viernes, 2 de noviembre de 2018

Domingo XXXI del T. O. -B


DOMINGO XXXI DEL T. ORDINARIO – B


YO TE AMO, SEÑOR, TU ERES MI FORTALEZA


Por Mª Adelina Climent Cortés  O P.

                    Nuestro Dios y Señor, con su poder, es quien dirige y orienta la vida de todos sus Hijos hacia la plenitud del amor y nos fortalece en el camino difícil y costoso que conduce  a él. Quiere que  vivamos centrados en lo esencial de su existencia: DIOS ES AMOR, y, también de la nuestra,  pues hemos sido hechos a su imagen y semejanza.

                    Agradecidos a su voluntad, y porque nos ayuda a realizarla, le alabamos y bendecimos cantando el salmo 17. Poema, que, en su posterior redacción y uso litúrgico, podría ser  de la época del preexilio. Es un salmo de acción de gracias al Dios que nos ama, y, porque nos ama y protege, merece todo nuestro amor y atención.

                    El orante, con entusiasmo y emoción, va declarando a Dios  su amor, que, por ser tan grande, no lo puede contener su alma, para decirle, que, el amor que le profesa es lo más valioso que posee, lo que mejor le puede ofrecer, pues todo él, está amasado de ternura, agradecimiento, admiración, dulzura y pasión:   

Yo te amo, Señor, tú eres mi fortaleza,
Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador.

                    El salmista, impulsado y agradecido por este amor, sigue piropeando a su Dios Yahveh, atribuyéndole los títulos honoríficos más estimados en su pueblo y  cultura. Todo le parece poco para ensalzar su divinidad, pues, está seguro que fue Él quien lo libró porque le amaba, del peligro de muerte que le amenazaba:

Dios mío, peña mía, refugio mío, escudo mío,
mi fuerza salvadora, mi baluarte.
Invoco al Señor de mi alabanza
y quedo libre de mis enemigos.

                    De nuevo, un grito de júbilo y alegría,  brota de los labios del salmista, fruto de la fidelidad a su Dios. Es una oración que desata la ternura de su  incomprensible amor hacia ÉL. Todo un desahogo del corazón que ama con pasión al que le ha salvado y liberado, solo por su gran amor.

                    Y, el último verso de los escogidos para la celebración dominical, indica que el fiel y agradecido orante que ama tanto  a Yahveh,  desde el inicio del salmo  es el Rey. Pero lo importante y lo  más admirable, de este personaje regio, es su humilde piedad y su desbordante agradecimiento:

Viva el Señor, bendita sea mi Roca,
sea ensalzado mi Dios y Salvador.
Tu  diste gran victoria a tu rey,
tuviste misericordia de tu Ungido.

                    En sintonía con el salmo, que define el amor como EL CENTRO DE NUESTRA EXIXTENCIA, la lectura bíblica del Deuteronomio nos dice:

                    “Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios es solamente uno. AMARÁS AL SEÑOR, TU DIOS CON TODO EL CORAZÓN, CON TODA EL ALMA, CON TODAS LAS FUERZAS” Y También: “Las palabras que hoy te digo quedarán en tu memoria; se las repetirás a tus hijos y hablarás de ellas estando en casa y yendo de camino, acostado y levantado”

                    Y, en el Evangelio, cuando un letrado, asombrado ante la sabiduría y las enseñanzas de Jesús, le pregunta: ¿Qué mandamiento es el primero de todos?, le responde:

                    “El primero es: ‘Escucha, Israel: el Señor, nuestro Dios, es el único Señor, AMARÁS AL SEÑOR TU DIOS CON TODO EL CORAZÓN, CON TODA EL ALMA, CON TODA TU MENTE, CON TODO TU SER“. El segundo es este: ‘AMARÁS A TU PRÓJIMO COMO A TI MISMO’ No hay mandamiento mayor que estos”   

                    “Y, si alaba el letrado la respuesta de Jesús; viendo éste, el Maestro, que había respondido sensatamente, le dice: “No estás lejos del Reino de Dios”


                    Pero vivir en el Amor y para el Amor, no es cosa fácil; por eso, el camino para conseguirlo es el del seguimiento de Cristo Jesús. Su ejemplo ha de arrastrarnos a vivir como Él vivió, amado al Padre y amándonos a todos nosotros, hasta morir y resucitar por nuestra salvación. Y con este fin se nos da, también, en La Eucaristía como alimento sabroso que nos fortalece y nos va asemejando a Él hasta que consigamos ser uno con  Él y con el Padre en el AMOR INMENSO del Espíritu Santo. 

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