DOMINGO XXI DEL T. ORDINARIO - B
GUSTAD Y VED QUE
BUENO ES EL SEÑOR
Por Mª Adelina
Climent Cortés O P.
Se
nos invita, con gozo, a saborear y ver
lo bueno que es el Señor y a expresarle nuestro amor y agradecimiento en todo
momento, como lo hizo Israel en la gran asamblea de Siquén cuando decide servir
al Señor, Yahveh, determinando su destino:”Nosotros serviremos al Señor, porque
Él es nuestro Dios:
Bendigo al Señor en todo
momento,
su alabanza está siempre en mi
boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y
se alegren.
Con este fin,
cantamos y bendecimos sus bondades, con los versos finales del salmo 33,
alabando y admirando su grandeza desde
la sencillez y la humildad, actitudes que
le agradan y son de su gusto, sabiendo, además, que no admite a los que
no obran con sinceridad, desde una conducta correcta y religiosa:
Los ojos del Señor miran a los justos,
sus oídos escuchan
sus gritos;
pero el Señor se enfrenta con los malhechores,
para borrar de la tierra su memoria.
Y sigue cantando el salmo la bondad de Dios, que,
siempre y en todo momento, está atento para ayudar, proteger y salvar a los que
sinceramente le invocan:
Cuando uno grita, el Señor lo escucha
y lo libra de sus angustias;
el Señor está cerca de los atribulados,
salva a los abatidos.
De nuevo insiste el salmista, dando a conocer los detalles de cariño y solicitud que su
Dios, Yahveh, siempre tiene con todos, pero, sobre todo, con los justos:
Aunque el justo sufra muchos males,
de todos lo libra el Señor;
él cuida de todos sus huesos,
y ni uno sólo se quebrará.
Pero, en cambio, los que obran mal y odian a los
buenos, son reos de sus malas acciones y perecerán:
La maldad da muerte al malvado,
Y los que odian al justo serán castigados
Siendo fruto, todo esto, de la espiritualidad
yahvista, ya en parte superada, que presenta
a Yahveh, Dios, como el que premia y castiga, según sean buenas o malas las acciones de sus fieles, es, por lo que el
autor añadió para finalizar el salmo, los versos siguientes:
El Señor redime a sus siervos,
no será castigado quien se acoge a él.
Pero, es el Nuevo Testamento, el que nos muestra de manera más plena y
acabada a Dios, como Padre, lleno de bondad y misericordia, que, para nuestro bien, nos entregó generosamente a su Hijo Jesús,
el que, amándonos hasta el extremo, nos salvó a todos, justos y pecadores, haciéndonos hijos del mismo Dios.
Por eso, agradecidos a Jesús por su salvación,
nos unimos a Simón Pedro, que hoy, en el evangelio dice: “Señor, ¿a quién vamos
a acudir? TU TIENES PALABRAS DE VIDA ETERNA; NOSOTROS CREEMOS. Y SABEMOS QUE
ERES EL SANTO CONSAGRADO POR DIOS”.
Esta ofrenda y sacrificio de Cristo Jesús, nuestro
Salvador, la hacemos presente como memorial, siempre que celebramos La Eucaristía,
sacramento del cuerpo entregado del Señor y de su sangre derramada en rescate
por todos nosotros, verdadera comida y verdadera bebida para el que cree. Misterio
inmenso de fe, por el que asimilamos su presencia real resucitada. También,
Misterio de comunión que nos fortalece y alimenta y que nos va configurando con
éste amable y bondadoso Jesús, que nos hace hermanos suyos e hijos de Dios. Y
al que aplicamos, precisamente por este memorial y sacramento, los versos más
preciosos y luminosos del salmo:
Gustad y ved que bueno es el Señor,
dichoso el que se acoge a él.
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