DOMINGO XXXIII DEL T. ORDINARIO - B
PROTÉGEME, DIOS MÍO, QUE ME REFUGIO
EN TI
Por Mª Adelina Climent Cortés O.P.
Ante la importancia de LA DIMENSIÓN
ESCATOLÓGICA DE LA FE CRISTIANA, se nos invita a vivirla desde una
profunda confianza en Dios, nuestro
único bien, al que nada ni nadie se le
puede comparar, pues en todo momento de peligro nos auxilia si nos refugiamos
en él. Así el profeta Daniel, en la primera lectura bíblica afirma:
“LOS SABIOS BRILLARÁN COMO EL FULGOR DEL FIRMAMENTO, Y LOS QUE
ENSEÑARON A MUCHOS LA JUSTICIA, COMO LAS ESTRELLAS; POR TODA LA ETERNIDAD”.
Más, la bondad y lealtad de Dios con sus fieles, la alabamos y cantamos con el salmo 15,
profunda oración de “confianza individual” en Yahveh, siempre fiel al compromiso de La Alianza, de proteger y cuidar a
los suyos, cuando humildemente le invocan. Conocedor de esto, el salmista acude
a Él buscando su apoyo y ternura; y la
delicia que experimenta en el
encuentro, la proclama con gozo agradecido:
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa,
mi suerte está en tu mano.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré.
En el diálogo de amistosa intimidad entre Yahveh y el salmista, éste
llega a creer que el Señor le llenará siempre de sus bienes y hasta de su
propia vida, apartando de él todo mal y hasta la misma muerte:
Por eso se me alegra el corazón,
y mi carne descansa serena:
Porque no me entregarás a la muerte
ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.
Gozar del “camino de la vida”, sentir su cercanía, y experimentar
siempre su presencia y salvación, es lo que sinceramente desea el salmista de
Yahveh, al que considera “su único bien”:
Me enseñarás el camino de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha.
Este salmo lo debemos rezar, los
cristianos, todos los seguidores de Cristo Jesús, con plenitud de sentido, pues
en él se hizo plena realidad, ya que el Padre Dios, no permitió que
experimentara la corrupción: “Dios resucitó a Jesús rompiendo las ataduras de
la muerte” para sentarlo a su derecha. Y
su Resurrección Gloriosa, su gran victoria, inunda nuestra vida de una
ESPERANZA SEGURA, que nos hace presentir, que aún en medio de situaciones
difíciles y dolorosas, Dios nos promete
su salvación, siempre que, viviendo su misma vida de entrega y de amor, nos
mantengamos firmes a su EVANGELIO:
mantengamos Que, ante su última venida nos recuerda: "Entonces verán venir al HIJO DEL HOMBRE CON GRAN PODER Y MAJESTAD, enviará a los ángeles para reunir a los elegidos de los cuatro vientos del extremo de la tierra al extremo del cielo"
“El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán. El día y la hora
nadie lo sabe, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, solo el Padre”.
Mas, vivir la vida de Cristo Jesús es vivir en clave de inmortalidad,
que equivale a decir, vivir en la vida
nueva que surge de su Resurrección Gloriosa y que su Espíritu la va haciendo
realidad en cada uno de nosotros al ir transformándonos en verdaderos hijos de
Dios, herederos de su gloria, y por lo tanto, llamados a vivir siempre con
Cristo Jesús, Vida y Resurrección nuestra,
saciándonos de gozo en la
amorosa presencia de nuestro Padre Dios, en el Reino de la eternidad.
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