sábado, 28 de julio de 2018

Domingo XVII del T. O.- B


DOMINGO XVII DEL T. ORDINARIO - B 

   ABRES TÚ LA MANO, SEÑOR, Y SACIAS DE FAVORES 

A TODO VIVIENTE


Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                       Porque Dios es Amor es inmenso su poder. Y la grandeza de su poder es tan sublime y llega a tanto, porque lo ejerce como Dios clemente y misericordioso,   siempre leal y fiel a sus palabras de promesa. Así, con su presencia salvadora, lo puede hacer todo y abarcar  el universo entero. Y, es tanta su abundancia y plenitud, que su mayor deseo y alegría es cubrir nuestras necesidades, las de todos los hombres, y ayudarnos en las ocasiones más difíciles. Así de humano, solícito, y cercano, es nuestro Dios y Señor, pues, de su bondad está llena toda la tierra.

                     La gratitud a este Dios tan providente, clemente y misericordioso para con todas sus criaturas, la expresa con fe, y la reza y canta el salmo 144, considerado como un himno de alabanza y de acción de gracias a Yahveh, Rey del universo, pues, siendo tan  grande en poder y majestad, sobresale, ante todo, por su  amor y bondad.

                     El salmista, después de haber  alabado personalmente a Yahveh, desde una fe llena de gratitud y reconocimiento; llevado de un entusiasmo desbordante, invita a todos los fieles y a todos los seres creados, a unirse  en alabanza  gozosa al Dios que, porque lo gobierna todo con cariño y suavidad, siempre atiende y nunca falla:

Que todas tus criaturas te den gracias, Señor,
que te bendigan tus fieles;
que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas.

                     Así, todos pueden confiar y esperar en este Dios, que rezuma abundancia y generosidad;  que le encanta ser humano y cubrir toda necesidad, hasta la más elemental; y que nunca quiere ver sufrir a las personas, y esto, hasta tal punto, que la alegría de sus fieles es su dicha y su propio gozo:
         
Los ojos de todos te están aguardando,
tú les das la comida a su tiempo;
abres  tú la mano,
y sacias de favores a todo viviente.

                    Y, como la justicia de Yahveh es su misericordia y lealtad; de su vida  y santidad están llenos  los caminos que nos van conduciendo a la plenitud de la Vida y de la felicidad. Transitando por ellos, nos sentimos envueltos por su cercanía y amor, si es que, de verdad, hacemos de nuestro vivir una búsqueda sincera y constante:

El Señor es justo en todos sus caminos,
Es bondadoso en todas sus acciones
Cerca está el Señor de los que le invocan
De los que le invocan sinceramente.
                         
                  
                    Este salmo, 144, nos muestra una escena “avance” de lo que comienza a ser  realidad, más plena y acabada, en la era mesiánica, en los tiempos nuevos que inaugura la persona de Cristo Jesús, el enviado del Padre, porque en Él, se nos manifiesta su misericordia y su amor de  manera desbordante.

                    La vida de Cristo Jesús, fue una verdadera y amorosa entrega de salvación. Siempre estuvo, sobre todo con los más necesitados, cercano y compasivo, haciendo  suyos los sufrimientos y la opresión de todos, a los que acogía con cariño, dándoles  esperanza y ánimo. Ante una multitud que le seguía para escucharle, multiplicó los panes y los peces, para que pudieran saciar el hambre que sentían: “repartió a los que estaban sentados todo lo que quisieron”. Y en su deseo de darnos vida, y vida abundante, entregará la suya por amor, con lo que ha llenado el mundo de salvación, inaugurando, así, su reinado definitivo, que no es de poder, sino de  verdad y de amor; reinado, en el que todos podremos  participar  y saciarnos de los bienes de Dios Padre, en su inmensa eternidad.

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