viernes, 1 de marzo de 2019

Domingo VIII del T. O.-C




DOMINGO VIII DEL T. ORDINARIO - C

ES BUENO DAR GRACIAS AL SEÑOR

Por Mª Adelina Climent Cortés  O P.

        
                    Es bueno dar gracias al Señor, al Dios que guarda fielmente la alianza con Israel,  su pueblo, al que ama y protege en todo momento llevado de su gran misericordia y compasión. También hay que darle gracias, porque quiere nuestra rectitud, que busquemos siempre su justicia; pero, sobre todo hay que darle gracias, porque  desea nuestra sincera alabanza. Y, un salmo de oración, de acción de gracias y de alabanza, como es el 91, le cantamos hoy.

                    El salmo 91 es, además, un himno de gratitud a Yahvé con reflexiones sapienzales; y, también, es un “canto para el sábado” uno de los que rezaban los israelitas encargados de la liturgia y del servicio del templo. El salmista,  lo canta con entusiasmo y, con la alegría y el gozo que se experimenta cuando se vive en la cercanía de Dios y dedicados a su alabanza, desde el amanecer del día hasta su ocaso: 

Es bueno dar gracias al Señor,
y tañer para tu nombre, oh Altísimo;
proclamar por la mañana tu misericordia
y de noche tu fidelidad.

                    El salmo, pasa a describir la recompensa que tendrán los justos, los que hacen de su vida una búsqueda en fidelidad al Dios de La Alianza, y, lo hace, con   imágenes vegetales muy expresivas. El que es justo crece y se perfecciona hasta alcanzar la santidad que Dios quiere para él:

El justo crecerá como palmera,
se alzará como cedro del Líbano:
plantado en la casa del Señor,
crecerá en los atrios de nuestro Dios.

                    Y, como todo árbol cuidado y frondoso, no solo dará frutos en los años de apogeo y juventud, sino que, también, los dará  en la vejez, cuando toda obra buena y virtuosa lleva la dulzura y madurez de una vida experimentada y vivida junto a Dios, proclamando su justicia y su bondad:     

En la vejez seguirá dando fruto
y estará lozano y frondoso;
para proclamar que el Señor es justo
que en mi Roca no existe la maldad.


                    Más, el Justo por excelencia, para nosotros los creyentes, es Cristo Jesús, que, junto al Padre y cumpliendo siempre su voluntad, ha crecido y se ha fortalecido hasta dar su vida por amor en el árbol de la cruz, y en beneficio de todos los hombres. ES EL FRUTO DE LA SALVACIÖN OFRECIDO Y ENTREGADO GRATUITAMENTE A LA HUMANIDAD, ya que, todos podemos acogerlo y quedar salvos de nuestros egoísmos y pecados.

                    Y, también nosotros, los que queremos hacer de nuestra vida un seguimiento de Cristo Jesús, hemos de ser árboles sanos, altos y frondosos, cargados de frutos de buenas obras, para que, los que lo deseen, puedan descansar  a la sombra de nuestra santidad y saborearlos. Y, estos frutos deberán  ser los de Dios y los de su Reino:  amor, verdad, paz, paciencia, solidaridad, generosidad. A ello nos invitó Cristo Jesús, cuando dijo a los que le seguían: sed santos como vuestro Padre celestial es santo:

                    Y, el Evangelio nos recuerda: “CADA ÁRBOL SE CONOCE POR SUS FRUTOS”. Y sigue diciendo: “El que es bueno, de la bondad que atesora en el corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque lo que rebosa del corazón , lo habla la boca”.

Y, sólo así, dando frutos de bondad y de amor, podremos hacer de nuestras vidas una oración de alabanza a Dios, del que procede toda santidad, proclamando y diciéndonos con entusiasmo: “Es bueno dar gracias al Señor”

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