso del Padre, nuestro
Dios y Señor.
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