viernes, 28 de octubre de 2016

Domingo XXXI-C


DOMINGO XXXI DEL T. ORDINARIO - C


TE ENSALZARÉ, DIOS MIO, MI REY

Por Mª Adelina Climent Cortés O.P.


                    Al Dios que nos perdona siempre porque nos ama y comprende, al Dios que existe y es eterno, al que todo lo puede y,  en el que creemos y confiamos; le alabamos, ensalzamos y bendecimos su poder y su amor, con el salmo l44.

                    Este salmo, de los tiempos del posexílio, es un himno que canta la grandeza, el poderío de Yahveh y,  también, su amor inmenso para con su pueblo y todo el universo, porque, su reinado es eterno y su gobierno dura por todas las edades. Y,  relata la oración agradecida de un creyente que, por vivir en un ambiente de incredulidad, ha de  expresar su fe en medio de serias dificultades; siendo, precisamente, esta situación, la que despierta  su fervor y hace que aumente su confianza en Yahveh, al que se dirige siempre con fuerza y entusiasmo:
            
Te ensalzaré, Dios mío, mi Rey,
bendeciré tu nombre por siempre jamás.
Día tras día te bendeciré,
y alabaré tu nombre por siempre jamás.

                    El salmista, invita a los demás fieles, a que celebren con él esta  inmensa grandeza de Yahveh, cantando con alegría su fidelidad, fruto de sus promesas de salvación; y teniendo en cuenta, además, su clemencia, su  misericordia y  todas sus bondades, con las que envuelve de ternura las cosas, y a todas sus criaturas

El Señor es clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad,
el Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas.

                    Todas las obras han de dar gracias a Yahveh, y todos los fieles han de bendecir su nombre y proclamar las maravillas que realiza a favor de todos los suyos, porque, es un Rey y Señor, que revela siempre su justicia a las naciones, y su gobierno es eterno: 
                                     
Que todas tus criaturas te den gracias, Señor,
que te bendigan tus fieles;
que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas.

                    Y, porque, el Señor es bondadoso y fiel en todo lo que hace, apoya también, y sobre todo, a los más débiles y desvalidos, a los que esperan siempre en su misericordia:

El Señor es fiel a sus palabras,
bondadoso en todas sus acciones.
El Señor sostiene a los que van a caer,
endereza a los que ya se doblan.

                    También, Yahveh, el Dios de Israel y el de todos los pueblos, sigue actuando para nosotros en la persona de Cristo Jesús, buscando acrecentar nuestra fe  a pesar de la increencia que nos rodea en la cultura  que vivimos. Y, sigue siendo el Dios, que siempre nos mira con atención y amor,  buscando nuestra cercanía y amistad; el que, desea hacerse huésped en el corazón de cada uno de los creyentes, invitándonos a tener una mayor intimidad y un diálogo profundo con Él.

                    Y, vemos a Jesús, en la lectura evangélica, pedirle a Zaqueo, jefe de publicanos y rico, hospedarse en su casa, sabiendo que se le consideraba pecador. Zaqueo, contento le hospedó en su casa y dijo al Señor: “Mira la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituyo cuatro veces más”  Jesús le contestó:

                    “HOY HA SIDO LA SALVACIÓN DE ESTA CASA; TAMBIÉN ESTE ES HIJO DE ABRAHÁN. PORQUE EL HIJO DEL HOMBRE HA VENIDO A BUSCAR Y A SALVAR LO QUE ESTABA PERDIDO”.

                    También, es el Dios, que sabe perdonar siempre nuestra ingratitud y desdén, el que nos salva y justifica; y el que, exige nuestra amistad y correspondencia, es decir, nuestra sincera conversión.


                    Por lo que, nuestro vivir, ha de ser un acoger con gratitud sus dones de salvación,  desde la fe y el gozo de nuestra esperanza, para  transmitirlos a nuestro mundo, y para que, la ternura y la misericordia de Dios, que llena el universo entero, sea reconocida y estimada por los que, le desconocen, y así, puedan experimentar lo bueno y compasivo que es; siempre fiel a sus promesas de salvación.

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