viernes, 5 de diciembre de 2014

Domingo II de Adviento- B

   
 
 DOMINGO   II   DE   ADVIENTO
 MUESTRANOS, SEÑOR, TU MISERICORDIA Y DANOS TU SALVACIÓN

                                         Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.

                         Se nos anuncia LA CERCANÍA DE LA SALVACIÓN, y se nos dice que “se revelará la gloria del Señor”. Esta Buena  Noticia, que lleva consigo gozo y  consuelo,  nos hace anhelar y desear  su presencia entre nosotros. Y  nuestra fe en su bondad,  nos mueve a una profunda oración que  nos hace clamar: “Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación” 

                         Con esta súplica, hemos iniciado el canto meditativo del salmo 84, con el fin de ensalzar a nuestro Dios, siempre fiel a sus promesas de salvación. Este  salmo, es un anuncio de paz dirigido a Israel, después de haber expiado su infidelidad a Yahveh en el destierro; y la paz que anuncia el profeta  al pueblo, es fruto del perdón y de la misericordia del Señor, que quiere consolar a los que nunca ha dejado de amar.

                         Y, es el salmista, el que recoge los sentimientos de Yahveh para con su pueblo, en forma de oráculo, y que transmite a la asamblea litúrgica, dentro de una  celebración cúltica:

Voy a escuchar lo que dice el Señor:
“Dios anuncia la paz
a su pueblo y a sus amigos”
La salvación está cerca de sus fieles
y la gloria habitará en nuestra tierra.
         
                        Este oráculo de paz y de bienestar espiritual será posible para Israel,  porque, de nuevo, la gloria de Dios habitará entre ellos y residirá en Sión, en el templo de todos. Y,   la misericordia, la justicia, la fidelidad y el amor, atributos derivados de la bondad divina, y  que lleva consigo la Salvación, estarán también entre nosotros y lograrán la felicidad de todos los vivientes. Y, hasta  la tierra  florecerá y dará sus frutos, como signo visible de la unidad, la concordia y el buen entendimiento que reinará entre cielo y tierra:

La misericordia y la fidelidad se encuentran,
la justicia y la paz se besan;
la fidelidad brota de la tierra
y la justicia mira desde el cielo.

El Señor nos dará la lluvia,
y nuestra tierra dará su fruto.
La justicia marchará ante él,
la salvación seguirá sus pasos.

                    De nuevo, está el Señor para llegar, como triunfo definitivo de su misericordia; y, también, cuando “las nubes lluevan al justo”, entonces “nuestra tierra dará su fruto”
                
                     Más, lo que fue solo promesa hasta ahora, se ha hecho realidad en Cristo Jesús, el Hijo de Dios, nacido de María Virgen en un pobre y humilde  pesebre de Belén, y, cuya venida, en carne mortal, nosotros celebraremos con gozo. Porque, la gloria de Dios, y esta vez en plenitud, ha venido a nuestra tierra, ha   acampado entre nosotros, y  nos ha llenado de su paz; y con la paz, nos ha traído su amor, su justicia, su verdad y su consuelo.

                      Es la GLORIA DE DIOS que todos hemos de acoger, hacer nuestra, y conservarla siempre.  Gloria, que hemos de  dar a conocer a los demás, para que todos podamos salir de la esclavitud del pecado en que vivimos y gozar de la libertad plena de los hijos de Dios; hasta que acontezca su venida definitiva y acabada,  la del HIJO DEL HOMBRE, en gloria y majestad, y nos introduzca, para siempre, en la mansión eterna, en el reino y la gloria de nuestro Padre Dios.  

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