viernes, 3 de junio de 2016

Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús


EL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS –  

EL SEÑOR ES MI PASTOR, NADA ME FALTA


Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                    Con alegría, fiesta y gozo, celebramos la solemnidad del SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS. Y. lo hacemos,  porque este Corazón, el de Jesús, supera en bondad y en amor, a todos los corazones de los hombres... Es un corazón grande, inmenso, sin fondo. Todo un gran misterio, que contiene  el  amor tierno y sin medida,  entregado y fecundo de Dios. Es  el mismo CORAZÓN DE DIOS viviendo en su muy querido y amando HIJO, CRISTO JESÚS; el único corazón con capacidad  de acoger  a toda la humanidad y envolverla  en su entrañable misericordia.

                    Un corazón tan dilatado y tan repleto de amor, como el de Dios y el de su hijo Jesucristo, nadie lo puede tener; es único: “Cristo murió por nosotros cuando éramos aún pecadores: así demuestra Dios el amor que nos tiene” (Rm 5,8)  y nadie “podrá separarnos de ese amor de Dios manifestado por Cristo Jesús Señor nuestro” (Rm 8,39)

                    La liturgia de hoy, canta la grandeza inmensa del CORAZÓN DE JESÚS, con la imagen del BUEN PASTOR; que, solo vive para sus ovejas  y  desea el bien  y la  felicidad de cada una de ellas. Que busca a la que se halla perdida y, al encontrarla,  la carga dulcemente sobre sus hombros hasta dejarla cuidadosamente  en el redil. Y,  nosotros, cantamos la bondad de  este   tierno y amoroso corazón, contemplando el poema 22: el Salmo del Buen Pastor,  aplicado a Jesucristo nuestro guía y Señor.

El Señor es mi pastor,
nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas.

                    Con Jesús, todo lo tenemos y nada nos puede faltar. El que se recuesta y descansa en su corazón,  se siente tan recuperado, tan nuevo, tan feliz, que vive saciándose de sus delicias, refrescándose de la hondura de su amor, y bebiendo del agua fresca que brota de su corazón, por lo  que ya  refrigerado, puede  pregustar la plenitud  de  la vida eterna.

                    Su pastoreo, el de Señor,  es delicioso, amable y gozoso, como suave y dulce es su nombre: JESÚS.  Su cercanía siempre recupera, allana lo escabroso, llena de luz la  oscuridad; su mirada y su voz sosiegan, hablan de paz; su diestra acoge y deleita como un abrazo de amor: 

Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara cayado me sosiegan
         
                    Jesús, prepara para nosotros, y a la vista de nuestros enemigos, una mesa suculenta, adornada y cubierta  con  mantel blanco  almidonado,  sobre el que está  el manjar eucarístico, SU CUERPO Y SU SANGRE, en el pan entregado y compartido y en el vino sobre la copa que rebosa vida y salvación; signo y precio de su NUEVA Y ETERNA ALIANZA. Alimento de vida eterna, que nos recupera, fortalece y diviniza. Es la misma  Vida Nueva  que crea unidad y  comunión en el cielo, entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo:

Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa.

                    Caminar con Jesús, nuestro guía y BUEN PASTOR, es tan sublime y consuela tanto, que ya no puede haber otro bien,  superior a éste, en la vida.  Su misericordia nos acompaña y protege,  su bondad nos va transformando, hasta hacernos semejante a Él; nos va divinizando... Es vivir ya la dicha del cielo en  plenitud, porque allí nada tendrá fin; porque Dios solo es principio generador de vida nueva y de felicidad, en alabanza interminable, en bendición perenne, en fusión de amor inacabable:

Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor

por años sin término. Amén.

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