DOMINGO
X DEL T. ORDINARIO - C
TE ENSALZARÉ, SEÑOR, PORQUE ME HAS LIBRADO
Por
Mª Adelina Climent Cortés O.P.
Nuestra alabanza es, también, aclamación y gratitud al Dios de La Vida,
al Dios que, por ser principio y Vida sin fin, se goza en darla y, en crear
cuanto existe. Es el Dios que nos ha hecho a su imagen y semejanza por
amor, el que nos llama a vivir en su
justicia, en su santidad, haciéndonos pasar, por su gracia y perdón, de la muerte
a la vida; de toda situación de injusticia
y de pecado, propia de la naturaleza
humana, a una existencia luminosa y feliz, donde se podrá gozar en plenitud sin
límites, celebrando la gran fiesta de La Vida Eterna en la
comunión de amor con Dios.
Es, por lo que cantamos con gozo a nuestro Dios
el salmo 29, pues, justificándonos,
nos hace inmortales. El salmo, es un canto de alabanza y de acción de gracias
de los tiempos del preexílico, que se empleaba en algunas fiestas litúrgicas y
concretamente en La Dedicación del Templo. Narra la historia de un yahvista
que, acogiéndose confiadamente a su
Dios Yahveh, éste, ha perdonado su pecado y le ha curado de la terrible
enfermedad que padecía, liberándole, asimismo, de la muerte, y por tanto, de la
burla de sus enemigos:
Te
ensalzaré, Señor, porque me has librado
y no
has dejado que mis enemigos se rían de mí.
Señor,
sacaste mi vida del abismo,
me
hiciste revivir cuando bajaba a la fosa.
Y, por lo que más quiere el salmista, que se
cante y alabe a su Dios, Yahveh, es, porque, le ha cautivado su gran bondad,
su manera de ser y de actuar tan
excelsa y admirable, fruto de su gran misericordia y compasión, que le hace
ser lento a la ira y rico en clemencia,
hasta no poder estar airado con su fiel criatura más que unos instantes, los
necesarios para provocar su sincero arrepentimiento, ya que, olvidando
pronto el pecado del hombre, le colma
de gracia y ternura por toda una eternidad, pues, su justicia pasa de hijos a nietos, por ser inmortal:
Tañed
para el Señor, fieles suyos,
dad gracias a su nombre santo;
su
cólera dura un instante,
su
bondad de por vida;
al
atardecer nos visita el llanto,
por
la mañana, el júbilo.
De nuevo, bendición y más agradecimiento, del salmista a Yahveh, porque,
en su fidelidad, no guarda rencor perpetuo, ni está siempre acusando, sino que,
perdona y cura en toda ocasión, al comportarse como un padre que siente ternura
por sus hijos, los que ha hecho
imágenes de su misma naturaleza sobrenatural, llamados a vivir su misma vida y
relación de amor.
Escucha,
Señor, y ten piedad de mí
Señor,
socórreme.
Cambiaste
mi luto en danzas.
Señor,
Dios mío, te daré gracias por siempre.
El torrente abrumador de Vida, que es Dios, nos llega a nosotros por
medio de su Hijo, Cristo Jesús: pues “Dios, rico en misericordia, por el gran
amor que nos tuvo, nos dio vida por Cristo Jesús: estáis salvados por pura
generosidad” (Ef 2,4s)
Cristo Jesús, “el viviente”, es el que da vida:
“-¡MUCHACHO, A TI TE DIGO:
LEVÁNTATE! El muerto se incorporó y
empezó a hablar y Jesús se lo entregó a su madre”
Jesús, es, el que nos ha levantado de nuestra
postración y debilidad de pecado, haciéndonos pasar del llanto al júbilo. Y, también, es el que nos ha liberado de la
muerte corporal, por su entrega de amor hasta su muerte de Cruz y con su
triunfante Resurrección. Así, pues, con La Victoria y Resurrección de Cristo
Jesús, queda sublimada, de manera más radical y excelsa, nuestra inmortalidad,
por la fuerza del Espíritu que se nos ha dado.
Ahora, nuestra humanidad ganada por Jesucristo,
espera con fe viva, alcanzar su misma eternidad, mediante la comunión
eucarística y existencial con Él, pan de Vida eterna, manjar de Resurrección;
pues, comulgar el cuerpo y la sangre de Cristo Jesús, es, estar ya celebrando
litúrgicamente la fiesta de La Vida, hasta que la gocemos mas plenamente, en la
eternidad del Cielo.
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