sábado, 17 de diciembre de 2016

Domingo IV de Adviento


DOMINGO IV DE ADVIENTO - A


VA A ENTRAR EL SEÑOR: ÉL ES EL REY DE LA GLORIA

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.

                    Celebramos con gozo, que LA  SALVACIÓN DE CRISTO NOS LLEGA POR MARÍA, elegida por Dios para ser LA MADRE DE SU HIJO JESÚS. Y, hoy, la recordamos, con agradecimiento, junto con su esposo José, de la estirpe de David, de la que tenía que nacer el MESÍAS SALVADOR, como estaba anunciado. Y, con María y José, preparamos y esperamos con ilusión y regocijo la fiesta de La Navidad, la entrada del Señor, del Rey de La Gloria, en nuestro mundo, cantando el salmo 23, ya que, su poder y dominio universal, es la base de su bendición salvífica.

                    Este salmo lo cantaba Israel, de manera festiva y jubilosa, recordando la entrada del Arca de La Alianza en el primer santuario de Sión, cuando la presencia de Yahveh, el Dios creador y Señor de los Ejércitos, invadía el templo y lo llenaba de su gloria:

Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.

                    Y,  porque, para celebrar litúrgicamente y desde la fe, la salvación de Jesús, el Rey de la gloria, se necesitan unas condiciones, vamos a recordar las que se exigían a los israelitas para subir al monte del Señor y entrar en su santuario, en el que residía su trono de gloria con todo su poder, esplendor  y majestad:

¿Quién subirá al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes
y puro corazón.
                                    
                     Estas condiciones son las indispensables para caminar con rectitud y sinceridad por la vida  y, también, para responder debidamente al don de Dios, estar en su presencia y recibir su gracia,  junto con todas las demás bendiciones salvadoras:

Ese recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
Este es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.

                    Pero,  Dios, y su Salvación, cuando llegó la plenitud de los tiempos, se nos manifestó de manera más perfecta en su Hijo Jesús, que se encarnó y se hizo hombre, con el fin  de venir a nuestro encuentro para invadir el mundo de su amor y habitar, no desde el templo, sino en cada uno de los hombre y mujeres, por lo que se le impuso el nombre de “EMMANUEL”, QUE SIGNIFICA DIOS CON NOSPTROS”

                    Y, por tanto, es en nuestro corazón donde, como María, su Madre, le recibimos y le hacemos nacer para nosotros mismos  y para los demás; pues, su Salvación, el don más sublime de Dios a la humanidad, y también, su bondad, su amor, y todas sus gracias, que,  por ser difusivas, nunca descansan, han de  tomar posesión en todas las personas y en el orbe entero.

                    Que, de verdad, este deseo de Dios de ser y estar con nosotros, nos llene de gozo en las fiestas de Navidad y que, toda nuestra vida, sea un preparar y celebrar su venida, porque ÉL VIENE SIEMPRE  y cada vez con mayor intensidad, hasta que lo haga para siempre.

                    Esperémosle, pues, con la misma ternura y disponibilidad  de María, y con la entereza y el amor bondadoso de José, para adorarle con la sencillez y la alegría de los pastores y con los cantos de bendición y alabanza de los ángeles,  porque, ciertamente, “VA A ENTRAR EL SEÑOR:


ÉL ES EL REY DE LA GLORIA”

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