DOMINGO VI DEL T.
ORDINARIO - A
DICHOSOS
LOS QUE CAMINAN
EN
LA VOLUNTAD DEL SEÑOR
Por
Mª Adelina Climent Cortés OP.
Caminar en la voluntad del
Señor es vivir en senderos de justicia y misericordia que conducen al gozo y, a
la felicidad de La Vida Eterna.
Es nuestro Dios, el que tanto nos ama y conoce todas nuestras
obras, el que nos instruye y alienta por mediación de La Escritura, y el que,
en su sabiduría, nos quiere conducir libremente por el camino del bien y de la rectitud para que hagamos siempre su voluntad. A este, nuestro Dios, le
aclamamos y bendecimos cantando el salmo 118. Salmo, de la época del posexílio y
de estilo sapienzal, pero que, a la vez
contiene otros géneros literarios. El autor orante, recita y ama la ley de su
Dios Yahveh, fuente de felicidad, dicha y alegría, para el hombre que la hace vida de su propia vida:
Dichoso
el que con vida intachable
camina
en la voluntad del Señor;
dichoso
el que guardando sus preceptos
lo
busca de todo corazón
Más, observar los decretos
del Señor, cumplir sus consigas, es fruto de La Escritura, fuente de una
sabiduría divina, misteriosa, escondida, predestinada por Dios antes de los
siglos para nuestra gloria:
Tú promulgas tus decretos
para
que se observen exactamente;
¡ojalá
esté firme mi camino
para
cumplir tus consignas!
Por ser inmensa la sabiduría del Señor Yahveh, y
grande su bondad y poder, pues lo ve y lo abarca todo con amor y suavidad, el
orante pide su valiosa ayuda, para poder cumplir y contemplar las maravillas de
su volunta:
Haz bien a tu
siervo: viviré
y
cumpliré tus palabras;
ábreme
los ojos y contemplaré
las
maravillas de tu voluntad
Así, escogiendo libremente
lo bueno, y siendo siempre responsables de nuestros actos, según la ley del
Señor, aspiramos a la dicha del cielo, donde “ni el ojo vio, ni el oído vio, ni
hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para los que lo aman”.
Muéstrame,
Señor, el camino de tus leyes
y
lo seguiré puntualmente;
enséñame
a cumplir tu voluntad
y
a guardarla de todo corazón.
También, el evangelio de
hoy nos muestra que Jesús, Palabra de Dios, el Verbo encarnado, el que nos
revela mejor que nadie la voluntad del Padre, por ser el camino que conduce a
Él, viene a perfeccionar y dar sentido,
por la fuerza de su GRACIA, a los
mandamientos de la ley. Por lo que, la
fe en Cristo Jesús y bajo el impulso del Espíritu, el cristiano, libremente, ha
de aprender a escoger aquello que dará plenitud a toda su vida como hijo de
Dios, y que le ayudará a conseguir la
salvación eterna, la dicha que nadie puede imaginar ni tampoco
arrebatarle.
Por eso, la verdadera ley
cristiana es el AMOR, pues, “AMAR ES CUMPLIR LA LEY ENTERA”:
un amor a Dios sobre todas las cosas y a los hermanos, especialmente a los más
pobres y necesitados, a los que más sufren. Y, esta es, una LEY interior que
nos hace libres y nos capacita para ejercer la caridad:
“Si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí
mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el
altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano”
LEY, que ha de llegar
a ser la delicia de todos los hombres
seguidores de Jesús, realizadores de su reinado de justicia y de paz en la
tierra; tarea esta, que solo conseguiremos llevarla a plenitud en comunión con Él desde la mesa
eucarística del Pan y de La Palabra.
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