DOMINGO
XXVIII DEL T. ORDINARIO - C
EL SEÑOR REVELA A LAS NACIONES SU JUSTICIA
Por Mª
Adelina Climent Cortés O.P.
Sabernos salvados por Dios, es un don, que ha
de llenar nuestra vida de agradecimiento. Y nuestro Dios, es un Dios, que nos
salva siempre de todos nuestros males y opresiones, ya que, por su bondad y su
misericordia, no puede actuar de otra manera. Y, porque, la salvación de Dios
es universal, llega también a todos los pueblos y naciones, a los que
revela su justicia.
Por tanto, nuestro deber principal ha de ser,
estar agradecidos a esta salvación de Dios, que celebramos y cantamos con el
salmo 97. Este, es un salmo profético y también, uno de los “cánticos del Reino”,
con el que, los israelitas, después de la restauración de Jerusalén y de su
templo, al término de la cautividad de Babilonia, celebraban litúrgicamente,
con entusiasmo y gozo, a Yahveh, como
Señor y Rey de Israel y de toda las
naciones:
Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas.
Los israelitas supieron ver, con los ojos de la
fe, que, la liberación de la esclavitud en la que vivían en Babilonia y su
repatriación, fue fruto de la victoria de Yahveh y de su fuerza poderosa: “su
santo brazo”. Victoria que fue, para Israel y para las demás naciones que la
contemplaron, fruto de su gran misericordia y fidelidad; y la revelación de su
justicia, su obra salvadora:
.
Su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo;
el Señor da a conocer su victoria,
revela a las naciones su
justicia:
se acodó de su misericordia y su
fidelidad
en favor de la casa de Israel.
Y, sigue cantando el salmista, con alegría y
exultación, queriendo entusiasmar cada vez más al pueblo, y proclamando, también,
que, no solo las naciones vecinas han
contemplado la victoria de Yahveh, sino que, su fama, su reinado y poderío, se
ha extendido desde Israel, su “pueblo
elegido”, hasta los confines de la tierra; pasando a ser realidad, de esta
manera, la misión salvadora y universal de Israel, siendo signo del amor de
Dios a todas las naciones. Motivo, éste, de gran entusiasmo para todo un
pueblo, que sabe expresar su fe en el Dios de La Alianza, el que, siempre es
fiel y, en toda ocasión, se muestra rico en misericordia:
Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera,
gritad, vitoread, tocad.
En los tiempos de plenitud que vivimos,
también podemos cantar, con júbilo y agradecimiento un “cántico nuevo”, para
celebrar la salvación de nuestro Dios
en su Hijo Cristo Jesús, culminación de las obras victoriosas de Yahveh con
Israel. Esta salvación, que se nos ha manifestado mediante el misterio de su
Redención: Muerte y Resurrección, y que es fruto de la fidelidad de Dios a sus
promesas, también llega hasta los
confines del orbe; por eso, este “cántico nuevo”, que ensalza las maravillas de Dios para con nosotros, ha de ser
universal, de manera que, todas las naciones, puedan alabar al único, verdadero
y eterno Dios.
Más, con Cristo Jesús y por su salvación, hemos
de dar gracias a nuestro Padre Dios, reconociendo su infinita misericordia para
con todos los hombres, con la hondura de fe que lo hizo el extranjero Naamán
cuando fue curado de su lepra: “RECONOZCO QUE NO HAY DIOS EN TODA LA TIERRA MÁS
QUE EL DE ISRAEL”. Y, como el único leproso, entre los diez, que, viéndose curado volvió alabando a
Dios con grandes gritos, a la vez, que echándose
por tierra a los pies de Jesús, le daba gracias:
Jesús, molesto por la ingratitud de los demás
leprosos, dijo - ¿no ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?
Y le dijo: -“LEVÁNTATE, VETE, TU FE TE HA SALVADO”
Siempre
nos ha de parecer poco el agradecimiento que damos a nuestro Dios, pues,
siempre nos salva de toda imperfección y de todo mal personal y colectivo,
cuando sencillamente nos acercamos a Él y con fe se lo pedimos; también, por lo
que nos ayuda a crecer en su amor y amistad. Igualmente, debemos testimoniar su
justicia y benevolencia, de manera que, otros puedan conocerlo y amarlo, y después gozar de Él por toda la eternidad.
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