DOMINGO XXXI DEL T. ORDINARIO – B
YO TE AMO, SEÑOR, TU ERES MI FORTALEZA
Por Mª Adelina Climent Cortés O P.
Nuestro Dios y Señor, con
su poder, es quien dirige y orienta la vida de todos sus Hijos hacia la
plenitud del amor y nos fortalece en el camino difícil y costoso que
conduce a él. Quiere que vivamos centrados en lo esencial de su
existencia: DIOS ES AMOR, y, también de la nuestra, pues hemos sido hechos a su imagen y semejanza.
Agradecidos a su voluntad,
y porque nos ayuda a realizarla, le alabamos y bendecimos cantando el salmo 17.
Poema, que, en su posterior redacción y uso litúrgico, podría ser de la época del preexilio. Es un salmo de
acción de gracias al Dios que nos ama, y, porque nos ama y protege, merece todo
nuestro amor y atención.
El orante, con entusiasmo
y emoción, va declarando a Dios su
amor, que, por ser tan grande, no lo puede contener su alma, para decirle, que,
el amor que le profesa es lo más valioso que posee, lo que mejor le puede
ofrecer, pues todo él, está amasado de ternura, agradecimiento, admiración,
dulzura y pasión:
Yo
te amo, Señor, tú eres mi fortaleza,
Señor,
mi roca, mi alcázar, mi libertador.
El salmista, impulsado y
agradecido por este amor, sigue piropeando a su Dios Yahveh, atribuyéndole los
títulos honoríficos más estimados en su pueblo y cultura. Todo le parece poco para ensalzar su divinidad, pues,
está seguro que fue Él quien lo libró porque le amaba, del peligro de muerte
que le amenazaba:
Dios
mío, peña mía, refugio mío, escudo mío,
mi
fuerza salvadora, mi baluarte.
Invoco
al Señor de mi alabanza
y
quedo libre de mis enemigos.
De nuevo, un grito de
júbilo y alegría, brota de los labios
del salmista, fruto de la fidelidad a su Dios. Es una oración que desata la
ternura de su incomprensible amor hacia
ÉL. Todo un desahogo del corazón que ama con pasión al que le ha salvado y
liberado, solo por su gran amor.
Y, el último verso de los
escogidos para la celebración dominical, indica que el fiel y agradecido orante
que ama tanto a Yahveh, desde el inicio del salmo es el Rey. Pero lo importante y lo más admirable, de este personaje regio, es
su humilde piedad y su desbordante agradecimiento:
Viva
el Señor, bendita sea mi Roca,
sea
ensalzado mi Dios y Salvador.
Tu diste gran victoria a tu rey,
tuviste
misericordia de tu Ungido.
En sintonía con el salmo,
que define el amor como EL CENTRO DE NUESTRA EXIXTENCIA, la lectura bíblica del
Deuteronomio nos dice:
“Escucha, Israel: El
Señor, nuestro Dios es solamente uno. AMARÁS AL SEÑOR, TU DIOS CON TODO EL
CORAZÓN, CON TODA EL ALMA, CON TODAS LAS FUERZAS” Y También: “Las palabras que
hoy te digo quedarán en tu memoria; se las repetirás a tus hijos y hablarás de
ellas estando en casa y yendo de camino, acostado y levantado”
Y, en el Evangelio, cuando
un letrado, asombrado ante la sabiduría y las enseñanzas de Jesús, le pregunta:
¿Qué mandamiento es el primero de todos?, le responde:
“El primero es: ‘Escucha,
Israel: el Señor, nuestro Dios, es el único Señor, AMARÁS AL SEÑOR TU DIOS CON
TODO EL CORAZÓN, CON TODA EL ALMA, CON TODA TU MENTE, CON TODO TU SER“. El
segundo es este: ‘AMARÁS A TU PRÓJIMO COMO A TI MISMO’ No hay mandamiento mayor
que estos”
“Y, si alaba el letrado la
respuesta de Jesús; viendo éste, el Maestro, que había respondido sensatamente,
le dice: “No estás lejos del Reino de Dios”
Pero vivir en el Amor y
para el Amor, no es cosa fácil; por eso, el camino para conseguirlo es el del
seguimiento de Cristo Jesús. Su ejemplo ha de arrastrarnos a vivir como Él
vivió, amado al Padre y amándonos a todos nosotros, hasta morir y resucitar por
nuestra salvación. Y con este fin se nos da, también, en La Eucaristía como
alimento sabroso que nos fortalece y nos va asemejando a Él hasta que
consigamos ser uno con Él y con el
Padre en el AMOR INMENSO del Espíritu Santo.
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