sábado, 12 de noviembre de 2016

domingo XXXIII del comen


DOMINGO XXXIII DEL T. ORDINARIO - C

EL SEÑOR LLEGA PARA REGIR LA TIERRA CON JUSTICIA


Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                    Al Señor, que llegará con majestad al final de la historia, para descubrir lo bueno y lo malo de nuestro mundo, y que, a los que han querido seguir su camino de amor y generosidad honrando su nombre “LOS ILUMINARÁ UN SOL DE JUSTICIA, QUE LLEVA LA SALUD EN LAS ALAS” como nos  recuerda Malaquías… A este Dios, que se manifestará, sobre todo, con su misericordia infinita y que, ahora, es para todos una fuente de esperanza y consuelo, le  aclamamos y exaltamos con el salmo 97.

                    Este salmo en forma de himno, y cuyo origen es de los tiempos del posexílio, es uno de los “cantos del Reino” que entonaba Israel, con sentido litúrgico y profético, en la época de la restauración del país, después de habar sido liberado de la esclavitud, para exaltar el poder y la victoria de Yahveh sobre Babilonia. Poder y victoria que, desde Israel, el pueblo “elegido”, se extendería a todas las naciones del universo, por lo que, de esta manera, adquiere el salmo un sentido REAL Y ESCATOLÓGICO.

                    Todos los instrumentos musicales, que se empleaban en las celebraciones más festivas son poco para alabar y acompañar,  con un cantar nuevo, a Yahveh, Rey y Señor del Universo; el que, con su amor y poder lo ha creado todo, llenando el orbe de sus maravillas; y, que llega con su poder y amor, a revelarnos su victoria y su salvación.

Tocad la cítara para el Señor,
suenen los instrumentos:
con clarines y al son de trompetas,
aclamad al Rey y Señor.

                    Y,  ante la llegada de Dios, toda  la creación en movimiento y con gozosa alegría, ha de alabar y bendecir, a su manera, al Creador de todo; al que llega con  gran poder y majestad para regir la tierra con su justicia y rectitud, que son los valores que le caracterizan y  los propios de su Reinado, aunque, en plenitud, se darán en el más allá. Y, así, de esta manera,  todas las naciones podrán reconocer SU VICTORIA:

Retumbe el mar y cuanto contiene,
la tierra y cuantos la habitan,
aplaudan los ríos, aclamen los montes,
al Señor que llega para regir la tierra.
Regirá el orbe con justicia,
y los pueblos con rectitud.

                    En los tiempos actuales, reconocemos la victoria y el señorío de Yahveh en Jesucristo Resucitado y Glorificado. Victoria incomparablemente mayor que la que se logró cuando la repatriación de Israel, y victoria  que será contemplada, también,  desde todos los confines de la tierra.

                    Más, la gran Victoria de Jesucristo Resucitado, es haber conseguido nuestra Salvación y la del todo el universo. Salvación que, ahora, hay que  vivirla en gozosa esperanza, mientras aguardamos su manifestación gloriosa al final de La Historia de La Humanidad.

                    Ante este evento, Jesús, con su palabra evangélica nos advierte: “os echaran mano, os perseguirán…, os harán comparecer ante reyes y gobernantes por causa de mi nombre: ASÍ TENDRÉIS OCASIÓN DE DAR TESTIMONIO”.

                    “Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá: CON VUESTRA PERSEVERANCIA  SALVARÉIS VUESTRAS ALMAS”.


                    Así, esta espera en esperanza, ha de hacernos crecer en la fe, viviendo en comunión con Dios, y con la confianza de que ya estamos salvados por el amor entregado y misericordioso de Jesucristo. Pero, eso sí, hemos de ser perseverantes en su seguimiento, intentando vivir como Él vivió, sembrando paz y concordia por doquier, ayudando a los más desvalidos y trabajando para que, vayan surgiendo en este mundo  los valores de Reino; y, solo de esta manera daremos razón de nuestra esperanza y estaremos unidos, con gozo, a toda la creación, que, expectante, aguarda y desea la venida del  Señor, que llegará para regir la tierra con su Salvación.

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