sábado, 4 de junio de 2016

Domingo X del t. Ordinario- C


DOMINGO X DEL T. ORDINARIO - C
  
TE  ENSALZARÉ,  SEÑOR, PORQUE  ME  HAS  LIBRADO

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                    Nuestra alabanza es, también, aclamación y gratitud al Dios de La Vida, al Dios que, por ser principio y Vida sin fin, se goza en darla y, en crear cuanto existe. Es el Dios que nos ha hecho a su imagen y semejanza por amor,  el que nos llama a vivir en su justicia, en su santidad, haciéndonos pasar, por su gracia y perdón, de la muerte a la vida;  de toda situación de injusticia y de  pecado, propia de la naturaleza humana, a una existencia luminosa y feliz, donde se podrá gozar en plenitud sin límites,  celebrando  la gran fiesta de La Vida Eterna en la comunión de amor con Dios.

                    Es, por lo que cantamos con gozo a nuestro Dios el salmo 29, pues,   justificándonos, nos hace inmortales. El salmo, es un canto de alabanza y de acción de gracias de los tiempos del preexílico, que se empleaba en algunas fiestas litúrgicas y concretamente en La Dedicación del Templo. Narra la historia de un yahvista que, acogiéndose   confiadamente a su Dios Yahveh,  éste, ha perdonado  su pecado y le ha curado de la terrible enfermedad que padecía, liberándole, asimismo, de la muerte, y por tanto, de la burla de sus enemigos:

Te ensalzaré, Señor, porque me has librado
y no has dejado que mis enemigos se rían de mí.
Señor, sacaste mi vida del abismo,
me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa.

                    Y, por lo que más quiere el salmista, que se cante y alabe a su Dios, Yahveh, es, porque, le ha cautivado su gran bondad, su  manera de ser y de actuar tan excelsa y admirable, fruto de su gran misericordia y compasión, que le hace ser  lento a la ira y rico en clemencia, hasta no poder estar airado con su fiel criatura más que unos instantes, los necesarios para provocar su sincero arrepentimiento, ya que, olvidando pronto  el pecado del hombre, le colma de gracia y ternura por toda una eternidad, pues,  su justicia pasa de hijos a nietos, por ser inmortal:

Tañed para el Señor, fieles suyos,
dad  gracias a su nombre santo;
su cólera dura un instante,
su bondad de por vida;
al atardecer nos visita el llanto,
por la mañana, el júbilo.

                    De nuevo, bendición y más agradecimiento, del salmista a Yahveh, porque, en su fidelidad, no guarda rencor perpetuo, ni está siempre acusando, sino que, perdona y cura en toda ocasión, al comportarse como un padre que siente ternura por sus hijos,  los que ha hecho imágenes de su misma naturaleza sobrenatural, llamados a vivir su misma vida y relación de amor.

Escucha, Señor, y ten piedad de mí
Señor, socórreme.
Cambiaste mi luto en danzas.
Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre.

                    El torrente abrumador de Vida, que es Dios, nos llega a nosotros por medio de su Hijo, Cristo Jesús: pues “Dios, rico en misericordia, por el gran amor que nos tuvo, nos dio vida por Cristo Jesús: estáis salvados por pura generosidad” (Ef 2,4s)  

                    Cristo Jesús, “el viviente”, es el que da vida: “-¡MUCHACHO, A  TI TE DIGO: LEVÁNTATE!  El muerto se incorporó y empezó a hablar y Jesús se lo entregó a su madre”

                    Jesús, es, el que nos ha levantado de nuestra postración y debilidad de pecado, haciéndonos pasar del llanto al júbilo. Y,  también, es el que nos ha liberado de la muerte corporal, por su entrega de amor hasta su muerte de Cruz y con su triunfante Resurrección. Así, pues, con La Victoria y Resurrección de Cristo Jesús, queda sublimada, de manera más radical y excelsa, nuestra inmortalidad, por la fuerza del Espíritu que se nos ha dado.


                    Ahora, nuestra humanidad ganada por Jesucristo, espera con fe viva, alcanzar su misma eternidad, mediante la comunión eucarística y existencial con Él, pan de Vida eterna, manjar de Resurrección; pues, comulgar el cuerpo y la sangre de Cristo Jesús, es, estar ya celebrando litúrgicamente la fiesta de La Vida, hasta que la gocemos mas plenamente, en la eternidad del Cielo.                                              

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