viernes, 21 de octubre de 2016

Domingo XXX del T. O.- C

DOMINGO XXX DEL T. ORDINARIO - C

                    SI EL AFLIGIDO INVOCA AL SEÑOR, ÉL LO ESCUCHA


Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                    La sabiduría de Dios en su Palabra salvadora, nos comunica hoy que, para que Dios nos escuche y atienda, hemos de hacernos asequibles y agradables a Él; es decir, que hemos de acudir a su bondad, con sencillez y humildad de corazón, y sentirnos necesitados de su amor y perdón, porque, no son nuestras obras las que nos salvan, sino NUESTRA FE Y ESPERANZA EN SU GRAN MISERICORDIA, como lo dice el salmo: “Si el afligido invoca al Señor, el lo escucha”.

                    El salmo 33, expresa la confianza y seguridad que debemos tener en nuestro Dios, el que, siempre y en todo momento se muestra cercano a nosotros y nos escucha, si actuamos y le buscamos como a Él le agrada, es decir, desde un corazón necesitado y pobre, porque, solo “LOS GRITOS DE LOS POBRES ATRAVIESAN LAS NUBES Y HASTA ALCANZAR A DIOS NO DESCANSA”.

                    El salmo comienza, con una plegaria de alabanza y de acción de gracias individual a Yahveh. Es la oración de un pobre que sufre y que se ve desprovisto de la atención y del apoyo humano, pero que, a su vez, ha experimentado que, quien invoca al  Señor, con sencillez y desde su humilde condición, es salvado de todas sus angustias. Y, desde esta experiencia liberadora, se dirige el yahvista a su Dios, para alabarle y bendecirle, deseando, también, que los humildes, todos los que son despreciados y viven marginados, le escuchen y puedan alegrarse con él:

Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca,
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren.

                    El salmo, ahora, con un matiz sapiencial y yahvista, atribuye a  Dios una doble manera de actuar, que no es válida para el tiempo presente: si el Señor está a favor de los sencillos y afligidos, si atiende y consuela a los pobres y desvalidos, a los que  claman a lo alto con sinceridad y humildad y los justifica; por precisión, ha de estar muy en contra, hasta desear ignorarlos por completo, de aquellos que, en vez de ejercer la compasión con los que sufren y pasan necesidad, los maltratan, los desprecian y abandonan: 

El Señor se enfrenta con los malhechores,
para borrar de la tierra su memoria.
Cuando uno grita, el Señor lo escucha
y lo libra de sus angustias.
El Señor está cerca de los atribulados,
salva a los abatidos.

                    Y, termina el salmo afirmando que el Señor siempre salva a sus fieles, a los que, con sinceridad, agradecidos y confiados, acuden a Él implorando su ayuda y misericordia:

El Señor redime a sus siervos,
no será castigado quien se acoge a él

                    Se estima este salmo como el “Magníficat” del antiguo testamento, porque, con sentimientos de agradecimiento, se dice de Dios que: “derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes”.

                    Cristo Jesús, el verdadero pobre de Yahveh, es el que hizo realidad los sentimientos de misericordia y compasión de Dios, amando a los más pobres, enfermos y  necesitados y, sobre todo, salvando y justificando a los pecadores, a los que acogía con amor hasta .comer con ellos y, a los que perdonaba, con su amor salvador.

                   Y, nos advierte en la parábola del fariseo y el publicano: Os digo que éste, (el publicano) bajó a su casa justificado y aquel (el fariseo) no. PORQUE TODO EL QUE SE ENALTECE SERÁ HUMILLADO Y EL QUE SE HUMILLA SERÁ ENALTECIDO.

                    Más, porque todos somos pobres y pecadores, nos redimió con su entrega total y definitiva, hasta su muerte en cruz, pudiendo así resucitarnos con Él a una vida nueva.


                    También, nosotros, si queremos experimentar su cercanía, el  amor y el consuelo del Padre, hemos de ser de los pobres de Yahveh, los que hacen de su vida una búsqueda incansable y solo esperan con humildad y confianza  su apoyo y bendición; y, porque sabemos que nuestra justificación no la conseguimos con las obras que realizamos, sino, que nos la concede Dios gratuitamente, hemos de vivir en todo momento agradecidos  a su perdón y a su infinita misericordia.

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