DOMINGO XXX DEL T. ORDINARIO - C
SI EL
AFLIGIDO INVOCA AL SEÑOR, ÉL LO ESCUCHA
Por Mª Adelina Climent Cortés O.P.
La sabiduría de Dios en su Palabra salvadora, nos comunica hoy que, para
que Dios nos escuche y atienda, hemos de hacernos asequibles y agradables a Él;
es decir, que hemos de acudir a su bondad, con sencillez y humildad de corazón,
y sentirnos necesitados de su amor y perdón, porque, no son nuestras obras las
que nos salvan, sino NUESTRA FE Y ESPERANZA EN SU GRAN MISERICORDIA, como lo
dice el salmo: “Si el afligido invoca al Señor, el lo escucha”.
El salmo 33, expresa la confianza y seguridad que debemos tener en
nuestro Dios, el que, siempre y en todo momento se muestra cercano a nosotros y
nos escucha, si actuamos y le buscamos como a Él le agrada, es decir, desde un
corazón necesitado y pobre, porque, solo “LOS GRITOS DE LOS POBRES ATRAVIESAN
LAS NUBES Y HASTA ALCANZAR A DIOS NO DESCANSA”.
El salmo comienza, con una plegaria de alabanza y de acción de gracias
individual a Yahveh. Es la oración de un pobre que sufre y que se ve
desprovisto de la atención y del apoyo humano, pero que, a su vez, ha
experimentado que, quien invoca al
Señor, con sencillez y desde su humilde condición, es salvado de todas
sus angustias. Y, desde esta experiencia liberadora, se dirige el yahvista a su
Dios, para alabarle y bendecirle, deseando, también, que los humildes, todos
los que son despreciados y viven marginados, le escuchen y puedan alegrarse con
él:
Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca,
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren.
El salmo, ahora, con un matiz sapiencial y yahvista, atribuye a Dios una doble manera de actuar, que no es
válida para el tiempo presente: si el Señor está a favor de los sencillos y
afligidos, si atiende y consuela a los pobres y desvalidos, a los que claman a lo alto con sinceridad y humildad y
los justifica; por precisión, ha de estar muy en contra, hasta desear
ignorarlos por completo, de aquellos que, en vez de ejercer la compasión con
los que sufren y pasan necesidad, los maltratan, los desprecian y
abandonan:
El Señor se enfrenta con los malhechores,
para borrar de la tierra su memoria.
Cuando uno grita, el Señor lo escucha
y lo libra de sus angustias.
El Señor está cerca de los atribulados,
salva a los abatidos.
Y, termina el salmo afirmando que el Señor siempre salva a sus fieles, a
los que, con sinceridad, agradecidos y confiados, acuden a Él implorando su
ayuda y misericordia:
El Señor redime a sus siervos,
no será castigado quien se acoge a él
Se estima este salmo como el “Magníficat” del antiguo testamento, porque,
con sentimientos de agradecimiento, se dice de Dios que: “derriba del trono a
los poderosos y enaltece a los humildes”.
Cristo Jesús, el verdadero pobre de Yahveh, es el que hizo realidad los
sentimientos de misericordia y compasión de Dios, amando a los más pobres,
enfermos y necesitados y, sobre todo,
salvando y justificando a los pecadores, a los que acogía con amor hasta .comer
con ellos y, a los que perdonaba, con su amor salvador.
Y, nos advierte en la parábola del fariseo y el publicano: Os digo que
éste, (el publicano) bajó a su casa justificado y aquel (el fariseo) no. PORQUE
TODO EL QUE SE ENALTECE SERÁ HUMILLADO Y EL QUE SE HUMILLA SERÁ ENALTECIDO.
Más, porque todos somos pobres y pecadores, nos redimió con su entrega
total y definitiva, hasta su muerte en cruz, pudiendo así resucitarnos con Él a
una vida nueva.
También, nosotros, si queremos experimentar su cercanía, el amor y el consuelo del Padre, hemos de ser
de los pobres de Yahveh, los que hacen de su vida una búsqueda incansable y
solo esperan con humildad y confianza
su apoyo y bendición; y, porque sabemos que nuestra justificación no la
conseguimos con las obras que realizamos, sino, que nos la concede Dios
gratuitamente, hemos de vivir en todo momento agradecidos a su perdón y a su infinita misericordia.
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