viernes, 21 de julio de 2017

Domingo XVI del T.O.- A



DOMINGO XVI DEL T. ORDINARIO -  A

 TÚ, SEÑOR, ERES BUENO Y CLEMENTE

                                   Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                    Dios nos concede con agrado,  lo que le es más propio, su vida, su amor y salvación, si, humildemente acudimos a Él y le invocamos con fe, en nuestras búsquedas y necesidades. Esta relación confiada con Dios, ha de ser  fruto de una amistad sincera, que, por parte de Dios existe y nunca falla, y, que, el ser humano, la adquiere y acrecienta en la intimidad divina, es decir, en  el diálogo con el que  se goza  de estar siempre a nuestra  escucha y de hablarnos al corazón, para llenarnos de su gozo, paz, y consuelo.

                    Y, porque, tantas veces tenemos necesidad de acudir a Dios, para que cure nuestras heridas, perdone nuestras infidelidades, y llene nuestra vida de su amor, lo invocamos agradecidos con el salmo 85, cantando su ternura, su misericordia y su compasión.

                    Este poema, hermoso en su expresión literaria, es la oración de un afligido que pide, con humildad y sincero amor, la protección de Yahveh, su Dios, ante una gran dificultad y prueba, en la que se encuentra sumergido, pero, teniendo la seguridad, eso sí,  de que, su oración, como en otras ocasiones, será escuchada y atendida.

Tú, Señor, eres bueno y clemente,
rico en misericordia con los que te invocan.
Señor, escucha mi oración,
atiende a la voz de mi súplica.

                    Y, porque, no hay otro  dios más grande que Yahveh, que escucha y atiende a todos con bondad y amor; y, porque,  su manera de ser y de comportarse con todos sus fieles, sobre todo con los humildes y sencillos,  es tan conmovedora y excepcional; el orante, agradecido, evoca la realeza y majestad de su gloria que, por precisión, ha de ser reconocida universalmente, como la del único Dios y Señor, maravilloso en todas sus obras y acciones: 

Todos los pueblos vendrán
a postrarse en tu presencia, Señor,
bendecirán tu nombre:
“Grande eres tú y haces maravillas”
tú eres el único Dios”.

                    De nuevo, el orante se dirige a Yahveh, con la mejor y más sublime de las definiciones que conocemos, por su estremecedora belleza y su rico contenido, para insistir e implorar, más hondamente,  su cercanía y compasión:
                           
Pero tú, Señor, Dios clemente y misericordioso,
lento a la cólera, rico en piedad y leal,
mírame, ten compasión de mí.

                    Más, confesar que Dios es bueno, fiel  y clemente, con la fe y el fervor gozoso que lo hace el salmista, ha de ser la razón misma de la oración personal y comunitaria de todo creyente, de todos los seguidores de Cristo Jesús.

                    En esta oración, es donde mejor podemos experimentar que, la expresión más sublime y perfecta de la bondad, de la   misericordia y lealtad del Señor, la tenemos en Cristo Jesús, manifestación entrañable del rostro  compasivo y amable de Dios Padre, que todo lo cuida con amor y que, tan humano y condescendiente es con el hombre, pues lo juzga siempre con piedad y moderación, dándole, en el pecado,  lugar al arrepentimiento

                    Compasión y misericordia de Dios, que, podemos acoger y hacer nuestras en el diálogo amoroso con Él; porque, es, en esta intimidad gozosa, donde se va desvelando su presencia en nosotros y en cuanto nos rodea.

                    Presencia y cercanía de Dios, en la que, aprendemos a escuchar su Palabra, que nos va transformando en verdaderos hijos suyos y en hermanos de todos los hombres, siempre dispuestos  a superar lo desagradable y negativo de nuestro mundo, con el fin de valorarlo y nunca  condenarlo, pues, sólo de esta manera, podremos hacer aflorar su Reino, en el que todos caminamos hacia la plenitud de su gloria, y donde BRILLAREMOS COMO EL SOL EN SU PRESENCIA.


                    Vida eterna, que es COMUNIÓN GOZOSA CON EL PADRE; EN SU HIJO JESÚS Y POR EL ESPÍRITU.

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