sábado, 21 de julio de 2018

Domingo XVI del T. O. -B


DOMINGO XVI DEL T. ORDINARIO- B

 EL SEÑOR ES MI PASTOR, NADA ME FALTA

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                “El Señor es mi Pastor, nada me falta”. Hermosa oración con la que, los cristianos, nos dirigimos a Cristo Jesús, nuestro Buen Pastor; el  Pastor Bueno y Bello que da  su vida por las ovejas;  el que  siempre las cuida, regala y conduce hacia una vida más feliz y plena -como no lo puede hacer otro pastor- ya que, solo Él, las conoce y ama debidamente, al mismo tiempo que se deja conocer y amar por cada una de ellas.

                  Esta oración, tan conocida  y apreciada por todos,  es el salmo 22, de David, y configurado definitivamente en la época anterior al exilio. Está considerado como uno de los poemas más bellos, y, también,  como  verdadera obra de arte, por medio de la cual el orante expresa a Yahveh los sentimientos profundos de su fe. Tiene en cuenta la profecía de Jeremías: “suscitaré a David un vástago legítimo: hará justicia y derecho en la tierra”.

                    Profecía que se hace realidad en Cristo Jesús, el Buen Pastor, que, ante una multitud de gente “SINTIÖ LÁSTIMA DE ELLOS PORQUE ANDABAN COMO OVEJAS SIN PASTOR; Y SE PUSO A ENSEÑARLES CON CALMA”. En cambio, su generosidad y su amor entregado le llevarán  a morir por todos nosotros, para darnos vida con  su resurrección gloriosa.

En verdes praderas me hace recostar.
Me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas.

                 Es tanta la solicitud del Pastor por sus ovejas, que las reúne en un lugar ecológico, donde se da la  armonía y el equilibrio de la naturaleza; donde las conforta con los pastos de su enseñanza y con el alimento de su palabra; donde  las recrea y deleita con el agua que alegra, fertiliza y da vida; donde les da  sosiego con su presencia y seguridad: “VENIT VOSOTROS SOLOS A UN SITIO A DESCANSAR”.

Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
Tu vara y tu cayado me sosiegan.

                Y, es tanta su familiaridad, la confianza que nos da sin merecerlo, solo porque así se lo exige su  honor,  que, hasta podemos hablarle de “tú” como al mejor de los amigos.  Y, es  que, en realidad, se comporta como un compañero fiel,   que nos guía por el camino recto de la vida, siempre atento y solícito  ante las dificultades que encontramos cada día.

Preparas una mesa ante mí
enfrente de mis enemigos;
me unges con aceite la cabeza
y mi copa rebosa

                Mesa divina y adornada, manjar exquisito y abundante, fruto de un amor y de una entrega sin límites, que crea comunión, con gestos de consideración y de distinción. Eucaristía que integra y enseña a compartir y crear el Reino, implantando  la justicia y el derecho en la tierra: “Y LO LLAMARÁN CON ESTE NOMBRE: EL SEÑOR NUESTRA JUSTICIA“. (Jr. 23, 6)

Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término
 

                  Es todo un anhelo de gozo en  esperanza, despertado en nosotros por la cercanía del Señor, por su gran bondad y misericordia, que nos enciende en deseos de participar en el festín de las Bodas del Cordero,  en el banquete eterno, donde contemplar la luz del rostro de Dios será nuestro premio definitivo. Vida eterna en posesión, la misma vida de Dios.

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