DOMINGO XXXIV. T. ORDINARIO
CRISTO REY - B
EL SEÑOR REINA, VESTIDO DE MAJESTAD
Por Mª Adelina Climent
Cortés O.P.
Festejamos y celebramos a JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO y SEÑOR DE LOS
PUEBLOS Y DE LA HISTORIA por siglos sin fin; al que “se le dio poder, honor y reino; y todos los
pueblos, naciones y lenguas le servirán”.
Los que pertenecemos a su REINO, que es distinto al reinado de los demás
reyes, porque no es político ni de este mundo, sino, que es un Reino “de verdad
y de vida, de santidad y de gracia, de justicia, de amor y de paz”, le aclamamos y alabamos con el salmo 92.
Este salmo, pertenece al grupo de los salmos “litúrgicos” y tiene características de himno en su núcleo
primitivo, también está considerado, como uno de los salmos que se rezaban en
la “entronización” real de Yahveh como Dios y Señor de Israel, rito que
copiaron los israelitas de los pueblos paganos vecinos y lo sacralizaron.
Comienza con un grito victorioso de júbilo y
reconocimiento:
El Señor reina, vestido de majestad,
el Señor, vestido y ceñido de poder.
Israel, que, llevado de su fe,
ha visto siempre en Yahveh al
Rey Eterno, capaz de gobernar a los
pueblos con equidad y firmeza por su
fuerza y poderío, lo entroniza cada año en su Templo, donde le ofrece el
culto de alabanza debido, sabedor de que, éste, su Dios, siempre le protege y salva de toda amenaza y
opresión:
Así está firme el orbe y no vacila.
Tu trono está firme desde siempre,
y tú eres eterno.
Pues, Yahveh, en su trascendencia, está por encima del cosmos, al
que gobierna y sostiene dentro de un
orden justo, con la eficacia creadora
de su Palabra, expresión de su voluntad y sabiduría. Y, más aun, se desborda en
el hombre, al que da firmeza y seguridad... Trascendencia, la de Yahveh, que,
en su morada, donde se asienta su trono y
su gloria, se manifiesta en La Santidad
de su Nombre y en la oración de los fieles, para su adorno y embellecimiento:
Tus
mandatos son fieles y seguros,
la santidad es el adorno de tu casa,
Señor, por días sin término
En el Nuevo Testamento el
reinado de Dios se manifiesta en Cristo Jesús, Palabra eterna del Padre y Señor
de todo lo creado. Él, mismo, lo afirmó
cuando dijo a Pilato: -“Tú lo has dicho, YO SOY REY”. Pero su reinado no es
poderoso, como el de un rey político, sino, que, Cristo Jesús, nos rige desde
la humildad, el servicio, y el amor, pues, su corona fue de espinas y su cetro
la cruz, con la que nos liberó y salvó. Además, su única pretensión fue “SER
TESTIGO DE LA VERDAD”, la que dejó plasmada en el evangelio, como Buena Noticia
para la humanidad.
Y, nosotros, los seguidores de Jesús, el Señor y el “Príncipe de La
Paz”, también estamos destinados a ser
“un pueblo de reyes y de sacerdotes” con el fin de hacer realidad en nuestro
mundo, la verdad que Él vivió con su entrega
amorosa, y que enseñó con su ejemplo, ya que “pasó haciendo el bien”.
Y vivir en La Verdad, es vivir en la búsqueda incansable de Dios, y en
el amor fraterno, estando siempre atentos a las necesidades de los
demás; y, que, también lleva consigo el
esfuerzo de construir la paz desde un vivir justo y santo, contando, en todo momento, con la gracia de Dios, que nunca puede fallar.
Más, solo con estos valores, se podrá conseguir el mundo mejor, que ha de
ser transformado en Reino de Dios, cuando todo quede
recapitulado bajo el señorío de CRISTO JESÚS, REY Y SOBERANO DE LA GLORIA
ETERNA.
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