viernes, 11 de diciembre de 2015

Adviento III-B


DOMINGO  III DE ADVIENTO - C



              “QUÉ GRANDE  ES EN MEDIO DE TI EL SANTO DE  ISRAEL”

                                       Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                   Se nos invita al gozo y a la alegría ante la cercanía del nacimiento del Señor Jesús,  que nos trae la paz, la salvación y nos acerca el Reino. Y, es el Profeta Isaías el que nos dice: Gritad jubilosos: “Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel”

                   Con gozo y gratitud, pues,  cantemos el oráculo de Salvación: Is. 12, 2-6, que, en  forma de himno, alaba la grandeza de Dios, glorifica su nombre y ensalza su santidad.

                    Israel lo cantaba, alabando y dando gracias a Yahveh, por la salvación ya recibida de sus manos, al ser liberados de la opresión de Egipto, y, también, por la alegría  experimentada al retorno del exilio,  que hizo posible la restauración de la ciudad santa y su templo. Episodio  en  el que se pudo gozar  de la paz, del consuelo y de la seguridad, que, como agua, manan de las “FUENTES DE LA SALVACIÓN”                     
       
El Señor es mi Dios y salvador;
confiaré y no temeré,
porque mi fuerza y mi poder es el Señor,
él fue mi salvación.
Sacaréis aguas con gozo
de las fuentes de la salvación.

                 El orante israelita, invita a la comunidad a que tome  parte en esta alabanza de acción de gracias,  de manera gozosa y entusiasta, y, a pregonar con gritos de júbilo a todos los pueblos y naciones, las obras salvadoras de Yahveh, para que puedan ser reconocidas universalmente, junto con su grandeza y santidad:

Dad gracias al Señor,
invocad su nombre
contad a los pueblos sus hazañas.

Tañed para el Señor, que hizo proezas,
anunciadlas a toda la tierra;
gritad jubilosos, habitantes de Sión:
“Que grande es en medio de ti
el santo de Israel”.

                
                      Más, también nosotros sentimos alegría y gozo desbordante, por LA PRESENCIA SALVÍFICA DE DIOS EN JESUCRISTO NUESTRO SALVADOR.  La cercanía de su nacimiento nos conmueve, ya que, se nos presenta  frágil y vulnerable, en los brazos de María su Madre. Signo, este, que descubre a toda la humanidad, que,  su venida  salvadora no es ostentosa, sino discreta y humilde y que, sobre todo,  es para los pequeños, los sencillos, los pobres y desvalidos, ya que, de ellos es el reino de Dios; dándonos a entender, de este modo, que hemos de hacer nuestra esta actitud, si queremos participar de  su salvación.
                  
                       Y, desde esta actitud salvífica y consoladora de Dios, hemos de anunciar LA BUENA NOTICIA, colaborando y abriendo cauces en los que pueda correr el agua de las fuentes de la  salvación por todo nuestro mundo, como  son los del amor, los de la paz, los de la justicia, concordia y fraternidad, caminos que conducirán a que, todos los hombres, puedan  conocer y cantar, con alegría y gozo, las hazañas del Señor.


                        Misión difícil y costosa la de hacer ver a todos LA SALVACIÓN DE DIOS, la de hacer presente su Reinado; pero, en tiempo de sequía y desánimo, contamos con la fuerza de Cristo Jesús y su deseo de aliviarnos, consolarnos y animarnos: “El que tenga sed que venga a mí y beba”  

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