sábado, 17 de noviembre de 2018

Domingo XXXIII del T.O. -B


DOMINGO XXXIII DEL T. ORDINARIO - B
  
PROTÉGEME, DIOS MÍO, QUE ME REFUGIO EN TI

Por Mª Adelina Climent Cortés O.P.
                              
                     Ante la importancia de LA DIMENSIÓN ESCATOLÓGICA DE LA FE CRISTIANA, se nos invita a vivirla desde una profunda  confianza en Dios, nuestro único bien, al que nada ni nadie  se le puede comparar, pues en todo momento de peligro nos auxilia si nos refugiamos en él. Así el profeta Daniel, en la primera lectura bíblica afirma:

“LOS SABIOS BRILLARÁN COMO EL FULGOR DEL FIRMAMENTO, Y LOS QUE ENSEÑARON A MUCHOS LA JUSTICIA, COMO LAS ESTRELLAS; POR TODA LA ETERNIDAD”.

                     Más, la bondad y lealtad de Dios con sus fieles, la  alabamos y cantamos con el salmo 15, profunda oración de “confianza individual” en Yahveh,  siempre fiel al compromiso de La Alianza, de proteger y cuidar a los suyos, cuando humildemente le invocan. Conocedor de esto, el salmista acude a Él buscando su apoyo  y ternura; y la delicia  que experimenta en el encuentro, la proclama con gozo agradecido:

El Señor es el lote de mi heredad y mi copa,
mi suerte está en tu mano.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré.

                    En el diálogo de amistosa intimidad entre Yahveh y el salmista, éste llega a creer que el Señor le llenará siempre de sus bienes y hasta de su propia vida, apartando de él todo mal y hasta la misma muerte:

Por eso se me alegra el corazón,
y mi carne descansa serena:
Porque no me entregarás a la muerte
ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.
                             
                    Gozar del “camino de la vida”, sentir su cercanía, y experimentar siempre su presencia y salvación, es lo que sinceramente desea el salmista de Yahveh, al que considera “su único bien”:

Me enseñarás el camino de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha.

  
                    Este salmo lo debemos rezar,  los cristianos, todos los seguidores de Cristo Jesús, con plenitud de sentido, pues en él se hizo plena realidad, ya que el Padre Dios, no permitió que experimentara la corrupción: “Dios resucitó a Jesús rompiendo las ataduras de la muerte” para sentarlo a su derecha. Y  su Resurrección Gloriosa, su gran victoria, inunda nuestra vida de una ESPERANZA SEGURA, que nos hace presentir, que aún en medio de situaciones difíciles y dolorosas, Dios nos  promete su salvación, siempre que, viviendo su misma vida de entrega y de amor, nos mantengamos firmes a su EVANGELIO:
      
                    mantengamos Que, ante su última venida nos recuerda: "Entonces verán venir al HIJO  DEL  HOMBRE  CON  GRAN  PODER  Y  MAJESTAD,  enviará a los ángeles para reunir a los elegidos de los cuatro vientos del extremo de la tierra al extremo del cielo"      

                    “El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán. El día y la hora nadie lo sabe, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, solo el Padre”.     


                    Mas, vivir la vida de Cristo Jesús es vivir en clave de inmortalidad, que equivale a decir, vivir en  la vida nueva que surge de su Resurrección Gloriosa y que su Espíritu la va haciendo realidad en cada uno de nosotros al ir transformándonos en verdaderos hijos de Dios, herederos de su gloria, y por lo tanto, llamados a vivir siempre con Cristo Jesús, Vida y Resurrección nuestra,  saciándonos  de gozo en la amorosa presencia de nuestro Padre Dios, en el Reino de la eternidad.

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