domingo, 14 de diciembre de 2014

Domingo III de Adviento - B


SE ALEGRA MI ESPÍRITU EN DIOS MI SALVADOR

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                    Expresión de alegría y regocijo la de MARÍA, en el canto del MAGNÍFICAT, cuando visita a su prima Isabel, con el fin de servirla y compartir juntas el gozo por los hijos que esperan, después de ser María alabada y bendecida por la anciana. Canto agradecido el de María, anunciador de la buena noticia de salvación que lleva en su corazón, fecundado por el Espíritu de Dios, al que,  en estos momentos alaba y bendice:

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios mi salvador;

                    El Magníficat, es un cántico profético y de acción de gracias, formado con citas y alusiones al Antiguo Testamento, sobre todo al “Canto de Ana”, la madre de Samuel, y, que, se reza como un salmo. Es, también, un fiel reflejo del mensaje de alegría  y de paz del profeta Isaías, que desbordando de gozo en el Señor, anuncia la feliz restauración de su pueblo, después del exilio de Babilonia.

                    Con el gozo de llevar en su seno al Hijo de Dios, y, con la alegría inmensa de sentirse, por su misericordia, la Madre del Salvador, María, en el Magníficat, expresa el anhelo y la esperanza de todo un pueblo hecha oración y lágrimas en los salmos, que ansía ser visitado por el que “hará brotar la justicia y los himnos ante todos los pueblos”, proclamando, así, el tiempo de gracia y de misericordia. Y, también, expresa María, su propio agradecimiento al Señor:

 Porque ha mirado la humillación  de su esclava.

                    María, ha visto que Dios se ha fijado en la situación de humildad y pobreza en que vivía, y que, por eso mismo, el que lo puede todo, ha tenido a bien colmarla de sus bendiciones:

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el poderoso ha hecho obras grandes por mí
.
                    Efectivamente, Dios considera a María dichosa, precisamente por su pequeñez, pues desea que, la salvación fecunde y tome vida en el camino de la sencillez y de la humildad, en el que se ha encarnado su Hijo, el Verbo divino, el Mesías esperado; el que nacerá de sus propias entrañas y el que, con su amor y sufrimiento, realizará la redención del género humano y la iniciación del Reino de Dios, que, Él mismo, anunciará y llevará a feliz cumplimiento. Por eso sigue exclamando María:

Su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

                    Misericordia, que Dios quiere derramar, sobre todo,  en los más pobres y pequeños, escogidos con predilección para el Reino, y, ensalzados y llamados benditos, porque, en ellos, Dios hará realidad que todos los pueblos sean salvados:

A los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

                    Y, lo mismo ha hecho Dios con María. La ha colmado y ensalzado hasta llenarla de salvación y misericordia a favor de su pueblo, que vivía en la espera y de la esperanza. Por lo que, María, prosigue en alabanza agradecida a Dios, en nombre de los suyos:

Auxilia  a Israel su siervo,
acordándose de su misericordia.



                    Que, a ejemplo de María, los que admiramos su pequeñez y al mismo tiempo su excelsitud, podamos llenarnos de gozo en el Espíritu  y cantar alabanzas a Dios con su misma alegría, mientras esperamos al Salvador. Y, como Ella,
dejémosle nacer, con ternura y regocijo, en el corazón. Más, exultemos de gozo en Dios por el Emmanuel, el Dios con nosotros, con la plena seguridad de que, nos traerá la justicia y la paz, que colmará de bienes a los hambrientos, y que, a todos, nos concederá poder gozar de su Reino, de su gracia y de su amor.

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