viernes, 7 de octubre de 2016

Domingo XXVIII del T.O.



DOMINGO XXVIII DEL T. ORDINARIO - C
  

EL SEÑOR REVELA A LAS NACIONES SU JUSTICIA

Por Mª  Adelina Climent Cortés  O.P.


                     Sabernos salvados por Dios, es un don, que ha de llenar nuestra vida de agradecimiento. Y nuestro Dios, es un Dios, que nos salva siempre de todos nuestros males y opresiones, ya que, por su bondad y su misericordia, no puede actuar de otra manera. Y, porque, la salvación de Dios es  universal, llega también  a todos los pueblos y naciones, a los que revela su justicia.

                    Por tanto, nuestro deber principal ha de ser, estar agradecidos a esta salvación de Dios, que celebramos y cantamos con el salmo 97.  Este, es un salmo profético  y también, uno de los “cánticos del Reino”, con el que, los israelitas, después de la restauración de Jerusalén y de su templo, al término de la cautividad de Babilonia, celebraban litúrgicamente, con  entusiasmo y gozo, a Yahveh, como Señor y Rey de Israel y de toda las  naciones:

Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas.

                    Los israelitas supieron ver, con los ojos de la fe, que, la liberación de la esclavitud en la que vivían en Babilonia y su repatriación, fue fruto de la victoria de Yahveh y de su fuerza poderosa: “su santo brazo”. Victoria que fue, para Israel y para las demás naciones que la contemplaron, fruto de su gran misericordia y fidelidad; y la revelación de su justicia, su obra salvadora:
.
Su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo;
el Señor da a conocer su victoria,
revela a las naciones su justicia:
se acodó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel.

                    Y, sigue cantando el salmista, con alegría y exultación, queriendo entusiasmar cada vez más al pueblo, y proclamando, también,  que, no solo las naciones vecinas han contemplado la victoria de Yahveh, sino que, su fama, su reinado y poderío, se ha extendido desde Israel, su  “pueblo elegido”, hasta los confines de la tierra; pasando a ser realidad, de esta manera, la misión salvadora y universal de Israel, siendo signo del amor de Dios a todas las naciones. Motivo, éste, de gran entusiasmo para todo un pueblo, que sabe expresar su fe en el Dios de La Alianza, el que, siempre es fiel y, en toda ocasión, se muestra rico en misericordia:

Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera,
gritad, vitoread, tocad.


                    En los tiempos de plenitud que vivimos, también podemos cantar, con júbilo y agradecimiento un “cántico nuevo”, para celebrar  la salvación de nuestro Dios en su Hijo Cristo Jesús, culminación de las obras victoriosas de Yahveh con Israel. Esta salvación, que se nos ha manifestado mediante el misterio de su Redención: Muerte y Resurrección, y que es fruto de la fidelidad de Dios a sus promesas, también  llega hasta los confines del orbe; por eso, este “cántico nuevo”, que  ensalza las maravillas de Dios para con nosotros, ha de ser universal, de manera que, todas las naciones, puedan alabar al único, verdadero y eterno Dios.

                    Más, con Cristo Jesús y por su salvación, hemos de dar gracias a nuestro Padre Dios, reconociendo su infinita misericordia para con todos los hombres, con la hondura de fe que lo hizo el extranjero Naamán cuando fue curado de su lepra: “RECONOZCO QUE NO HAY DIOS EN TODA LA TIERRA MÁS QUE EL DE ISRAEL”. Y, como el único  leproso, entre los diez, que, viéndose curado volvió alabando a Dios con  grandes gritos, a la vez, que echándose por tierra a los pies de Jesús, le daba  gracias:

                    Jesús, molesto por la ingratitud de los demás leprosos, dijo - ¿no ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios? Y le dijo: -“LEVÁNTATE, VETE, TU FE TE HA SALVADO”                   


                    Siempre nos ha de parecer poco el agradecimiento que damos a nuestro Dios, pues, siempre nos salva de toda imperfección y de todo mal personal y colectivo, cuando sencillamente nos acercamos a Él y con fe se lo pedimos; también, por lo que nos ayuda a crecer en su amor y amistad. Igualmente, debemos testimoniar su justicia y benevolencia, de manera que, otros puedan  conocerlo y amarlo, y después gozar de Él por toda la eternidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario