DOMINGO XIX DEL T. ORDINARIO - B
GUSTAD Y VED QUE BUENO ES EL SEÑOR
Por Mª Adelina Climent
Cortés O.P.
¿Puede haber cosa más hermosa que cantar la
bondad y el amor leal y misericordioso de Dios? Sin duda es lo mejor.
Ensalcemos, pues, al Dios, que siempre
nos protege y nos da alimento y fuerzas en el camino de la vida que nos conduce
a Él, hasta la salvación plena:
“Gustad y ved que bueno es el Señor,
dichoso el que se acoge a él”
A saborear esta experiencia nos invita
el salmo 33. Este salmo, en su primera parte, es un hermoso poema y contiene una sincera y gozosa explosión de
alabanza y gratitud a Yahveh, por su
acción salvadora. El israelita lo
canta, desde la alegría y el gozo, al sentirse inmensamente amado y favorecido
por Yahveh en los momentos difíciles y duros de su vida. Y, es tanta su alegría
que, al no poderla contener, estalla en bendiciones y
alabanzas. Más, sintiéndose repleto de
dicha y consuelo, invita a los fieles,
que sabe piensan como él, a los humildes, a que se le
unan en esta oración de bendición y de
acción de gracias:
Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca
Mi
alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se
alegren.
Solo los sencillos, los que tienen un corazón pobre, saben alegrarse ante la grandeza del Señor y
pueden buscarle con ardientes deseos, con el fin de ensalzar su nombre. Presencia y cercanía que logrará alejar de
ellos toda preocupación:
Proclamad conmigo la grandeza del
Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor y me respondió,
me libró de todas mis ansias.
Pero, sabe además el salmista,
que, el que tiene capacidad para gozarse en el Señor Yahveh, nunca lo
lamenta, sino que se llena de felicidad, hasta el punto de que, su rostro y
todo su ser, quedan iluminados:
Contempladlo y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
Si el afligido invoca al Señor, el
lo escucha
y lo salva de sus angustias.
Y, es tanta la solicitud de Yahveh por sus fieles, que, también se
manifiesta en la presencia del mensajero divino, signo de su benevolencia con
los hombres, a los que siempre quiere llenar de atenciones y cuidados; así de bueno es el Señor:
El ángel del Señor
acampa
en torno a sus fieles, y los
protege.
Gustad y ved que bueno es el Señor,
Dichoso el que se acoge a él.
Bonita frase, ésta, referida a
la bondad de Dios, sobre todo, por el
don de La Eucaristía. San Pedro la cita
cuando dice a sus fieles, después de haber participado en la mesa del Señor,
tomando el alimento de su Palabra y de
su Cuerpo y Sangre: “Habéis saboreado lo bueno que es el Señor” (1 P 2,3.)
Inmensamente bueno es Dios, porque, en La Eucaristía, nos reúne para participar de la presencia real de Cristo Resucitado; ya que, Jesús, hizo de su vida una entrega total de
amor, que culminó con su muerte en Cruz
por nuestra salvación.
El mismo Jesús nos había dicho: “YO SOY EL PAN DE LA VIDA”, y, a
continuación: “Y EL PAN QUE YO OS DARÉ ES MI CARNE, PARA LA VIDA DEL MUNDO”.
Este pan bajado del cielo, nos revela la misericordia del Padre, y, al
comerlo, nos va transformando en Hijos suyos y en hermanos de todos los
hombres, con Jesús, en unidad y en amor. También es presencia, alimento vivo,
pan partido, que nos fortalece en el trabajo de ir construyendo el mundo que Dios quiere, en justicia y paz;
realidad presente de lo que será en plenitud el Reino de Dios.
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