viernes, 24 de agosto de 2018

Domingo XXI del T. O. - B


DOMINGO XXI DEL T. ORDINARIO - B

GUSTAD Y VED QUE BUENO ES EL SEÑOR

Por Mª Adelina Climent Cortés  O P.


                  Se nos  invita, con gozo, a saborear y ver lo bueno que es el Señor y a expresarle nuestro amor y agradecimiento en todo momento, como lo hizo Israel en la gran asamblea de Siquén cuando decide servir al Señor, Yahveh, determinando su destino:”Nosotros serviremos al Señor, porque Él es nuestro Dios:

Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi  alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren.

                 Con este fin,  cantamos y bendecimos sus bondades, con los versos finales del salmo 33, alabando y admirando  su grandeza desde la sencillez y la humildad, actitudes que  le agradan y son de su gusto, sabiendo, además, que no admite a los que no obran con sinceridad, desde una conducta correcta y religiosa:

Los ojos del Señor miran a los justos,      
 sus oídos escuchan sus gritos;
pero el Señor se enfrenta con los malhechores,
para borrar de la tierra su memoria.

               Y sigue cantando el salmo la bondad de Dios, que, siempre y en todo momento, está atento para ayudar, proteger y salvar a los que sinceramente le invocan:

Cuando uno grita, el Señor lo escucha
y lo libra de sus angustias;
el Señor está cerca de los atribulados,
salva a los abatidos.

                De nuevo insiste el salmista, dando a conocer  los detalles de cariño y solicitud que su Dios, Yahveh, siempre tiene con todos, pero, sobre todo, con los justos:

Aunque el justo sufra muchos males,
de todos lo libra el Señor;
él cuida de todos sus huesos,
y ni uno sólo se quebrará.

               Pero, en cambio, los que obran mal y odian a los buenos, son reos de sus malas acciones y perecerán:

La maldad da muerte al malvado,
Y los que odian al justo serán castigados

               Siendo fruto, todo esto, de la espiritualidad yahvista, ya en parte superada, que  presenta a Yahveh, Dios, como el que premia y castiga, según  sean buenas o malas las acciones de sus fieles, es, por lo que el autor añadió para finalizar el salmo, los versos siguientes:          
                          
El Señor redime a sus siervos,
no será castigado quien se acoge a él.
 
          
               Pero, es el Nuevo Testamento, el  que nos muestra de manera más plena y acabada a Dios, como Padre, lleno de bondad y misericordia,  que, para nuestro bien,  nos entregó generosamente a su Hijo Jesús, el que,  amándonos hasta  el extremo, nos salvó a todos, justos y  pecadores, haciéndonos hijos del mismo Dios.

                    Por eso, agradecidos a Jesús por su salvación, nos unimos a Simón Pedro, que hoy, en el evangelio dice: “Señor, ¿a quién vamos a acudir? TU TIENES PALABRAS DE VIDA ETERNA; NOSOTROS CREEMOS. Y SABEMOS QUE ERES EL SANTO CONSAGRADO POR DIOS”.

              Esta ofrenda y sacrificio de Cristo Jesús, nuestro Salvador, la hacemos presente como memorial, siempre que celebramos La Eucaristía, sacramento del cuerpo entregado del Señor y de su sangre derramada en rescate por todos nosotros, verdadera comida y verdadera bebida para el que cree. Misterio inmenso de fe, por el que asimilamos su presencia real resucitada. También, Misterio de comunión que nos fortalece y alimenta y que nos va configurando con éste amable y bondadoso Jesús, que nos hace hermanos suyos e hijos de Dios. Y al que aplicamos, precisamente por este memorial y sacramento, los versos más preciosos y luminosos del salmo:

Gustad y ved que bueno es el Señor,

dichoso el que se acoge a él.

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