DOMINGO XII DEL T. ORDINARIO – C
MI
ALMA ESTÁ SEDIENTA DE TI, SEÑOR, DIOS MÍO
Por Mª Adelina Climent Cortés O.P.
El Dios que mora en nosotros y que nos ama y
sustenta, es el Dios, al que hay que buscar en todo momento, pues, en nuestro
corazón late el anhelo insaciable de poseerle en plenitud; deseo, que solo se puede calmar gustando su dulce y amoroso encuentro. A este Dios tan
deseado y buscado, cantamos hoy, en la liturgia dominical, el salmo 62.
Es un
precioso salmo que describe hermosamente la aspiración mística de todo corazón
que se sabe de Dios y tiende a Él. De la época de la monarquía, pertenece al
subgrupo de los salmos llamados de “huésped de Dios”. Y, esto es precisamente, lo
que quiere ser el orante rey, que, con fervor, lo reza y medita.
El
salmista, fiel a La Alianza, y desterrado por sus enemigos, comienza haciendo
una bonita confesión de fe suspirando contemplar a su Dios YAHVEH. Anhela su cercanía, madruga y desea
agradarle con sus obras y aspiraciones. Y, es tanto, el anhelo de su alma, que languidece de sed en su búsqueda, y, en el ardiente deseo de
poseerle:
Oh
Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi
alma está sedienta de ti;
mi
carne tiene ansia de ti,
como
tierra reseca, agostada, sin agua.
Recuerda, el salmista, .el deleite que sentía y
llenaba su corazón, cuando, en el
santuario, gozaba de su ternura y cercanía, contemplando su grandeza y
majestad. Dicha inmensa esta, que llenaba su vida, pues nada era comparable a
este vivir solo para agradarle y contemplarle:
¡Cómo
te contemplaba en el santuario
viendo
tu fuerza y tu gloria!
Tu
gracia vale más que la vida,
te
alabarán mis labios.
De nuevo, el salmista, promete seguir alabando
y bendiciendo a su Dios Yahveh. Quiere ser fiel a su Alianza e invocarle en sus
necesidades, pues sabe, por experiencia, que, solo en esto radica la felicidad
de su vida y la de todo fiel israelita. También está seguro que, porque Dios siempre es fiel al que le suplica, volverá
a gozar de su paz y dulzura en el
templo, participando de los banquetes que siguen a los sacrificios de comunión:
Toda
mi vida te bendeciré,
y
alzaré las manos invocándote.
Me
saciaré como de enjundia y de manteca,
y mis
labios te alabarán jubilosos.
El salmista no cesa de poner su confianza en
Dios, pues si siempre le ha auxiliado, ¿como
no lo va hacer ahora? y se promete seguir alabándole con júbilo, pues estando
unido a Él nada más puede desear:
Porque
fuiste mi auxilio,
y a
la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi
alma está unida a ti
y tu
diestra me sostiene.
Y, si lo importante para el salmista fue experimentar
el gozo y el deleite de vivir su vida en Dios, en el gozo de su Señor. Para
nosotros, también ha de ser, suspirar por conocer el DON de Dios en su plenitud,
que es Cristo Jesús: “SI CONOCIERAS EL DON DE DIOS…YO TE DARÍA AGUA VIVA (Jn 4,10).
Es, CRISTO JESÚS, el agua que colma toda sed y
sacia toda necesidad, la que tiene
nuestro espíritu de encontrar la felicidad en Dios.
Pero, el Evangelio de hoy, nos recuerda que, seguir a Jesús no es fácil
y sí muy costoso. A la confesión triunfalista de Pedro: TU ERES EL MESÍAS DE
DIOS, prohíbe, a los discípulos, decírselo a nadie y añadió:
-“El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho,
ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y letrados, ser ejecutado y
resucitar al tercer día”.
Así, pues,
conocer el don de Dios es saber y experimentar que, solo desde la cruz, puede brotar el agua que sacia la sed de
Dios:
“El que quiera seguirme, que se niegue a sí
mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo. Pues el que quiera
salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mi la encontrará”
Y, solo en este seguimiento de Jesús y amándole,
el DON de Dios SE NOS CONVERTIRÁ DENTRO EN UN MANANTIAL QUE SALTARÁ HASTA LA
VIDA ETERNA
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