viernes, 3 de agosto de 2018

Domingo XVIII del T.O.-B

DOMINGO XVIII DEL T. ORDINARIO - B


EL SEÑOR LES DIO PAN DEL CIELO

Por Mª. Adelina Climent Cortés  O.P.

             
                    Desde siempre, Dios camina con los hombres en el peregrinar de la vida y, con su presencia acompaña nuestro tiempo, suavizando las dificultades que tiene y siente  todo caminante, como puede ser el hambre, la sed, el cansancio, la inseguridad...

                    El salmo 77  narra, con caracteres  sapienzales, el caminar de Dios con el pueblo de Israel, al que libera de la esclavitud  de Egipto y lo conduce por el desierto hasta la libertad en la tierra de promisión. Está considerado como uno de los “salmos históricos”, ya que describe los portentos  maravillosos realizados por Dios en este éxodo de la historia de Israel. El salmista,  los canta desde una fe agradecida a Yahveh,  siempre fiel y leal a La Alianza establecida con su pueblo, a pesar de sus muchas infidelidades, y con el fin de que, estos hechos,  queden siempre grabados en el recuerdo de todos y nunca caigan en el olvido:

Lo que oímos y aprendimos,
lo que nuestros padres nos contaron,
lo contaremos a la futura generación:
Las alabanzas del Señor, su poder,
las maravillas que realizó.

                    Ante la inseguridad que produce lo desconocido y el miedo que normalmente se tiene a  la libertad,  pronto, los israelitas, olvidaron la opresión vivida en la esclavitud y sintieron añoranza por lo que tenían y comían en Egipto, hasta poder saciarse, por lo que  llegaron  a tentar a Dios. Pero, Yahveh, que  siempre actúa con amor y  misericordia,  ALIMENTÓ AL PUEBLO CON UN PAN BAJADO DEL CIELO:                 

Dio orden a las altas nubes,
abrió las compuertas del cielo:
Hizo llover sobre ellos maná,
les dio pan del cielo.

                     “ES EL PAN QUE EL SEÑOR OS DA DE COMER” les dijo Moisés. De este pan, los israelitas cogían lo necesario para alimentarse cada día, el viernes cogían por adelantado lo del sábado, día de fiesta y descanso, y con este alimento y otras provisiones, Yahveh, les iba conduciendo hasta la heredad que les había asignado:              

El hombre comió pan de ángeles.
El Señor les mandó provisiones hasta la hartura.
Los hizo entrar por las santas fronteras
hasta el monte que su diestra había adquirido.

                    El maná que descendía del cielo, para que comieran los israelitas en el destierro, es símbolo del “PAN DE CADA DÍA”, que pedimos  los cristianos de todo el mundo en la oración del PADRENUESTRO. Oración que nos enseñó Jesús para dirigirnos a Dios, nuestro Padre. En esta oración, pedimos el  pan material para cada día y para todos los hombres. Y, con el fin de que pueda llegar a todos, se  nos exige compartir nuestros bienes materiales, con aquellos que no lo tienen asegurado. También, esta oración,  ha de movernos a trabajar por un mundo más humanitario y justo, donde todos tengan lo necesario para vivir con dignidad, sin que nadie pueda pasar hambre.
         
                    Más, el maná, es sacramento de Cristo Jesús, como Él mismo  nos lo dice: “YO SOY EL PAN DE VIDA”. Alimento éste, muy superior al maná, porque “no perece” sino que “perdura” hasta la vida eterna, saciando nuestra hambre de infinito: “EL QUE COMA DE ESTE PAN VIVIRÁ PARA SIEMPRE”


                    Alimento, que se nos ofrece en La Eucaristía a los que creemos en Él y queremos vivir siguiéndole en fidelidad.  Alimento, que es fruto de su amor entregado y salvador y que engendra comunión, fraternidad, servicio mutuo y una vida auténtica en justicia y verdad. Alimento, que comeremos en la mesa del cielo, en la fiesta y en el gozo que nunca acabarán.

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