DOMINGO
VII DEL T. ORDINARIO – A
EL SEÑOR ES COMPASIVO Y MISERICORDIOSO
Por Mª
Adelina Climent Cortés O.P.
Las lecturas bíblicas de este domingo nos
hablan del DIOS AMOR. Del Dios que se nos revela como Amor porque es Amor y se
goza en serlo. Así, su quehacer es AMAR, y amar sin medida a todos los hombres
y a todo lo creado. Lo que existe, es fruto de su amor justo y benevolente.
A este Dios tan amante y generoso, que solo es
feliz dándose, y deseando a la vez, que también nosotros, sus hijos, imitemos
su manera de ser y comportarse, amando a todos como Él ama, hasta
perdonar a nuestros enemigos; agradecidos le alabamos y ensalzamos con
el salmo 102.
Este hermoso poema, es un himno de acción de
gracias, con enseñanzas teológicas y espirituales, de la época inmediata al
posexílio. El salmista alaba y bendice a Yahveh y le da gracias porque ha
descubierto que, su amor y su misericordia
son algo superior a todo lo demás,
sin comparación alguna; por lo que, solo en Él, se puede confiar
plenamente:
Bendice
alma mía al Señor,
y todo
mi ser a su santo nombre.
Bendice,
alma mía, al Señor
y no
olvides sus beneficios.
El salmista, siempre agradecido, describe con
belleza y hermosura la misericordia de
su Dios, pues, sintiéndose pecador ha sido perdonado, sanado, restablecido,
lleno de esperanza y vigor; con ilusión de vivir para continuar alabando y
bendiciendo su Santo Nombre:
El
perdona todas tus culpas
y cura
todas tus enfermedades;
El
rescata tu vida de la fosa
y te
colma de gracia y de ternura.
También, el salmista, llevado de la fe en su
Dios Yahveh, puede reconocer los beneficios de su clemencia y misericordia, otorgados a Israel, su pueblo
escogido: olvidando sus pecados de ingratitud e infidelidad a La Alianza establecida entre ambos. Pues, en su
justicia, siempre es fiel, amante y benigno:
El Señor
es compasivo y misericordioso,
lento a
la ira rico en clemencia.
No nos
trata como merecen nuestros pecados,
ni nos
paga según nuestras culpas.
Con su misericordia y perdón, fruto de su
paternal ternura y amor, Yahveh, aleja
tanto de sí, los delitos de los fieles
cometidos contra su bondad, que quedan
completamente olvidados y como si nunca
hubieran existido; sanando, de esta manera, todo corazón quebrantado y
contrito:
Como
dista el oriente del océano,
así
aleja de nosotros nuestros delitos;
como un
padre siente ternura por sus hijos,
Siente
el Señor ternura por fieles.
Y, como el amor de Dios nos invita a que
nosotros amemos de la misma manera, la
primera lectura bíblica, de La Misa, nos habla, también, de este AMOR DIVINO y
compasivo, cuando Yahveh dice a los
hijos de Israel en la asamblea: “Seréis santos, porque yo, el Señor vuestro
Dios, soy santo”. “No odiarás de corazón a tu hermano”. Y, también, “No te vengarás ni guardarás rencor a tus
parientes, sino que amarás a tu prójimo
como a ti mismo” (Lv, 19).
Y, con
más exigencia aún, en el Evangelio es Cristo Jesús el que nos invita, desde el
amor, a obrar con misericordia y
compasión para SER PERFECTOS COMO VUESTRO PADRE CELESTIAL ES PERFECTO:
rechazando toda violencia y venganza,
perdonando los agravios, dando
prestado al que lo pide…
“Habéis oído que se dijo: -Amarás a tu a tu
prójimo y aborrecerás a tu enemigo, Yo, en cambio, os digo: AMAD A VUESTROS
ENEMIGOS, HACED EL BIEN A LOS QUE OS ABORRECEN Y REZAD POR LOS QUE OS PERSIGUEN
Y CALUMNIAN. Así seréis hijos de vuestro padre que está en el Cielo” (Mt. 5)
Y si, en La Eucaristía, el pan de La Palabra
nos instruye sabiamente sobre la grandeza y hermosura del AMOR; también, comiendo el Pan de La Mesa, su Cuerpo y su Sangre, en comunión con Jesús que nos
hermana haciéndonos Hijos de Dios, podremos vivir y realizar este amor
compasivo y misericordioso, que ha de redundar en gloria y alabanza a nuestro
PADRE DIOS en la plenitud de su REINO.
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